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El velo de la discordia

Tanta discordia ha levantado el dichoso velo, que he decidido volvérselo a poner.

Enciendo las luces amarillas y me acerco. El velo ya está en movimiento descubridor.

La suavidad del descubrimiento se queda en estela plateada. Casi flecha.

Trescientos invitados. Todos VIP. Yo, también.

No es un acto cualquiera. El Centro Pompidou, en París, cerrado para nosotros. Pido que me dejen pasear por el museo. Soy VIP, pero no tanto.

Lucian Freud está al otro lado de la pared. Yo no.

No me quejo. Quizá vuelva para verlo. El lugar para la cena está al lado de su taller. Se olerán los brochazos. Todo está a punto.

Los VIP de ocasión tomamos asiento.

A la izquierda el taller de Freud. A la derecha la terraza. De frente, París. Nuestra Dama a lo lejos y una disposición del blog de al lado colgada de la estructura del Centro. La casita del perro de «Esto sí es una plaza».

De noche, al concluir la cena, nuestra querida Amanda lo ilumina todo.

Después de tanto goce, sé que soy artista. Me puedo permitir lo que quiera. Agarro mi cámara y hago la foto del coche.

Jeff Koons, ausente de tanta genialidad, habla de capas de energía y dinamismo.

«Bring it home, Andy»

(Me olvidé la cámara. Hice las fotos con el teléfono. Siento la falta de calidad)

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