En Copenhague hay más bicicletas que coches. Hice varios intentos por fotografiar esas bicicletas que llevan a los niños pequeños sentados por delante, en un cubículo en el que van casi rozando el suelo con el culo, pero no lo conseguí. Cuando pasaba una de esas bicis, con el supuesto padre o madre dando pedales, nunca tenía la cámara preparada.
Abundan los carriles bici, por los que circulan personas de todas las edades. Desde bebés en carro hasta personas de muchos años.
¿Irán con las bicis en invierno con ruedas especiales? ¿Irán en bici en invierno? Habrá que acercarse a averiguarlo.
Para mí, lo más lioso, además de estar pendiente de las bicicletas, a las que prefería no perder nunca de vista, eran los semáforos, porque los hay para coche y para bici. En este caso, no sé si se trata de un exceso de información o de información duplicada.
El naranja, antes del verde, sirve para preparase y arrancar sin demora. Me decía una amiga madrileña que vive en Barcelona que ella ha notado una diferencia clave entre Madrid y Barcelona: En Barcelona nadie se salta un semáforo recién puesto en rojo. En cuanto se pone ámbar todo el mundo frena. En cambio, en cuanto se pone verde, la gente sale disparada. en Madrid, en cambio, me decía esta amiga, los conductores tardan mucho en arrancar cuando el semáforo se pone verde y sin embargo tienen tendencia a pasarlo en naranja oscuro. ¿Será verdad? Si lo fuera, sería fatal cruzar el tráfico de Madrid con el de Barcelona.
En los canales no hay bicis ni coches. Pero sí hay casas flotantes. Y edificios de la ópera.