Este fin de semana me he metido un pico entre las piernas. No, ni agricultura ni albañilería. Montañismo de baja montaña, en las cercanías de los Picos de Europa. Al otro lado del valle, entre los picos de verdad y el mar.
Un pico por la mañana y un baño en las aguas frías del cantábrico por la tarde para apaciguar los músculos. Y todo el rato con los amigos, que tienen esta pinta infame. Tanto estudiar física para esto. Lo cierto es que tengo muchos amigos que han estudiado física, algunos mucha física. He llegado a la conclusión científica de que la proporción de gente buena gente entre quienes estudian física es muy elevada. Lo dan las caminatas, que me oxigenan el cerebro y me permiten pensar mucho y bien.
El Pico Turbina tiene una relación lejana con los coches. Por eso lo menciono en este blog. Es bonito de subir, con vistas de postal a los Picos de Europa durante el ascenso y con vistas interminables hacia el mar y los valles desde la cumbre doble.
Para el descenso conviene estar en mejor forma que para la subida. Cuando se baja no hay forma de mirar el paisaje. No recordaba yo tanta pendiente (primera derivada) en las laderas de otras montañas en España. Será que he caminado poco. Tardamos 5 horas y 20 minutos en subir y bajar, comida y reposo incluido en la cumbre de Europa.
Es un placer pasear por la montaña. La cena con los amigos sabe mucho mejor. Sabe tan bien que uno puede dedicarse a debatir cuál es el significado de la palabra justicia y si lo justo o injusto viene determinado por la ley o no. Como en este blog, pero en Asturias y con sidra.