Una amiga mía tiene una empresa que está pasando por dificultades serias. Tantas dificultades que quizá no tenga más remedio que cerrar. Ella pelea por seguir, amplía capital (pone dinero) en la medida de sus posibilidades, pero se da cuenta de que no tiene sentido económico. Se endeuda, pero duda de que tenga futuro.
— Lo que me duele es la sensación de fracaso —me dice—. No me duele el dinero, me duele tener que cerrar porque no me queda más remedio.
¿Fracaso? Haber montado una empresa, haber arriesgado tiempo y dinero, haber posibilitado la creación de empleo, de generar negocio, intercambios, transacciones…¿Puede alguna vez considerarse un fracaso? Arriesgar para generar riqueza nunca puede ser un fracaso. Saldrá mejor o menos bien, será sostenible o no, pero tener iniciativa y ganas, capacidad de arriesgar y capacidad de sacrificio nunca es un fracaso.
Me lo digo a mí mismo para convencerme, porque yo también he sentido la sensación de fracaso. En los primeros años de km77.com, cuando no había ninguna posibilidad de generar negocio con la información en internet, cuando no había publicidad y en km77.com no ingresábamos ni un euro teníamos que haber cerrado el negocio. Me lo decían amigos y familiares prestamistas (me prestaban el dinero para mantener la empresa a flote).
En esa época me sentía un fracasado. Había montado un negocio que no funcionaba sin que nadie me hubiera obligado a hacerlo, había contratado a personas que tendría que despedir, había accionistas que habían puesto dinero y que quizá nunca les pudiera devolver, había muchos lectores y… Me sentía fracasado perdido.
Esa sensación de fracaso es muy perjudicial para la gestión de los negocios. Yo incurrí en deudas exuberantes, irracionales, porque no quería fracasar, porque quería sacar esto adelante. Unas deudas con amigos y familiares que podían hipotecar mi futuro. Eso pesaba. Tenía consciencia de que mi futuro iba a consistir en trabajar para pagar deudas. Y, sin embargo, lo que me dolía era la sensación de no haber sido capaz, de haber hecho mal las cosas, de no saber gestionar.
Cerrar una empresa nunca es un fracaso. Equivocarse en la gestión, en las previsiones, en la idea, en la búsqueda de capital, en el modelo de negocio… nunca es un fracaso.
Lo sé. Me lo digo a mí mismo. El mayor error es pretender no equivocarse nunca. Si lo sé, si lo tengo así de claro ¿por qué duele tanto sólo de pensar en la posibilidad de tener que cerrar la empresa?