(Continuación al artículo «Un alce de hierro en el puerto de Navafría«)
Poco después de cruzarme con el quitanieves, prosigo el descenso. Por la cara sur, a doscientos metros de la cumbre, el hielo desaparece parcialmente del asfalto, que está más mojado que helado.
Pero, a diferencia de lo habitual, a medida que desciendo el hielo vuelve a aparecer. La rueda izquierda del quitanieves está marcada sobre el hielo. Pongo el coche sobre esa línea y hago la foto.
Cada vez más, el hielo invade de nuevo toda la carretera.
En la primera curva que me encuentro toda helada, a izquierdas, con mucha pendiente en bajada, el coche se empeña en seguir recto. Piso el freno e inmediatamente entra el ABS. No consigo decelerar el coche. Ya estoy dentro de la curva y a esa velocidad no gira con el volante. Voy con el cambio en posición automático y con el freno no lo paro. No tengo alternativa. Tiro del freno de mano para hacer girar el coche, que obedece inmediatamente. Por suerte ahora no viene ningún quitanieves. Estoy solo. Sigo en bajada con el cambio en modo automático, soy un confiado. Y freno con el pie izquierdo. Me gusta hacerlo.
Muchas veces freno con el pie izquierdo (aunque cuando la cosa se pone difícil el pie derecho salta directamente al pedal sin preguntar). Regulo las frenadas con el pie izquierdo y pruebo a frenar con mucha suavidad. Cuando lo hago, consigo que el ABS tarde más en entrar y la deceleración sea mayor. Algo que parece tan fácil me sale mejor con el pie derecho que con el izquierdo. No entiendo por qué.
La carretera se mantiene helada durante todo el descenso hasta Lozoya y la temperatura baja cada vez más. En una curva semirrápida (muy despacio sobre el hielo) también le he tenido que dar un toquecito al freno de mano. Con la carretera helada y con ruedas de verano le cuesta mucho girar. El ESP no ayuda. Por suerte, el freno de mano sí. Por suerte. Porque algunas curvas dan miedo, aunque tengan una zona de escapatoria que no puede despreciarse. Para hacer la foto, freno con el pie izquierdo y detengo el coche antes de la curva. La práctica ayuda a mejorar.
El frío aumenta fuera del coche. El termómetro llega a dos grados negativos. Ya estoy en Lozoya. Voy muy despacio. Unos cinco metros antes de llegar al cartel me doy cuenta que quiero hacerle una foto. Sé que no viene nadie por detrás. Como es de improviso, el pie derecho se va disparado al freno. Entra el ABS, el coche no se para y no se para. Y no se para. Levanto el pie, vuelvo a pisar con más cuidado. Va mejor. Decelera más hasta que se detiene. Doy marcha atrás para hacer la foto. En el suelo están las marcas de la ida y de la vuelta.
Cruzo el pueblo lentamente y llego a la nacional. Hacia la izquierda está cerca la autovía de Burgos. Por la derecha voy hacia el puerto de Cotos y de Navacerrada. No puedo reprimirme. Me voy hacia donde patina más.
En la subida al puerto de Cotos hay bastante hielo. Pruebo con el ESP conectado y desconectado. Como es todo subida, la diferencia sólo afecta al control de tracción. Se conduce mucho mejor con el ESP conectado. Básicamente porque se nota menos brusquedad en el volante durante las transiciones entre pérdida de tracción y agarre. Hago varias fotos en las que intento que aparezca encendido el testigo del ESP. Sólo aparece en una, que queda bien movida.
¡Qué raro! Durante el descenso del Puerto de Navacerrada me encuentro un coche con el antiniebla trasero encendido. ¿Dónde está la niebla? Me pongo las gafas de sol en este día nublado y le hago la foto en honor a «troko», que sé que les tiene especial cariño.
(Mapa del recorrido, por si quieren repetirlo. Todas las carreteras son deliciosas, con nieve y sin nieve)