Miro en la lista y pone «Javier Moltó, coche número 7, Jaguar XJ6 S1». Dos renglones más abajo «coche número 5, Jaguar 120». También pone que voy con Giles Taylor y con Frank Klaas. Giles Taylor es el responsable de diseño del actual Jaguar XJ. Frank Klaas el nuevo director de comunicación de Jaguar y Land Rover para todo el mundo. Dos hombres de la casa porque voy a ir en coches de la casa.
Por los altavoces nos piden que subamos a los coches. No me sé de qué año son los XJ de la Serie 1 y le pregunto a Giles de qué año es el coche en el que nos acabamos de subir. «Es del año 1968, es el primer coche de la línea de producción del XJ. Este coche fue el coche particular de Sir William Lyons durante muchos años. Lo conducía él o su chófer. Cuando lo conducía el chófer, Sir William Lyons se sentaba detrás. Hago una primera foto nervioso, como si me fueran a quitar el coche, sin fijarme en un detalle. Para tenerla.
Yo iba sentado en el asiento del copiloto. Es probable que Sir William Lyons, fundador de Jaguar, nunca se hubiera sentado en ese lugar. Lo imagino ordenado, metódico y riguroso. O al volante, o detrás del chófer. No sería su asiento, pero estoy feliz. El coche de Sir William Lyons, el primer XJ fabricado y yo sentado en él. No sé qué es exactamente lo que me hace ilusión y que me guste tanto estar ahí dentro. No soy capaz de reconocer ningún aroma que me traiga la presencia de Sir Williams Lyons. Quizá en otro momento se podía percibir algo impregnado en el coche, en la piel de sus asientos. Ahora no. Me podrían haber mentido y decirme que ese era el coche que no era. Estaría igual de ilusionado. Cualquier otro Jaguar XJ de todos los producidos en la Serie 1, cualquier otro con el motor de seis cilindros en línea, me iba a llevar igual que éste. Sí, pero éste es el primero y fue el coche de Sir William Lyons. Me da un escalofrío.
Tengo delante la guantera del coche de Sir Williams Lyons. Qué secretos habrá escondido bajo esa llave. Qué secretos no guardará todavía. Está cerrada. Se lo digo a Giles. «La guantera de Sir Williams Lyons». Intenta abrirla. «Está cerrada» me dice, «seguro que se abre con una de estas llaves». Toco las llaves puestas en el contacto con disimulo. Aparentemente para tapar un plástico verde muy feo que va con ellas. En realidad por si son las llaves originales. Lo parecen. En qué carteras habrían estado, en qué habitaciones, cerca de qué planos, de qué proyectos… Por suerte Giles, no hace intención de abrir la guantera.
El Alcalde de Coventry nos da la salida
Algunas zonas de los tapizados están ajadas, pero el aspecto general es muy bueno. No pregunto si ha sido restaurado porque tampoco lo quiero saber. Parece original y decido que lo es, que esta mañana de viernes 17 de septiembre de 2010, en este Jaguar XJ6 de Sir William Lyons todo es original.
Intentamos poner el parcial del cuentakilómetros a cero para seguir las indicaciones de la ruta pero no encontramos la forma de hacerlo. Nos vamos contando las distancias entre los puntos señalados, no sobre el recorrido total. Voy de copiloto. Giles Taylor me ha dicho que conducía él. Me da pena no conducir este coche y a la vez me alivia. Casi agradezco que no me lo dejen conducir. Yo, un conductor continental, acostumbrado a conducir por la derecha con el volante a la izquierda, no soy el mejor conductor en quien confiar este coche. Me sorprende tanto que el primer Jaguar XJ vaya a circular 200 kilómetros por carretera abierta al tráfico, que la posibilidad de conducirlo yo no había pasado por mis neuronas. Bueno sí. Lo reconozco. Lo había pensado, pero no me atrevía ni a pensarlo. Ir dentro durante ese recorrido es un privilegio infinito. Lo conduzca quien lo conduzca.
Me pongo el cinturón. Es retráctil. ¿Había cinturones retráctiles en el año 1968? Parece que sí. Se lo comento a Giles, que no parece sorprendido. Es mucho más joven que yo y quizá siempre haya ido en coches con cinturones retráctiles y no se puede imaginar que haya cinturones de otro tipo. Pero a mí, que el Jaguar con asientos sin reposacabezas me recuerda a cuando me sentaba en los coches de mi infancia y juventud, los cinturones retráctiles me llaman la atención. Giles no está completamente seguro, pero cree que son originales. Los elevalunas son eléctricos y funcionan perfectamente. El cambio, automático y la dirección, asistida. Como los de ahora.
Ya en marcha cientos de personas a los lados de la calle nos aplauden en Coventry. No nos aplauden a nosotros, no a mí al menos. Tiene que ser un aplauso hacia los coches, que seguro que brillan ufanos con el cariño de quienes llenan las calles a su paso. En los primeros metros, hasta que salimos de Coventry, atiendo las explicaciones del rutómetro e intento ayudar a mi piloto que por suerte vive en la zona. Nos dirigimos hacia Chipping Norton, Oxford y Newbury para comer. Son 150 kilómetros, con un tiempo estimado de dos horas y diez minutos. Giles conduce muy bien, con suavidad. Se nota que el motor tiene fuerza.
Vamos rodeados de Jaguar. Yo sólo veo los de delante, porque no tengo ningún espejo por el que mirar hacia atrás. Nos sirve de guía el Jaguar XK 120 número 5 en el que también me toca montarme, según la lista. El motor suena con potencia y Frank lo lleva de carreras. Le gusta cambiar de marcha, acelerar y circulamos muy rápido a su estela. Una estela a distancia prudente, porque quema aceite, lo notamos en el humo blanco que sale por el escape cuando levanta el pie del acelerador y también en las gargantas. Giles me lo dice, «tengo el sabor del aceite metido en la garganta». El XJ no tiene sistema de recirculación de aire.
Llevamos una hora por la carretera. Giles me comenta en la confianza que da el compartir el coche de Sir William Lyons proyectos de futuro de Jaguar, estrategias de la marca, la situación que pretenden alcanzar en el mercado, cuestiones de diseño. Me habla de que estamos acostumbrados a enjuiciar estéticamente los coches fuera de su contexto, en salones del automóvil y por fotografías que nada tienen que ver con el lugar por el que luego se desenvuelve un coche. «Hay coches que los ves y no te dicen nada. Pero luego, los ves por ejemplo en Londres y tienen una presencia magnífica. La presencia que tendrá un coche en el futuro, en su ambiente, es muy difícil de concebir y de juzgar». Habla de líneas, de intersecciones. Ir a su lado es también un privilegio. Conoce bien la historia de Jaguar y también los coches de muchas marcas. A los dos nos cuesta encontrar, de entre los modelos de los últimos 15 años, alguno que pueda convertirse en un clásico como el Jaguar que conduce él en ese momento. Me da nombres de Jaguar y de alguna otra marca, pero no me parece convencido.
Pasan los kilómetros y me doy cuenta del acierto que es celebrar en una ruta por carretera el 75 aniversario de una marca de coches, con tantos coches de ese periodo de tiempo convertidos en clásicos deseables, en una demostración de respeto y cariño hacia tu marca, su historia, con los coches impecablemente cuidados en procesión por la carretera. Hubiera sido más fácil concentrar los coches en un recinto, poner unos cuantos en marcha, deambular a su lado. Pero no, Jaguar ha organizado recorridos muy largos. 150 kilómetros por la mañana, otros 15 por la tarde y 200 más como mínimo al día siguiente para desplazarse desde Londres hasta Goodwood. Todos los coches en peregrinación por una carretera muy bien escogida, con la mirada inundada de clásicos, de sonido, de historia. Yo, en el asiento de la izquierda, el del conductor en el continente, me voy haciendo pequeño, cada vez más emocionado, con una gratitud enorme porque me den la posibilidad de contarlo.
Llegamos a Woodstock y Giles me comenta que un poco más adelante está el Blenheim Palace, donde nació Sir Winston Churchil. Al llegar a las puertas del palacio, en una parada de autobús, se detienen los dos coches que nos preceden en la caravana. Nos preguntamos si les habrá pasado algo. «Nada, que quiere hacerse una foto en la puerta del Palacio». Estamos unos minutos parados y en el coche de delante, vemos que Frank se cambia de lado y le ofrece a su copiloto, un periodista alemán, el puesto del conductor. Giles lo ve, creo que se queda sorprendido y me pregunta si yo lo quiero conducir. No sé si se siente obligado ni cuánto miedo le da que conduzca yo. Se me erizan los pelos de los brazos y me los acaricio con las manos. «Sí, por favor».