De pequeño, en mi casa, había un cenicero irrompible. Mis hermana mayor y mi madre decían que era un cenicero irrompible. Yo era pequeño. Eso lo sé ahora. El cenicero era irrompible.
Una cosa irrompible no se rompe. Le dije a mi hermana mayor que quería tirarlo al suelo, con todas mis fuerzas, porque era irrompible. Mi hermana mayor me dejó. También tenía ganas de saber cuánto de irrompible era. Agarré el cenicero con mi mano. Lo tiré contra el suelo con todas mis fuerzas.
Estalló en mil pedazos. No era irrompible. En mi casa teníamos un cenicero irrompible. Todo el mundo lo decía. Lo pulvericé. ¿Por qué era irrompible?
¿Por qué me acuerdo todavía?
La primera decepción nunca se olvida…
Puede que fuera una interpretación incorrecta de la palabra irrompible. «Cenicero que no se debe romper», en vez de, «cenicero que no se puede romper». La voluntad del ser humano frente a los límites impenetrables del Universo (y que la física trata de encontrar).
A mi no me sorprende que se acuerde aún. Ciertas cosas de la infancia son imborrables (que no se deben borrar, vaya). A mi lo que me preocupa es por qué se acuerda ahora de aquello. Miedo me da pensar que esta entrada precede a otra que se titule «Marca-Modelo, el coche irrompible»*
*Marca-Modelo debe ir en cursiva, pero mis conocimientos de html no llegan a tanto.
Algo mas se rompió junto con el cenicero.
Desde entonces va diciendo por ahí que experimentemos, que no nos fiemos de los expertos, de los maestros, de nuestro padre….
Todos un día descubrimos que nuestros padres no siempre tienen la razon y que no son infalibles. Ese fue el suyo.
Seamos positivos: mejor descubrir que todo se puede romper con un cenicero que embarcado en un transatlántico una fría noche en Terranova; o como los vecinos de Fukushima, que descubrieron que la parada real sin asitencia en su refrigeración de un reactor nuclear tarda una año.
El cenicero hecho cenizas… Cuando somos jóvenes creemos que hay cosas irrompibles, sea un cenicero, tu corazón, tu voluntad… pero todo puede quebrarse. A todos se nos ha roto un cenicero… recuerdo cuando escuché por primera vez aquello de «yo es que te quiero como amigo Freud»…
Llega un momento en que hasta los mitos caen y te quedas tu, sólo, frente al espejo que te recuerda que las células de tu cuerpo tampoco son irrompibles. De pequeño pensaba que mi padre era irrompible, hasta que un día le vi llorar, un día, hasta el que nunca se equivoca, se equivoca… desde entonces ya no creo que nada sea irrompible.
Peor fue lo de la armada «invencible» o el Titanic «insumergible».
A usted le salió barato.
Las palabras rimbombantes suelen esconder fracasos a su altura.
La pregunta que debe hacerse no es el ¿Por qué me acuerdo todavía?, si no ¿Por qué me acuerdo ahora?.
Algo le ha pasado (o está a punto de pasarle) que ha minado su seguridad en si mismo (irrompible).
Normalmente eso lo consigue alguien del sexo opuesto o de la familia. El amor, la madre….
Ya sabe.
Puede que tenga súper poderes…
¿Qué / con qué quiere romper ahora que pueda ser para ud. irrompible y que se supone q es irrompible?
Aunque ya dudo que para ud. algo se irrompible o i-algo
Ese cenicero me recuerda a la clase política española… con sus promesas electorales que parecen irrompibles en pleno mitin… y a la primera de cambio … ¡ ZAS !
Saludos cordiales,
James Marshall.
Y en cuanto a la palabra, escribía Italo Calvino en sus «Seis propuestas para el próximo milenio»: «Hay quien cree que la palabra es el medio para alcanzar la sustancia del mundo, la sustancia última, única, absoluta; más que representar esa sustancia, la palabra se identifica con ella (por lo tanto, es erróneo decir que es un medio)».
Sigo con el bocata… Un beso
Igual fue un regalo de su abuela paterna y por eso su madre le dijo que era irrompible a ver si lo comprobaba… 😀
Y ahora en serio, ¿por qué ahora? ¿Nostalgia? ¿Tristeza? ¿Fin de las vacaciones?
¡Qué malos son los cincuenta!
Peor es lo que viene después (de los 50, claro), o sea que no se nos deprima y disfrute a tope, que es Vd. un privilegiado y no tiene derecho a quejarse.
Salvo por….
Creí que iba a contarnos lo del cenicero «de pie» hecho con el árbol de levas de un motor de SEAT 600.
Que eso sí que era irrompible. Quizá mi padre conserve el suyo en el sótano, después de yo qué sé si 30 o 40 años de existencia. Se rompió mi tío, que se lo regaló, mi padre rompió con el tabaco, que casi le rompe a él. Pero el cenicero nunca se rompió.
Aunque creo que mi padre lo llegó a pintar. De dorado. Sí, lo sé. Peor que romperse. Pero es que mi padre siempre tuvo muy mal gusto para la decoración.
Dicho lo cual, nada de nostalgias. La nostalgia mata el futuro. Todo el tiempo que pasamos pensando en lo que fue y dejó de ser o, peor aún, en lo que nunca fue ni será pero que en algún momento pudo haber sido es tiempo desperdiciado.
A menos que sirva para aprender algo que no sabíamos y que nos será útil en el futuro. Entonces sí que sí merece la pena pensar en el pasado.
¡Pero sin recrearse! Que nos conocemos.