Hoy he ido a una comida multitudinaria. Un agasajo navideño. Pongamos que fuéramos unos 200 comensales.
Unas mesas muy anchas, de unos dos metros, y largas, de unos 10 metros. En el centro había bandejas (con marisco). Los comensales estábamos apretados. Pongamos que uno cada medio metro. Hombro con hombro, más o menos.
A uno de los camareros, de entre 55 y 60 años, le temblaba la mano izquierda. Traía platos con las dos manos y luego los servía con la derecha. Se movía veloz, dejaba los platos con rapidez y regresaba al punto de recogida. La mano izquierda le temblaba considerablemente, pero no se inmutaba. Hacía su trabajo con diligencia. Me daba miedo que se le cayera uno de los platos en la mano izquierda. No se le ha caído ninguno.
Está claro que este hombre necesita trabajar. Como todos. Pero el temblor de la mano izquierda quizá se lo impida en unos años. O no. Él no parecía darle importancia. Apilaba los platos vacíos sobre la izquierda. Muchos. Tenía fuerza, pero le temblaba.
Espero que el Estado de bienestar siempre sea capaz de seguir cuidando de la gente que ha trabajado muchos años y que al final de su vida laboral se queda sin fuerzas. Es a ellos a quienes no pueden abandonar ni las empresas para las que han trabajado tantos años, ni el resto de la sociedad. Los jóvenes y sanos no deben recibir la misma atención si los recursos no llegan para todos.
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Recoger las bandejas del centro de la mesa era muy difícil para los camareros. Se llegaba con mucha dificultad, porque los comensales estábamos muy juntos y el brazo de los camareros no alcanzaba hasta las bandejas desde detrás de los hombros de las personas sentadas.
En mi mesa, ninguno de los comensales ha hecho el más mínimo esfuerzo por ayudar a un camarero. Si nos sirven, que nos sirvan.
Cuesta poquísimo hacer más fácil el trabajo de los demás. Un esfuerzo mínimo.
Parece como si perdiéramos dignidad cuando ayudamos a quien nos sirve. En realidad es todo lo contrario. Perdemos dignidad cuando no le ayudamos.
llevo en españa 10 años,y lo que siempre me sorprendió y me sigue sorprendiendo, esque la gente,en un autobus,no se inmuta para dejarle el asiento libre para una persona mayor,ni los jovenes,ni tan jovenes, quiza sean casos aislados,pero los encuentro,desgracidamente.
si este ejemplo se da hoy en dia,quien nos dejara un asiento libre cuando seamos nosotros ,los ancianos?
pongo este ejemplo,como una experiencia personal.
Estoy de acuerdo con Andrey y con Moltó. Es preocupante la falta no ya de cortesía, sino de elemental educación que impregna a la sociedad española. Más que en renta per cápita, parece que hemos aumentado en mala baba. Y eso se pone en evidencia en cuanto pisamos la frontera: en Francia (y no es que los franceses sean especialmente simpáticos), si te dan un empujón, se disculpan. Puede que luego te den otro más, pero volverán a disculparse. Aquí, no sólo te pegan el empujón, sino que te montan una bronca o te brean a bofetadas si increpas al que te ha empujado.
Con el ansia de ser modernos a toda costa hemos arrinconado no sólo los defectos de una sociedad provinciana como era la española, sino también las virtudes que deberían mantenerse. Y somos más insolidarios que nunca. Un ejemplo: el del camarero. Otro: el del asiento en el autobús. Un tercero: tiramos papeles en la calle sin inmutarnos, cosa que jamás haría un alemán o un suízo, porque sólo tenemos conciencia de nuestros derechos, no de nuestros deberes.
Siento pena por los más jóvenes, porque están creando una sociedad de cara de perro, sociedad que, antes de que sean conscientes de lo que están haciendo, acabará engulléndolos. Y ya no podrán hacer nada para evitarlo.
Isabel,
El otro día, al cruzar la calle, en un semáforo, un hombre que caminaba por delante de mí soltó un paquete de tabaco vacío al suelo. Sin arrugar, como si estuviera nuevo.
Lo recogí, me acerqué, y le dije:
—Disculpe, se le ha caído esto.
—No, lo he tirado.
—¿En mitad de la calle?
—No sea usted cursi.
—Yo seré cursi, pero usted es un guarro.
Si no llega a ser un paquete de tabaco vacío, sino una piedra, se la tiro por la cabeza. Cursi yo, hasta ahí podíamos llegar. Qué asco de gente. A quien habría que tirar a la papelera es a ellos, pero eso no debe ser legal.
El problema es que acabaremos viviendo en el mundo al revés y agradeciendo lo evidente. Yo, el otro día, vi a una propietaria de un perro, recoger los excrementos del animalito de la cera y le di las gracias. De corazón. No pude evitarlo. Me salió del alma. Cada vez que un propietario de perro recoge los «restos» del suyo, me emociono y pienso que si todos los propietarios fuésemos así, no tendríamos tan mala prensa.Esa señora era mayor y agacharse a por aquello le costaba un verdadero esfuerzo. Y, sin embargo, lo hacía y hasta se sorprendió de que le diese las gracias.
Otros hacen lo contrario y, si se lo recriminas, te acusan de «cursi». Luego las calles están como están y yo, cada vez que veo un «resto» en la vía pública… bueno, mejor no digo lo que pienso…
Y eso que relatáis, Javier y Jaime, es, si cabe, más preocupante aún.
Porque, vale, uno puede haberse hecho un guarro (me tiembla la mano teniendo que admitir que ello pueda haber ocurrido) pero un guarro que presume de ser guarro es ya la leche!.
Y eso es lo que se percibe por la calle. Le recriminas a uno que no sea guarro y encima se queja el muy…!. Pero, no, no, si no es por ser guarro! (que también) es porque eres guarro en un lugar que compartes conmigo, entiéndelo!. No es ya que seas guarro, es que eres un desgraciado. Porque eres irrespetuoso.
Porque eres egoísta hasta el extremo de trasladar tu indeseable mala sangre a los demás. Porque eres un burro, un indeseable ignorante que se ha leído en algún panfleto de político (de esos que son indeseables como tú, no de los otros que alguno habrá) que tienes derechos, porque no entiendes que los pierdes en el mismo momento en el que no respetas los de los demás, porque ni siquiera sabes qué es eso de tener derechos, porque…
…no sigo, me cabreo.
Pero, poco a poco, los que aún pensamos en los demás nos vamos relajando y ya ni siquiera le decimos nada al indeseable ese, ya nos da igual; total para el caso que nos va a hacer! (y además si eres más pequeño que el insurrecto en cuestión te arriesgas a recibir unas ostias, por lo menos a que te las ofrezcan) y el maleducado se envalentona y, junto a otros maleducados, se va haciendo fuerte. El mundo al revés, ya lo habéis dicho.
Y, por contexto mediático, si lo trasladamos a las vías de comunicación y los artilugios mecánicos destinados al transporte… (supongo que todos conocéis las interesantísimas intervenciones al respecto en «la huella»).
Bueno, ya casi es escribir por escribir, gracias por el rinconcito terapeutico. Voto por lo de rellenar las papeleras con ese tipo de gentuza y empezar ya, en serio a educar en el respeto por los demás a los pequeñines, que aún se pueden salvar.
Soy profesor de instituto, así que sé bastante bien de qué va todo esto. Y la culpa la tenemos un poco entre todos. Yo puedo intentar poner límites a los chicos, pero si en su casa no los tienen, en el instituto apenas los respetan. Afortunadamente no todos son así, pero sí hay una cantidad suficiente como para ser preocupante.
Tengo una rodilla bastante maltrecha, pero salvo que me esté muriendo ya del dolor, siempre dejo mi asiento. Y he visto a más gente hacerlo, así que no está todo perdido.
Y este último jueves fue nuestra cena de Navidad. Como nuestra mesa estaba pegada a la pared, los camareros no podían retirarnos los platos, pero todos se los acercamos amablemente. Además, yo siempre doy las gracias cuando me traen la comida, otra botella de agua, otra servilleta… Creo que no cuesta tanto hacer más fácil la vida a los demás.
La verdad que es indignante ver la mala educación de algunos en este sentido. Me da bastante rabia ver cuando la gente tira cosas por la ventanilla o andando por la calle, sin esperar a encontrarse una papelera.
Pero ya basura en un monte es lo que más me pudre, afortunadamente parece que cada vez hay más concienciación en este apartado.
Estoy cansada de la gente guarra, y de los organismos públicos guarros.
Ayer por la tarde en un pueblecito que se tiene por muy cuco, me calcé unos guantes y unas botas y me dediqué a recoger papeles, periódicos, plásticos, botes oxidados, un tablón que pesaba más que yo, y hasta un horroroso abrigo rojo, todo ello arrojado con la mayor de las desidias y mala uva, diría, a un arroyo cercano a la casa de unos familiares.
No pude más, estoy harta de ver como la gente no tiene el menor respeto a los lugares públicos y comunes y como el ayuntamiento del pueblecito cuco desatiende sus obligaciones.
Recogí tres bolsas de mierda y las llevé a los cubos de basura que están a escasos metros del arroyo.
No lo pude recoger todo, los plásticos que taponaban el colector en lo alto del arroyo no estaban a mi alcance, así como los que taponaban, creando un nauseabundo olor, la rejilla de la parte baja.
El lunes iré al ayuntamiento con las fotos que tomé previas a mi pequeña limpieza y un escrito, uno más, para que tomen nota del problema de limpieza y salubridad.
Aunque mi mayor desazón es a quiénes les doy escritos individuales para que no echen más basura con mala baba, o no se dejen las cacas de sus perros o no arrojen papelitos al suelo.
Yo de mayor quiero ser súper cursi y camarera.
Cien por cien de acuerdo en todo. Yo estoy harta de la gentuza que no tiene educación ni Dios que lo ha pensado. Vamos a ver: yo estoy en mi casa, que comparto con compañeros de piso, vale?
Bueno. Si llegas a una casa que NO es la tuya, digo yo que, como mínimo, tienes que respetar a las personas que SÍ que viven ahí no?
Vale. Sólo hace un rato (y este, un ejemplo de millones y millones y millones y millones de ejemplos que se ven por doquier: yo me quiero ir a donde todavía quede educación y unos mínimos modales), salgo de la cocina y me encuentro a una tía que no conozco de nada en el pasillo. Le digo «Hola!»……….y ni me responde………Pava! Estás en mi casa, no sé si te has dado cuenta. No sólo es que pases de saludarme (un mínimo, no?), sino que ENCIMA, cuando te saludo, pasas de mí como de la mierda…
Y se quedan tan anchos….
Así vamos.
Bueno, si esto, si todo lo que ocurre a diario en casi cualquier rincón de esta putísima sociedad no es síndrome de decadencia y degeneración compulsiva…¿¿¿Qué coño es???
Hola. Yo también estoy de acuerdo con que el estado del bienestar cuide a las personas que han trabajado, trabajan y ya no pueden.
Y me gustaría abrir otra línea de debate. También estoy a favor de que el estado del bienestar se acuerde de las amas de casa.
Las amas de casa no generan riqueza directa en el sistema. Pero sí generan bienestar y salud. Forman parte del estado del bienestar. Gracias a las amas de casa hay millones de personas que tienen tiempo para estudiar, para trabajar, para viajar. Gracias a las amas de casa hay millones de personas que se alimentan mejor de lo que harían su vivieran solos. Gracias a las mujeres que trabajan en su casa hay muchas familias que administran convenientemente sus recursos. Gracias a las amas de casa hay una distribución de la riqueza que ayuda a mantener muchos negocios y comercios que desaparecerían sin su actividad.
Hablo de amas de casa, hablo de mujeres, porque es lo que ha habido hasta ahora. Desconozco si esta figura desparecerá en adelante, si nos convertiremos todos en los amos de nuestras casas, o qué pasará. También sé que hay muchas mujeres que cargan con esta responsabilidad con el añadido de que ya trabajan fuera.
Pero también es cierto que hay muchas mujeres que trabajan sólo en su casa, y que no paran ni un segundo. Y gracias a eso maridos e hijos viven mucho mejor de lo que vivirían en términos de salud y felicidad de lo que lo harían sin esa figura. Por eso creo que aunque no aportan cuantitativamente al sistema, el sistema sí se beneficia de su actividad, y por poner un ejemplo concreto, hay menos bajas laborales gracias a su trabajo.
Creo que indirectamente su actividad genera mucha riqueza.
Y con esto no estoy proponiendo que tenga que ser la mujer la que siga cargando con las responsabilidades derivadas de formar una familia en su día a día. Pero tampoco quiero negar la realidad de que esto sigue existiendo desde hace muchas décadas, y posiblemente así seguirá otras tantas, bajando, es cierto, porque la estructura familiar tradicional está en un proceso de cambio muy intenso y profundo.