Hace varios años me invitaron a un concierto de Alejandro Sanz.
Fue irresistible. Me tuve que marchar antes de que empezara.
La organización del concierto decidió sortear o elegir a personas entre el público para que pudieran ‘conocer’ a Alejandro Sanz. Supongo que ese ‘conocer’ es hacerse una foto con él y darle la mano o un par de besos. ¿Conocer?
Muchos asistentes al concierto levantaban las manos, berreaban y saltaban entre el público para que la cámara se fijara en ellos y resultaran los elegidos para ‘conocer’ a Alejandro Sanz. Luego lloraban, cuando eran elegidos.
Las ganas de vomitar eran irresistibles. La atracción de la calle también.
¿Necesita Alejandro Sanz hacer algo más que cantar para vender entradas y atraer al público a sus conciertos? ¿Necesita fomentar esas bobadas?
Algunos días debatimos sobre monarquía o república. Algunos días parecemos tontos.
En el primer irresistible, tal vez quiera Vd. decir insoportable.
El que escribe estas líneas jamás ha pedido un autógrafo.
He visto caras de extrañeza cuando pudiendo obtener una «invitación» para «conocer a David Beckam» me decanté por irme a mi casa tranquilamente.
En un hotel de vacaciones he coincidido con una plantilla al completo de un equipo de futbol y en compañia de mi hijo de 8 años he asistido tranquilamente a sus sesiones de spa y entrenamiento.
Me ha costado unas charlas explicarle a mi hijo que mi afición por el futbol acaba en el verde del cesped. Espero que lo haya entendido.
Tambien soy fiel escuchador de Joaquín Sabina, personaje al que detesto profundamente en cuanto no está cantando. Me lo he encontrado por la calle varias veces y no creo que nos hayamos molestado lo más mínimo.
Quioicir le entiendo en este caso.
Sea sincero. Confiéselo:
Le invitó el padre de una amiga de su hija porque no quería ir solo con las dos adolescentes. Por eso no pudo irse.
Yo sin niñas sí le habría plantado: «Oye que tengo un terrible retortijón de consciencia». O «salgo un momento a pagar la OTA». O el SER o hasta la tasa de basuras lucense.
Si alguna vez tengo hija(s) procuraré educarlas como a mujeres. Será la forma de que no se comporten como bebés de guardería hasta los 99 años.
¿Espere?
¡¡¡ GOOOOOOOOOOOOL !!!
#1 Hace muchos años, cuando todavía vivían, coincidí (por la calle) con actores celebérrimos. Dos de ellos actores increíbles. El tercero popularísimo, aunque de otra categoría. También con algún que otro político. Una vez incluso me dijeron que había tenido que ver al Gran Txemita. Pero no, porque le tapaban sus guardaespaldas. (Sí, como en la serie aquella, pero si lo piensan es lógico que un guardaespaldas tape al escoltado).
Jamás se me ocurrió más que mirarles, sorprenderme y seguir caminando.
Pero he de confesarlo. (Sí, yo también). Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar muy, muy lejano… Casi lo más lejano que uno se puede ir…
Posé para una foto grupal con unos compañeros de trabajo alrededor de un personaje famoso entonces por su alto rendimiento deportivo. (Ahora por cosas bien diferentes).
Y hasta ahí puedo leer. ¿Se quedan con la Ruperta jugadora de balonmano o con los informes invisibles?
Allá por el años 2002 ó 2003, concierto de Alejandro Sanz en Pamplona. Pues bien, el tío no tuvo que cantar apenas, ¿saben por qué ? (imagino que conocen la respuesta). Porque el público no dejaba de tararear todas y cada una de las canciones.
Supongan que tienen unas ganas desaforadas de ver a su ídolo, se gastan un dinero en una entrada y resulta que al final en lugar de escuchar a Alejandro Sanz, lo que se traen de recuerdo es un dolor de oídos y codazos hasta en el ojete. Que conste que yo sólo me dedicaba a montar y desmontar escenarios… no pagaría un céntimo por ver al Sr. Sanz.
Creo que el pasotismo por los famosos viene por una parte del odio que profeso a los programas del «corazón» (tenían que denominarse más bien del «hígado») y por otra parte herencia genética. Sin ir más lejos, mi hermano trabaja en el Festival de Cine de San Sebastián y tiene a tiro a todos los famosos que pasan por él. Recuerdo cuando vino Richard Gere hace unos años, y la mitad de las chicas estaban gritando en una de las puertas traseras del Kursaal, apareció en un Audi, se bajó, saludó, se metió por la puerta, se giró para volver a saludar y allí estaba mi hermano fumándose un cigarrillo a medio metro del actor mirándole como diciendo «hoy hace calor de la hostia, no sé si tomarme otra garimba o un gintonic», es decir, se la sudaba bastante. La imágenes televisivas con todo el mundo trajeado alrededor y mi hermano con una camiseta amarilla de las islas Caimán cantaba en la tele que no podía dejar de reírme.
Saludos cordiales,
James Marshall.