En las ciudades, en algunas ciudades al menos, hay una o varias curvas que están diseñadas y puestas para el desahogo de los ciudadanos. No cabe otra explicación.
El otro día en Valencia, mientras iba a pie desde la estación del AVE a la estación antigua o de cercanías, pasamos por una curva y contracurva que debe ser divertidísima. Me recordó a cuando corrí en el circuito urbano de Alcañiz, hace un milenio. Llegué y para conocer bien el circuito hice lo mismo que hacía en todos los circuitos a los que iba: recorrerlo a pie.
En Valencia, a pie, con el cuerpo vertical, un paso tras otro, al ver las curvas sentí los cambios de apoyo en mi cuerpo. Tenía pinta de ser divertida, con una frenada en apoyo.
En Madrid tengo localizadas tres curvas. En ocasiones doy un pequeño rodeo para pasar por ellas. Son mis pequeñas curvas urbanas. No sé qué tendrán las curvas. Atraen.
Ah, las curvas urbanas…
Hubo un tiempo, ya muy lejano, en que Sinesio Delgado de noche era una gozada. Podías seduir por el Paseo de la Dirección y enfilar luego, Saconi o Villamil mediante, a la Dehesa de la Villa. Sí, estaba abierta al tráfico. Sic transit y eso. En fin.
(Las curvas atraen… ¿a qué curvas se refiere exactamente, ahora que o pienso? hmmmm.)
Las curvas tienen propietarias.
Y en lo previsible de su orografía esta el encanto.
Los peraltes y contraperaltes, los cambios de apoyo y las masas suspendidas que hacen su trabajo.
Ah las curvas…esas viejas amigas.
No creo que yo fuera el único que disfrutaba, aún a poca velocidad, con algunos tramos del trazado que tuvo la M-30 cuando estaba siendo soterrada…..
Esa zona Sur….
¡Ah, esa subida a la Dehesa de la Villa!.. Cuánto la echamos de menos algunos veteranos.
Hoy, en Madrid, quedan pocas, poquísimas, curvas urbanas apetecibles. Y digo apetecibles porque las que hay en algunos túneles, aunque sabrosas, no son de mi agrado, como las del túnel desde la Castellana hacia el Paseo de la Habana, por debajo de la estación de Chamartín.
Tenemos que recurrir a los accesos/salidas exteriores de la M30, como la salida hacia Conde de Casal, saliendo desde la M30 en sentido anti-horario.
Otras ponen un poco de pimienta, al ir voladas sobre pasos elevados, como la incorporación a la autovía de Colmenar, subiendo desde la Av. de la Ilustración.
Hay más,… pero dejo que aquí las cuenten otros.
Yo también recuerdo las obras de la M-30. Te sentías Carlos Sainz. Y sobre todo cuando en una curva coincidías con un autobús y te dabas cuenta de que los dos no cabíais a la vez.
Vaya. Lo último que pienso cuando leo algo así como «No sé qué tendrán las curvas. Atraen» es en una carretera. Más, sabiendo que escribe un hombre. ¡Mi maldita costumbre de empezar leyendo al última línea! 🙂 Pues que ustedes lo pasen bien rodeando las curvas… urbanas. No hay nada como saber disfrutar con cualquier cosa.
@6
No se fie Vd., creo que al Sr. Moltó le escribe estas cosas una becaria.
@7
Pues si lo escribe @2 en la tercera frase (o verso) es metáfora, tenemos un poema. ¿También una becaria? 🙂
Sr. Moltó, dejando a un lado la llamada de la Selva (o como se llame la becaria) lo que nos pasa a muchos (no todos) los conductores (y los que no) es que nos gustan las sensaciones que no experimentamos constantemente.
No. No me refiero al orgasmo. Ya sé que ningún hombre podría soportar sentir un orgasmo de una duración considerable. El último que lo intentó mediante estímulos eléctricos…
Bueno, que me despistan. El caso es que en las curvas tomadas con cierta velocidad sentimos algo que no es habitual. Por un lado está el caracol con sus pelillos, vamos, el sentido del equilibrio que nos indica que hay un cambio en la inercia que nos arrastra.
Pero yo creo que el principal motivo, el que más nos atrae, es el séptimo sentido: La propiocepción, que nos indica que nuestras vísceras se desplazan de un lado a otro de nuestro interior y que se someten a compresión. Especialmente al acelerar con fuerza. Aunque no siempre sea para delante, como en el caso de las curvas.
¿O no se han dado cuenta de lo fácil que es lograr una gran aceleración lineal en nuestras ciudades y autovías y lo difícil que es encontrar (tramos de) vías que nos obliguen a usar la fuerza. La fuerza centrípeta, como el estado centralista de los barceloneses, que estos sí que son unos centralistas opresores y no los de Madriz.
En definitiva, los «civis rodantis» nos hemos acostumbrado a las aceleraciones en la dirección (y si me apuran sentido) de la marcha hasta el punto de que no nos impresionan. Mientras que las de dirección transversal son tan escasas que las añoramos como a, como…
Y no me hablen de becarias. El otro día llegó una hornada nueva a la empresa y algunos están que se suben por las paredes.
Suerte que ya no trabajo con «Rod Weyler». Que este miraba a las mujeres tan fijo que hasta a mí me daba miedo que un día saltase sobre alguna, la mordiera y tuviésen que sacrificarle los de la perrera.