Pues sí. Conducir bien es ser bueno en lo que los malos son malos. Lo dice TypeS y lo hago propio. Esta afirmación no es tautología, aunque pueda parecerlo. Si bien es intuitiva, nos deja donde estábamos. Sin embargo, es cierto que quizá sea más fácil decir qué es un mal conductor que un buen conductor.
Tengo varios amigos que nunca han tenido accidentes. Bajo ese dato conducen mejor que yo, que sí he tenido accidentes.
Ellos son buenos en no tener accidentes. Para ellos conducir es equivalente a poner en marcha la lavadora. Se suben al coche, miran las presiones de las ruedas una vez cada cinco años (es un decir), no les ponen multas y no molestan a sus vecinos de calzada (tampoco les ayudan, pero eso lo hacemos poquísimos)
Son conductores magníficos. Así sucede con la mayoría de conductores. Mi madre nunca tuvo un accidente en su vida de conductora. Hacía bastantes kilómetros al año y se apañaba bien. Nunca le pusieron multas, salvo una por exceso de velocidad a ojo, en el año 74 ó 75. Una conductora modelo, aunque no tuviera una mínima noción de agarrar bien el volante para girarlo más rápido en caso de necesidad.
Yo soy un conductor malo. Freno con el pie izquierdo para practicar, me cambio de carril en las curvas cuando no viene nadie de frente ni nadie me quiere adelantar para que los pasajeros vayan más cómodos y para que haya menos apoyos, me ponen multas a litros, sobrepaso la velocidad máxima en muchas ocasiones, principalmente para adelantar, y cuando paso al carril contrario al cortar las curvas en carreteras de montaña o en curvas pronunciadas en autovía no pongo el intermitente. En cambio lo pongo para salir del garaje.
Además de eso, soy malo porque no domino el coche tan bien como muchos conductores que lo dominan mejor, no tengo la mejor sensibilidad y cuando voy todo lo rápido que sé hay muchos que van mucho más rápido.
Ser buen conductor o mal conductor es irrelevante. La culpa de los accidentes pocas veces es de los demás. Nunca he tenido en mi vida un accidente por culpa de otro (salvo en carreras) y me parece muy difícil que suceda. En todo caso, la responsabilidad será compartida. Al conducir es imprescindible tener en cuenta que los otros puedan equivocarse. Y los que creen que saben conducir, también se equivocan.
Hace 30 años una mujer detuvo su coche en un carril único de un carretera nacional para mirar si un restaurante estaba abierto. La embestí por detrás. Coincidió que a la vez que ella estaba parada mirando el horario del restaurante, yo le estaba dando a los chorros de agua del limpiaparabrisas para ver bien durante el resto del recorrido. La coincidencia fue fatal. La culpa fue mía. Cuando la vi ya no tuve tiempo de frenar y además no había escapatoria porque había muros a los dos lados. Quizá pude haberme metido hacia la puerta del restaurante, pero no reaccioné. Cuando la vi debía estar a unos 15 metros y yo debía ir a unos 80 km/h con un Seat 127.
Conducir bien también supone saber cómo van a reaccionar el resto de conductores, dónde hay posibilidad de accidente y cómo afrontarlo. A mí, la verdad, me importa poco cómo conduzca el resto de los conductores. Me basta con conocer la realidad y atenerme a ella. Llamar buen o mal conductor al resto de las personas que ocupan la vía no me sirve de nada. Hay lo que hay y en ese entorno nos tenemos que desenvolver con seguridad.
Yo casi diría que conducir bien es conducir de forma predecible para el resto de conductores. O al contrario. Conducir bien es ser capaz de entender al resto de conductores. Quizá tenga menos que ver con las habilidades al volante, que con las de la vista y de la intuición.