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Conducir con joystick. O intentarlo.

Fin de semana de experiencias espeluznantes. Voy a intentar relatarlas, pero les recomiendo que vean los vídeos para que capten mi sufrimiento. He conducido durante cuatro horas sin tocar ni un volante ni unos pedales. Bueno. En realidad, decir que he conducido es mucho decir. He conseguido que un coche, bueno, dos coches, se movieran y circularan más o menos por su carril a una velocidad indeterminada y en muchos momentos a trompicones.

Antes de subir al coche hice una foto de familia. De fondo el Ford Mondeo que nos había llevado desde Madrid hasta Basauri y el Carnival que iba a conducir. Por delante, mis compañeros de viaje y experiencias.

He podido conducir estos coches, un Kia Carnival y un Ford Mondeo, gracias a la Autoescuela Irrintzi de Basauri y a dos de sus cinco coches adaptados. Le doy las gracias a José Mari, fundador de la la autoescuela y a Hugo, su yerno. Los dos me han acompañado como profesores de autoescuela, con los mandos duplicados en sus manos, para salvar mi pellejo y el suyo. Gracias también a Endika, hijo de José Mari, que ha grabado las imágenes con la cámara de vídeo, con dedicación y con peligro para su integridad física. Los vídeos no están cortados. Todo lo que he vivido y sufrido en los primeros minutos y horas de conducir sin mandos está grabado. Todos los comentarios, toda la experiencia. Al día siguiente, y eso no lo grabé en vídeo, conduje un Ford Mondeo, también adaptado. La experiencia, en otro lenguaje que el que utilizo en el vídeo, la cuento a continuación.

Irrintzi es la autoescuela en la que David Rivas aprendió a conducir. Gracias David por ponerme en contacto con ellos y por acompañarme en esta experiencia. Ha sido un fin de semana delicioso. Me ha costado mucho aprender, pero al final de las cuatro horas he llegado a sentirme cómodo y feliz.

En el primer coche adaptado que he conducido, la dirección se movía mediante un joystick para la mano izquierda y el acelerador y el freno mediante un mando en la mano izquierda.

Fue como si me subiera a un coche a conducir por primera vez, pero yo no era consciente de eso. No, peor que la primera vez. Mucho peor. La primera vez que me senté a conducir yo era capaz de llevar el coche recto. La primera configuración que me prepararon está destinada principalmente a tetrapléjicos según me informó hugo. En la mano izquierda, acelerador y freno y en la mano derecha, la dirección. Todos los sistemas son configurables. En la primera configuración, para acelerar tiraba del mando de la mano izquierda hacia atrás y para frenar empujaba hacia adelante. Es una configuración que parece poco intuitiva, pero que a mí conceptualmente no me disgusta. Las cajas de cambio con mando secuencial, inicialmente funcionaban siempre así. Para reducir había que empujar la palanca hacia adelante (como un cuarta – tercera) y para pasar a una marcha más larga había que tirar hacia atrás (como un tercera – cuarta). En la mano derecha, un joystick permite girar el volante a izquierda y derecha. Empecé sin ocuparme de funciones auxiliares. Ni intermitentes. Con las dos manos ocupadas tenía suficiente con organizarme entre ellas.

Me subí al coche tan tranquilo. No pensé ni que fuera a ser fácil ni que fuera a ser difícil. No sentía ninguna presión por hacerlo ni bien ni mal. Me preocupé por saber quién podía grabar todas las imágenes en vídeo desde el principio y Hugo me advirtió: «¿Seguro que quieres que te grabemos desde el principio? Piensa que vas a dar algunos trompicones». Hugo no sabía lo que eran trompicones.

Me subí al coche totalmente despreocupado. No tenía ni idea de con qué me iba a encontrar y no me había preparado, ni siquiera mentalmente, para pensar en cada mano por separado, una para el acelerador y el freno y otra para la dirección. Yo conduzco de forma completamente automática, sin pensar en nada. Reacciono instintivamente ante los estímulos y no pensé ni un instante que mi reacción automática ante los estímulos no sirviera de nada. También es posible que parte de esa despreocupación se deba a que he montado con David Rivas. Ver la precisión con la que él mueve el coche da mucha tranquilidad y hace que no te plantees que se trata de algo especialmente complicado.

Con la primera adaptación lo pasé muy mal. Sin preocupación alguna, pero muy mal. No era capaz de conseguir que el coche fuera recto, ni tampoco torcido por el lugar correcto cuando llegaba la curva. La imprecisión ha sido la norma durante todo el fin de semana, pero dentro de las imprecisiones también hay niveles y la imprecisión con el primer sistema de adaptación ha llegado a valores que se salían de la máquina de registro. Los temblores eran de tal magnitud que reventé el sismógrafo.

Creo, aunque no estoy seguro, que el principal problema era que no sabía disociar el movimiento de las manos y que necesitaba demasiado tiempo para pensar las acciones, un tiempo del que no dispones, por despacio que conduzcas. Entendí bien a los novatos al volante. A esos novatos a los que conducir les genera tensión y cansancio. A mí conducir me provoca sueño, salvo que vaya por una carretera de curvas. A muchas personas les genera tensión y sobresalto, porque tienen que pensar.

Me costó muchos minutos ser capaz de pensar en dos manos separadas. Hugo lo dijo en un momento. «Primero tienes que desaprender». Mi cerebro, a pesar de mis esfuerzos, mandaba automáticamente otras señales a mis miembros. Me recuerda al movimiento instintivo de cerrar los ojos cuando alguien amaga con darte un puñetazo. Sabes que no te lo va a dar, pero cuesta mucho no cerrar los ojos. Mis dos brazos se iban automáticamente a girar el volante, sin soltar los mandos que tenía entre manos. Los movimientos eran totalmente erráticos ante cualquier estímulo.

Con el segundo sistema que probé, un único mando (cuatro vías) situado en la mano derecha, la situación mejoró. El volante se controlaba a izquierda y derecha como es normal y mantuvimos el freno hacia adelante y la aceleración hacia detrás. Con esta implementación avancé con menor dificultad y llegué a tener algún grado medible de imprecisión.

El último sistema, con acelerador y freno en la mano izquierda de nuevo, pero ahora con un joystick, también con freno hacia adelante y acelerador hacia atrás. En la mano derecha una rueda pequeña con una bola, que en la autoescuela denominan minivolante. Con ese sistema mi disociación entre los dos brazos mejoró.

Tras las dos horas de tensión que quedan reflejadas en los vídeos, José Mari nos invitó a comer. La comida y las fiestas de Basauri (¡Qué bien nos trataron. Muchas gracias a toda la familia!) me permitieron sedimentar los aprendizajes. Disfruté cada uno de los instantes de llevar los mandos desde el primer minuto, a pesar del sufrimiento. Notar el aprendizaje es delicioso y para mí también lo es notar mis limitaciones. Creo que me gusta darme cuenta de lo mal que hago las cosas por la felicidad que me da ver todo lo que me queda por aprender.

Como José Mari me veía feliz me insistió para que condujera el Ford Mondeo al día siguiente. Yo estaba encantado, pero me daba apuro porque era domingo. Pero él insistía y mi capacidad de resistencia ante las cosas que me gustan es pequeña. Soy un blando. Quedamos el domingo a las once de la mañana y sobre las doce nos pusimos en marcha. En esta ocasión sin vídeo. Los únicos testigos fueron José Mari, situado en el asiento del acompañante, con todos los mandos para el control, y David Rivas en el asiento trasero que iba comentando la jugada.

Ford Mondeo equipado con dos joysticks. En la mano izquierda acelerador y freno. En la derecha, la dirección.

Para esta ocasión José Mari cambió la configuración del mando de acelerador y freno. Me colocó un joystick para la mano izquierda con acelerador hacia adelante y freno hacia atrás y otro joystick para la mano derecha con la dirección.

Conduciendo el Ford Mondeo con dos Joysticks.

Con este sistema estuve dos horas seguidas. Empecé mucho mejor y terminé por autovía, entre el tráfico, haciendo maniobras y por carreteras anchas de montaña , con curvas amplias que había trazar bien y a velocidad moderada. Llegué a circular hasta a 80 km/h y me sentía cómodo. José Mari llegó a sentir confianza, abandonó los mandos (el pie siempre encima del freno, eso es inviolable) y me hizo fotos en marcha para dejar testimonio.

Todos me decían que mi sonrisa era enorme y me lo creo porque yo me sentía feliz. Feliz desde el minuto uno, a pesar de los trompicones. Feliz por ver que se aprende, que compensa insistir. ¿Por qué? Porque se aprende. Me hablaban de que muchos profesores de autoescuela dicen que estos sistemas suponen una cura de humildad. ¿Humildad? ¿Alguien siente algo especial por saber llevar un volante y unos pedales? como dice el tío de Rafa Nadal ¿Alguien se siente importante por saber jugar al escondite?

A mí lo que más me cuesta con el joystick, todavía, es disociar las manos. Incluso con el Ford Mondeo, el domingo, cuando ya tenía un poco más de confianza, a veces intentaba girar con la mano que no era. En mi cerebro está grabado a fuego que el volante se lleva con las dos manos y le he dado demasiadas veces al volante, incluso cuando lo he hecho de forma medianamente aceptable, con la mano que no era. También me parece difícil mover los mandos con precisión. Girar lo que uno quiere girar y acelerar y sobre todo frenar con precisión. Pero con práctica se adquiere y al final hice alguna curva de la que me sentí satisfecho, tanto por la frenada como por el giro y por la aceleración a la salida. David Rivas me felicitó en una ocasión. No le dije nada porque no podía distraer mi concentración, pero me gustó mucho que lo apreciara y que lo dijera (Gracias David).

Otra de mis dificultades es saber cuánto de girada está la dirección con el coche parado. Esta dificultad también la tengo en coches con volante. Saber cuánto de giradas están las ruedas cuando el coche está parado. Cuando es tu coche de toda la vida lo sabes, porque miras el volante o la posición del joystick y tienes noción de cuánto de giradas están. Cuando cambias de coche todos los días, para saber cuánto están de giradas, necesitas mover un poco poco el coche, apenas unos centímetros, ver hacia dónde va y corregir. A mí siempre me pedían, tanto Hugo como José Mari, que girara más.

A los mandos del Ford Mondeo adaptado para ser conducido con dos joysticks. Por la ventanilla posterior se ve a David Rivas que me ha acompañado y ayudado en esta experiencia.

La experiencia ha sido excepcional. Ahora mismo, en cuanto acabe de escribir el artículo, regresaría a Basauri a saludar a todos y a conducir con el primer sistema, aunque volviera a conducirlo tan mal como el primer día. Volvería a conducirlo, a saborear cada milésima de aprendizaje y a acostarme feliz.

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