En el Ministerio de Asuntos Exteriores se les ha fundido una bombilla de la fachada, en la Plaza de las Provincias, en Madrid, capital de España. Convencidos de las bondades de la política de eficiencia energética que defiende el ministro Sebastián, bombillas de bajo consumo para todos, decidieron llamar por teléfono al Ministerio de Industria para ver si les suministraba una de esas bombillas de bajo coste.
El encargado de mantenimiento del Ministerio de Asuntos Exteriores, un señor metódico, pensó que quizá la llamada por teléfono suponía un consumo de energía alto y que traer la bombilla desde el norte del Paseo de la Castellana hasta la Plaza de las Provincias quizá representara un coste energético alto, que no se recuperaría después, durante toda la vida de la bombilla, por bajo que fuera su consumo.
Se levantó de la mesa despacio, para consumir poco, y se puso a dar vueltas. Para pensar. Al poco se detuvo, con un pie delante y otro detrás. Casi en vilo. Reparó en que caminar en círculos era un consumo baldío. Acercó despacio el pie retrasado al que estaba delante y se quedó quieto, en un equilibrio poco estable. Separó los pies, despacio, y consciente de que cada movimiento inútil es derroche.
Sin apenas despegar el brazo del cuerpo, agarró el teléfono fijo y llamó a una empresa para pedir presupuesto para que le cambiaran la bombilla. Está harto de oír que el sector privado es más eficiente que el público. Lo mejor para la administración es quedarse prácticamente paralizada. Contratar empresas privadas, empresas eficientes, «no como nosotros que somos una administración paquidérmica, lacra de la sociedad»
Dudó. Y dudó si dudar era excesivo gasto. Se rindió. Volvió a dudar si pedir tres presupuestos o si el gasto energético de pedir tres iba a compensar el ahorro de contratar al más barato. Finalmente decidió cumplir las normas y pidió tres presupuestos, con el brazo poco separado del cuerpo, todavía en mitad de la sala, incapaz de moverse hasta su silla.
Finalmente, los presupuestos no eran baratos. 1.500 Energos por cambiar una bombilla. Parecía mucho dinero. Pero ya se sabe, la eficiencia es cara. No se puede ser eficiente sin contratar lo mejor. Y lo mejor cuesta. Como la fama.
(Es muy posible que la sustitución de la bombilla no corresponda a nadie del ministerio de Asuntos Exteriores. Es muy posible que los operarios de la foto (cuatro, dos arriba y dos abajo) no estén ahí para sustituir una bombilla, sino para cualquier otro asunto. El texto anterior no pretende ser una crítica fundada a un hecho concreto, porque no tengo ninguna certeza de lo que estaban haciendo en ese lugar. Y como perdía el autobús, no me detuve a preguntar)