Estamos en una calle estrecha. Voy conduciendo yo. Gran detalle el de Javier de haberse traído un bonito Golf GTI blanco con cambio DSG. Hacía tiempo que tenía ganas de probar esta caja robotizada. Es rápida, precisa y efectúa los cambios de marcha con una suavidad que nunca he alcanzado en manual. Una gran caja de cambios unida a un gran coche, como un bombón relleno de crema de caramelo. La fusión perfecta. Hundo el pie en el acelerador y noto como una fuerza desconocida por mí hasta ahora tira de todos nosotros. Empiezo a sudar…y me despierto.
Aún no ha salido el Sol cuando mi Golf y yo viajamos por las sinuosas carreteras que nos llevan a Lérida. Todo está en calma y por el camino me cruzo con pocos coches. Un locutor de radio ameniza mi trayecto al tiempo hace una lectura de la realidad social, política y económica del país. Cuando acaba su particular resumen, da paso a su programa. Son las seis de la mañana.
El viaje en el AVE se me ha hecho rápido. El rápido ritmo al que cambiaban los paisajes y el libro de lectura que empecé anoche (que promete ser bueno) me han mantenido entretenido. Tan sólo una pantalla al final del vagón me recordaba cada vez que la miraba la notable velocidad a la que viajaba; el aislamiento está más logrado que el cercanías al que estoy acostumbrado.
Madrid está ya despierta cuando llegamos. Qué tonterías digo: Madrid nunca duerme. Son las 9:00 y el AVE me despide con el tema principal de Un Americano en París. Me viene a la cabeza el baile de Leslie Caron y Gene Kelly (https://www.youtube.com/watch?v=wlvzGT1Ta2w). Cuando despierto de mi ensimismamiento me doy cuenta que he llamado a Javier y que ya estoy metido en el Golf de los 100.000 kms.
Llegado a este punto debería describir lo humilde y cercano que me pareció Javier, y tal vez describirle un poco físicamente, pero prefiero hacer como Luis y dejarlo como una incógnita. Quién sabe…quizás así el bueno de Javier se convierta por méritos propios en el próximo the Stig.
Una vez hechas las presentaciones, los tres chicos nos dirigimos hacia el circuito. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando Javier nos ofreció llevar el Golf! Me pareció que el motor tira con mucha soltura el Golf para tener 122cv y el cambio DSG muy rápido (muy suave en su posición Drive).
Llegamos al circuito y nos presentamos como los de km77 ;-). Allí, los chicos de Saab (algunos de ellos lectores asiduos de km77) nos preguntaron por el Golf. “Sí, sí, el de los 100.000 kms, el mismo.”
Después de la cálida recepción y el almuerzo, asistimos a una breve reunión en la que nos resumieron la historia de Saab y su estrecha relación con la industria de la aviación. También nos introdujeron al curso que en unos minutos haríamos. Las cosas se pusieron especialmente interesantes a medida que la cosa se acercaba al presente. A todos los de Saab se les veía motivados por afrontar el futuro de la marca, y sobretodo, con ganas de trabajar. Uno de ellos me comentó que haberse independizado de GM les reportará tanto ventajas como inconvenientes, pero que por primera vez en bastante tiempo van a tener la independencia para decidir sobre su futuro, para bien y para mal.
Y llegó la hora de la acción. El curso de conducción está orientado a dar a conocer a los nuevos clientes de Saab los sistemas de seguridad que equipan los automóviles que acaban de comprar, ya que muchas veces los usuarios no están del todo familiarizados con ellos. De esta forma, y metidos en un flamante Saab 9-5 tuvimos ocasión de hacerlo subvirar, sobrevirar, hacer una de slalom e incluso tomar asiento en la prueba del alce (en esta el coche lo llevaba un piloto un poco más experimentado que un servidor).
Quedé sorprendido con la naturalidad que Javier afrontó las pruebas. Y qué decir del slalom de Luis. Increíble. Y es que los que hemos crecido con Carmageddon y Grand Theft Auto no nos damos a veces cuenta del gran salto que hay de la ficción a la realidad. Las cosas no son tan fáciles como parecen. Eso sí, después de unos intentos y siguiendo las directrices de los entrenadores del RACC, aprendimos cómo retomar el control del coche en caso de haberlo perdido. Eso sí, por muchas ayudas electrónicas que lleve el coche y muy seguro que sea, me quedó claro que la mejor táctica para salir airoso de situaciones complicadas es intentar no rebasar los límites del coche y la calzada siempre que se pueda.
El curso acabó y nos despedimos de todos los que habían estado con nosotros durante la mañana. Nos dieron unos obsequios muy chic. Nos dirigimos de nuevo a la ciudad; Javier tenía que tomar el tren pronto por la tarde. Nos llevó a comer a el típico restaurante donde al entrar todos le conocían. Así es él. Familiar y cercano, imposible que no te arranque una sonrisa estando con él. Se resistió a ser invitado por nosotros (la próxima vez corre a mi cuenta Javier). Todo estuvo genial. Al acabar, Luís nos llevó a Atocha y allí cada uno siguió su camino.
Cansado y casi sin poderme mantener despierto, unas horas más tarde llegaba al pueblo sin darme cuenta del todo de todo el día que había dejado atrás. Aún sigo sin creérmelo.