Esta mañana he ido a desayunar a la Plaza Mayor de Madrid, a uno de los bares de la zona en la que da el sol por la mañana. He desayunado café con leche y churros.
—¿Están buenos los churros?— he preguntado antes de pedirlos
—Sí, los acaban de traer.
La Plaza Mayor de Madrid me parece bonita y muy agradable par desayunar bajo una sombrilla cuando todavía queda algo del fresco de la mañana. Que me cobren 5,60 Euros por un café con leche y unos churros no me parece disparatado. El bar está en un sitio especial y, si quieres desayunar allí, lo pagas.
Lo que sí me parece mal es que me traigan unos churros blandos como gominolas (Me ha dicho que los acababan de traer, lo que no me ha dicho es desde dónde), unos manteles sucios y agujereados por cigarrillos, unos camareros y camareras gritones y gritonas, mal vestidos y mal vestidas, desganados y desganadas… En fin.
Al probar los churros he pedido una tostada, con mermelada. El envase de plástico de la mermelada venía encima de la tostada y la mantequilla al lado. Todo en el mismo plato, mezclado, feo.
Hace casi 20 años tomé un café con leche y un croissant, en París, en un barecito precioso, con una terrazita de mesas diminutas, frente a la Ópera. Me cobraron casi cuarenta francos, unas mil pesetas. Y me quedé pasmado, pero feliz. Me trajeron el croissant en un cestita, con amabilidad, sin aspavientos y sin gritos.
También he pensado en las terrazas de Piazza Navona, en Roma, la plaza más bella de todas las que conozco. La visité por primera vez de madrugada, desierta, sin un solo bar abierto. Quedé extasiado. Nunca he tomado nada en las terrazas de Piazza Navona, pero estoy seguro de que tendrán unos manteles cuidados, te traerán la comida separada de los envases, utilizarán cestitas, los camareros no darán asco… Es así en cualquier sitio en el que pares a tomar algo en Italia.
Quizá me equivoco, pero tengo la impresión de que ese concepto de bar para turistas no existe fuera de nuestro país (En Europa, que es lo más conozco). Un bar (o restaurante) en el que cobran barbaridades a cambio de una comida truculenta. O yo no lo he vivido, o me han engañado como a un turista y no me he dado cuenta.
Incluso en Venecia, donde casi todo es para turistas y los precios son muy altos, el turista paga a gusto porque se pone mimo en lo que se hace. Estoy seguro de que los venecianos no van a los bares ni a los restaurantes para turistas que hay en sus calles, pero el concepto no es exactamente el mismo. Uno ya sabe que le van a cobrar caro (y es lógico que lo hagan), pero eso no significa que le maltraten, ni que se sienta estafado por una comida de calidad pésima.
Yo iría a desayunar todas las mañanas de domingo a la Plaza Mayor, si estuviera a gusto. Pagaría seis euros felizmente, con mis periódicos y mi café con leche, si me trataran bien. Y estoy seguro de que muchos otros madrileños desayunarían en esas terrazas que estaban desiertas, junto a turistas, cafés humeantes y cruasanes crujientes, manteles limpios y cestitas llenas de bollos calentitos.
Porque es un lugar agradable (con varios detalles por mejorar, como los cubos de basura arremolinados justo en el centro de la plaza).
No sé nada de hostelería y quizá sea un buen negocio así. Pero da igual. El mercado no es un buen árbitro para estas cosas. Que sea buen negocio no es suficiente. Los turistas no tienen información y por tanto no se dan condiciones de mercado.
Un tipo de negocio así debiera estar prohibido. No puede haber libertad para que un empresario ocupe un sitio privilegiado y time a todos los turistas que se le acerquen y ahuyente a los locales de esa zona.
Es triste pero es así, vendemos servicios low-cost a precio de Iberia. De momento funciona y no se dan cuenta o tenemos otros atractivos que hacen que estos problemas sean menores. Cuando Madrid era barato hace años podías decir, menuda basura pero por 20 duros que más quieres. Ahora es la misma basura por 5 euros. Al igual que usted tiene el recuerdo de Roma, yo tengo el de desayunar un strudel junto a la Kreuzkirche de Dresden en una apacible mañana, delicioso y con un buen servicio.
A mi lo que me deja perplejo es que se cierren bares y cafeterías tradicionales y se abran luego en el mismo local franquicias que imitan a los bares de toda la vida pero con mal servicio (se nota mucho cuando atiende el dueño y un empleado), mala comida y precios altos.
¿Nadie ha vivido la odisea de intentar encontrar en el centro de Madrid un simple sitio para desayunar un domingo a las 7 de la mañana? A los que venimos de provincias nos deja perplejos, es típico en las ciudades el bar abierto 24×7 y en el que te puedes tomar lo que te apetezca, pides un plato combinado a las 3 de la mañana y no hay problema. Pero en Madrid, al menos por el centro de esos no hay ( o en 14 años que llevo no lo he encontrado ).
Forma parte del «boom» que ha vivido España en los últimos años…calidad de mierda a precio de oro…pero como España iba bien….Ahora que viene la época dura todos a pedir a papá estado ayuda.
En este país no ha habido, no hay y nunca habrá cultura empresarial, sino pelotazo y a llorar cuando vienen mal dadas.
Como ex-empresario hostelero y como aún vinculado al negocio por parte de los familiares que sobreviven día sí día también ofreciendo un servicio exquisito a un reducido número de comensales no puedo estar más de acuerdo con ud.
Quizás la única discrepancia es que ante todo no se puede prohibir el mal servicio, el turista aunque no tenga información puede pararse a mirar durante 5 min qué se cuece antes de que siente para ser estafado.
Fíjese que se lo dice alguien que aplaudiría a rabiar el exterminio de semejantes extorsionadores amigos de lo ajeno (porque dar mierda a cambio de dinero es como mínimo robar).
Al final la gente tiene lo que se merece y no podemos más que educar e incentivar pero no prohibir el lamentable libre ejercicio de la cutrez.
Sr. Lobo
Me sorprendo a mí mismo al escribir que se debiera prohibir un tipo de negocio. Pero en este caso no veo otra posibilidad.
La libertad de mercado tiene sentido cuando puede existir libre competencia. No es el caso. La Plaza Mayor de Madrid es un sitio reducido en el que sólo caben un número bajo de establecimientos. Pueden compincharse entre ellos con facilidad para ofrecer servicios de ínfima calidad. Aunque no lo hicieran, en un lugar con tan pocos establecimientos y tanto turista (que no puede tener información, ni con diez minutos ni con media hora, porque no sabe ni cómo son los churros ni cómo es una paella decente. a mí, sólo verlas de lejos, me dan dentera) tienen posición dominante.
Yo soy defensor del libre mercado (mucho), pero cuando de verdad puede existir libre mercado. En ese caso, el Estado tiene sólo que vigilar para que se cumpla la exigencia de información, la ausencia de privilegios y que no se limite artificialmente la competencia. Sin embargo, cuando no pueden darse las condiciones de competencia, transparencia e información, el Estado tiene que intervenir, prohibir, limitar. (Yo no veo otra alternativa para que los ciudadanos podamos defendernos de quien tiene posición dominante)
Fíjese si soy defensor de la libre competencia que yo creo que debiera ser lícito que una persona sin estudios de ningún tipo opere a otra (si las dos son adultas y las dos aceptan libremente, con plena información del paciente de que el otro no tiene estudios oficiales ni título que le respalde). Eso, que usted llama libre ejercicio de la cutrez, a mí me parece exigible como garantía del libre albedrío entre adultos bien informados.
Lo que no debe admitir la ley, entiendo yo, es que esa persona sin estudios mienta y diga que está licenciado en cirugía y que le respalda un título oficial. Y no lo debe admitir ni aunque esa persona que miente sea la única persona con un mínimo conocimiento de cirugía en 200 km a la redonda. La exigencia de información es imprescindible siempre.
Para los restaurantes es lo mismo. No pueden mentir, aprovechándose de su posición dominante en la plaza mayor. (Y lo hacen, porque como usted dice, anuncian churros y dan goma de mascar)
(Yo debiera dejar bien claro al principio que me enrollo mucho. Para no aprovecharme de mi posición dominante)
El problema no creo que sea de libre mercado o libre competencia aunque creo que ambos acaban perjudicando la calidad del producto a la larga.
Ante situaciones como esa creo que lo mas practico es ejercer el derecho a reclamar como consumidor y hacer uso de las hojas de reclamaciones. Después la autoridad competente es la que deberia valorar si se ajustan o no a la realidad esas quejas y emprender las acciones que correspondan (dando por hecho y suponiendo que la justicia funciona, que es mucho suponer)
Salu2
La intervención del Estado es un mal necesario. Admitiendo su intervención, no debe esta proyectarse mas que sobre parámetros objetivos. Si admitimos su entrada en aspectos subjetivos (la calidad, el buen servicio) abrimos la puerta a la discrecionalidad y con ella a la-arbitrariedad, camino sin retorno al soborno y la corrupción.
JM