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Avería en el Golf. Vergüenza de grúas.

El Golf de los 100.000 kilómetros, mi querido Golf, que me llevó desde los desiertos del Sur hasta la luces del Norte, me ha dejado tirado en el kilómetro 223 de la A3, camino de Madrid. He ido esta mañana (jueves 3 de junio) a Sagunto por motivos de trabajo y a la vuelta, cuando todo parecía andar tan bien como siempre, de pronto se ha quedado en punto muerto. Es posible que yo haya rozado la palanca de cambios con el brazo al seleccionar una emisora en la pantalla táctil. Es posible que yo haya movido ligeramente la palanca desde la ‘D’ hasta la ‘N’. No lo sé. De pronto, el coche estaba en punto muerto y en la pantalla multifunción que está detrás del volante no aparecía ningún número ni ninguna letra relacionada con el cambio. He puesto la palanca en la zona de cambio manual, en la de ‘Sport’, de nuevo en la ‘D’ a medida que el coche iba perdiendo velocidad.

Ha sido todo tan suave que estaba seguro de que no pasaba nada. De que en cuanto parara el coche en el arcén, le quitará el contacto y cerrara las puertas, volvería a arrancar sin problemas. Me daba la impresión de que necesitaba un reseteo, como si fuera un error de Windows.

Nada que ver. He parado el motor, he puesto la palanca en la ‘P’ de Parada y el motor ya no ha arrancado más. Como si no tuviera batería. Ningún intento de movimiento del motor de arranque. Ningún ruido. Nada. No era problema de la batería, aunque lo pareciera por el sonido. Todas las luces funcionaban perfectamente. He intentado mover la palanca para dejar el coche en punto muerto y probar algo así como arrancarlo a empujón pero no he podido desenclavar la palanca de la posición ‘P’. Después de mi incredulidad, de asegurarme varias veces de que no funcionaba, de que yo no estaba haciendo nada mal, de que pisaba el freno, he llamado a la grúa.

He llamado primero a la grúa de la compañía aseguradora, La Mutua Madrileña. A diferencia de lo que recomendamos en km77.com, o de lo que advertimos que puede pasar, nosotros no nos salvamos. Con el Golf tenemos contratados dos servicios de asistencia en carretera, uno que viene de serie con la garantía del coche durante dos años y el otro contratado con el seguro.

Sin pensar en qué podía ser mejor, he llamado al servicio de asistencia de la Mutua Madrileña. Básicamente para probar cómo funcionaba. Es un teléfono 902, de pago, pero en ese momento ni me he fijado. He llamado, me han atendido con mucha amabilidad, me han enviado una grúa pintada de los colores de Mapfre (¿Mapfre?) y un hombre rudo a los mandos.

La grúa era de Motilla del Palancar y le habían encomendado llevar el coche a un taller de Motilla del Palancar para revisar el coche e intentar repararlo. «Es un agente Volkswagen» me ha asegurado la telefonista después de que yo insistiera. Tengo clarísimo que en la mayoría de talleres no iban a saber resolver ese problema, así que no quería perder el tiempo en cualquier taller.

El hombre rudo de la grúa se ha subido al coche con su ropa sucia, ha toqueteado todo con sus manos sucias, se ha sentado en el asiento del conductor, ha intentado manipular la palanca y al final ha desistido. Yo ya le había contado que el cambio estaba bloqueado, pero no he debido convencerle.

— Nos lo tenemos que llevar con la grúa.

— Muy bien.

Busco el gancho del remolque en el maletero y para sacar la tapa que esconde la rosca, agarro también el destornillador. Meto el destornillador con mucho cuidado entre la tapita y el paragolpes, para no estropear la pintura. No hay ninguna pestaña para meterlo. Me extraña.

— ¡Dame! —me dice el hombre rudo.

Le doy el destornillador con el convencimiento de que sabe cómo hacerlo (supongo que habrá sacado miles de tapas de esas más que yo). Me equivoco de nuevo. Clava el destornillador a lo bruto, fastidia la pintura del paragolpes y cuando le digo que a lo bruto ya hubiera sabido hacerlo yo se ríe y me dice «¿Y ésto también lo he hecho yo?» señalando un desconchón o una raspadura en el paragolpes que a saber de cuándo es y que no tenía nada que ver. No he entendido qué pretendía decir y me he callado.

He intentado enroscar el gancho atornillando del derecho (es del revés) y se ha vuelto a reír. Casi le clavo el destornillador y el gancho. Pero era un hombre rudo. Había que tener paciencia.

Empieza a bajar la plataforma de la grúa, sujeta el cable en el gancho del coche y le veo dispuesto a empezar a tirar sin más. Le advierto de que las ruedas están bloquedas, que no giran.

—No hay problema, las subimos arrastrando.

— ¿Que qué? Ni de broma. Tiene que subir las ruedas a unas cunas con ruedas y subirlo rodando.

— No tenemos de eso. Eso es una antigualla. (Antiguaña en su vocabulario)

— Pues el coche no lo sube a rastras.

Llama al taller en el que trabaja y viene «su jefe» con un gato de taller. Les pregunto que cómo van a subir el coche a la grúa con el gato. Primero me dicen que metiendo un gato por cada lado del coche (subir los gatos y el coche a la vez, una locura). Les digo que no. Que van a golpear los laterales del coche y que existen muchas posibilidades de que se les caiga el gato y de que rompan algo. Luego me dicen que metiendo el gato por delante con un tablón bajo el cárter.

LLamo a un amigo mío que sabe bien cómo es el Golf y le pregunto si eso puede ser. Me dice que delante no hay ningún soporte, que pueden romper el cárter o la caja de cambios o las dos cosas. Que eso es una chapuza. «Rompen el coche y luego no asumen ninguna responsabilidad». Me niego de nuevo.

Me niego a que maltraten así nuestro Golf. Les digo que se vayan, que voy a llamar a la grúa de Volkswagen que seguro que está mejor equipada.

—¡Pues si metemos todo el cable por debajo del coche y lo enganchamos por atrás lo subimos a rastras sin problemas! Repite el hombre rudo.

Sólo de imaginarme el cable estropeando el paragolpes trasero y el delantero se me pone la piel de gallina. ¿A cuánta gente le destrozarán el coche estos grueros que no ponen ningún cuidado en el trabajo que hacen? El «jefe» me dice: «Siempre queremos comprar esas carretillas, pero al final nunca las compramos».

Me piden que firme un papel en el que pone «El asegurado se niega a que realice mi trabajo». Antes de firmar añado: «Porque la grúa no reúne las condiciones adecuadas para realizar el trabajo de un coche con cambio automático». Tengo ganas ya de perder de vista al hombre rudo. Ha estado apoyándose todo el rato con sus manazas sucias en la pintura roja de nuestro Golf, que nos ha hecho disfrutar en el desierto y en la luz del Norte, en Rumanía y en las autopistas alemanas. Ahora este hombre lo pisotea con sus manos sucias. ¿Por qué?

(Mientras esperábamos a que viniera su «jefe» con los gatos le he preguntado si a él no le multaban por no llevar chaleco reflectante. Me ha dicho que sí y ha ido a ponérselo. En las más de dos horas que he estado parado en la carretera no ha pasado la Guardia Civil.)

El servicio de asistencia en viaje de la Mutua me había organizado un taxi para que me recogiera en «la base» de la grúa y traerme a Madrid. Aunque me parece muy bien llegar hasta Madrid en taxi, aviso para que lo anulen. Al cabo de un rato me ha llamado el taxista para decirme que me estaba esperando. (?)

Tras el fracaso con la primera grúa, he llamado a Volkswagen, a un número 900. Gratuito. Suerte que lo he hecho. Me han pasado con un mecánico que me ha dicho por teléfono cómo desbloquear la palanca de cambios, desmontando el embellecedor. He puesto el coche en punto muerto. Alivio. He probado si arrancaba, con ilusión. No se ha inmutado.

He pedido al número de asistencia de Volkswagen que me enviaran una grúa. La asistencia de Volkswagen cubre algo parecido a lo que cubre la de la Mútua. En la de Volkswagen te llevan el coche hasta el «servicio oficial más cercano». En la de la Mutua te lo llevan hasta un taller: «la base».

Pregunto en el servicio de Asistencia de Volkswagen si me lo van a llevar al taller de Volkswagen de Motilla del Palancar y me dicen que ese taller no aparece en su base de datos. Que el más cercano es el de Requena.

La segunda grúa que llega tampoco tiene carretillas para las ruedas. «En esta zona no hay ninguna grúa que las tenga me ha dicho el gruero amable, en grúa del RACE. Pero no hace falta. Se sube a rastras sin problemas» me ha dicho también. En fin. Mejor que no se rompa ningún cambio automático por esa zona.

Como ya había liberado la palanca, hemos subido el coche a la grúa bajo un chaparrón intenso, yo al volante y el gruero amable mojándose. Todo cómodo y fácil.

Lo más divertido ha ocurrido mientras esperaba a que llegara esta segunda grúa. Una tercera grúa se ha parado delante de mí, se baja el hombre y me pregunta:

— ¿Qué ha pasado? Porque he visto la grúa aquí cuando he pasado antes y ahora ya no está, pero tú sí.

— Se ha ido porque no me podía subir, pero ahora viene otra. No se preocupe, gracias.

— ¿Eres de la Mutua? —me pregunta sin venir a cuento (Para mí).

— Sí.

— Pero si la grúa era de Mapfre. El de la Mútua soy yo. Se van a enterar el próximo día que me llamen a las tras de la mañana. Va a ir a recoger el coche quien yo les diga.

Cuando uno está con el coche tirado en la carretera es difícil ponerse duro con el gruero y decirle que no suba el coche a su grúa si no tiene las herramientas adecuadas.

Pero es imprescindible hacerlo, porque ellos no asumen luego ninguna responsabilidad por roturas ni por desperfectos y quien debe aguantarse y fastidiarse es el propietario. El servicio de grúas de este país es infame en muchso lugares. Personas sin ninguna preparación, con un trato insoportable «Eso le pasa por comprarse coches tan buenos, con cambio automático. Los manuales son mucho mejores», sucios, sin medios, chapuceros y sin ningún cuidado por realizar bien su trabajo.

Se aprovechan de que uno se queda tirado en la carretera si no lo rescatan. Con la familia a cuestas parece imposible no ceder. Se aprovechan de una situación de monopolio de hecho y de su posición de ventaja. Tendríamos que tener herramientas para defendernos de estos abusos.

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