La décima etapa se aleja del Círculo Polar Ártico. Transucurre entre Innhavet y Mosjoen, en Noruega. La luz, las pocas horas de luz, sigue siendo la dueña del paisaje. Una luz sin foco, de ida y vuelta, que entra por diferentes partes del cielo. La luz.
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Después de cruzar el fiordo con el ferry, de dormir en el Hamaroy Hotell de Innhavet y de fantasear con el amor (Víctor estaba empeñado en que yo me había enamorado de la mujer que nos atendía en ese hotel. Yo estoy convencido de que quien se enamoró fue él), emprendimos una nueva etapa.
Ese día no madrugamos. En realidad sí madrugamos, pero como siempre, el tiempo se nos hizo bola y subimos al coche mucho más tarde de lo que pretendíamos.
La etapa empezó maravillosamente bien, con unas vistas deliciosas. Nada más empezar el recorrido volví a parar para subir a un terraplén nevado para hacer fotos del coche. Vistas y más vistas con esa luz mágica que viene por dos frentes. Hasta que decidimos buscar hotel. Era 23 de diciembre y resulta que en Noruega el 23 de diciembre es tan importante y familiar que los hoteles cierran, los restaurantes cierran, los comercios cierran. El país cierra.
A las dos de la tarde le pedimos al navegador del coche, como habíamos hecho durante todo el viaje, que nos mostrara los hoteles más cercanos. Queríamos uno bonito, cerca de un fiordo, para ver el mar. Vimos uno que nos sedujo, nos desviamos, nos fuimos hacia él y… estaba cerrado. Buscamos otro… también cerrado. Muchos más… también cerrados. Empezamos a llamar por teléfono desesperadamente a todos los hoteles que aparecían en los puntos de interés del navegador de BMW. Todos cerrados. Seguimos la ruta. Todo cerrado. Era pronto, pero se hacía de noche y fuera del coche estaba muy frío. Todo cerrado.
Empezamos a buscar hotel muy pronto, pero pasaban las horas y el entorno era amenazante. Empezamos a angustiarnos. Yo por Víctor y él por él mismo. Aguantó la angustia, pero se la notaba. Quedaban muchos kilómetros hasta Trondheim, y no íbamos a llegar antes de las 12 de la noche, con las carreteras heladas, mucho sueño y cansancio en los cuerpos. Hambre, cansancio y angustia. No parecía que fuéramos a encontrar nada para cenar y no podíamos dormir. Todo cerrado. Era pronto, seguimos haciendo kilómetros, pero todas las oportunidades se cerraban.
En esta zona de Noruega, las carreteras están llenas de curvas y las medias son bajas. Víctor estaba nervioso y preocupado. Quería cenar, quería encontrar un sitio para dormir. Parábamos y llamábamos en todos los hoteles que encontrábamos, en cada localidad.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
polvo, sudor y hierro el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo…
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder… ¡Quema el sol, el aire abrasa!
El frío era peor que el calor. Subir y bajar del coche continuamente. Dentro del coche hacía calor. Fuera, el frío abrasaba. Yo bajaba en camiseta, desesperado, buscando puertas que nos abrieran.
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde… Hay una niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
«¡Buen Cid! Pasad… El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja…
Idos. El Cielo os colme de venturas…
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada».
Vimos un restaurante chino. Era pronto para España. Las siete. Tarde ya para Noruega del Norte. Se nos iluminó la vida. ¡Cerrado! ¡Un chino cerrado en Navidad! Dentro había una persona. Se escondió al vernos. ¿Sería una ofensa darnos cobijo la víspera de Navidad? ¿Sería cuestión religiosa? La desesperación crecía. Íbamos hasta cada rincón de los pueblos en los que el navegador nos indicaba que había un hotel. Quizá no contestaran, pero quizá se pudiera entrar con tarjeta de crédito. Todo cerrado.
En uno de esos lugares que paramos había dos hoteles, uno al lado del otro: Leticia fue a ver uno. Yo, al otro. El mío, uno más, cerrado a piedra y lodo.
Leticia encontró quien la escuchara. Tenían habitaciones. Estaban en un primer piso, sin ascensor. No había acceso para la silla de ruedas. Nos quedamos. Subí a Víctor en brazos por las escaleras. La habitación parecía fría. Se calentó pronto. Dormimos muy bien. Comimos todas nuestras provisiones. Fue una tarde tensa. Nos cobraron lo que les dio la gana, sin desayuno ni nada que llevarnos a la boca para cena.
Con un sitio caliente para dormir, el resto no era preocupante. En el coche llevábamos comida y una nevera con cerveza. Pudimos cenar y beber una cerveza después de la tensión. Y dos. Esa noche dormimos muy bien. El día había sido muy tenso, pero Víctor durmió plácidamente y yo también. Lo necesitábamos.
* * *
La mañana había empezado relajada, casi enamorada, durante el desayuno en el hotel. Sobre las once menos cuarto subimos al coche. La mañana es fría.
A los pocos minutos, detengo el coche. La luz es aparentemente plana. La vista no. La temperatura fuera es de menos 12 grados. Aparco y decido hacerle fotos al coche. Como casi siempre que salgo unos minutos, poco abrigado. Por mucho frío que haga, uno minutos se aguantan bien con poca ropa. Especialmente porque sabes que regresarás al coche y con la calefacción de los asientos el cuerpo recupera rápidamente la temperatura.
Primera parada. Ni diez minutos después de dejar el hotel.
La temperatura es fría. El parabrisas, una pantalla de cine panorámica.
A la derecha tenemos el mar
A la izquierda el terraplén al que me voy a subir para hacer la foto. Voy con mis zapatillas de conducir. Me entrará nieve por todos los rotos y descosidos.
Desde arriba ni la luz se ve plana ni me asusta el frío.
Hago muchas fotos, pero la que más me gusta es la primera. No paro hasta que no siento mucho frío. Víctor, dentro del coche, espera pacientemente. Al menos, no se queja cuando subo al coche. Carretera. Son las 11:15. He estado 10 minutos a la intemperie poco abrigado. Frío.
Con el rabillo del ojo tengo que mirar en todas direcciones. (11:17)
De lado y de frente (11:20)
11:21 sin bajar del coche
11:21
11:21
Hasta que no puedo más, detengo la silla de ruedas y me apeo para hacer la foto. (11:22)
De pronto me doy cuenta y giro la silla de ruedas para que Víctor pueda disfrutar del escenario. Hemos venido hasta aquí sólo por este paisaje. No te lo puedes perder. (11:24)
11:24
11:25
Carretera (11:28)
11:40
11:40 Calorcito.
11:42 Fotografío un cuadro impresionista.
11:45
11:46. Leticia abre la ventanilla para grabar vídeo. Julián al volante. Nosotros al rebufo. Copiright y copileft. Emocionados con el paisaje y la luz. Cada curva es un escalofrío.
11:52
Los límites de velocidad. A más de 100 sobre el hielo. Se puede. (12:14)
12:14
12:15
Llevamos recorridos 5555 kilómetros desde que salimos de Madrid. La temperatura varía mucho de unos lugares a otros. Sube y baja 10 grados en pocos kilómetros. (13:28)
13:58
14:05
Al fondo un coche de policía, parados bajo el puente. Al pasar descubrimos que están cambiando la rueda trasera izquierda. (15:12)
A las 15:31 la noche ya es cerrada. Nuestra desesperación por encontrar hotel nos lleva hasta un lugar perdido al que se llega por un camino cubierto de nieve blanda. La tracción total y las ruedas de clavos nos permiten avanzar, maniobrar y retroceder sin contratiempos en el campo.
18:36 Llegamos a Mo i Rana, una localidad de tamaño considerable y los hoteles también estaban cerrados.
Nos quedaban por lo menos seis horas de carretera hasta Trondheim. Dejé de hacer fotos. Estábamos angustiados. Media hora después, encontramos el restaurante chino cerrado. Seguimos buscando hoteles. Todo cerrado. Por fin, pasadas las ocho de la noche, con muchas horas de oscuridad a nuestras espaldas y con muchas horas de intranquilidad, encontramos lugar para dormir. Estaba cerrado, pero nos hicieron el favor.
¿En España hay algún día del año en el que cierren los hoteles? Me sorprende de Noruega. No debe de haber mucho turismo en invierno.
Les llevo leyendo desde la primera etapa, con envidia. Yo he estado en Noruega y Suecia, conduciendo, por trabajo, y siempre me quedó una sensación amarga de ambos.
Cuando les leía durante las otras entradas, pensaba que yo era un idiota (más de lo que creía), y que no había sabido disfrutar de esos viajes. Sin embargo al leer esta entrada, y recordar el estrés que yo también pasé, y lo inhóspitas que me parecían las calles, he recordado el motivo.
Los paisajes son preciosos, pero jamás me he sentido más sólo en mi vida. Curiosamente esa sensación de soledad no me acompañó circulando por Lituania o Letonia, también con nieve y oscuridad. Incluso yendo por carreteruchas de Bulgaria, perdido sin navegador, no me sentí muy preocupado.
En Suecia y Noruega prefería la autopista a los pueblos y ciudades. No lo puedo explicar, pero creo que ustedes lo entienden.
¿En España hay algún día del año en el que cierren los hoteles?
El 1 de enero que cierran hasta los periodos o panaderias….? lo digo por especular.
Los paisajes son preciosos, pero jamás me he sentido más sólo en mi vida. Curiosamente esa sensación de soledad no me acompañó circulando por Lituania o Letonia, también con nieve y oscuridad. Incluso yendo por carreteruchas de Bulgaria, perdido sin navegador, no me sentí muy preocupado.
Tal vez se veia mas rastro humano como casas, aunque sean abandonadas? Señales tal vez.
De ser una sensación extraña ese tipo de soledad.