Tengo una duda sobre el viaje a las auroras boreales en silla de ruedas. Lo hicimos con neumáticos de clavos, sí. Pero, ¿Podríamos haberlo hecho con los neumáticos de invierno que utilizamos en Europa Meridional? Yo estoy casi seguro de que sí. Nos hubiera obligado a hacerlo mucho más despacio. Por la nieve, pero sobre todo por el hielo, los neumáticos de invierno que utilizamos aquí agarran mucho menos que los neumáticos de invierno con clavos que nos montaron en el concesionario BMW de Malmö.
Yo no sabía que nos iban a montar neumáticos de clavos. Yo había entendido, o daba por hecho, que nos iban a montar neumáticos de invierno adecuados para la Europa Ártica, pero sin clavos. Antes de probar los de clavos por el hielo, yo prefería unos neumáticos sin clavos. Los prefería porque no estaba seguro de cuánto hielo íbamos a encontrar en la carretera, porque no sabía cuántos kilómetros íbamos a hacer sobre asfalto seco o mojado pero sin nieve a partir de Malmö y porque no sabía cómo respondían los neumáticos de clavos sobre asfalto seco y tampoco sobre el hielo.
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Cuando nos entregaron los coches en el concesionario de Malmö, ni siquiera miré los neumáticos. Era casi de noche y teníamos que volver rápidamente al hotel para recoger a Víctor y a Julián, que se habían quedado desayunando. Pensé mirarlos en el hotel, pero a los pocos metros, menos de tres, me di cuenta por el sonido. Paré el coche, bajé, miré los neumáticos y confirmé lo que sospechaba. Eran de clavos. Ni lo había imaginado. Estaba convencido de que no iban a serlo y así de seguro me subí al coche.
En los primeros kilómetros pensé que si nos tocaba hacer muchos kilómetros sobre asfalto seco con neumáticos de clavos se nos iba a hacer duro. Sobre todo por el sonido. La diferencia de ruido, especialmente a bajas velocidades, es contundente. También noté una clara diferencia de agarre sobre asfalto húmedo. Me pareció que íbamos a necesitar conducir con mucho cuidado.
Sin embargo, con el paso de los kilómetros te acostumbras y la diferencia de agarre sobre asfalto sin nieve ni hielo, aunque existe, no entraña peligro. Es exactamente lo mismo que conducir con el asfalto seco o mojado. Adaptas la velocidad, la distancia de seguridad, las distancias de frenada y conduces tan ricamente.
La primera vez que encontramos hielo sobre la carretera íbamos en Suecia por una autopista. El hielo estaba en el carril izquierdo. Si querías adelantar no quedaba más remedio que pisar el hielo.
La velocidad era la velocidad “constante” de autopista sueca. Alrededor de 100 kilómetros por hora. En Suecia van siempre a la misma velocidad, esté como esté el asfalto. Si está seco e impoluto van a 105. Si está helado o lleno de nieve, a 105. No todos. Algunos van más despacio. Pero otros parece que ponen el controlador de velocidad de crucero a 105 cuando compran el coche y no lo tocan hasta que lo venden. Si acaso.
La primera vez que pisamos hielo no fue una experiencia agradable. Era un hielo con roderas y me dio la sensación de que el coche se movía mucho. Sufría por nosotros y también sufría por Julián y Leticia que venían por detrás. Julián me lo confirmó. No le había dado buen rollo.
Pero al segundo día de zonas de hielo, entre que nos fuimos acostumbrando y también que esas superficies irregulares de hielo, nieve, roderas y asfalto, con tantos agarres diferentes en el mismo lugar, se terminaron, nos acostumbramos pronto a conducir por nieve y hielo con neumáticos de clavos. Parecía que lo habíamos hecho toda la vida.
El primer día en el que sólo condujimos sobre hielo fue el mismo en que por la noche vimos las auroras boreales en Tromso. Cuando salimos del hotel por la mañana, la nieve agarraba mucho y circulamos con tranquilidad. Un par de horas después, tras un cruce y cambio de carretera, súbitamente el agarre disminuyó claramente.
Julián y Leticia, que nos seguían regularmente de cerca, se retrasaron. Acostumbrados al agarre anterior, en una de las primeras curvas su BMW deslizó más de lo que esperaban. El sistema de control de estabilidad devolvió el coche a la posición correcta, pero disminuyeron el ritmo.
Una de las peculiaridades del hielo y la nieve es que los cambios de agarre son notables y conviene adaptarse a esas diferencias con rapidez. No es una adaptación sencilla, al menos con neumáticos de clavos, porque por regla general, la diferencia entre el agarre longitudinal y el lateral es grande. Que el coche frene mucho y traccione correctamente no significa que tenga un elevado agarre lateral. Son dos variables diferentes y, aunque no sean independientes, la diferencia entre una y otra es grande. A mi juicio esa es la principal diferencia entre conducir con neumáticos de clavos sobre hielo y con neumáticos sin clavos sobre asfalto. El agarre lateral tiene una relación diferente con el agarre longitudinal en uno y otro caso.
Esa diferencia depende siempre de muchos factores, tanto sobre seco como sobre mojado. Supongo que en nieve y hielo también debe de depender de varios factores, pero tengo mucha menos experiencia. Lo que sí puedo afirmar es que, al menos con los neumáticos que llevábamos y con el BMW Active Tourer, el agarre lateral es claramente inferior al agarre longitudinal.
Lo maravilloso del caso es que, al menos con esos neumáticos y con ese coche, el conductor percibe con mucha precisión los límites de agarre, especialmente en las ruedas delanteras. Se nota perfectamente si se puede girar más y cuándo se está girando de más. Uno puede saber si tiene que enderezar un poco para seguir girando o si tiene margen de girar todavía más. Y, al menos para mí, es un gustazo notarlo y jugar con esos límites de adherencia.
Muy interesante, como el resto de las entradas del viaje.
Por mi experiencia (8 años con neumáticos de invierno, pero en climas más suaves), puedo hacer cientos de kilómetros con toda la tranquilidad y a 500 metros del parking llevarme El Susto Padre (TM) haciendo una frenada suave desde 60 porque gran parte de la calzada está helada. Suele ocurrir en ciudad o alrededores, preferiblemente con farolas estratégicamente colocadas a ambos lados de la carretera para que al chocar te corten el coche en juliana, y mientras tanto el ESP pitando en código morse que hasta luego, que él hace las maletas y se pira a un sitio de playa y carreteras secas.
Por eso, personalmente no estoy de acuerdo en que hubieran podido realizar el viaje igual con neumáticos de invierno sin clavos. En superficies totalmente heladas no hubieran podido conducir a la misma velocidad, pero sobretodo se hubieran cansado mucho más, haciendo más paradas y no pudiendo disfrutar tanto. El viaje hubiera sido otro.