Los aviones aterrizan en Bangkok igual que en cualquier otra parte del mundo. Puede parecer una perogrullada y doy por hecho que seguro que se lo parece. Sin embargo, a mí me ha sorprendido. Cada vez que aterrizo en un aeropuerto en el que no había aterrizado nunca antes, me sorprendo de que sea tan poco original como para no haber inventado ninguna técnica diferente. En el fondo de mi subconsciente, cuando el avión ha aterrizado en Bangkok exactamente igual que en Madrid, una neurona, o lo que sea que forma el subconsciente, ha dado un respingo. ¿Tú también Bangkok, hijo mío?
He volado con Thai en clase preferente. No le he pedido el nombre a la azafata que me ha atendido, pero ha sido un encanto. Señores de la Thai, si localizan a la azafata que ha atendido al hombre del asiento 15 D en el vuelo que ha aterrizado hoy 27 de noviembre en Bangkok, con salida de Frankfurt el 26 de noviembre a las 20:50, felicítenla de mi parte.
El equipamiento que dan en Thai para los pasajeros que viajan en preferente es excelso. Además de la manta y la almohada, te proveen de un mini colchón que se sujeta sobre el cabecero del asiento y cubre todo el espacio, hasta los pies, al menos para los que somos bajitos como yo. También proveen de unos buenos auriculares que aseguran que contrarrestan el ruido del avión, de una carterita con todos los elementos necesarios para el aseo y de unos menús riquísimos. Tanto la cena como el desayuno estaban deliciosos.
Al aterrizar en Bangkok he advertido por la ventanilla del avión que el aeropuerto parecía tomado por podemos. El color granate impera en las colas de los aviones y también en las estancias interiores. Lo he visto a través de la ventanilla y en ese momento he reparado que el interior del avión también era granate. Podemos ha tomado el aeropuerto de Bangkok y su compañía de bandera.
Como me gusta moverme en transporte público, he buscado la forma de llegar desde el aeropuerto hasta mi hotel sin recurrir a la facilidad de dar la dirección a un taxista. Lo cierto es que ahora, con google, aprovechando en que casi todos los aeropuertos hay conexión a internet, ahorrarse el taxi es bien fácil. Del aeropuerto de Bangkok sale un tren que recorre la ciudad y que bien directamente o bien mediante intercambio de línea, es muy probable que te deje muy cerca de tu hotel. El único inconveniente es que el hotel hay que pagarlo con billetes, no puede pagarse con tarjeta de crédito.
Aunque me he enrollado hasta aquí, en realidad escribo esto para pedirles ayuda, que seguro que muchos de ustedes han estado en Tailandia y me pueden dar consejos. Voy a estar una semana por aquí y tengo libertad para moverme por todo el país. Me seduce la idea de conducir en Tailandia, incluso me seduce la idea de conducir en Bangkok, pero admito que me da respeto. Hoy en un pase que he hecho de 15 kilómetros por la ciudad, he visto casi de todo, pero lo que me ha dejado más estupefacto es como un motorista hacía de kamikaze durante dos manzanas por dentro de la ciudad. En la salida de una calle, en la que no le dejaban girar por la derecha (y no hay forma de hacerlo porque el tráfico que viene por ese lado no para nunca, en lugar de atravesar el flujo de coches para ir a su carril, se ha metido directamente en sentido contrario a todo el tráfico que le venía de cara. Bien pegadito a la derecha, durante dos manzanas, hasta que ha dejado la vía por la que circulaba para girar de nuevo a su derecha. ¿Qué es lo más curioso de todo? Que de todos los coches y motos que venían de frente, ninguno se ha quejado lo más mínimo. Ni un pitido, ni unas ráfagas. Se apartaban como podían, para hacerle hueco (las calles van muy apretadas entre coches y motos y tuc tucs) y ni uno solo le ha chillado por la ventanilla. Nada. Yo diría que ninguno se ha inmutado.
Les pido ayuda, pero quizá no les haga caso. Lo que más me gusta en mis viajes es pasear por la calles por las que no van turistas y subirme en transporte público. Las calles por las que he paseado hoy eran oscuras y rotas. En cualquier otra gran ciudad del mundo creo que hubiera pasado miedo. En Bangkok, sin embargo, he ido tan tranquilo, con el móvil en la mano, enseñándolo sin miedo.
En mi paseo de 15 kilómetros (el teléfono dice que 22, pero creo que ha contado mal) he observado que en Bangkok no hay ni una solo papelera en las calles. Y la excelente noticia, que me da esperanzas para mi Madrid, es que la calle está muy limpia de papeles, colillas y porquerías. Las aceras de Bangkok por las que he ido están muy ocupadas, puestos de comida y puestos de venta callejera inundan muchísimas calles. No son aceras despejadas, pero al menos en el horario de tarde en el que he paseado yo, las aceras estaban limpias. Y se me ha hecho tarde y muchos de los puestos callejeros estaban recién desmontado. Estaba todo razonablemente limpio. He ido acumulando botellas de agua, para tirarlas finalmente al llegar al hotel.
Durante el paseo, me he pegado de sopetón con un Buda enorme en un templo que está en obras. Es el templo de Wart Suhat. No lo buscaba, pero me lo he encontrado. Y ha sido una suerte infinita. No había nadie en el templo. Un monje rezando y unas 50 personas sentadas en el suelo siguiendo las oraciones con un libro delante y las piernas cruzadas en la misma posición que el Buda. Si no llego a tener la seguridad de que me rompo, hubiera intentado sentarme en esa posición. Se trata de un templo muy bello y muy tranquilo.
De regreso al hotel, en tren elevado y con transbordo, muchas mujeres bien vestidas apostadas en la calle me ofrecían algo que no sé exactamente qué era ni a qué precio. No conseguía entenderlas. A una que me ha dicho bum bum, no sé qué precio, le he acariciado el brazo a la vez que le decía que no gracias. Se ha reído de forma sardónica. La espontaneidad no siempre resulta buena compañera. Pero esa caricia era un resumen de todo lo que no era capaz de explicarle.