Un día, parado en la moto al lado de un taxista, le oigo decir: «Al final me va a dar, este gilipollas». El gilipollas era un conductor (o conductora) que quería salir de su aparcamiento en batería y tenía que dar forzosamente marcha atrás.
¿Qué hacía el taxista? Nada de nada para ayudar en la maniobra. Yo, a su lado, le digo:
«¿Por qué no echa marcha atrás para ayudarle a hacer la maniobra?»
Me miró con cara de sorpresa, no sé si porque no esperaba que yo le hubiera oído o porque no se le había ocurrido. Miró por el retrovisor, retrocedió medio metro, dejó espacio al coche que salía de la plaza de aparcamiento y el tráfico se reanudó con mayor celeridad.
Para mí, la principal característica del buen conductor es ayudar a los demás. No sé por qué cuesta tanto encontrar a conductores que ayudan a los otros.
En carretera, conductores que cambian de carril para facilitar la incorporación a los que que vienen por la derecha, que se ponen en el carril de la derecha para facilitar el adelantamiento, que levantan el pie del acelerador para dejar hueco en el que quepan los coches que les adelantan, que se apartan al arcén de forma ostensible cuando el coche que viene de frente se ha equivocado en un adelantamiento y no pierden el tiempo en reñirle, pitarle y hacerle luces…
En ciudad, conductores que mueven sus coches para facilitar las maniobras de otros, que avisan de sus intenciones y ceden el paso en los cruces cuando hay atascos, que buscan el interés general en los cruces atascados para no enredar todavía más el tráfico…
Un buen conductor es el que ayuda a los otros conductores. No es difícil. Hacerlo nos beneficia a todos, porque a la vez que ayudamos nos ayudarán a nosotros, a la fluidez general del tráfico y a reducir los accidentes.
Nunca he entendido porque algo tan sencillo y que nos beneficia a todos es tan difícil de que ocurra.
Cuando jugaba al baloncesto recuerdo que el entrenador nos insistía a todo el equipo en la importancia de las ayudas entre nosotros cuando un jugador quedaba descolocado en defensa. En el tráfico todos los coches somos del mismo equipo. A todos nos beneficia ayudar al resto de coches, porque cuanto antes realicen la maniobra antes llegaremos todos a casa. Sin embargo, en las calles y en las carreteras nos comportamos todos como si los otros coches jugaran con el equipo contrario. Lo que no soy capaz de entender es el motivo de ese comportamiento.