El primer motor conocido por el ser humano es su propio cuerpo y, el primer vehículo, el cuerpo de la madre. El cuerpo humano es una máquina que mueve y que se mueve a costa de consumir energía. El segundo motor que conocimos los humanos es el cuerpo de otros animales, que utilizamos como motor para tirar de un arado y también como vehículo, montados en ellos.
Hace poco más de 500 años, cuando Carlos V no tenía ni medio año y vivía en Gante, murió en Granada su primo mayor, el príncipe Miguel, cuya muerte despejaba el camino de Carlos V hacia la corona. El cronista de la época Lorenzo Padilla lo escribía más o menos así: “Estando Felipe el Hermoso en Gante, le llegó correo en once días desde Granada (…), haciéndole saber la muerte del Príncipe don Miguel” (Manuel Fernández Álvarez, Carlos V, El César y el Hombre).
La distancia, que por las carreteras actuales es de casi 2000 kilómetros según Google Maps, seguro que era mayor en aquella época en la que había menos puentes que ahora y en la que, también seguro, hubo que dar rodeos para cruzar ríos. Cuenta Manuel Fernández Álvarez en su libro que posiblemente el cronista exagera, porque la media de kilómetros diarios recorridos por el correo del Rey se cifraba en unos 135 kilómetros al día, por lo que esos casi 200 kilómetros diarios son un 50 por ciento más de lo habitual y por tanto difícilmente alcanzables.
Sea como fuere, lo importante es que hace sólo 500 años, incluso en casos de máxima urgencia, el correo del futuro emperador de los imperios no era capaz de superar los 200 kilómetros al día, cuando hoy muchos ciudadanos nada especiales podemos recorrer esa distancia en poco más de hora y media a velocidades legales por cualquier autovía.
Probablemente los elefantes fueron el primer vehículo con motor propio para lo hombres. Los elefantes, con su fuerza, eran utilizados como camiones de carga, para llevar a personas y árboles y vigas. Y, claro, para llevarse a sí mismos. Durante muchísimos milenios, caballos, bueyes, asnos, camellos y elefantes fueron los únicos vehículos disponibles para el ser humano, aparte de su propio cuerpo. Los privilegiados que vivían cerca de ríos navegables o cerca del mar, pudieron utilizar otros vehículos con motor: balsas en los ríos movidas por la fuerza de las corrientes y barcos con velas, movidos por el viento.
Pasaron miles de años de observación desde que el hombre domesticó los primeros motores animales hasta que inventó un artefacto que fuera capaz de transformar la energía que recibía en movimiento. El cuerpo humano y el de los animales recibe energía en forma de alimento y transforma parte de esa energía en movimiento gracias al aparato locomotor. Animales y hombres utilizamos los ojos y el cerebro para ver los obstáculos que obstaculizan ese movimiento y tomamos decisiones para no golpearnos y hacernos daño.
La invención de la máquina de vapor, a finales del siglo XVIII, (ya veremos si por James Watt) abrió la puerta al mundo actual. De la mano de la máquina de vapor, a principios del siglo XIX llegó la primera locomotora y por fin el hombre pudo pasar de utilizar su propio aparato locomotor o el de otros animales a utilizar aparatos de locomoción mecánicos, movidos por motores que en muchos casos responden al mismo principio que el cuerpo animal: reciben energía por un lado (sistema de admisión), transforman esa energía en movimiento (motor propiamente dicho) y expulsan los restos de la fuente de energía por el escape. Los seres humanos hemos hecho muchos de los motores a nuestra imagen y semejanza. Así son todos los motores de combustión.
Sin embargo, hay otro tipo de motores, los motores eléctricos, cuyo funcionamiento es similar al de una balsa arrastrada por la corriente de un río. La corriente eléctrica actúa como la corriente de un río: permite mover el motor sin dejar residuos. Estos motores, que se inventaron a principios del siglo XIX tienen un problema principal: requieren de electricidad, que no es fácilmente acumulable. Por este motivo son muy útiles para mover vehículos capaces de estar atados a la fuente de electricidad (trenes con catenarias, funiculares, persianas, batidoras, aparatos de cocina, lavadoras y lavaplatos, pero poco útiles para vehículos de transporte alejados de la red eléctrica: coches, camiones, barcos y aviones.
Hace sólo sesenta años, en España había muy pocos motores mecánicos (eléctricos o de combustión) y todavía menos vehículos con motor mecánico. Por nuestras ciudades todavía se veían asnos y carromatos tirados por caballos y en los campos las mulas eran el motor que tiraba de los arados. El cambio en estos sesenta años ha sido infinitamente mayor que el producido en los 10 000 años anteriores.
En novelas españolas de finales del siglo XIX como «Fortunata y Jacinta» o «La Regenta» se vislumbra que en poco más de cien años la transformación de nuestra forma de movernos es radical. Hasta hace muy pocos años, los puestos de trabajo se concentraban en el interior de las ciudades. Incluso las fábricas, estaban en el interior de las ciudades. Había máquinas de vapor que movían telares, por ejemplo, pero no había forma de crear infraestructuras para llevar lejos a los trabajadores a trabajar. En 60 años , con la riqueza que aporta el petróleo, con la inmensa cantidad de energía que ha aportado a la tierra desde después de la segunda guerra mundial, el mapa de las ciudades occidentales ha cambiado. Oficinas y fábricas se han trasladado fuera de las ciudades y el transporte diario de personas se ha convertido en un factor imprescindible para mantener la máquina productiva, el comercio y la sociedad de consumo.
Hoy los motores nos invaden. Cada una de las personas occidentales está en continuo contacto con motores. En casa, con batidoras, robots de cocina, lavadoras, y lavaplatos, pero también con cepillos dentales y ventiladores o en aparatos de aire acondicionado y calefacción. Ascensores, escaleras mecánicas, transporte urbano, y decenas en cada vehículo de transporte: el motor principal, los elevalunas, los motores para abrir las puertas de autobuses y trenes, motores de arranque, motores de ventilación, los que mueven los espejos, el techo solar, el de la dirección asistida… nuestra vida está rodeada de motores y de vehículos como no lo había estado nunca en la historia de la humanidad.
En esta sección de «Motor” de 20minutos vamos a intentar informar y dar pistas y consejos para que sepamos cómo desenvolvernos en esta sociedad «motorizada”. No vamos a hablar de lavadoras, neveras y robots de cocina, pero sí vamos a hablar de todo tipo de vehículos que facilitan el movimiento: sillas de ruedas, coches, coches compartidos, motos, bicicletas, autobuses, camiones, funiculares, escaleras mecánicas, trenes, tranvías, aviones, barcos, ascensores, patinetes…
No es sencillo desenvolverse en este mundo cambiante. Los motores de combustión presentan algunos problemas serios: contaminan y utilizan intensivamente y de forma poco eficiente recursos escasos. Sin embargo, facilitan en algunos casos la tarea diaria de ir al trabajo y el disfrute, desde las vacaciones hasta el deporte. También permiten que lleguen mercancías a las tiendas en las que nos abastecemos a precios asequibles. Dan problemas, sí, pero también son fuente de riqueza y bienestar. Las necesidades individuales son muchas, pero los recursos de la colectividad son escasos y tenemos que obtener de ellos el máximo rendimiento.
En las páginas de motor de «20minutos» intentaremos informar, formar y entretener. Conocer qué vehículo nos interesa más a cada uno de nosotros es dificilísimo. Muchas veces puede ser una combinación de varios. Llegan los vehículos compartidos, los vehículos eléctricos con sus limitaciones y ventajas, la conducción autónoma que está muy cerca (encuesta exhaustiva sobre coche autónomo), el transporte público que mejorará exponencialmente cuando los gestores utilicen datos masivamente de forma instantánea (a través de solicitudes con una aplicación móvil, por ejemplo) para flexibilizar las líneas y adaptarlas a cada ruta de mayor eficiencia en cada momento.
El mundo del transporte ha cambiado mucho en los últimos años y en los próximos va a seguir cambiando de forma ininterrumpida. El motor del cambio está aquí. La necesidad de convivir 7.000 millones de seres humanos, de repartir el espacio disponible en la ciudades, de tener menos contaminación y residuos, la necesidad de aprovechar mejor la superficie del planeta y los recursos naturales desembocará obligatoriamente en otra forma de entender los motores, los vehículos y el transporte. En «20minutos» queremos contarlo y queremos informar con rigor y proximidad para beneficio de todos. Esperamos ser capaces.