En la Puerta del Sol de Madrid y en otros muchos puntos de España se está produciendo un fenómeno nuevo en la democracia española. Un fenómeno del que hemos hablado en este blog muchas veces, desde hace mucho tiempo: somos los ciudadanos los que tenemos que cambiar las reglas del juego, los que tenemos que forzar el cambio legislativo, para tener una ley electoral que nos permita participar y modificar el monopolio de la oligarquía de los partidos. Los ciudadanos tenemos que sentirnos útiles, sentir que nuestro voto refleja nuestras ideas, que conocemos con detalle como se invierte y gasta el dinero de todos. Tenemos que poder influir y barrer a políticos corruptos e ineficaces, que se cuelan en listas cerradas nadie sabe por qué motivo. Tenemos que sentir que tenemos el poder y no que el poder está en manos de otros y que cada cuatro años nos dejan participar en una pantomima para mantenerlo: ahora tú, ahora yo.
Los ciudadanos que se manifiestan pacíficamente en la plazas públicas y que cantan continuamente «¡Que no, que no, que no nos representan!» genera miedo en algunas personas, pero no veo ningún motivo. Son (somos) personas normales, como tantas otras. El proceso de cambiar la participación de la sociedad en la gestión democrática, con la ayuda de la tecnología que proporciona internet, debe ser un proceso sin fin, interminable. Esto no puede ser nada más que el comienzo.
¿Lo conseguiremos entre todos? A corto plazo seguro que no. Yo seguramente no veré una democracia participativa, gestionada en buena medida gracias a la tecnología de internet, con cuentas públicas de cada departamento, en la que todos podamos fiscalizar cómo se utiliza cada uno de nuestros Euros, donde el enchufismo, los privilegios y la corrupción de toda índole pueda ser controlada mucho más que en la actualidad. Cuando las cuentas bancarias de todos lo Ministerios sean públicas, de todas las instituciones, de todas las empresas públicas. Cuando podamos verlas sólo con un clic en internet. Dentro de algunas décadas se llegará, sin ninguna duda y la gestión política será más clara y beneficiosa para el ciudadano.
Para llegar a una ley electoral mejor y a un gobierno mejor, los ciudadanos tenemos que hacer fuerza. Los actuales partidos no se van a mover porque están muy cómodos y no quieren que nada cambie. Tenemos que forzar alternativas, que algún partido presente un programa que permita mejorar nuestro sistema electoral, meter cuñas para ir resquebrajando un entramado sólido y rígido, cuya rigidez es su propia fragilidad.
Uno de los puntos fuertes de la iniciativa ciudadana que ha crecido en España en sólo tres o cuatro días es que no surge de ninguno de los líderes de opinión establecidos, no tiene intereses económicos ni políticos ya establecidos, no barre para ninguna casa en particular. Empieza desde cero y desde cero la podemos construir entre todos los ciudadanos, sin vicios iniciales.
Las noches del lunes 16 y la del martes 17 estuve en la Puerta del Sol hasta tarde y pasé luego por la mañana para ver cómo habían pasado la noche. El martes 17 los desalojaron de madrugada. El miércoles 18, cuando llegué a las 7:30, muchos se estaban levantando todavía. Otros muchso ya estaban recogiendo. Soy ellos los que dan título a mi crónica, que empieza aquí.
El miércoles 18 de mayo, a las siete y media de la mañana, los ocupantes de la Puerta del Sol se desperezan, recogen sus sacos y cartones de dormir, barren la plaza, la limpian y algunos se van con prisa, probablemente a su trabajo.
Por la mañana, los que quedan son jóvenes. Durante la noche había mucha gente mayor, pero todos los que trabajaban eran jóvenes o muy jóvenes. Y trabajaban mucho. Trabajaban para preparar el suelo para dormir, para poner toldos que les protegieran, para recoger basura, para poner pancartas y avisos. Por la mañana, cepillo en mano, a las 7:30, de nuevo trabajando.
Está claro que quieren dar la imagen de personas serias. Se aplican en ello. No dudo de que lo son. Llevan rastas, piercings y la cabeza rapada. ¿Y qué? Cuando yo tenía su edad llevaba pantalones de campana. No sé qué es peor. (Sí lo sé, me salva que ni siquiera era consciente de que mis pantalones eran de campana. Los pantalones eran así)
Las personas que están en la Puerta del sol (de entre 20 y 25 años en su mayoría díría yo) reclaman principalmente, ser y sentirse partícipes de las decisiones que se toman en la gestión pública de su país. Y lo cantan: “Lo llaman democracia y no lo es” y “Que no, que no, que no nos representan” son dos de sus cánticos más coreados.
¿Cuántos ciudadanos sentimos que los políticos no nos representan? A juzgar por los que escribimos en este blog, el sentimiento es generalizado. ¿Quién no está de acuerdo en que la oligarquía de partidos ocupa los canales de expresión política y no nos deja opción de buscar alternativas con posibilidad de éxito a los ciudadanos? En otra de sus reclamaciones expresan algo así como “Votad a partidos pequeños, no a los grandes”. Es una petición sin sentido, porque cada uno tiene que votar a quien considere mejor, sea grande o pequeño, pero es reflejo de esa asfixia que sentimos los ciudadanos que buscamos una mejor gestión de la democracia, con mejor participación de la ciudadanía.
Los manifestantes de la Puerta del Sol dicen cosas con las que yo no estoy de acuerdo. Es lo más lógico del mundo. Hacen reclamaciones económicas típicas de la democracia cristiana y de la social democracia con las que yo no estoy de acuerdo. En lo económico, son unos conservadores, como la inmensa mayoría de este país.
Quieren democracia y un Estado del bienestar a su medida, trabajo para todos en función de su voluntad (con leyes que lo garanticen) y sueldos dignos. Lo mismo que quieren el 90% de los españoles. Y ¿cómo van a conseguirlo? Repartiendo la riqueza, menos para las ricos para que llegue a los pobres. Son recetas tradicionales, típicas y viejas en este país, que las defienden los de derechas y los de izquierdas, con pequeños matices.
La riqueza de su propuesta radica en exigir desde la calle, con amplio poder de convocatoria, un sistema social que mejore la participación de los ciudadanos en la vida pública. Con orden, barriendo por la mañana a las 7:30, pero innegociable.
El editorial de El Mundo del miércoles 18 de mayo titulado “Reformas sí, pero sin patada al tablero” dice en su segunda frase: “Muchos ciudadanos se sienten hoy frustrados por la incapacidad de sus dirigentes a la hora de resolver los problemas…”
Y sin querer, en un lapsus para enmarcar, el Mundo da exactamente en la clave: ¿Sus dirigentes? ¿Nuestros dirigentes? ¿Los dirigentes de los ciudadanos? ¿Quiénes son los dirigentes de los ciudadanos? Este lapsus de El Mundo se produce porque muchos ciudadanos asumimos, sin crítica, que los políticos nos dirigen y deben dirigirnos. Y debe ser todo lo contrario. Somos los ciudadanos los que debemos dirigir a los políticos. Mandatario significa que es un mandado. Los políticos deberían estar a las órdenes de los ciudadanos, dirigidos por los ciudadanos, y este es un paso obligatorio que debemos dar para conseguir un democracia más rica. Unos políticos obligados a obedecer, a someterse a supervisión constante, a hacer públicas todas las cuentas de las instituciones públicas, porque ese dinero que manejan es el nuestro. buscar el equilibrio, permitir sus iniciativas y sus ideas, no extrangularlos, y a la vez a las órdenes y con la supervisión continua de los ciudadanos. Encontrar ese equilibrio es uno de los retos que tenemos por delante.
Afirma Casimiro García Abadillo, también en El Mundo, que “el coqueteo con los antisistema me parece una frivolidad” tras preguntarse si la “participación política ciudadana mediante cauces directos” que reclaman significa “asambleas permanentes o votaciones a través de Twitter». Es curioso que García Abadillo se lo pregunte y que no intente dar una respuesta con un poco de sentido, porque está claro que esa debe ser una de las principales preocupaciones de los ciudadanos: aprender a gestionar una democracia participativa con cauces directos.
¿Votaciones a través de Twitter? Casimiro lleva muy poco tiempo en Twitter. Si llevara más tiempo tendría clarísimo que Twitter no sirve para eso y ni se lo preguntaría de forma irónica. Pero que los ciudadanos tendremos que aprovechar la tecnología para participar más y mejor, de forma activa, en las decisiones que afectan a nuestros recursos no admite duda. Como la tecnología lo permite, esa participación llegará , antes o después.
De todo lo que he visto en Sol, lo único que no me ha gustado es precisamente lo que equipara a este movimiento con el sistema político de partidos.
En una asamblea de comunicación, megáfono en mano, uno de los participantes dice: “Necesitamos portavoces, quien quiera ser portavoz que lo sea, hay talleres de portavocía. Todo el que quiera ser portavoz puede serlo, pero tiene que decir exactamente lo que está escrito que tenemos que decir. Tiene que seguir las pautas, todo aquello aprobado por la asamblea. Los medios (a los que no les tienen ningún cariño) y otras partes interesadas quieren dividirnos. No podemos tener fisuras. Todos tenemso que decir lo mismo, porque si nos dividen perderemos”
Esta información monolítica que propugnan es exactamente la misma que establecen los partidos políticos. Tapar la discrepancia, en lugar de admitir y fomentar la diversidad. La diversidad es riqueza, no le pongan límites, admitan que se puede reclamar una democracia en la que se sientan importantes, escuchados y activos sin necesidad de pensar todos igual. No hace falta, no nos pongamos cadenas nosotros mismos. Si queremos libertad, tenemos que aprender a ejercerla y a expresarla. Si nos dividen, ya nos volveremos a juntar, con inteligencia y preservando nuestra autonomía y libertad.
Esa estrategia idéntica a la de los partidos es dolorosa para mí. Me duele porque sólo tiene un objetivo: conseguir la victoria. Y cuando el objetivo de alguien es ganar, en lugar de convencer, se pervierte y corrompe. El objetivo no puede ser ganar, el objetivo es que unos y otros conozcamos lo que piensa cada grupo, que lo conozcamos con toda su riqueza y diversidad y que nos convenzan las ideas de otros. El objetivo no puede ser que ganen mis ideas. El objetivo tiene que ser que puedan ganar las ideas de cualquiera, sean parecidas a las mías o no, con toda su riqueza y complejidad.
En la prensa del miércoles 18 no he encontrado mucha opinión sobre este asunto. De todo lo que he leído, la opinión que entendía mejor lo que sucedía, la firma, José Antonio Vera en el diario La Razón. Titula “No enterarse de nada” y dice: “Lo que está ocurriendo nada tiene que ver con las siglas [de los partidos políticos] actuales. Se trata de manifestaciones espontáneas al margen desindicatos u organizaciones al uso, jóvenes sin empleo y sin futuro a la vista, vecinos cabreados o hartos de tanta corrupción, gente que reclama democracia de verdad, o sea, participativa y directa, listas abiertas fuera de este teatro-circo en el que las aristocracias partidarias manipulan nombres y candidaturas a su antojo con el único fin de mantener sus actuales privilegios. Se veía venir el motín. Razones hay sobradas para sumarse a él. Pero pensar que los que protestan son meras correas de sindicatos o partidos es no enterarse de nada”. José Antonio Vera, escribe así en La Razón y sabe de lo que habla. Yo que he pasado horas en la Puerta del Sol para intentar conocer y entender y estoy totalmente de acuerdo con lo que dice.
En la tarde del miércoles 18 la Junta electoral de Madrid, en una decisión torpe, prohibe la concentración convocada para la noche en Sol. Finalmente, contraviniendo esa decisión, la ciudadanía en amplísimo número se ha concentrado en Sol, de forma pacífica. Es una excelente noticia. La plaza pública es históricamente el centro de la democracia. No parece sensato arrebatársela a los ciudadanos a cinco días de unas elecciones.
(Tengo otras fotos, pero no me da tiempo de prepararlas y publicarlas. El fin de semana se las enseño)