Sales de la norma y exploras alternativas. Te preparas para hacer frente a situaciones poco habituales pero… ¿cómo repostas un vehículo de hidrógeno?

(viene aquí)

Cuando se habla de movilidad eléctrica, existen una serie de inconvenientes con los que se debe convivir. Muchos conocemos las peripecias del bueno de Javier Moltó viajando por media España con el BMW i3 buscando enchufes en pueblos remotos. Aunque es innegable que los coches eléctricos han permitido recuperar parte del espíritu aventurero de antaño en lo que respecta el viajar, no conseguirán ganarse al gran público hasta que ofrezcan unas características de conducción y uso similares. E incluso así, tendrán que luchar contra los hábitos y costumbres de los conductores.

No es para menos: llevamos algo más de cien años acostumbrados a conducir el coche durante centenares de kilómetros parando a repostar durante apenas unos minutos en estaciones de servicio que habitan todas nuestras carreteras, sin reparar en cuanto hemos conducido realmente, tras lo cual proseguimos con nuestros viajes. Personalmente, creo que a poca gente le preocupa realmente si la autonomía de su vehículo es de 600, 800 o 1000 kilómetros: el usuario medio reposta combustible cuando el depósito empieza a estar vacío y se fija más en cuánto paga en el surtidor que en cuánto le permite recorrer todo lo repostado. Cuantas más estaciones de servicio haya, menos importancia darán los conductores a la autonomía (esto siempre, claro está, que la autonomía sea suficiente para llegar de una a otra).

La propuesta que hace Toyota (junto con Honda y Hyundai) con la pila de combustible es sencilla: ofrecer vehículos con una experiencia lo más parecida posible a la que ya estamos acostumbrados para así facilitar la transición a un modelo de movilidad más sostenible. 

Su mensaje es claro: no te preocupes por la autonomía ni por no disponer de plaza propia de parking con enchufe. Tan solo ocúpate de conducir el coche. De lo demás nos encargamos nosotros. De esta forma, el problema queda solucionado y por fin podemos decir adiós a los combustibles fósiles y al cambio climático. ¿O no?

Las Infraestructuras

Una de las preguntas que más me hace la gente acerca del Mirai es “¿Y donde lo llenas?”. Pues no en muchos sitios, la verdad. Para empezar, tan solo unas pocas regiones en el mundo (Japón, California y Alemania) están apenas comenzando a montar una red de distribución y abastecimiento de hidrógeno, donde la infraestructura es escasa y la ventas de vehículos de pila de combustible se limitan a aquellos usuarios que viven cerca de ellas (como ya comenté en esta entrada).

En el caso de Alba y mío, al vivir en Alameda la opción más viable para nosotros es la estación de Hayward, al menos hasta que abran las propuestas en Oakland y San Francisco. Son unos 30kms en total de viaje de ida y vuelta cada dos semanas que a veces se hacen pesados, pero intentamos incluir alguna parada de caminado para hacer la compra semanal.

Pantallazo de la aplicación Toyota Entune con el mapa de las estaciones de hidrógeno en la Bahía. La más cercana a Alameda es la de Hayward.

Además de la de Hayward, la bahía de San Francisco dispone de algunas estaciones dispersas por la bahía, habiendo una mayor concentración al sur, por la zona de San Jose. Estas resultan son útiles cuando hacemos escapadas y queremos asegurarnos ir sobrados de carga. También a veces aprovechamos a cargar el depósito si nos pilla de camino de casa para no tener que ir a Hayward exclusivamente entre semana.

De hecho, la mayoría de estaciones están en el sur del estado. Nada más salir de la bahía nos encontramos con la estación de Coalinga, que conecta por el corredor de la carretera Interestatal 5 entre la bahía de San Francisco y Los Angeles, donde por cierto, hay la mayor parte de estaciones del estado.

Por el norte hay pocas estaciones: Tiburón, Sacramento y el lago Tahoe, que permiten cubrir gran parte del norte de California e incluso adentrase unos centenares de kilómetros en Nevada para ir a visitar, por ejemplo, la Gigafactoria de Tesla a chinchar un poco.

Mapa de las estaciones de California actuales, en construcción, y las planificadas para el futuro. Podéis ver el mapa aquí.

La parte positiva de los vehículos de pila de combustible es que pese a la limitada infraestructura para repostar, la gran autonomía y la rápida velocidad de carga que proporcionan hacen que no se sienta miedo a quedarse tirado.

Aún así, el proporcionar a los conductores una infraestructura sólida y fiable es, a día de hoy, una asignatura pendiente en California. No hablemos ya de las regiones en las que aún no se comercializan coches de pila de combustible. Pueden pasar décadas hasta que la pila de combustible sea viable para el gran público.

El Repostaje

Cuando adquirimos el coche, sentí que la formación que nos habían dado sobre el proceso de repostaje había sido un pelín incompleta y que tendríamos problemas la primera vez que nos tocarse repostar. Mis temores fueron infundados: la mecánica es muy sencilla y guarda gran similitud con el proceso reportaje que se realiza en las gasolineras con autoservicio.

Al llegar, debes situar el coche cerca del surtidor y apagarlo. A continuación, se debe apretar desde el interior un botón que libera la tapa del depósito de hidrógeno. Esta acción inutiliza el coche simultáneamente, dejándolo en un estado de letargo hasta que el proceso de carga se completa o simplemente se cierra la tapa del depósito.

Apretar este botón inhabilita el coche y abre la tapa del depósito de combustible. ¡Todo en uno!

Al abrirla, encontramos la primera diferencia con un coche de gasolina o diésel: la unión entre la manguera y el coche se realiza por medio de una conexión rápida, y en vez de un agujero, nos encontramos con un conector macho donde debemos anclar la manguera, que corresponde a la hembra de la conexión. El conector del coche está protegido capuchón de plástico sujeto por un imán. Es ingenioso y realiza bien su función. La tapa del depósito tiene un soporte donde se puede dejar el capuchón mientras dura la operación.

El macho de la conexión rápida asoma en el hueco de carga del depósito. El capuchón está situado en el soporte. Fijaos en que la tapa del depósito incluye una advertencia sobre la caducidad del tanque de combustible: los ciclos de carga y descarga generan un estrés en los materiales y Toyota limita la vida del tanque a 15 años.

En terminal va equipado con una pantalla que te pregunta si has recibido entrenamiento de cómo utilizar el surtidor. Si les das al botón de “NO”, aparecen unas animaciones en la pantalla que indican de forma esquemática cómo va el sistema.

Alba y yo nos hemos encontrado que el surtidor de Sacramento te obliga a ver un vídeo explicativo que dura 10 minutos cuando los utilizas por primera vez, al final del cual recibes un código de usuario que debes guardar para la próxima vez si no te apetece tragarte el vídeo otra vez. Lo veo un incordio innecesario.

Una vez pasada la primera parte, la pantalla te indica a continuación que insertes tu tarjeta de débito de Toyota y que teclees tu código postal. Tras verificar su validez, te pide que insertes la manguera en el pitorro del coche.

Ya podemos conectar la manguera al coche.

El peso de la manguera es considerable cuando se compara con una manguera de gasolina o diésel. Además, el peso está distribuido hacia la punta y no tanto en el cuerpo, con lo que hay que tener cuidado al manipularla porque los movimientos que haremos con ella son más torpes. Otra cosa que sorprende al principio es lo rígida y corta que es la manguera. Apenas tiene flexibilidad, con lo que hay poco margen a la hora de situar el coche en la estación de servicio: uno debe afinar bien la puntería al aparcar para repostar.

El proceso de enganche de la manguera al coche es sencillo y preciso. Ésta se desliza sin juego dada la poca tolerancia que hay entre las dos partes. Cuando se llega a fondo se aprieta el gatillo y el sistema queda bloqueado y estanco. Al apretar el gatillo se siente el mecanismo en el interior de la boquilla y da la sensación de ser robusto y de que aguantara bien el paso del tiempo.

Esto es de vital importancia, ya que un fallo en el mecanismo de cierre conllevaría el escape de hidrógeno durante el repostaje y posibles daños personales al salir la manguera disparada con una presión de 70 MPa (por comparación, una olla a presión casera alcanza unos 0.2MPa).

Por último, solo queda subir la palanca que desbloquea el flujo de hidrógeno al coche y apretar el botón “H70” en la terminal. Normalmente, las terminales disponen de dos opciones de repostaje: “H35” y “H70”. Aunque ambos son el mismo tipo de hidrógeno, uno se suministra a 35 MPa y el otro a 70 MPa. Con este último podrás meter más cantidad de hidrógeno en el tanque gracias a la mayor presión de suministro, que permite comprimir más masa en el mismo volumen. En la práctica, esto se traduce en más autonomía. (Nota: no puedo evitar pensar que lo del H35 y H70 pueda convertirse en el siguiente tema de debate de barra de bar al estilo de la gasolina 95 frente a la 98).

El desbloqueo se realiza de forma manual, aunque por lo ligera que resulta, no parece que haya un mecanismo directamente conectado a la manguera.

Seleccionamos H70. A precio de oro, eso sí. Nótese el uso del sistema métrico. Eso trae de cabeza a muchos colegas de aquí y a mi me da morriña.

Tras esta última acción, el proceso se inicia con una leve descarga de gas que recuerda a los frenos neumáticos de camiones y maquinaria de construcción, pero más larga y suave. Al cabo de unos segundos, el sonido se atenúa hasta casi cesar, para luego empezar de nuevo. La recarga es por tanto, un proceso intermitente.

La pantalla te avisa de antemano que la carga es intermitente.

En función de la capacidad restante del depósito que tuviéramos al inicio de la carga, suele llevar entre 3 y 5 minutos completar el proceso, al final de la cual una señal acústica nos advertirá, junto con un mensaje en la pantalla de la terminal, que podemos desconectar la manguera del coche….si es que podemos.

Esto último lo digo porque en alguna ocasión sucede que el caudal de hidrógeno a presión enfría la manguera hasta tal punto que a veces se queda encasquetada con el pitorro y se forma escarcha. Normalmente esto nos lo encontraremos tras una recarga completa del depósito o al reportar varios coches seguidos. En general, un giro de muñeca suave es suficiente para liberar la manguera y poder completar el proceso.

La manguera suele congelarse tras la recarga. Es mejor no tocar la boquilla con los dedos porque puede provocar quemaduras. La temperatura del hidrógeno líquido es muy baja.

Llegados a este punto solo queda dejar la manguera en su soporte y cerrar la tapa del depósito, o el coche no se encenderá.

Conclusiones

La recarga del Toyota Mirai y en general, de los vehículos de pila de combustible es muy sencilla y se parece mucho a lo que estamos ya acostumbrados a hacer. Tan solo la falta de infraestructuras y el elevado precio de estos vehículos hace que a día de hoy no sean una alternativa a los vehículos de motorización convencional. Si se pone remedio a esto, la transición hacia este tipo de vehículos podría ser muy rápida.

Respecto al primer punto, en California hay planes de desarrollo de estaciones de servicio en marcha. Los datos y lecciones aprendidas que se obtengan aquí serán extrapolables a otros mercados, y pueden ser útiles a la hora de preparar estrategias para lograr su adopción en masa. En la página de la California Fuel Cell Partnership podéis encontrar más información y noticias al respecto:

https://cafcp.org/

Por otra parte, el coste de los componentes que hay en un vehículo de pila de combustible es notablemente más caro que en los vehículos de motorización convencional. Incluso más elevado que cuando los híbridos llegaron al mercado a principios de la década pasada. En futuros artículos intentaré analizar cuáles son las líneas de investigación actuales que persiguen la reducción de costes en esta tecnología.

Os dejo aquí el enlace al vídeo de todo el proceso, y también comentaros que he abierto un canal de Twitter donde podréis estar informados sobre el día a día de mi Mirai: 

¡Hasta la próxima!