Pese a que los SUV se pusieron de moda hace ya unos años, no fue hasta la llegada del Mokka a finales de 2012 cuando Opel comenzó a tener notoriedad en un segmento en el que no había sido capaz de competir con el Antara, uno de esos modelos maltratados por el mercado. De manera más reciente, y bajo la batuta de PSA, los alemanes lanzaron otras dos opciones casi de manera simultánea con el objetivo de rellenar el hueco en la categoría de los B SUV y C SUV. En este último es donde el Grandland X pretende competir, encontrándose rivales tan asentados como los coreanos Hyundai Tucson y Kia Sportage, el incombustible Nissan Qashqai, o los cada vez mejor posicionados Peugeot 3008 y Seat Ateca. La oferta es, por tanto, amplísima, pero la demanda se mantiene imparable. ¿Con qué armas se presenta el Grandland X para conquistar su trozo de pastel? Tendrás que seguir leyendo para descubrirlo, pues te anticipo que no es modelo que destaque en nada, pero tampoco cuenta con defectos que hagan no considerarlo frente a sus rivales. Equilibrio puede que sea la palabra que mejor lo defina.
Exterior
Como ya sabrás, el Opel Grandland X es básicamente un Peugeot 3008 disfrazado, del cual toma la plataforma y elementos mecánicos. El diseño ha hecho que frente al francés crezca tres centímetros en longitud, quince milímetros en anchura y que su altura se reduzca otro centímetro y medio. Comparte más rasgos estéticos con otros modelos de la marca que con el 3008, resultando menos espectacular que éste, porque además el frontal se asimila con el de los Mokka X y Crossland X y la zaga es una evolución de la del Astra. En este punto me permito hacer un matiz respecto al nombre, pues no llego a entender la necesidad de la ‘X’ como apellido con el dudoso objetivo de dotar a los modelos que la llevan un cierto toque aventurero, sobre todo cuando el único disponible con tracción total es pre PSA, el Mokka X.
Continuando con el exterior, Opel se une a la moda de las pinturas bitono y los cromados, aunque no abusan de ellos como en Peugeot. Sí que abundan los plásticos negros recorriendo los bajos de la carrocería. En los laterales tienen una función más allá de lo meramente estético, pues sirven como protectores del interior del marco de la puerta con el objetivo de evitar mancharnos los pantalones al acceder por culpa de la suciedad acumulada en la carrocería. En el frontal son algo más discretos y se acompañan además de una línea cromada que une la zona inferior, mientras que detrás un embellecedor que da cabida a las falsas salidas de escape descarga el tono negro de la zona baja. El pilar C cuenta también con un diseño algo inusual que resalta la sensación de techo flotante, acentuada en el caso de mi unidad por el color negro del techo. En definitiva, ofrece una estampa de coche robusto y cuidadas proporciones acentuadas por las llantas de 18 pulgadas siempre de serie, puesto que el cambio automático no se asocia con el acabado básico que las lleva de 17 pulgadas. En opción se pueden solicitar de 19, o las del mío, opcionales e incluidas en el Paquete All Road asociadas a los neumáticos M+S.
Interior
El habitáculo resulta aún menos llamativo si lo comparamos con el Peugeot 3008, y ya no sólo por el característico i-Cockpit, sino por las formas del salpicadero o elementos tan vistosos como la pantalla o la palanca de cambios de éste. En el Grandland X todo es más tradicional, encontrándonos de nuevo un diseño general que recuerda a otros Opel. En el salpicadero domina la pantalla integrada entre las salidas de ventilación —de serie es de 7 pulgadas y la de las imágenes es la opcional de 8—. Debajo encontramos algunos mandos de acceso directo a las funciones que se manejan con la pantalla táctil como el audio, navegación opcional, teléfono, ajustes de Apple Car Play o Android Auto, así como sistemas de asistencia relacionados con el aparcamiento. En otro nivel tenemos el climatizador con sus botones, algo que me gusta más que tener que manejarlo desde la pantalla como en el 3008. Más abajo hay una pequeña guantera con tapa que alberga dos tomas, una de ellas un puerto USB de difícil acceso y a la que te costará llegar a poco que tengas una mano grande. Más abajo hallamos otra hilera de teclas con funciones como el Start Stop, el aviso de cambio de carril, sensores de aparcamiento o cierre de niños automático (opcional). Detrás del botón del freno de estacionamiento encontramos la rueda del control de conducción selectivo con cuatro modos de funcionamiento: estándar, nieve, arena o barro, opcional incluido en el Pack All Road, y el cual nos obliga a renunciar a los posavasos, aunque sí mantiene un par de gavetas pequeñas en las que poder dejar la llave, por ejemplo. En cuanto a la guantera entre los asientos, es profunda, pero no muy ancha y de formas un tanto irregulares. Si recurrimos a la opción de cargador inalámbrico, éste iría en ese hueco.
En lo que a calidad se refiere, dentro del Grandland X hay luces y sombras. Por ejemplo, los acabados de las puertas son algo endebles y crujen con facilidad en la zona del tirador para cerrarlas o al apoyar el brazo. La parte inferior de los asientos tampoco está muy bien rematada. En la zona superior del salpicadero encontramos plásticos acolchados de buen tacto y pespuntes que simulan un acabado que podría hacernos pensar que está forrado en cuero, si bien es sólo una ilusión. La postura al volante no está tan bien conseguida como en otros SUV, al menos si buscamos una posición más natural y cercana a un turismo. Los asientos de serie son cómodos, pero el reglaje no me ha parecido convincente. Esto se hubiera subsanado de haber solicitado los AGR opcionales de banqueta extensible. Detrás contamos con buen espacio para las piernas, altura más que suficiente y una buena anchura. En caso de viajar tres, dentro de las limitaciones de tamaño, tanto la forma de la banqueta bastante plana como el piso también casi plano, facilitarán el acomodo del pasajero central. En lo que respecta al maletero, Opel homologa 514 litros en caso de tener el piso ajustable en su posición más baja. En la alta enrasamos con el respaldo de los asientos traseros al abatirlos —se hace cómodamente con dos palancas a los lados del maletero.
Mecánica
El motor que tira de este Grandland X es el 1.6 Turbo D de origen PSA asociado en este caso a un cambio automático de 6 velocidades. Se trata de una versión llamada a ser sustituida por el nuevo bloque 1.5 con 10 caballos más, mientras que el cambio pasará a tener 8 marchas. Centrándome en esta versión, que para eso es la de mi coche, el 1.6 mueve al SUV de Opel con más soltura de la que auguran sus prestaciones oficiales, declarando un 0-100 km/h en 12.2 segundos. La sensación de empuje en aceleración pura es superior a la cifra homologada, mientras que las recuperaciones son algo más discretas, quizá por el funcionamiento del cambio automático. Se trata de una caja de convertidor de par bastante suave y de transiciones rápidas salvo cuando se le exige en un repecho o a la hora de adelantar, momentos en los que echaremos en falta algo más de fuerza. Para eso Opel nos ofrece el 2.0 con 180 CV. Eso sí, los consumos rozan la excelencia, moviéndonos casi siempre por debajo de los 6 litros de media, quedándose más cerca de los cinco en carretera a velocidades legales. Se le nota algo rumoroso en frío, y la sonoridad tampoco acompaña, apareciendo además algún ruido aerodinámico en la zona de los retrovisores debido al gran tamaño de éstos.
En cuanto al comportamiento sería ingenuo esperar una estabilidad equivalente a la de un compacto tradicional tipo Astra, siendo el mayor defecto de los SUV por su propia concepción, así que imagino que para ver milagros habría que irse a modelos lujosos con suspensiones regulables y otras ayudas a la conducción. Cierto es que la carrocería no balancea en exceso consiguiendo un gran equilibrio entre eficacia y confort, pero notas que llega al límite mucho antes que un vehículo más bajo si es que se te ocurre, por ejemplo, tomar una rotonda a una velocidad que no deberías… Las leyes de la física juegan también su papel cuando hay viento, y aunque no llegue a resultar peligroso en ningún caso (al menos con la climatología normal de nuestro país), se hace evidente en carretera en esos trayectos en los que con otro tipo de coche tendrías que mirar a los árboles para cerciorarte de que sopla con fuerza. Pese a todo, lo que menos me convence es el tacto de la dirección en algunas situaciones en las que hay un lapso evidente desde que mueves el volante hasta que notas que las ruedas van por donde pretendes.
Equipamiento y precio
Opel ha posicionado al Grandland X con tarifas en la media del segmento. Esta versión base tiene un precio de partida de 31.000€ sin aplicar descuentos (este mes la campaña es de algo más de 4.000€), a la que podemos sumar una larga lista de opciones. En el mío asciende a más de 4.000 euros. Por ejemplo, los faros adaptativos FULL LED —altamente recomendables—, cuestan 1.000€, el techo panorámico suma 700€ (lástima que no sea practicable), el sistema de entretenimiento con navegador 5.0 otros 500€, el mencionado Pack All Road 300, o el Pack Park&Go 3 con asistente de aparcamiento que supone 1.900€. El Excellence lleva también el portón trasero eléctrico, climatizador dual, sensores de aparcamiento, cámara de visión trasera y delantera o tapicería mixta.
Conclusiones
El Opel Grandland X 1.6 Turbo D automático es una opción equilibrada dentro del concurrido segmento de los SUV compactos. Lo es por su relación tamaño y espacio, el precio de partida una vez aplicados los descuentos, o el rendimiento del motor y cambio. Lo más criticable pasa por su equipamiento de serie algo justo o un diseño con el que los ingenieros de Opel han arriesgado poco, aunque esto va en gustos o lo sobrio que sea cada uno. Lo que me cuesta perdonarle son esos detalles de acabado que comentaba, con cierto temor a desajustes prematuros o grillos que hagan plantearse si la inversión mereció la pena.
Texto y fotos: Ángel Martínez