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Opel Calibra 2.0 16V

El Opel Calibra apareció por primera vez en el Salón de Frankfurt de 1989. Nació para sustituir al Manta B, producido entre 1982 y 1988, y que tanto éxito obtuvo a lo largo de su vida. Desde que vio la luz, el Calibra fue recibido con gran admiración. Sus líneas futuristas no dejaron indiferente a nadie. El diseño, obra del recientemente fallecido Erhard Schnell, era el resultado de muchas horas de estudio aerodinámico, aspecto que Opel tenía muy presente desde hacía años a la hora de diseñar sus automóviles.

Su carrocería de dos puertas, y su estilizada silueta, daban lugar a un atractivo y aerodinámico coupé, cuyo coeficiente de penetración en el aire se consiguió reducir a tan sólo 0,26 CX en su versión básica. Todo un récord. Estos atributos le sirvieron para perfilarse como uno de los coupés más interesantes de la década de los 90, a pesar de la dura competencia. No en vano, fue uno de los más vendidos del segmento, con un total de 238.647 unidades fabricadas.

La oferta de motores inicialmente constaba de un 2.0i de 8 válvulas y 115 CV, y un bloque de 2 litros y 16 válvulas que entregaba 150 CV (variante c20xe). Esta variante era la que montaba el Kadett GSI 16V, pero en el Calibra sólo se ofrecía con catalizador, para poder adaptarse a la nueva normativa anticontaminación. En el año 1996 sería sustituido definitivamente por un nuevo motor ECOTEC de 136 CV, cuya respuesta no era tan contundente. También hubo una versión Turbo, que ofrecía 204 CV y montaba tracción 4×4, y un bloque V6, que rendía 170 CV.

La unidad de esta prueba corresponde a la versión 2 litros de 16 válvulas y 150 CV, fácilmente reconocible por el emblema rojo y la doble salida de escape. La inyección y el encendido corren a cargo de BOSCH. Entrega la potencia máxima a 6.000 rpm, y ofrece un par máximo de 196 Nm. Matriculado en Barcelona en diciembre del año 91, se encuentra en un estado excelente y totalmente original. Con apenas 40.000 kilómetros, parece como recién salido del concesionario donde lo compró su primer dueño, hace casi 30 años. Conserva incluso la matrícula de la época.

El Calibra llamó mi atención desde niño, con apenas 4 o 5 años me enamoré de él. Sin embargo, no fue hasta el año 2017 cuando pude hacerme con uno que realmente valiera la pena. No resulta fácil, pero después de años de búsqueda encontré este maravilloso 16 válvulas, mi favorito, que parece de estreno.

EXTERIOR

Exteriormente es un vehículo de líneas muy suaves y limpias, sin alardes ni elementos innecesarios. Un ejercicio de diseño sublime, en mi opinión. Una línea muy de los noventa.

En el frontal, dos aberturas horizontales canalizan el aire asegurando la refrigeración, y en la parte más baja dos pequeños spoilers de plástico completan el paragolpes. Los faros, de reducido tamaño, quedan perfectamente integrados, asegurando el perfil suave y aerodinámico de la carrocería.

El lateral fluye de forma ligeramente ascendente para terminar en la zaga. Acompaña una moldura de plástico negro todo el lateral dando armonía al conjunto, y del mismo material encontramos unas estriberas que contribuyen a un mejor flujo de aire.

La tapa del maletero es completamente plana y horizontal, y desciende suavemente dibujando una especie de “pico de pato”. Los pilotos, esta vez de gran tamaño, están situados horizontalmente. El paragolpes sigue la tónica general, de formas redondeadas, y pone la guinda a un diseño que, como he dicho antes, me parece redondo. A la izquierda se puede apreciar la doble salida de escape. Porque antes los escapes se dejaban ver, y mucho.

HABITÁCULO

El interior, heredado del Vectra, es idéntico al de la berlina. Igualmente lo es la plataforma sobre la que está construido. Políticas de costes. Esto en la práctica no es algo que le reste demasiado valor al coche, pero sí es cierto que, tratándose de un coupé, cabría esperar encontrarse con algo diferente, con más personalidad…

En cualquier caso, es un interior sobrio, y en general bien rematado. En aquella época Opel ofrecía una calidad interior razonable, acorde con su precio. No abundan los materiales mullidos, tan comunes en la actualidad, pero no hay demasiado que reprocharle. En general los materiales no sufrían mucho con el paso del tiempo, a poco que se cuidaran mínimamente. Es el caso de la unidad de esta prueba.

Tenemos que agachar un poco la cabeza para entrar dada su escasa altura, pero una vez sentados, no resulta complicado encontrar una adecuada posición al volante. Los asientos se pueden regular en altura, longitud, e inclinación del respaldo. El volante sólo en altura. En general es una posición más baja de lo habitual y ciertamente deportiva. Los asientos son cómodos y tienen buen agarre lateral, como de costumbre en los Opel.

La instrumentación es simple, pero suficiente. Quizá se echa de menos un manómetro o un indicador de temperatura de aceite, pero éstos quedan sustituidos por los correspondientes testigos. Un gran velocímetro en el centro, un cuentavueltas que llega hasta las 8.000 rpm, y las clásicas agujas de temperatura de agua y nivel de combustible completan el cuadro de relojes. A mano izquierda encontramos el mando de luces, de accionamiento manual, por supuesto.

La consola central es igualmente sencilla, pero está bien distribuida y ordenada. Los mandos de la climatización en la parte alta con el accionamiento del aire acondicionado, si se disponía de él, y a la derecha un pequeño ordenador de viaje, tan de moda. Éste nos informa con el consumo medio, la velocidad media, la temperatura exterior, o con un cronómetro como datos más interesantes. Más abajo se sitúa la radio. Por supuesto no faltaban el encendedor y el cenicero en el equipamiento de serie. En la parte inferior hay un hueco para una cartera o el móvil, y lo mismo en las puertas. Como curiosidad, el Calibra contaba con guantera refrigerada, aunque no de mucha capacidad. También disponemos de cierre centralizado, elevalunas eléctricos, o alarma volumétrica.

Cuatro adultos pueden viajar cómodamente gracias a su generoso espacio interior. De hecho, son las plazas para las que está homologado según la ficha técnica. Las plazas traseras son amplias y ofrecen buen grado de confort, incluso en viajes largos.

La apertura del portón ofrece una carga bastante cómoda, y el maletero es de un tamaño muy generoso tratándose de un coupé. Su capacidad es de 300 litros, espacio suficiente para el equipaje de cuatro personas. Otro dato curioso es que entonces era costumbre equipar una rueda de repuesto de tamaño normal bajo el piso del maletero.

CONDUCCIÓN

Al arrancar, el motor emite un ligero bramido, que da paso a un ralentí con ligeros petardeos en el escape. El sonido metálico es una de las características más especiales de esta mecánica.

Respecto al motor, que es el gran protagonista, tengo que decir que me ha sorprendido. A pesar de ser catalizado, tiene mucho nervio y responde con rapidez al acelerador. Es muy elástico y se muestra vigoroso desde bajas vueltas. Apenas desde las 1.500 rpm empuja con fuerza hasta más allá de las 6.000 rpm. Es un motor muy lleno y no hay vacíos de potencia por ningún lado.

Las recuperaciones son excelentes, incluso en quinta velocidad. Estoy seguro de que a más de un motor actual le sacaría los colores. No obstante, fue considerado como uno de los mejores dos litros 16V de la época. Y creo que esa afirmación sigue vigente hoy en día. Puedes circular por una carretera convencional y realizar un adelantamiento ágil con poco esfuerzo sobre el pedal del acelerador. Te puedes incorporar a una autopista en cuarta pisando a fondo, y el motor sube de vueltas con alegría y voluntad. Además, siempre nos acompaña el agradable sonido procedente del escape, también de serie que, a mí personalmente, me dibuja una sonrisa.

La caja de cambios es manual de 5 velocidades en esta versión (en la versión Turbo era de 6). El tacto no es tan firme y mecánico como en los cambios actuales, pero las marchas entran bien y sin dificultad. Además, está razonablemente bien escalonada, aunque una sexta velocidad no le habría venido nada mal para reducir el consumo en vías rápidas, ya que en el entorno de los 120 Km/h el motor gira por encima de las 3.000 rpm y, aunque el ruido no es especialmente molesto, se deja notar dentro del habitáculo. El consumo en carretera oscila entre los 6.5 o 7 litros, según el ordenador de a bordo. Y siempre a velocidades legales. Cifra más que decente.

En lo que a suspensiones se refiere, éstas son principalmente confortables, con un buen nivel de dureza. No balancea en exceso si no vamos al límite, y ofrecen suficiente seguridad en conducción ágil. Hay que tener claro que el Calibra es más bien un gran turismo que un coche para atacar curvas. Se encuentra más cómodo en la autopista que en una carretera revirada. Por supuesto eso no quiere decir que no se pueda disfrutar de su comportamiento y sus magníficas prestaciones en una carretera de montaña.

La dirección es asistida hidráulicamente. Es más pesada que las direcciones actuales, mayoritariamente eléctricas, pero comunica bastante sobre lo que pasa en el tren delantero. La mayor particularidad es su grado de desmultiplicación, ya que es necesario mover varios grados el volante para notar que las ruedas comienzan a girar. Pero esto tampoco le penaliza excesivamente en conducción normal.

En el apartado de los frenos es donde más flaquea el Calibra, a pesar de que ya incorporaba ABS. El tacto es algo esponjoso, y hay que hundir bastante el pie para notar la mordida. El coche frena, pero es una frenada progresiva. No obstante, es algo que se puede mejorar cambiando las pastillas por unas de mejor calidad, o cambiando los latiguillos por unos metálicos, por ejemplo.

DESPEDIDA

El Calibra es un coche agradable de conducir, y ofrece unas prestaciones excelentes en la versión de 16v atmosférica. Es fiable en casi todas sus variantes, práctico para viajar, cómodo en autopista, y además es utilizable a diario. Es un clásico muy apetecible, porque su precio es relativamente contenido si se quiere invertir en él, y además muy poco visto.

Gracias a km.77 por darme la oportunidad de compartir mi experiencia y un saludo a todos los aficionados que leen estas líneas. Para mí ha sido un placer.


FRANCISCO CERVANTES

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