Hasta donde me alcanza la memoria, en casa siempre hemos tenido al menos un vehículo con el que poder adentrarnos por caminos forestales. Al principio eran todoterrenos puros, y más adelante SUVs con ciertas capacidades. Pero desde que cambié el Juke por el Superb, lo único que me quedaba para ir al monte era una Derbi Senda de enduro con la que me lo pasé muy bien antaño, pero a la que últimamente no le estaba sacando mucho partido por las limitaciones de no poder llevar acompañantes ni herramientas, o poder usarla únicamente cuando hacía buen tiempo. Así que anuncio la moto y me dispongo a buscar una alternativa todoterreno con la esperanza de encontrar algo con lo que saque de la venta, aunque le tenga que arrimar unos pocos cientos de euros más.
Estaba condicionado por el tamaño de mi garaje, en el que me cabría otro coche que no pasase mucho de 4 metros, y además lo quería con enganche porque mis otros dos coches actuales no disponen de él y a veces me veía obligado a pedir favores teniendo mi remolque muerto de risa. Al principio pensé en un todoterreno puro, ya que lo de moverme en carretera lo tengo resuelto, y la primera opción fue un Lada Niva, pero por alrededor de 1.500 € difícilmente se encuentra algo más que chatarra. Además, es un coche con fama de estar siempre medio roto (aunque nunca roto del todo), y su consumo de gasolina también es legendario. A los Samurais y Vitaras les pasaba más de lo mismo en cuanto al precio, por no hablar de los Montero IO… parece mentira el valor que conservan este tipo de coches, supongo que tienen mucha demanda relacionada con el mundo de la caza.
Entonces, cuando ya lo estaba dando por imposible, de repente me cruzo un día con un HR-V de primera generación y me pregunto, ¿y por qué no? Es un coche que ya en su día me gustó y ahora lo estaba pasando por alto, por olvido, porque apenas se vendió en mi zona. En una localidad de 10.000 habitantes, el mío es el único HR-V de primera generación. No es un todoterreno, pero para el uso que le voy a dar llega y sobra.
La compra
Me pongo a buscar por internet y descubro que la mayoría son 4×2, 4×4 hay menos pero también se encuentran, y muy pocos tienen enganche de remolque. Cuando apareció el cliente para la moto ya tenía apalabrado un VTEC, pero el vendedor se echó atrás el día antes de ir a verlo. Me quedó esa espinita porque para mí, un Honda sin VTEC es como un Audi sin Quattro, pero qué se le va a hacer.
La segunda opción era un 1.6i con 340.000 km, y tras una conversación con su dueño dejo el trato casi cerrado y me dispongo a ir a verlo unos días más tarde. El coche está mecánicamente bien: circula a diario, tiene todos los mantenimientos al día, correas y líquidos cambiados hace poco, le funciona todo (aire acondicionado, cierres, elevalunas…), viene con una baca Thule, y repartidos entre el maletero y los asientos traseros me espera un juego adicional de neumáticos de invierno montados en sus respectivas llantas de aleación. El motor tiene una pequeña fuga de aceite (un par de gotas a la semana por la junta de la tapa de balancines, nada preocupante), presenta roces mal reparados en las 4 esquinas de las defensas y algún que otro bollo menor, pero por 1.500 €, ¿qué más se puede pedir? Por lo demás enciende al toque, el motor suena redondo y el cambio va suave y preciso. Me comentó el propietario, un residente de lo que ahora llaman la España vaciada y con más de medio siglo a sus espaldas, que lo suyo es llevarlo a 80 o 90 km/h. Y efectivamente él debía llevarlo así, porque al principio el motor se nota perezoso para pasar de 3.000 rpm. Nada que no se solucione estirándolo progresivamente durante unos días.
Me lo llevo puesto e inicio el camino de vuelta un viernes a las 4 de la tarde y a 4 comunidades autónomas de mi casa, conduciendo un coche de 20 años. Lo pienso fríamente y me empiezo a alegrar de que no sea un Niva. Lleno el depósito, y tras 5 horas para casi 500 km me planto en casa sin demasiado cansancio. Sí, menos mal que no era un Niva.
Aunque los motivos fundamentales para su compra eran el campo y tirar del remolque, al final se ha convertido en mi coche favorito para los pequeños recorridos por mi localidad y alrededores. Le estoy sacando más partido de lo que pensaba, e incluso lo llevo en ciertas ocasiones a pequeños viajes.
El coche
Estamos a finales del siglo XX, la irrupción de los SUV aún no se había producido, apenas estaban los RAV-4, CR-V o Freelander, que se vendían como todoterrenos light. Entonces, y quiero pensar que medio borrachos en una cena de empresa, los de Honda debatían acerca de cómo sería su próximo coche:
- ¡Hagamos un todoterreno!
- ¡Si no sabemos hacer de eso! Además lo estamos petando con los coches pequeños de aspecto deportivo.
- Pues que parezca un cupé y le ponemos la tracción del CR-V.
- Y el frontal del Integra, ¡no te jode!
- Pero los todoterrenos son altos y cuadradotes por detrás.
- Me vale, pero que lleve un alerón grande…
- ¡Y que los de marketing lo vendan para la ciudad!
- [carcajadas].
Entonces llegaron el lunes a la oficina, y el jefe les mandó ponerse manos a la obra con lo que habían hablado durante la fiesta. No cabe otra explicación, pero a veces las ideas locas funcionan.
El resultado estético puede gustar o no, a mí me encanta. Le metieron un interior de cuatro plazas, con anchura suficiente en todas ellas, pero poco espacio para las piernas en las traseras, y un maletero no muy grande pero suficiente para llevar los cacharros del día a día. No es el coche ideal para irse quince días de vacaciones con toda la familia y su equipaje.
El aspecto y materiales de su interior están en consonancia a lo que ofrecían otros productos de la casa en aquellos tiempos, todo con plásticos duros y duraderos. Le pusieron dos guanteras con tapa, un montón de huecos y posavasos.
Su equipamiento era cerrado, siguiendo la tradición japonesa (el único opcional era la pintura metalizada), pero medianamente completo para la época: elevalunas y espejos eléctricos, cierre centralizado con mando a distancia, aire acondicionado, doble airbag, ABS… se echa en falta un climatizador automático y a algunos tal vez les sobre el techo solar.
Para moverlo tomaron el motor 1.6 de la serie D, y lo montaron a babor. Es un bloque de carrera larga, monoárbol en cabeza y 16 válvulas, más económico y menos prestacional que el supercuadrado de la serie B. Lo ofrecieron en dos variantes: una con distribución “tradicional” y 105 cv (el mío), y la otra con VTEC y 125 cv. Es un motor silencioso y una vez caliente apenas se oye al ralentí desde el interior del coche, cuenta con unos bajos razonables para ser un atmosférico, y no protesta incluso llevándolo más allá de las 6.000 rpm.
La caja de cambios de 5 velocidades contaba en ambos casos con los mismos desarrollos. La primera es lo suficientemente corta para moverse sin problema fuera de carretera, aún en pendientes muy empinadas. Con la marcha atrás no ocurre lo mismo y es fácil calarlo. En autovía, clava los 120 km/h reales en quinta a 4.000 rpm.
El sistema de tracción integral no cuenta con reductora, es de accionamiento automático, completamente hidráulico (sin electrónica) y acopla el eje trasero sólo cuando patina el delantero. No es precisamente lo más eficaz del mundo, pero hasta ahora nunca me ha dejado tirado. Sí, a veces se notan pérdidas de tracción, pero normalmente se recupera enseguida y el bicho continúa andando sin demasiadas dificultades. A veces, en fuertes subidas con barro fresco y vegetación, hay que afrontarlas con cierta inercia y asumiendo que el coche va a patinar, mantener el pie izquierdo alejado del embrague y no asustarse por ver subir el tacómetro hasta 5.000 rpm mientras se busca agarre girando el volante a un lado y al otro. Lo que suele marcar la diferencia en estos casos son los neumáticos, y en alguna ocasión me encontré con más dificultades conduciendo coches teóricamente más aptos.
Las suspensiones cuentan con esquema tipo McPherson delante y un “exótico” eje trasero De Dion (palieres y diferencial externos al eje rígido) guiado con barra Panhard. Al final consiguieron un coche cuyas aptitudes todoterreno engañan mucho, y para bien. Mide 4 metros de largo y 2,35 de batalla, tiene 201 mm de altura libre (tan solo 4 mm menos que un Toyota Land Cruiser actual), por lo que es muy difícil empanzarlo. Eso sí, no cuenta con cubrecárter que lo proteja llegado el caso, pero es que para necesitarlo hay que pretender meterse en trialeras o cortafuegos, en pistas forestales es casi imposible por muy rotas que estén. Nada mal para un coche que se vendía con un enfoque claramente urbano y que nunca pretendió ser un todoterreno. En ese aspecto, ser un “peso pluma” de poco más de 1.200 kg también ayuda.
En autovías y carreteras rápidas se defiende muy bien a velocidades legales, pero tampoco invita a explorar lo que ocurre mucho más allá. Al fin y al cabo es un coche alto, corto, estrecho y ligero, que reacciona a cualquier insinuación del volante. Por lo demás, tiene carácter subvirador y es fácil de conducir. Tiene una cantidad de potencia razonable, y es divertido exprimirlo en rectas y subidas. Adelanta dentro de lo que se puede esperar para un coche de su peso y potencia, siempre y cuando se inicie la maniobra en la marcha adecuada, por encima de las 4.000 rpm y se estire hasta las 6.000 o un poco más. Su capacidad de frenado tampoco tiene duda, a pesar de sus tambores traseros. Lo que más lo limita es el paso por curva, que sin ser malo ni inclinar demasiado, no es el de un turismo.
Sus consumos reales son muy razonables para un coche de su época y tipo. Se consigue fácilmente rondar y bajar de 8 l/100km en carretera con conducción alegre, y no más de 10 l/100km en ciudad. Mi promedio de Spritmonitor no llega a los 9.
En definitiva, estoy muy satisfecho con el cambio de la moto por este SUV, que tiene unas capacidades difíciles de encontrar en los que se venden nuevos hoy en día, y que supone una alternativa económica para los que busquen un todoterreno de muy bajo presupuesto y no lo vayan a destinar a competir en trialeras. Espero no tardar mucho en pintarle las defensas y cambiar esa junta de tapa de balancines, y con eso creo que tengo cubiertas mis necesidades de movilidad para una buena temporada.
Daniel Formoso