Capítulo II. Lugo.
La Muralla
Datos de la muralla
Fecha de construcción: Siglo III
Longitud: 2 km
Anchura máxima: 7m
Anchura mínima: 4 m
Altura máxima: 10 m
Altura mínima: 6 m
Número de cubos: 85
Muy cerca del colegio al que iba de pequeño había un acueducto romano. Todos los años nos llevaban de excursión. Éramos pequeños y la señorita no nos dejaba pasar por encima del puente, pero sí nos dejaban pasar hasta donde había unas cadenas que no impedían el paso si uno quería saltarlas, pero que delimitaban lo que era legalmente accesible. Era muy pequeño y no sabía lo que eran los romanos, ni podía entender lo que significaban dos mil años. De hecho todavía no soy capaz de hacerme una idea de qué significan 2000 años.
Sin embargo, y a pesar de que no era capaz de entender nada, aquel acueducto, con sus arcos, me parecía mágico. Estaba solo y desprotegido, en mitad del campo. La señorita nos explicaba que los romanos lo utilizaban para llevar agua a Tarragona. Yo no entendía qué tenía que ver aquel acueducto con el agua, alrededor de aquellos arcos no había agua por ningún sitio y el agua salía del grifo todos los días. No entendía nada, pero aquella construcción me parecía mágica y recuerdo que tocaba sus piedras, las acariciaba, sin acabar de creerme que esa construcción pudiera ser tan antigua como nos decían, con lo bonita que era y lo abandonada que estaba en mitad del campo.
Las murallas de Lugo no se parecen en nada al acueducto romano de Tarragona. Estoy acostumbrado a ver construcciones romanas de piedras grandes y la muralla romana de Lugo está construida principalmente con pequeñas piedras de pizarra. En la muralla de Tarragona, a la que yo estaba acostumbrado, las piedras son enormes. Ver las piedras pequeñas de Lugo me hace ilusión. Me parece una muralla mucho mejor adaptada a un sistema de transporte como el de hace dos mil años que la de Tarragona. Las piedras pequeñas las puede transportar cualquiera. El transporte de piedras pequeñas se puede dosificar mucho mejor que el de piedras grandes. Todo el mundo puede llevar una piedra pequeña, contribuir en algo. Sin grandes sistemas de transporte es factible realizar una muralla de piedras como la muralla de Lugo. Sin embargo, para construir una muralla de piedras grandes es necesaria una técnica de transporte mucho más elaborada, que irremediablemente supondrá cuellos de botella.
Caminar sobre la historia
He leído que los materiales con los que está construida la muralla de Lugo abundan en las cercanías. Lo que no sé es qué entendemos por cercanía en la actualidad cuando pensamos en las construcciones de hace 2000 años. ¿De dónde provenían las grandes piedras de granito de la muralla de Lugo? ¿Dónde estaba la cantera de granito? ¿A cinco kilómetros? Hoy en día cinco kilómetros no son nada, pero hace 2.000 años tenía que ser muy costoso mover una piedra de 200 kg. ¿Podría transportarla una mula? ¿Las llevarían de una en una en mulas? Si hubiera podido prestarle el Kia Sorento a los trabajadores que construyeron la muralla, seguro que les habría hecho un gran favor. Pero además del coche habría tenido que poder regalarles un poco de combustible o un poco de electricidad si fuera enchufable. Hace 2000 años no tenían casi de nada. Bueno, hace 300, tampoco.
Caminar por encima de las murallas de Lugo te hace sentir como si caminaras por encima de la historia. Piensas en el esfuerzo que debió suponer aquella construcción hace dos mil años. Los brazos y las bestias que acarrearon aquellas piedras. Piensas en las poleas y las cuerdas que se romperían, la poca esperanza de vida de quienes la construyeron, las defensas que lograron con aquellas construcciones y sientes que paseas un metro por encima del suelo
En la muralla romana de Lugo, muchísimo más ancha que el acueducto romano de Tarragona, no es necesario que nadie te lleve de la mano para caminar hasta la cadena. Incluso hay una rampa por la que pueden subir coches y es posible circular en coche por encima de la muralla, si bien no está permitido. Con todo, más de una persona me ha contado que ha ido en coche por encima de la muralla, aunque no en fechas recientes. “El adarve nunca estuvo abierto al tráfico” me asegura Arturo Reboredo, periodista de El Progreso.
No he intentado subir el Kia Sorento al adarve, pero gracias al inspector Mera he podido colocar el coche frente a la Mosquera para hacerle una foto y sacar de fondo los ventanales del piso superior en la zona donde está conservada el segundo piso de la muralla.
Una muralla que cobija
El inspector Mera, de la policía municipal de Lugo, ha sido amabilísimo y servicial. Le he preguntado por cómo llegar a la Mosquera para hacerle una foto al coche porque en el concesionario Kia de Lugo me habían recomendado que le hiciera una foto al coche en ese punto, que estaba cerrado al tráfico desde el día anterior. Pues bien, se ha subido en el coche municipal, me ha guiado hasta la Mosquera, ha quitado las vallas para que pudiera meter el coche y me ha atendido en todo momento.
No hay muralla en el mundo que tenga valor si no hay un inspector Mera que se lo dé. Gracias Inspector.
Además de mi paseo por el camino situado sobre la muralla, he caminado la muralla por el exterior del muro, un paseo totalmente diferente al que se percibe desde la parte superior. Desde el exterior se ven detalles de la construcción imposibles de captar desde arriba. Ese paseo puede hacerse en coche en buena parte del recorrido, aunque a pie resulta mucho más reconfortante.
También he caminado Lugo por el interior de la muralla y la primera noche en esta provincia he dormido protegido por sus paredes. Alguna vez en la vida habrá que dormir dentro de la muralla lucense. Seguro que algo de la radiación cósmica que emiten sus piedras milenarias, no como el resto de piedras, se queda impregnado en la piel de quienes han dormido en su interior.