Capítulo II. Lugo.
El Muiño de Lamela
Datos del Muiño de Lamela
Población: Rodinso, Castroverde
Año de construcción: 1814
Año de reforma: 1914
Último año de explotación: 1963
¿Desde cuándo existe el pan? ¿Y la harina? El ser humano ha tenido que moler trigo, centeno, cebada o cualquier otro elemento que permitiera producir harina para hacer pan desde hace miles de años. Sabemos con seguridad que hace 10.000 años ya existía pan y para que existiera pan antes tuvo que existir harina. En la actualidad compramos la harina en saquitos en el supermercado a precios irrisorios, pero hace 300 años conseguir un saquito de harina podía costar horas y horas de esfuerzo. No todas las personas tenían acceso a un molino. Los molinos son una invención moderna de la humanidad. Antes de conocerlos o para quien no tuviera acceso a un molino, para moler trigo, normalmente las mujeres, frotaban una piedra sobre otra durante todo el día, para alimentar a su familia.
Los sistemas de molienda fueron evolucionando, hasta que llegaron los molinos rotativos con los que la productividad se multiplicó. De esos molinos rotativos, hubo unos que se denominaron de sangre, porque estaban movidos por esclavos, que seguro que necesitaban comer buena parte de la harina que producían para seguir alimentando la rueda. De los esclavos se pasó a los bueyes y en un siguiente paso, todavía antes de Cristo, el ingeniero romano Vitruvio, cuyas directrices también sirvieron para construir la muralla lucense, inventó un sistema para que el molino fuera movido por agua.
Desde la invención de los molinos movidos mediante energías no animales, se convirtieron en todos los lugares en los que fueron capaces de construirlos centros de reunión y actividad social. Moler la harina llevaba su tiempo y eso obligaba a esperar. La habilidad de los molineros para moler la cantidad adecuada de cereal según la capacidad de cada sistema, la separación y velocidad de las muelas, determinaba la cantidad y también la calidad de la harina y por tanto del pan. Los molinos, de agua o de viento, aquellos contra los que se enfrentaba nuestro querido hidalgo caballero en busca de andanzas, que emulábamos en Alicante, han sido durante siglos los centros de generación de riqueza, es decir, de alimento fundamental, para generaciones y generaciones de ciudadanos de nuestro país. No es descabellado pensar que en muchas zonas los molinos determinaban la cantidad de población que podía vivir en un lugar. El abasto de harina, elemento fundamental para la alimentación durante tantísimo tiempo, era clave para la subsistencia.
Con noria desde 1914
En busca de uno de esos molinos, restaurados, me perdí por Castroverde, población situada al Este de Lugo. Iba en busca de uno de los escasos molinos de noria que ha habido en Galicia: el “Muiño de Lamela”. Es un molino moderno. Data de 1814. “Inicialmente era un molino tradicional gallego, de rodicio, pero en 1914 fue mejorado y se le instaló una noria que permitió incrementar su rendimiento y la calidad de la harina que se producía. «Junto con la noria se importó una muela desde Francia”, nos cuenta Jesús Lamela, heredero del molino y responsable de su restauración. Una muela que probablemente fuera de sílex (en Francia producían muelas de sílex y en España las importábamos), material que no desgastaba y que por tanto no obligaba a limpiar la harina de los restos de granito, como ocurría con las muelas tradicionales de granito (Así me lo explicaron en el Museo de la molinería, en Morata de Tajuña).
Una muela de molino, que según me explicaron también en Morata de Tajuña, podía pesar dos toneladas. En 1914, esa piedra, cuyo peso vendría determinado por la potencia de la noria y por el caudal de agua, venía de Francia hasta un rincón de Lugo llamado Rodinso, en Castroverde. En aquellas épocas, la muela vendría probablemente sobre un carro tirado por bueyes, a trompicones por los caminos. Un carro que fácilmente pudo romperse en más de una ocasión con tanto peso, tan concentrado. Y luego llevar la piedra desde el carro hasta el interior del molino. Sin grúa eléctrica ni posibilidad fácil de crear un punto de apoyo para instalar una polea. Ahora todo es sencillo, con un motor de combustión que hace que funcione una grúa que levanta la piedra y la coloca sobre su aposento en el molino, quizá antes de poner el tejado de la casa. Pero hace sólo cien años mover unos pocos metros una muela de dos toneladas debía de ser una tarea hercúlea.
El Café Pombo
Suso, Jesús Lamela Escobar, el actual dueño del Molino de Lamela me cuenta con pasión la historia de su molino y de su familia. “Toda la riqueza para la transformación del molino en 1914 provino de un bar de Madrid, situado en la calle Carretas, 4. El Café Pombo, del que habla Ramón Gómez de la Serna en sus escritos. El café Pombo era de mi bisabuelo, Eduardo Lamela”. El dinero ganado por Eduardo Lamela gracias al Café Pombo permitió abrir una escuela situada muy cerca del molino en un edificio hoy abandonado y también adquirir un edificio entero en la glorieta de Bilbao de Madrid, heredado por Manuel Lamela, exconsejero de Sanidad de la comunidad de Madrid y primo de Jesús Lamela Escolar.
Sorprende visto desde ahora la cantidad de dinero que generaba este café de Madrid, a diferencia por ejemplo de lo que generaba un molino, que en principio parece un elemento que produce más riqueza porque aprovecha la energía del agua para procesar el trigo y generar alimento básico para toda una población que de otra manera no tendría un medio de subsistencia claro. Sin embargo, un café en Madrid, que reunía a “charlatanes de tertulia” generó dinero para mejorar ese molino, crear una escuela, adquirir un edificio en la glorieta de Bilbao de Madrid e incluso comprar unas campanas para la vecina iglesia de Vilabade (por la que pasé, pero no fotografié porque había un par de coches aparcados que me molestaban para la fotografía).
De la adquisición de esas campanas, Jesús Lamela me ha enviado una copia de la factura y de la carta del suministrador, de Salamanca. Unos documentos joya, que publico en la galería.
Su padre nació en el año 23 del siglo pasado y cuenta Jesús Lamela que cuando nació ya tenían luz eléctrica, que se producía con el agua poco después de pasar por el molino. «Pero esa luz sólo daba para 4 bombillas en casa».
Desde Lugo me perdí varias veces por distintas carreteras para llegar hasta el Muiño de Lamela. Los molinos, como las murallas, como los sistemas de transporte de carbón de las minas, son obras de ingeniería majestuosas que siempre me sugieren las mismas preguntas. ¿Cómo se vivía cuando había tan poca energía a disposición de los ciudadanos para generar riqueza?