Capítulo IV. Jaén
Dos puentes sobre el Guadalquivir
Datos de los puentes.
– Puente Romano de Andújar
Fecha de construcción: Incierta
Longitud: 310 m
Anchura: 7,5 m
– Puente de San Bartolomé. Marmolejo
Año de inauguración: 1587
Longitud: 129 m
Anchura: 7,25 m
Los puentes son como los ríos. Unen y separan, sirven para transmitir fuerza, para llevarla de un punto a otro y también son una barrera. Los ríos y los puentes son uniones y barreras ortogonales. Unen y separan perpendicularmente. Los ríos llevan la fuerza del agua por todo su cauce y con poco desnivel el agua recupera velocidad y gana energía para mover molinos y aspas de forma casi indefinida, mientras haya un desnivel y un cauce adecuado. Son una fuente de energía inagotable, con lluvias y caudal. En «La tierra me mueve» hablo de puentes porque para mí son igual que los ríos, elementos que pueden ser muy bellos, que ayudan mucho a la movilidad y que pueden tener inconvenientes, sí, pero en contrapartida aportan grandes ventajas.
¿Como lo harían?
El denominado «Puente Romano» de Andújar, quizá no sea romano. En un cuadro informativo situado a la entrada del puente, dirección Andújar, dejan claro que posiblemente no sea romano. Entiendo que el dato es relevante en términos de precisión histórica, pero es absolutamente irrelevante en términos de dificultad de construcción y de bienestar y riqueza aportada a todos los ciudadanos que se han beneficiado de un puente tan majestuoso y sublime durante siglos y siglos.
Desconozco en qué siglo estará construido ese puente. Desconozco de dónde sacaron las piedras para construirlo, cómo las transportaron, cómo consiguieron aislar de agua la zona de las pilonas, cómo hicieron para tocar fondo y que la base cenagosa del río se transformara en un punto de apoyo sólido, cómo hicieron para que la curvatura de los arcos encajara para coincidir con la zona en la que tenían establecidos los puntos de apoyo y cómo montaron piedra sobre piedra colgados en el abismo de agua. Desconozco todos los datos del montaje de los puentes de los romanos (y de los posteriores), pero me maravilla verlos. Me parece casi irrelevante si fueron los romanos o no quienes lo construyeron. En realidad, me cuesta mucho hacerme una idea de lo que significan 2.000 años. Soy capaz de repetir la cifra, pero no la conceptualizo con precisión. 2000 años. Ni siquiera sé si es mucho tiempo o poco.
Herramientas de la humanidad
En cambio, sí soy capaz de hacerme una idea de la dificultad de construir un puente sin la capacidad energética que tenemos ahora, sin máquinas de vapor, sin motores de combustión, sin electricidad. Me maravillan todos los puentes del mundo. Todos ellos son enormes herramientas de la humanidad para acercar, para transportar, para vivir mejor y también para invadir y destrozar.
Sobre el «Puente Romano» de Andújar, todavía pasan coches y camiones, en dos sentidos. Es suficientemente ancho. También me maravilla que sea así de ancho. ¿Habría carruajes así de anchos en aquella época o era para que cupieran las catapultas móviles?
Supongo que las crecidas del río dificultan adecentar las riberas del Guadalquivir a su paso por Andújar. Es una pena enorme, porque me parece uno de los sitios más agradables para pasear que pueda imaginarse.
Más trabajo para los duendes
Aguas abajo del Guadalquivir, pocos kilómetros después, el río con color de aceite pasa bajo otro puente bellísimo, el puente de San Bartolomé, en Marmolejo, que si no me ha fallado mi observación visual lejana, es el último puente sobre el Guadalquivir en la provincia de Jaén.
No es un puente tan imponente como el «Puente Romano» de Andújar, pero con el mismo valor para la curiosidad. De este puente me sorprende especialmente lo que me dijo Encarni, la guía del Balneario de Marmolejo. «Está hecho con piedra azucareña, llamada así porque se deshace como el azúcar». En mis reportajes no tengo el objetivo de contrastar todo lo que me dicen y por tanto desconzco si la piedra del puente de Marmolejo se deshace como el azúcar o no. Lo que sí sé es que aparentemente el puente lleva varios siglos construido y las piedras no se han disuelto en el agua. O quizá sí. ¿Quién sabe? Y por la noche vienen los duendes a reponerlas.
Por lo que he leído, no recuerdo dónde, los puentes de Andújar y de Marmolejo están hechos con la misma piedra. Doble trabajo para los duendes.