Capítulo IV. Jaén
Enviado especial al Pico Mágina
Datos
Localización: Sierra Mágina
– Pico Mágina
Altitud: 2164 m– Peña de Jaén
Altitud: 2147 m
Desde que existe el Equipo Kia, todos los picos que suba en solitario serán en su nombre, como enviado especial. Para un periodista, ser enviado especial a un acontecimiento suele ser motivo de alegría, o quizá las cosas hayan cambiado. Antiguamente, los enviados especiales solían ser periodistas experimentados que contaban con la confianza de los jefes. Un enviado especial, normalmente, tenía un trabajo duro por delante, porque alejado de su medio natural y de sus fuentes, se enfrentaba a un acontecimiento desconocido con la misión de informar a su audiencia con rigor, precisión y de forma amena.
Un enviado especial podía cubrir igualmente una cumbre política muy técnica, entre los mandatarios de dos países cualquiera, que un suceso tremebundo como la explosión de un camión de gas en un camping de la costa. En la cumbre política podía tener que bregar sobre los acuerdos incumplidos por ambas partes en un conflicto político-religioso de un enfrentamiento que se prolongara durante décadas y sobre un posible acuerdo de paz que tuviera en vilo al mundo y la explosión de un camión cisterna tendría que exponer las causas técnicas, los sistemas de seguridad del camión, la composición de los gases y por qué motivos la explosión fue a nivel del suelo y no a la altura de las nubes.
Sin ayuda del GPS
Los enviados especiales somos un cuerpo de periodistas de élite, o así lo pienso yo, y por ese motivo el Equipo Kia me confía las tareas complicadas como la subida al Pico Mágina. (Ninguna dificultad)
Para hacer acreedor de tan difícil misión periodística, decido subir en soledad, «al alba y con tiempo duro de levante» (en realidad, ligera brisilla y 17 grados de temperatura), sin ayuda de ningún sistema de navegación por GPS. Llevo el teléfono móvil conmigo ya que voy solo y aunque voy con muchísimo cuidado no estoy a salvo de una caída traicionera.
En la primera praderita me pierdo porque dejo de ver los hitos en forma de montañita de piedras que marcan milimétricamente el camino. Como no veo las montañitas de piedra, sigo mi intuición que me dice que tengo que rodear por la izquierda y dejar a la derecha el primer farallón de rocas. Después de unos 20 minutos buscando infructuosamente el camino por la izquierda, doy marcha atrás hasta que regreso a la praderita y bordeo las rocas por la derecha. A los pocos metros de haber tomado la segunda decisión, encuentro de nuevo el hito que marca el camino y que ya no dejaré de perseguir hasta la cumbre.
Intranquilidad desorientada
Qué bien se sube a las montañas cuando sabes con seguridad que vas por el camino correcto y qué desagradable resulta caminar sin la certeza de que no te has perdido. Quizá no fueran ni las 9:00 de la mañana. La excursión total entre subir y bajar no dura más de cinco horas a ritmo lento. Tenía todo el tiempo del mundo y no había ningún problema de ningún tipo. Llevaba agua suficiente, un GPS desconectado en el bolsillo y sabía que si caminaba unos metros encontraría visualmente el coche aparcado al fondo del camino. Aun así, me sorprende el contraste. Perderme por carreteras no me supone el más mínimo trastorno y en cambio perderme en caminos en la montaña me hace sentir una pequeña intranquilidad. La razón me dice que no tengo que preocuparme, pero el cuerpo, en algún lugar indeterminado, me transmite su desasosiego.
Es un desasosiego que desaparece mágicamente a la vista de una montañita de piedras que te indica que vas por el camino correcto. Al ver la montañita de piedras no estás ni más cerca del coche, ni tienes cobijo, no te dan nada de comer, pero el malestar desaparece instantáneamente. Y como las montañitas están muy bien puestas y desde cada montañita de piedras ves la montañita siguiente, subir hasta el Puerto Mágina se transforma en una tarea facilísima para este enviado especial. El día no es muy nítido y las fotos no son buenas, pero no todo va a ser tan fácil como encontrar una montañita de piedras en el camino.
Peña de Jaén
Ya de bajada, en un cartel en el camino que señala la bifurcación hacia el Pico Mágina y la Peña de Jaén, dudo de si subir a la Peña de Jaén. Sigo hacia abajo porque mi misión de enviado especial tenía encomendado subir al Pico Mágina y ya está cumplida. Sin embargo, 50 metros más abajo tengo el presentimiento, casi la certeza de que desde la cumbre de la Peña de Jaén veré el coche al fondo y en ese mismo momento doy la vuelta. Me hace ilusión hacerle una foto al Kia e-Niro diminuto desde lo alto de la Peña de Jaén. Le cojo cariño a los coches, porque siempre te esperan abajo, te llevan a los sitios, te protegen de la lluvia, del frío y del calor y además son un componente esencial del Equipo Kia.
Doy la vuelta y enfilo hacia la Peña de Jaén que además del paisaje tiene un nombre que me gusta. La peña de Jaén es por quien he hecho este viaje y me ha tratado muy bien. Subir a la Peña de Jaén es también un homenaje a todos los jienenses y a sus 30 siglos de historia, desde la época de piedra hasta nuestros días, a los siglos de aceitunas molturadas y a los troncos retorcidos. La Peña de Jaen es una cumbre prácticamente de la misma altura que el Pico Mágina, pero tiene unas vistas más bellas y también resulta muy espectacular visto desde abajo, desde el coche.
Porque efectivamente, desde arriba se ve el coche y desde el coche se ve la Peña. Desde arriba hago una foto del coche y cuando hago la foto desde el coche estoy seguro de que se me ve arriba, pero tan pequeñito que resulta imposible de apreciar.
La tarea de este enviado especial del Equipo Kia es gratificante. Subir y bajar de estos dos picos tiene algunas zonas desagradables por la cantidad de piedras sueltas. Si subiera por placer y no como enviado especial, elegiría únicamente la Peña de Jaén. Desde arriba, siempre se podrá ver muy pequeñito el Kia e-Niro esperando abajo. A veces podrá parecer que no está. Para esos días, habrá que venir a km77 a ver la foto, para convencerse de que sí estaba allí. Para eso estamos los enviados especiales, para despejar incertidumbres.