Capítulo IV. Jaén
¡Gracias!
Datos de agradecimiento
Todos
Empiezo por dar las gracias a una persona que no podrá recibirlas, Eulogio Calleja, un ciudadano cuyo amor por la historia, por las herramientas, por saber cómo se trabajaba la aceituna en Jaén, desde la prehistoria, tiene un valor enorme para mí. Desconozco cuánta ayuda recibió por su dedicación y trabajo y tampoco sé cuántos agradecimientos, apoyos y muestras de admiración recibió. Si por mí fuera, a Eulogio Calleja le daría el nombre de una calle principal en Jaén, por delante de miles de nombres que ya recibieron demasiados halagos en vida. Eulogio Calleja era un trabajador que recorrió España entera en busca de trabajo, desde su Extremadura natal. No tuvo la posibilidad de dedicarse al estudio de joven, pero una vez jubilado estudió y construyó con sus manos y en miniatura la historia de las herramientas para producir aceite. Un trabajo con más valor que cientos de tesis doctorales. A mi juicio, claro. Yo le entrego hoy el título póstumo de «Doctor honoris causa» por la «Universidad Imaginaria de km77» en reconocimiento a su amor por el trabajo bien hecho, por la curiosidad que nos mantiene vivos, por la ejecución del detalle y por el legado que nos deja, que resume en miniatura la historia de un pueblo, sus patrias, dificultades y progresos. Toda persona y todo animal que haya pisado una almazara en los últimos 2000 años, que haya recogido una aceituna de un olivo, que haya comerciado con aceite, que haya visto olivos desde el amanecer al anochecer, está representada en la obra de Eulogio Calleja. No puede haber contribución más grande a todo un pueblo.
Esta historia de la producción del aceite, está directamente relacionada con la evolución del aprovechamiento energético de la humanidad, que tanto me interesa: energía de las sangre (humana o animal), del viento (no sé si hubo almazaras movidas por viento, pero seguro que por lo menos se intentaría), del agua y posteriormente la electricidad y las diferentes formas de obtenerla. Hasta el siglo pasado se utilizaron almazaras de sangre y de agua en Jaén. Eulogio Calleja muestra cómo se llegó hasta ellas, desde los romanos.
También le doy las gracias a otra persona con la que no he tenido contacto. Anuncia Carpio, porque he copiado varios textos suyos para este reportaje, porque he leído un informe suyo sobre el estado de muchas almazaras en Jaén y la posibilidad de recuperarlas para un museo y porque mantiene constantemente el espíritu crítico con el objetivo de mejorar. Como Eulogio Calleja, Anuncia Carpio demuestra un amor potente a Jaén y a su historia, aunque ninguno de los dos naciera en Jaén.
Encarni y Lorena
Encarni Ramírez y Lorena Moreno, que trabajan en el Balneario de Marmolejo. A Encarni, le agradezco todo. Que viniera a buscarme recién bajado del coche cuando yo todavía no sabía ni por qué había entrado al balneario, no sabía qué buscaba, como casi siempre. Pero no sólo por recogerme e invitarme a visitar el balneario. El mayor agradecimiento es por pronunciar y mostrarme una herramienta de transporte cuya denominación no se me olvidará en la vida: «Tranvía de sangre». La primera vez que oí hablar de un molino de sangre, no hace tanto tiempo, me impresionó el nombre. Fue en el Museo de la molinería de Morata de Tajuña, en Madrid. Tampoco se me olvida. Rosa, la chica que nos mostró el molino, lo atribuyó a sangre de los esclavos. Posteriormente, supe que el concepto se extendía a todo molino movido por seres vivos.
Después leí sobre almazaras de sangre en Jaén iba en busca de ellas, pero me topé con el Tranvía de sangre. Que fuera sobre vías y movido por mulas me dejó más perplejo todavía que el nombre. Gracias Encarni.
Y muchas gracias también a ti, Lorena, por darme todo tipo de facilidades para realizar otras visitas y, sobre todo, por facilitarme las fotos históricas del Balneario. Os deseo mucho éxito con el proyecto de darlo a conocer.
Gracias a Baltar, que me vio perdido (como siempre) en Torrequebradilla y me echó una mano. Como iba con un Kia Xceed le pregunté si estaba contento con el coche y me dijo que ya tenía otro pedido para alguien de su familia, si no recuerdo mal. No me dejó hacerle una foto a él, pero me dijo que yo podría hacer fotos bonitas en Pagos de Torralba. Me perdí hacia donde me dijo y no conseguí la foto definitiva, pero hice lo que pude.
Gracias también a Sole, que fue muy amable en la recepción del hotel de Mengíbar y me dijo cuáles eran sus puntos preferidos de Jaén capital.
A vosotros, no, Equipo Kia
Aunque siempre viajo de incógnito, a veces tengo que identificarme, como cuando le pedía fotos antiguas del Balneario de Marmolejo a Lorena. Por este motivo llamó a Antonio Salas, de Arjona, que tuvo la deferencia de hacerme de guía durante una visita guiada por Arjona para mí solo. Muchas gracias, Antonio, por tanta atención.
Gracias a Kia, claro, por hacer esto posible y por la confianza. No sé si consigo transmitir lo que siento con estos reportajes. Estoy descubriendo sitios de España desde una perspectiva desde la que nunca había mirado. El coche me lleva y gracias al coche puedo conocer miles de detalles que me parecen apasionantes. Historias, personas, pueblos, herramientas, paisajes, viajes y montañas se mezclan sin demasiado criterio en estos artículos. Son un experimento posible gracias a vosotros. Este viaje ha sido el primero de «La tierra me mueve» que he realizado con un coche eléctrico 100%. Para este tipo de recorridos en el interior de una provincia, de entre 200 y 300 kilómetros al día, el eNiro de gran autonomía ha sido el coche perfecto.
Por último, gracias a todos quienes leéis estos artículos y me dais ánimos. En especial a amigos y familiares, que me dais ánimos en momentos de zozobra y duda.
A vosotros no os doy las gracias, Equipo Kia. Porque me habéis dejado solo. Esta vez os he sustituido por otros montañeros, que han puesto montañitas de piedras por todo el recorrido para que no me perdiera. Muchas gracias, me han sido de mucha ayuda. Para colaborar yo también, he reconstruido una que estaba semiderruida. Entre todos, cuesta menos ayudarnos a no perdernos.