Capítulo III. Asturias
Molinos del Río Profundo
Datos del recorrido
Sendero homologado Nº: PR-AS 137
Distancia: 15 km aprox. ida y vuelta
Desnivel: 275 m aprox.
La ruta de los molinos del Río Profundo es deliciosa para la vista, para el oído y para la mente. Sería igual de bella si no tuviera molinos, porque los molinos están derruidos y en muchos casos cubiertos de vegetación, por lo que se confunden con el paisaje. Sin embargo, la presencia de los molinos, aporta. Que haya 17 molinos en el entorno de ese río es un estímulo para pensar continuamente y hace el paseo mucho más ameno.
Al caminar por el río, las preguntas salen a chorro. ¿Desde dónde traían el cereal? ¿A cuántas familias alimentaría cada molino? ¿Dónde vivían esas familias? ¿Qué hacían quienes llevaban el cereal a moler, pedían cita cada vez que llevaban grano para la siguiente molienda? ¿Cómo se organizaban para no coincidir todos a la vez o para que el molino no estuviera parado? ¿Dónde almacenarían el trigo durante el año, en los hórreos? ¿Tendrían los molineros establecido un sistema de transporte para vender más caro el producto procesado? ¿Podría un mulo recoger el trigo de varias familias a la vez para abaratar costes de transporte? ¿Si no pedían cita, paraban los clientes en el primer molino disponible y los más distantes sólo se ocupaban por saturación de los primeros? ¿Tendría que espabilarse mucho el molinero del molino más alejado de la población para producir una harina de mayor calidad? ¿Tanto cereal había en las cercanías como para montar 17 molinos? ¿Cómo llevarían por ese camino las piedras de moler?
Quién me ha robado mi harina
Preguntas para las que no tengo respuestas. Caminando por entre los molinos pensaba en que hace 200 años la importancia de los artesanos era enorme. Para competir entre todos esos molineros, y con la dificultad de cada construcción, cada eficiencia, cada chorro de agua, cada piedra de molino, era imprescindible que el artesano trabajara bien para ganar clientela. Ahora, con la harina industrial y los molinos eléctricos, todas las harinas son parecidas o idénticas, entiendo que exactamente como quiera conseguirlas cada fabricante. No tengo ni idea, pero supongo que mediante un ordenador se deben meter parámetros y toda la producción de harina debe de tener pocos contratiempos. (Mi próximo paso debe consistir en aprender de harinas).
Por deformación profesional, mientras caminaba también pensaba en la fabricación de coches, en las enormes diferencias que había hace 60 años y en las escasísimas diferencias que hay hoy en día. Recordaba el Kia Rio de hace sólo 20 años y pensaba en el Sorento que me estaba esperando río abajo. En sólo 20 años, una marca tan joven se ha puesto a la altura de cualquier otro competidor. Por no hablar de Tesla. Exactamente lo mismo que con las harinas. Hace 200 años en las harinas y 30 en los coches, las diferencias entre unos y otros, la importancia del artesano y del trabajador era enorme. Hoy en día, tengo la impresión de que la automaticación y la posibilidad de réplica son mucho mayores.
Los seres animados del bosque
Mientras pensaba en todo eso, también pensaba en mí. Creo que yo hubiera sido un buen molinero hace 200 años. Hubiera trabajado para que la rueda de mi molino aprovechara el movimiento del agua como ninguna, habría construido un pequeño embalse con su desagüe para los tiempos de sequía y hubiera fabricado la harina más dulce que imaginarse pueda, ¡para hartarme a comer pasteles! Me hubiera gustado construir una rueda de carga superior, invertir para amortizar y gastar menos agua, que es la forma de reducir la inflación. Sueños de 200 años después, al pie del molino, viendo pasar el agua.
Hay un elemento adicional que convierte La Senda de los Molinos del Río Profundo en un sendero mágico, que complementa perfectamente al paisaje y a los molinos. Elfos, busgosos (seres de la mitología asturiana), gigantes, «trasgos y duendes» realizados por el artista «Herny», según relatan en el diario La Nueva España. Felicidades «Herny». Este hombre, por iniciativa propia, ha esparcido delicadamente a lo largo del camino a estos seres de fantasía, que crean una atmósfera de cuento absoluto. La vegetación encarnizada, el sonido constante del agua, los molinos que también aportan algo de fantasía porque es imposible no imaginarlos con sus molineros y clientes, con los sacos de harina y sus alpargatas, con los pies descalzos andando por el río, con el sonido de las muelas y de las aspas golpeadas por el agua. En ese entorno fabuloso, los seres de «Herny» te transportan al mundo de la fantasía. Irremediablemente. Algunos, incluso, dan un poco de miedo. Maravilloso.