Pocas veces la comunidad aficionada al motor se ha relamido tanto como con el anuncio del lanzamiento de este desarrollo conjunto entre Toyota y Subaru. El pliego de condiciones del proyecto tenía los mimbres correctos para enamorar. Cuando Arturo de Andrés lo probó, también yo salivé con la prueba de este coche, tan idealizado por unos y otros: relativamente asequible, de potencia suficiente, de buen comportamiento, con un motor bajo, calzado adecuadamente y no exageradamente.
En aquella entrada de A. de A. yo llegué a escribir:
Magnífica prueba y genial recorrido por la historia con coches afamados y menos conocidos de lo que deberían.
Este coche bebe de las fuentes del automovilismo clásico para un público hoy moribundo; el Toyobaru es la reedición de un concepto de coche que tanto mimaba la industria británica, hoy muerta. Los ingleses hacían e hicieron este tipo de coches ligeros, de potencias suficientes, donde primaba el disfrute para conductores aventajados donde la interacción y la necesidad de conducir permanentemente el coche era la llave del producto.
Eficacia, eficiencia, efectividad como han sido definidas no son por necesidad sinónimo de diversión. La diversión es un valor distinto, un intangible, y que, muchas veces, puede encontrarse presente en un coche nada eficaz o efectivo. Siempre pongo como ejemplo un Hyundai Atos que tuve, coche con el que me he divertido como casi con ninguno. Ir a un ritmo ligero te obligaba a un uso recurrente del cambio, de buen accionamiento, su escasa potencia te obligaba a ir siempre en la relación correcta en el régimen de giro óptimo, a un punta tacón quitando tres hierros simplemente para llegar a una rotonda como en la frenada de una recta de circuito. Las estrechas gomas implicaban una facilidad pasmosa para cambiar de dirección, alejada de los coches calzados con los rodillos de hoy en día. Anticipación, comprensión de la enorme deriva de sus neumáticos.
Este Toyobaru tiene los ingredientes, potencia suficiente pero no excesiva, propulsión. Sólo resta por saber si el setup del coche lo convierte en otro coche de estética agraciada con los ingredientes correctos pero que no lo puedes jugar de atrás.
El problema es que aquél público, de la era dorada del automovilismo británico está moribundo. Hoy el público en general ya no tiene las manos que aquellos tenían porque hace décadas que no hay coches para ellos. Antes había más manos y buena cabeza para disfrutar sanamente máquinas que exigían conocimiento.
Pero hoy en día, yo no sé si quiero en el mercado coches juguetones para que me encuentre un petardo sorprendido y desbordado a la salida de una curva de montaña, con un gesto de sorpresa y morro boquiabierto desplazándose en mi dirección al haberse comprado un coche para el tipo de gente que la industria ha matado.
Pero tengo ganas de probarlo, sin duda.
Y ahora que he tenido ocasión de probarlo, toca hablar de él.
I .- Los mimbres del GT86, en breve
- Motor bóxer de origen Subaru con inyección Toyota D4-S
- Rendimiento: 200 CV a 7.000 rpm
- Peso: 1314 kg
- Medidas de calzado (del y tras): 215/45 R17
- Precio PVP: 30.900 EUR
Como apuntaba, y como me apresuré a comentar entusiásticamente, este coche nació con el objetivo de hacer disfrutar a un público entendido, de manos, de la era dorada de la automoción, volante de madera, guantes y mañana soleada. Un coche de aficionados para aficionados, un guiño cómplice, un brindis al sol, una contratendencia, un regalo.
II.- Lo que realmente es el GT 86
Entregadas las llaves del Toyota (o Toyobaru o Subayota, como prefieran) reparé en la estética del coche; a gustos colores y no suelo explayarme sobre estéticas porque cómo aparenten no afecta a cómo se conduzcan que es en lo que me centro. Pero sí era destacable que la estética es de deportivo rabioso usando terminología de enterado de marketing escribiendo folletos. Imponente. Con dos tubos de escape que rivalizarían con una cañonera. Cuando me bajé al coche -hay coches a los que uno no se sube sino que se baja- reparé en su interior. Me llamó realmente la atención y no de manera favorable.
Todos los elementos de conducción estaban bien situados, el manejo del cambio preciso y directo, magnífica situación de los pedales, y un freno de mano un poco intrusivo -imagino que colocado con intención de usarse en más maniobras que las que se derivan de la legítima estricta- pero la apariencia que tenía ante mí me traía un déjà vu, un aroma a pasado que no entendía en un coche tan moderno. La instrumentación, los mandos del climatizador, los pulsadores, el plástico usado, el módulo de doble DIN usado para las funciones multimedia y que parece un añadido aftermarket, el volante desprovisto de botonería… todo me recordaba a un coche de los 90. Como un Nissan 200SX, como un Celica de la serie T160 o T180. A mí me parecía como si el coche hubiese sido diseñado en los 80 y el proyecto se hubiese guardado en un cajón durante los 90 hasta que alguien ha decidido rescatarlo sin que afirme que ese ha sido el caso, aclaro.
Pulso el botón de arranque y me pongo a andar. No sé cómo describir los momentos iniciales entre tirones por lo difícil que resulta iniciar la marcha con finura hasta cogerle el tranquillo, pero descriptivamente, me parece que esa forma de avanzar a saltos y el ruido -que no sonido- del motor me parecen idénticos a los de un SEAT 131. Sí. De verdad.
Nunca exijo al motor de un coche cuando está frío, sino que espero a que el aceite esté en temperatura de servicio. En los coches sin reloj de temperatura de aceite no cabe más remedio que esperar a que el agua esté a temperatura y esperar a ojo unos cuantos minutos más, porque el aceite tarda más en adquirir temperatura. Ahora que lo tenía a su temperatura, bajo unos cambios y hundo el pie.
Y hundo el pie.
Y lo hundo aún más, porque aquello acelera lentamente con mucho ruido, cogiendo mucho régimen de giro y la velocidad no aumenta en la misma proporción en que lo hace el ruido, que por cierto, es feo. No me lo creo. No sé qué pasa. Busco un botón que ponga sport o comfort o alguna idiotez de esas que se han puesto de moda pero no encuentro ninguno, claro, éste es un coche que parece de los 90.
Vuelvo a intentarlo. Me viene a la cabeza la imagen del Citroën CX aquel, con su instrumentación de básculas de baño en el que el tacómetro giraba frenéticamente sobre sí mismo al tiempo que el de la velocidad se movía a velocidad de Tribunal Constitucional.
No anda para tanto como suena, es más, parece más bien poco veloz, como aquellas motos de 50 cc en las que uno mete seis marchas sin abandonar la misma manzana de edificios entre horror y estrépito.
Vale. Es un coche de handling, de comportamiento, de equilibrio, de manos, pienso mientras trato de salir del desconcierto. En mi imaginario 200 CV andan bastante más, así a ojo, no sé si le echaría muchos más de 120 a esto. Aún recuerdo cómo andaban el Abarth 595 o el Mini Cooper S, o el Fabia RS, por ejemplo.
Conducirlo de una manera mínimamente prestacional implica estirar mucho el motor que no tiene mucho par. Vamos. Ninguno. Y además parece bastante lineal así que la ausencia de par de un propulsor con sintomatología de anemia repartida en un régimen de giro generoso y todo ello lustrosamente envuelto en una banda sonora desagradable hace que lo que yo creía que iba a ser divertido se torna en un esfuerzo.
Sigo perplejo porque no entiendo, al menos con las expectativas que le había puesto al coche cómo puede ser que ande tan poco, que tenga un interior tan pretérito y ello sin entrar a analizar el tema de los neumáticos, los mismos por compuesto que un Prius.
Claro, ya que no podemos desbordar por potencia, habremos de desbordar de otra manera. Con estas gomas no anima nada, me parece delicado sin ser divertido, me parece que el intento de Subaru y Toyota en hacer un coche divertido ha resultado en el alumbramiento de un coche que más que divertido, resulta atormentado, un coche que pretende seducirte por conducción y se me antoja más divertido despiojar a un perroflauta que verse envuelto en una banda sonora de ruido en un coche con problemas existenciales que no sabe lo que es.
Un coche similar por planteamiento (entre algún otro) pudo ser aquel Mazda MX5 cuya primera generación me causó mucho impacto. No tenía ni de lejos la potencia de éste Subayota, recuerdo de memoria que no tendría más de 140 CV, pero se sentía vivo y ligero. Era juguetón, divertido, también de propulsión, su primera encarnación no llegaba a la tonelada (940 kg). Era un coche que se disfrutaba.
Años más tarde, los pesos pesados Toyota y Subaru se unen para crear algo disfrutable y me salen con un desarrollo con problemas de identidad y que no me parece nada divertido. Creo que el problema fundamental viene por el lado del motor, éste motor, no va en este coche. Le falta empuje, potencia, nervio, genio. Le sobra imagen y pretensión y le falta pasión.
Se ha encomendado a los del laboratorio el desarrollo de un coche emocional y sobre el papel todo pintaba bien, pero el resultado creo que sólo ha satisfecho a los de las gafas gordas y los bolis en el bolsillo de la bata que lo han diseñado.
Lástima. Habrá que seguir esperando.
De ustedes,
JM