El principio del año suele ser una fecha muy señalada por todos. Las fiestas de fin de año, año nuevo, los regalos de los Reyes Magos tanto para pequeños como para mayores, las reuniones familiares… Sin embargo, para «los quemados» del mundo del motor (de los que tengo la suerte o desgracia de formar parte) estas fechas están marcadas en el calendario por uno de los eventos deportivos más grandes del año: el Dakar. Una carrera de navegación todoterreno que suele durar entre diez y quince días y se distingue tanto por su dureza de recorrido y distancia, como por sus paisajes y bellas imágenes que suelen quedar para el recuerdo año tras año.
El sueño de cualquiera de nosotros «los quemados» es poder algún día correr esa carrera y vivir de primera mano todas esas experiencias. Es por ello que, cuando recibí la llamada de Lluís Josep Rodríguez, piloto habitual del Campeonato de España de Rallyes Todo Terreno, para correr con él la próxima prueba a bordo de un precioso Mitsubishi Montero 3.2 DID, no pude hacer más que aceptar la invitación.
Un «Mini Dakar»
La carrera en cuestión era el VII Rallye TT de Cuenca, una prueba de más de cuatrocientos cincuenta kilómetros cronometrados divididos en tres días: Viernes, sábado y domingo, vamos, un «Mini Dakar» en toda regla en el que el papel de copiloto, mi rol durante ese fin de semana, era crucial.
El viernes empezábamos con una prólogo: Una pequeña etapa más similar a un tramo de rally que a una etapa de raid en la que se define la posición de salida para los tramos largos del día siguiente. Media hora antes de salir, me dieron el libro de ruta de la carrera. Y aquí me encontré con lo que para mí era lo más extraño y diferente. En un rally, tú pasas por el tramo por lo menos una vez por lo que, cuando sales a competir, ya sabes donde se puede correr más, donde se puede correr menos, los peligros, etc. Sin embargo, en un raid no. En un Raid tú sales al tramo sin haber pasado ni una vez por la zona, por lo que todo lo que ves es nuevo y desconocido. A todo eso se le suma que el libro de ruta te lo dan apenas treinta o quince minutos antes de salir por lo que la poca preparación y conocimiento del tramo que podrías tener desaparece.
Como resultado, a un minuto de salir a esta pequeña especial, los nervios estaban a flor de piel y yo con una gran incertidumbre sobre qué nos encontraríamos, cómo me desenvolvería con un libro de ruta tan distinto a las notas de rallyes ¿Me bloquearía? ¿me perdería? Por suerte, el tiempo pasa, la cuenta atrás del reloj termina y la carrera comienza, dejando todas esas dudas e incertidumbres en un segundo plano.
Una etapa premonitoria
Cuando todo empezó, lo primero que me sorprendió era lo bien que estaba la etapa, por esas pistas podría perfectamente pasar un turismo sin ningún percance. Lo segundo fue mi fluidez con el libro de ruta. Si bien notaba muchísimas carencias por mi parte, sabía perfectamente dónde estábamos y entendía este manual de «jeroglíficos» bastante bien por lo que pude guiar sin ningún problema a Lluís hasta el final de tramo. Un final que ya nos avisaba de lo que venía en la jornada siguiente.
Ese final nos avisaba de lo que nos encontraríamos en la siguiente jornada. La zona estaba marcada en el libro de ruta con un «peligro tres» (la advertencia de peligro más grande en una carrera de estas características). Cuando llegamos a esa parte entendí el porqué de aquel peligro: una rampa más propia del trial o motocross apareció ante nuestras narices. Tuve serias dudas sobre la capacidad del coche para poder hacer este tipo de rampas. Sin embargo, tanto mi piloto como el Mitsubishi subieron sin dudarlo y sin absolutamente ninguna dificultad, terminando así el primer tramo y la primera etapa de este «Mini Dakar».
Ya entrada la noche se publicó la clasificación del tramo y, por lo tanto, la posición de salida del día siguiente. Salíamos bastante atrás, sin embargo, eso nos venía bien porque si comienzas muy adelantado o retrasado con respecto a la posición que realmente corresponde a tu ritmo, te encuentras con el mayor enemigo en estas carreras, el polvo. Nos fuimos a dormir con la tranquilidad de que nos íbamos a encontrar pocos rivales en carrera en las dos etapas del día siguiente, las cuales eran de ciento cuarenta y cinco y ciento cuarenta y siete kilómetros.
«Sector muy roto y lento»
La primera etapa del día era descrita por la organización con una breve frase: «Sector muy roto y lento» , por lo que supe que mi primer tramo de rally raid como tal iba a ser cuanto menos curioso. Y vaya si lo fue.
Al comenzar el tramo, todo eran pistas de relativamente buen piso y ninguna dureza destacable. Sin embargo, en el kilómetro diez apareció una viñeta muy parecida a la del día anterior: Un «peligro tres» en un giro de noventa grados a la derecha, en subida. Al llegar a él nos encontramos con una cuesta que no solo era infinitamente más empinada que la del día anterior, también estaba muy rota y, al estar en un giro cerrado, apenas había espacio para coger un poco de inercia para subir. Así que ahí nos encontramos, subiendo a duras penas una cuesta rota que parecía no terminar nunca.
Cuando conseguimos coronar, nos encontramos con que las trialeras seguían, y seguían, y seguían… Tan complicado resultaba el tramo que cometimos un error que nos supuso un pinchazo en esos primeros compases de carrera. Cambiamos la rueda como pudimos y continuamos en esa interminable serpentina de cuestas, giros estrechos, baches, roderas… El tiempo pasaba y esto no terminaba. Mi cuerpo empezó a sentirse cada vez más y más revuelto. Tras ciento veinte kilómetros no pude más. Le pedí a Lluís que parara el coche y solté una buena vomitona.
Por suerte, el mareo se calmó y pudimos llegar al final sin mayor percance. Para que os hagáis una idea de la dureza del tramo, este era de ciento cuarenta y cinco kilómetros y nos llevó aproximadamente tres horas y cuarto terminarlo, dando lugar a una velocidad media de poco más de cuarenta y cinco kilómetros por hora. «Sector muy roto y lento.» Los organizadores no podían estar más acertados.
Tras unas horas nos encontramos en la salida del segundo y último tramo del día. Un tramo mucho más «suave» y rápido en el, que salvo algunos errores de navegación propios de un novato como yo, no tuvimos ningún percance. Todo iba estupendamente hasta que en el kilómetro ciento veinte, mi cuerpo volvió a revolverse entero por el mareo. Por suerte esta vez no fue a mayores, aunque lastró el ritmo de sobremanera y provocó una gran pérdida en la navegación que nos hizo perder aún más tiempo, descartando así toda opción a realizar un buen resultado.
Al terminar la etapa, vimos que el cambio tanto en ritmo como en concentración se hicieron muy evidentes ganando la categoría en la última etapa por más de un minuto con respecto al segundo participante. Sin embargo, esto no fue suficiente para poder mejorar en la clasificación final. No obstante, el sabor de boca que nos dejó fue increíble. Tanto es así, que el año que viene realizaremos el campeonato entero, intentando luchar por la victoria en la categoría y seguir creciendo en este duro y apasionante mundo de los rally raids.
Un pequeño gran cambio
En la última etapa me dije a mi mismo que, si mi cuerpo se revolvía yo no lo quería notar, por lo que tomé una biodramina antes de salir al tercer y último tramo. Parece mentira que una pequeña pastilla pueda hacer algo para cambiar tu estado físico, pero ¡vaya si lo hace! Por fin, tras todo el día anterior lastrado por mareos e indisposiciones, pude disfrutar de una etapa sin percances, concentrado y, sobre todo ¡disfrutando como un enano!
Al terminar la etapa, vimos que el cambio tanto en ritmo como en concentración se hicieron muy evidentes ganando la categoría en la última etapa por más de un minuto con respecto al segundo participante. Sin embargo, esto no fue suficiente para poder mejorar en la clasificación final. No obstante, el sabor de boca que nos dejó fue increíble. Tanto es así, que el año que viene realizaremos el campeonato entero, intentando luchar por la victoria en la categoría y seguir creciendo en este duro y apasionante mundo de los rally raids.