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Prueba del Chevrolet Volt. 4ª Parte: Una de cal y muchas de arena (o viceversa)

(Viene de aquí)
Los días siguientes con el Volt fueron una réplica de los anteriores. Incluso empecé a ver cierto parecido entre la recarga de la batería en lugares públicos y la ruleta rusa, por aquello de  la incertidumbre y los nervios.
Antes de irme de Zaragoza y regresar a Madrid decidí probar en unos estacionamientos subterráneos, propiedad del Ayuntamiento y gestionados por una concesión durante muchos años. Son unos aparcamientos que, por su situación, en pleno centro histórico-turístico, me parecen un lugar propicio para el uso de coches eléctricos. Hay tres: uno bajo el mercado y dos bajo la Plaza de El Pilar, junto a los juzgados y el Ayuntamiento. No aparecen en el mapa de MOVELE pero sí en una nota de prensa que he encontrado en internet. Decido probar en el del mercado.
Aparcamiento subterráneo del mercado
Este aparcamiento tiene su entrada en la avenida de Cesar Augusto. Al entrar hay unos carteles que indican la ubicación de las plazas para coches eléctricos. En este caso están en a tomar por dondelaespaldapierdeelnombre: última planta, final del largo pasillo. Un sitio “muy adecuado” por su no-proximidad a la oficina del aparcamiento, algo que comprobaría luego.
Una vez localizado el lugar compruebo que es necesaria una tarjeta (recordad que el aparcamiento te lo cobran por minutos…), así que me subo a la primera planta a la oficina. El encargado me informa de que hay que adquirir una tarjeta con la recarga mínima (2,70 euros), tarjeta que se puede recargar cuando se vuelva a cualquiera de los tres aparcamientos que gestiona esta empresa. Tras unos minutos, me da la tarjeta y me acompaña a las plazas de recarga.
Son siete plazas (ahora dudo de si había alguna más), con el suelo pintado de color verde y el símbolo que se utiliza para los coches eléctricos, tres de ellas ocupadas por coches tan eléctricos como un Ford Mondeo, un Audi A3 y un Opel Corsa (lo cierto es que en ningún sitio vi que advirtiesen que son de uso exclusivo para las recargas). Algunas de estas plazas comparten el cuadro de conexión y otras lo tienen individual. El procedimiento es sencillo: se inserta la tarjeta en la ranura, se conecta el cable, se saca la tarjeta.  Pues bien, el indicador de horas de recarga se ilumina con un “0”. El encargado me dice que se sube a ver si es que ha activado mal la tarjeta. Mientras, los minutos pasan (recordad que el aparcamiento te lo cobran por minutos…).
recagarga-mercado-zgz
Al rato vuelve, un poco agobiado, está el sólo para atenderme a mí y al resto de los usuarios del aparcamiento. Usuarios que le reclaman en su oficina, que está dos plantas más arriba… Esta vez funciona, la pantalla marca ”17” (que por lo que han cobrado dudo mucho que sean horas de recarga, pero tampoco lo puedo asegurar). Le doy las gracias por ayudarme y se marcha a resolver otros problemas. Aprovecho para hacer unas fotos, pocas, porque al minuto la recarga se interrumpe. El hundimiento del barco se presagia…Pruebo en otra plaza, nada. Pruebo en una tercera, y sucede lo mismo. Al minuto se interrumpe. Subo y se lo cuento al encargado. Le digo que lo dejo por imposible, que me salgo un momento a la calle y me marcho. Tras hacer unas llamadas vuelvo al aparcamiento.  Al pasar por delante de la oficina, el encargado me hace una señal para que espere. Sale y me dice que ha encontrado una nota sobre las plazas para las recargas. Resulta que varias no funcionan, otras en vez de restar créditos los suman y las restantes funcionan, se supone, con normalidad.
Bajamos otra vez a la tercera planta y pruebo en una de las que supuestamente funcionan bien.  Conecto el cargador, la recarga comienza y al minuto, ¡zas!. Se interrumpe. Pruebo en otra, en este caso de las que suman créditos  y sucede exactamente lo mismo.
Así que me marcho del aparcamiento dejando a km77 cinco euros más pobre, 2,7 euros de la tarjeta (que me ofrecen reembolsar pero que me quedo para futuras pruebas) y 2,3 de aparcar el coche para nada (quitando los cinco minutos que salí fuera). Todo un éxito.
Centro comercial Augusta
Aprovechando que me pilla de paso el centro comercial donde sí pude recargar el coche anteriormente, paro para comprar una cosa mientras dejo recargando la batería. Pues bien, cuando vuelvo veo que la carga sigue tal y como la dejé y que en el cargador están encendidas las luces rojas, señal  de que algo no va bien. Vuelvo a probar y vuelve a dar la advertencia de error. Pruebo en la otra toma de corriente y  no funciona. En esos momentos sólo me pregunto una cosa ¿lo de que funcionase el otro día era lo normal o lo excepcional?

Carrefour Alcobendas

He vuelto a Madrid y, al igual que hice en Zaragoza, decido ir a recargar el coche al Carrefour de Alcobendas donde ya había estado. Así se recarga mientras como. Esta vez lo pongo a cargar sin problemas y me voy al bar. A los 45 minutos vuelvo y ¡¡sorpresa!! (realmente los signos de exclamación sobran, porque ya no me sorprende…). La carga se había interrumpido.  Esto creo que explica porque el Nissan Leaf del que os hablé aquí lo vi en un enchufe normal en vez de en el poste de recarga…Y al igual que ocurrió la primera vez tuve que llamar a las personas de mantenimiento porque la tapa se quedó bloqueada y no podía sacar la clavija de la toma de corriente. Curioso, porque según me contaron luego, ese poste era nuevo (debía serlo porque ya no tenía los grafitis que si había en el anterior), lo habían cambiado esa mañana.
Me queda tiempo para probar un punto de recarga en la calle. Voy al que hay en la calle Alfonso XII, junto a la puerta de Alcalá.
Plaza de Alcalá
Aparco el coche en la plaza señalada para recarga de coches eléctricos (máximo 3 horas). Ojo, está en el sentido de bajada, saliendo de la plaza. Si alguien lo busca en la acera contraria, en la del Retiro, y va justo de batería puede darse un susto porque para dar la vuelta hay que pegarse un buen paseo (al menos eso me dijo el navegador). Me bajo y me leo las instrucciones: hay que meter la tarjeta (que se solicita al Ayuntamiento) en la ranura, entonces se eleva una tapa que deja al descubierto la toma de corriente. Lo hago y funciona, saco el cargador, lo enchufo, las luces se encienden, parece que todo va bien. Pero solo lo parece: resulta que la toma de corriente, las presillas metálicas que aseguran el contacto de la clavija, hacen poca presión, y con el peso del cargador se mueve lo suficiente para que algo no haga buen contacto y el cargador no quiera funcionar.
Una pareja de edad mediana se acerca a preguntarme por esto de los coches eléctricos. Aprovechado su interés le pido que sujete la clavija mientras conecto el otro extremo del cargador al coche. Vale, ya lo tengo cargando, ahora solo necesito pasar la tarjeta para que se baje la tapa y rezar para que así el enchufe no se mueva. Eso es, lo habéis adivinado, ni de coña. Es curioso porque aparentemente solo hay una holgura de unos milímetros pero es suficiente para que algo no funcione debidamente. Con mi habilidad innata y los conocimientos adquiridos tras varios años en la escuela de ingeniería, dejo el cargador apoyado en un equilibrio cuasiperfecto sobre el poste, así el cable no está en tensión (de la mecánica, no de la eléctrica) y la clavija no se mueve ¡¡Eureka!!

Vale, ya tengo el coche cargando. Solo me falta poner bien el cable para que no se lo lleve puesto una moto, un autobús o cualquier otro vehículo ya que la toma está en la aleta izquierda del coche. En otras ocasiones esa ubicación ha supuesto una ventaja. En ésta, con el poste colocado a la derecha, en la acera, no lo es. Este punto de recarga es gratuito y tiene una tapa que impide que puedan desconectar el cargador del poste.
Soy la sensación de la puerta de Alcalá, un rarito con un coche del que sale un cable naranja que va hasta una pieza negra colocada sobre un poste que hay en la acera. Solo tengo que irme a la oficina y volver dentro de un par de horas, ya que la batería todavía tiene un tercio de la carga y en ese tiempo estará completa (ese poste admite los 16 amperios). Esta vez sí, vuelvo y la batería está cargada.
Continuará…

Alfonso Herrero

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