La última vez que conduje un Mitsubishi Montero fue hace más de diez años. Y me caí por un barranco. Era de noche, nevaba y por la carretera que subía hasta el pueblecito de Saravillo, en el valle de Plan, no había nadie. Plan, sí, ese, el pueblo de las caravanas de mujeres. Yo iba sin caravana y con la que años después iba a ser mi mujer. Y con el Montero de mi suegro…
Fue un accidente a cámara lenta, recuerdo todo perfectamente, paso a paso. Íbamos muy lentos, no más de 40 km/h, algo que no impidió que el coche comenzase a deslizar de atrás a la salida de una curva con un poco de contra peralte. Se empezó a cruzar tan despacio que me dio tiempo a pensar en todo lo que no tenía que hacer. Lo enderecé suavemente hasta que empezó a avanzar recto, algo que duró poco tiempo porque decidió que quería seguir jugando, estaba vez sobrevirando hacia el lado contrario. Mi falta de pericia, los neumáticos y/o las circunstancias hicieron que no pudiese enderezar el coche y que el culo, el del coche, se fuese hacia la izquierda mientras el morro, el del coche, se cruzaba, cada vez más, hacia el lado derecho de la calzada.
A la izquierda de la carretera estaba la pared de la montaña, de roca oscura. A la derecha arbustos y un abismo hacia lo desconocido. No es poesía, es que era de noche. Y nosotros íbamos a conocerlo sí o sí. Cuando fui consciente de que era inevitable salirnos de la carretera, tomé una decisión: acelerar. No es que quisiese precipitar el precipitarnos, pero pensé que era mejor salirme de frente (perpendicular a la carretera) que con el coche de lado y bajar la ladera dando vueltas de campana.
Seguro que recordáis la típica película yankee en la que un coche, preferiblemente un Ford Bronco, baja la montaña sorteando árboles. Pues algo parecido pero completamente a oscuras y con el coche bajando sin ningún control posible. Recuerdo el tener el freno pisado, mientras íbamos dando botes y ramas iban golpeando el coche. Hasta que, por fin, se detuvo.
Y ahí estábamos los dos. Yo sufriendo por lo más obvio ¡el coche del suegro!. Tras preguntarle a ella si estaba bien, bajé del coche. Esperaba lo peor. Abrí la puerta y me dirigí a la parte delantera, donde los faros iluminaban el rio que había unos metros más adelante. No me lo podía creer, todo seguía en su sitio, tan sólo la matrícula, que estaba como si se coge un trozo de papel de aluminio y se aprieta con la palma de la mano, estaba mal. Eso y la antena telescópica, que se había partido.
Vale, pensé, sigo vivo y mi suegro no creo que me mate por estas dos cosillas. Y ahora, ¿cómo salgo de aquí? Pues subiendo por donde hemos bajado… Y empezamos a subir, ladera arriba, por un suelo embarrado y con una capa de nieve. Así que, poco a poco, conseguimos llegar al talud de la calzada, que tenía casi unos dos metros de alto. Y ahí es donde probé por vez primera el sistema de tracción total Super Select 4WD II de Mitsubishi porque tuve que bloquear todo lo bloqueable para poder llegar hasta la carretera. Eso, y un poco de inercia. Aquel día le cogí mucho respeto a las superficies deslizantes y mucho cariño al Mitsubishi Montero.
Ahora, muchos años después, he vuelto a conducir un Montero pero en mejores circunstancias. Y he grabado un par de vídeos explicando un poco el sistema de tracción conectable y dónde se ve al Montero pasando por un obstáculo, sin y con ayuda del bloqueo del diferencial trasero.
Celedonio