Hyundai i20 N
El coche más interesante para Enrique Calle:
Me gusta porque siempre he sentido debilidad por los coches pequeños, potentes y relativamente sencillos.
Durante 2021 he conducido muchos coches nuevos. Los ha habido casi de todo tipo y precio, aunque no me quedo ni con los más potentes, ni con los más caros. Posiblemente, el que más ilusión me ha hecho ha sido el Hyundai i20 N.
Me parece llamativo y muy atrevido que, en los tiempos que corren, Hyundai haya lanzado un coche que no ha tenido hasta el momento: el deportivo de bolsillo. Y lo ha hecho a contracorriente, ya que otros fabricantes los han dejado de lado ya que no acaban de cuadrar con las tendencias del mercado, ni con los límites de contaminación.
Hyundai explicó en la rueda de prensa del i20 N, no sin vanidad, que se puede permitir un coche así (que ni gasta poco, ni tiene hibridación de ningún tipo) ya que dispone de suficientes modelos híbridos y eléctricos en su gama que ayudan a rebajar la media de emisiones. Puede que sea verdad, al menos en parte. Volkswagen también tiene en su gama un Volkswagen Polo GTI, si bien es un modelo que lo lleva vendiendo muchos años.
Pero el Hyundai i20 N no me gusta porque haya llegado en un momento difícil donde parece que sólo lo teóricamente ecológico tiene cabida. Me gusta porque siempre he sentido debilidad por los coches pequeños, potentes y relativamente sencillos.
Para mi forma de entender la conducción, la clave del disfrute al volante está en el equilibrio. El i20 N tiene potencia más que de sobra para ir deprisa si así se desea y un chasis que te informa lo suficiente de lo que está pasando y de lo que puede pasar. La carrocería tiene el tamaño justo: ni demasiado pequeña (en su interior viajan bien cuatro ocupantes), ni demasiado grande para las carreteras más estrechas. El cambio de marchas es manual y dispone de una función (RevMatching, desconectable) que suaviza las reducciones y hace por ti el punta-tacón. Esta función viene al pelo, porque a veces uno se puede atropollar cuando llega a una curva y no ha hecho los deberes a tiempo.
El i20 N es, en definitiva, un coche que te invita a desplazarse por las vías retorcidas de segundo orden por un precio similar al de otros coches más prácticos, algo más cómodos, pero infinitivamente más aburridos.
DS 9
El coche más interesante para Pablo D. González:
Porque me da pena. Es un tipo de vehículo en decadencia.
Siempre me han llamado la atención las grandes berlinas francesas. Modelos como el Renault Safrane, el Peugeot 607 y el Citroën XM por citar tres ejemplos. Fueron coches que salieron al mercado sabiéndose perdedores en su batalla con los alemanes. Sus fabricantes lo intentaron durante numerosos años, arriesgando en algunos casos con el diseño y en otros atiborrándolos de equipamiento, pero no hubo manera.
Hoy tenemos al Citroën C5 X, un turismo raro que a punto estuve de escoger como mi coche del año, pero creo que el DS 9 es el mejor representante actual de aquella época pasada. O por lo menos uno que me gusta más. Otro candidato que tenía en mente era el Citroën AMI, que algunos ni siquiera lo llaman coche, pero que me marcó como pocos.
¿Por qué he elegido al DS 9 como mi coche de 2021? Porque me da pena. Es un tipo de vehículo en decadencia. No sé si habrá alguien por ahí con el arrojo suficiente para intercambiar 55 000 euros por un un gran turismo (francés) de cuatro puertas. Y mira que me gusta ese tipo de carrocería. No odio los SUV, pero tienen algo que me hace bostezar al mismo instante de subirme en ellos. Tampoco tengo nada en contra de las berlinas de cinco puertas, pero el perfil que suelen tener las de cuatro me parece más esbelto. Y luego el DS 9 tiene un aspecto que puede parecer más o menos acertado, pero que está engalanado con una serie de detalles de diseño que le dan una personalidad diferente.
Por ejemplo, en cada faro hay tres proyectores que rotan 180 grados sobre sí mismo, haciendo una animación que recuerda al de un expositor giratorio de una joyería revelando la joya que oculta. Las luces diurnas son una sucesión vertical de rayas y puntos, y recorriendo longitudinalmente el centro del capó hay un listón cromado que lleva un elegante grabado.
Más cosas. Hay unas luces de posición de color naranja en lo alto de los pilares traseros, la tercera luz de freno casi se extiende de un lado a otro de la luneta y los pilotos con efecto joya son, cuanto menos, llamativos.
No todo es estética. En el DS 9 también hay tecnología avanzada, como el sistema DS ACTIVE SCAN SUSPENSION, que mediante una cámara va leyendo los baches de la calzada y preparando los amortiguadores para absorberlos con la mayor suavidad posible. Es cierto que no es un sistema tan avanzado como el que utiliza Mercedes-Benz y Rolls-Royce, pues estos involucran también a los muelles, que son neumáticos (metálicos en el DS), pero oye, que no hay más marcas que equipen algo parecido.
La guinda del pastel la pone la versión con tracción total de 360 CV. Falla en que la potencia no proviene de un V6, sino de un sistema de impulsión híbrido enchufable con un motor de combustión de cuatro cilindros. Nadie es perfecto. Aunque si como dice el fabricante consigue acelerar de 0 a 100 km/h en 5,6 segundos, no será mucho más lento que mi añorado Audi S8 con su enorme V8 de 4,2 litros y también 360 CV. Más que suficiente.
Y a pesar de todo, el DS 9 es una nueva entrada en la lista de berlinas francesas abocadas al fracaso antes de nacer. Al menos en Europa (dejemos de un lado a Francia), porque en China, que es donde se fabrica, a lo mejor tiene más éxito. Allí gustan las berlinas largas.
¡Feliz año nuevo 2022!
Ford F150 Lightning
El coche más interesante para Alfonso Herrero:
Sirve para trabajar en vez de para presumir frente al vecino.
Bien es cierto que mi cabeza cada vez recuerda peor (mis neuronas deben estar muriendo al mismo ritmo que aumenta la presbicia), pero hay un coche, y sólo uno, que recuerdo especialmente de este 2021: el Ford F150 Lightning (lightning es relámpago en inglés).
Su diseño es como el del resto de las F150, nada que ver con el horroroso, extravagante, madmaxiano y, sin duda, diferenciador aspecto del Tesla Cybertruck. El sistema eléctrico propulsor no es exageradamente potente en términos relativos —571 CV en el mejor de los casos; una cifra lejana a los mil que anuncia el GMC Hummer EV y cifra a la que seguramente se acercará, por debajo o por arriba, el Cybertruck—, ni cuenta con funciones innovadoras —como el modo de avance en diagonal del Hummer—, ni su batería es tan enorme como la de, por ejemplo, el Rivian R1T —nada menos que 135 kWh—.
En resumen, el Ford F150 Lightning no tiene nada de nuevo comparado con las otras pick-up eléctricas que se pueden o se podrán comprar próximamente en algunos países.
Su carrocería es como la de cualquier otro F150. Ford no ha canjeado utilidad por diseño llamativo. Sí la ha hecho de aluminio y, por primera vez en la historia, la F150 tiene suspensión independiente. También se ha acabado el problema de dónde meter el equipaje en una pick-up si no quieres que se ensucie o te lo roben: bajo el capó delantero hay un maletero generoso porque ya no es necesario meter ahí un motor de seis u ocho cilindros.
La batería se usa, además de para mover al «relámpago», para suministrar energía a uno de los ¡¡11 enchufes!! que hay repartidos por el coche. Puedes conectar un taladro, una lámpara, un compresor, un microondas, cargar una bicicleta eléctrica o enchufar el cortacésped, eso sí, con un cable bien largo si tienes que dejar bonita toda la pradera del rancho.
Llegados a este punto, supongo que os estaréis preguntado ¿y por qué el F150 Lightning es el coche que más te ha llamado la atención de 2021? Yo también me lo estoy preguntado, creo que es por lo siguiente: por un lado, porque disfruto más conduciendo por el campo que por el asfalto; por otro, porque los coches grandes me gustan y el F150 sin duda lo es. Y finalmente, porque dentro del brutalismo que impera entre el cuarteto de pick-up eléctricas mencionadas es la única pensada para ser usada tal y cómo yo concibo una pick-up: sirve para trabajar en vez de para presumir frente al vecino.
Peugeot 308
El coche más interesante para Carlos Fernández:
Me ha defraudado por su ergonomía imposible. No me gustaría tenerlo en mi garaje.
A riesgo de quedar como el cascarrabias del grupo, he decidido hablar sobre el coche que menos me gustaría tener de entre todos los que he conducido en 2021. Supe que el nuevo Peugeot 308 tendría este peculiar honor en el mismo momento en que me bajé de él tras una prueba de conducción por los atascados alrededores de Niza. Es muy extraño que a mí no me apetezca conducir un coche, el que sea, o que tenga ganas de soltar un volante. Aquel día me pasó y les voy a explicar por qué.
Lo interesante es que el 308 no es mal coche. Mucha gente lo comprará y no tendré motivos para argumentar que se han equivocado porque probablemente no lo hayan hecho. Tiene un chasis que ya lo quisieran muchos de sus rivales, con una suspensión equilibrada y eficaz. Además, es cómodo porque rueda con suavidad y está bien aislado de la mayoría de ruidos exteriores.
Pero es ahí, más o menos, donde acaban sus virtudes y empiezan a molestar (a mí al menos me molestan) una serie de ideas peregrinas que se vienen cocinando desde hace algún tiempo, con cada vez más condimentos, en el departamento de diseño de Peugeot. Su receta consiste en crear el habitáculo de aspecto más rompedor con el único objetivo de impresionar a los posibles compradores.
Esta apuesta radical por el diseño sobre la función hace que en el 308 yo me sienta desarropado, perdido e incómodo. Me lleva pasando lo mismo en otros modelos de Peugeot desde hace años, pero yo confiaba en que, al introducir un modelo de nueva generación, habrían pulido el concepto que persiguen y que la ergonomía se habría cuidado un poco. Nada más lejos de la realidad: lo que ya era controvertido, ahora lo es todavía más.
Por mucho que me cuenten lo bien que funciona el pequeño volante, al agarrarlo me siento como si condujera un coche de juguete, y por mucho que me cuenten lo buena idea que es la instrumentación i cockpit, yo ni siquiera puedo verla porque entre ella y mis ojos inevitablemente está el volante, aunque lo coloque muy abajo, casi entre mis piernas. La propia instrumentación es un festival de datos mal colocados y animaciones largas y desquiciantes que ocupan la pantalla cada vez que se pulsa alguno de los botones de control.
Imagino que buscando un efecto deportivo, Peugeot ha diseñado una consola central anchísima que consigue hacerte sentir encajonado (esto puede resultarle agradable a algunos; a mí no me disgusta), pero que, en última instancia, reduce mucho el hueco que queda para las piernas, hasta el punto de que no hay una plataforma suficientemente grande para descansar el pie izquierdo y el acelerador queda demasiado cerca de la pared derecha. Yo voy con el cuerpo un poco retorcido, con las piernas en tensión y no consigo sentirme a gusto y relajado. Tampoco van a gusto los pasajeros traseros, que siguen teniendo muy poco espacio a pesar de que ahora la distancia entre ejes es mayor que en el modelo precedente.
Tras un rato de lidiar con estas cosas (y algunas otras que no hay tiempo de contar aquí) no pude evitar sentirme defraudado. ¿Cómo alguien ha concebido un coche tan poco práctico? ¿Estaban tan centrados en darle al interior ese aire futurista que se han olvidado de todo lo demás? En mi día a día este coche sería un incordio, sin lugar a dudas. Yo compraría otro más honesto, en un sentido amplio de la palabra.
Es cierto que Peugeot y el resto de fabricantes franceses nos tienen acostumbrados, desde siempre, a ideas rompedoras. Algunos de sus modelos (a todos se nos ocurren rápidamente los más míticos) han quedado en el imaginario colectivo entre los más geniales jamás fabricados. El diseño atrevido es una característica habitual de esos coches, pero todos serán recordados por algo más, ya sean soluciones técnicas innovadoras o conceptos inéditos. Sospecho que el nuevo 308 nunca formará parte de ese club. Lo que resulta impresionante de él no tardará en dejar de serlo y, cuando eso pase, no habrá casi nada que lo haga memorable.
Renault 5 Prototype
El coche más interesante para Fernando Ríos:
La mayoría de ellos han seguido al pie de la letra un patrón común: uno o dos motores (por supuesto eléctricos), xxx kilómetros de autonomía, nivel 2 de conducción autónoma y un sistema multimedia con una pantalla más grande que el televisor del comedor
Si echo la vista atrás, creo que podría nombrar, una a una, las novedades que más me han impactado de los últimos ¿¿20, 30 años?? Y no me refiero únicamente a coches que haya tenido oportunidad de conducir (porque tengo muchos pendientes), sino también aquellos que simplemente han sido presentados y que por el motivo que sea, no han pasado por mis manos.
Sin embargo, este año he de reconocer que dicha tarea me ha resultado mucho más complicada. Pero mucho. Sí, han llegado coches muy llamativos, muy potentes, muy grandes y muy tecnológicos, pero la mayoría de ellos han seguido al pie de la letra un patrón común: uno o dos motores (por supuesto eléctricos), xxx kilómetros de autonomía, nivel 2 de conducción autónoma y un sistema multimedia con una pantalla más grande que el televisor del comedor.
No me considero un «talibán» en el mundo del motor; me gustan muchos coches, tengan motor de combustión o eléctrico, carrocería descapotable o SUV o sean de una o nueve plazas. Pero de un tiempo a esta parte las cosas se han «homogeneizado» hasta tal punto que se han vuelto incluso aburridas. Cuestión de costumbre, supongo, pero de momento me está costando aceptar e incluso entender la rapidez con la que están llegando los cambios a este mundillo que desde niño, me ha fascinado.
Pero como diría Paco Umbral: «yo he venido aquí a hablar de mi libro», o más bien, en este caso, a hablar del coche que más me ha llamado la atención de este 2021. Y si, efectivamente, el elegido es uno eléctrico, tiene una batería y —supongo; no hay imágenes del interior— también pantallas en el habitáculo. Pero se nota que es un coche hecho con cariño y utilizando una fórmula que particularmente me atrae mucho: tomar como punto de partida la imagen de un vehículo popular entrado en años.
Estoy hablando del Renault 5 Prototype, un coche que Renault presentó a inicios de 2021, cuando Filomena estaba pegando duro, y que al menos en la redacción de km77 caló hondo por su originalidad. No es más que un prototipo, sí, pero la esperanza de que llegue al mercado algo parecido me parece muy interesante.
Y me parece interesante por el concepto en sí (coche pequeño, urbano y eléctrico), pero por supuesto y por encima de todo, por el aspecto. Y es que este tipo de fórmulas casi siempre han funcionado bien (véase los Fiat 500 y MINI, unos auténticos bombazos de ventas desde su lanzamiento), pero además creo que son clave para atraer a aquellas personas que se quieren adentrar en el mundillo del coche eléctrico y no lo tienen claro, sea por un motivo u otro. Es decir, que aportan un elemento «pasional» o «nostálgico» adicional en el proceso de compra, elemento que en muchas ocasiones será determinante para dar el paso (somos seres irracionales, al fin y al cabo).
No sé si este coche llegará al mercado o si lo hará con una imagen tan fiel al R5 original, pero creo que lo tiene todo a su favor para ser un auténtico superventas (dentro de un orden; los eléctricos aún son caros). Y sí, me veo en uno, ¿por qué no? Parafraseando a Doc Brown en Regreso al futuro: si tenemos que ir con un coche eléctrico en el futuro, ¿por qué no hacerlo con estilo?
Felices Fiestas, cuídense y que tengan un fabuloso año 2022