A los coches se les coge cariño por las historias que con ellos se vive. Son, o han sido a lo largo de décadas, un símbolo de libertad individual, aunque esa situación poco a poco vaya cambiando con los signos de los tiempos.
Yo me aficioné a los coches siendo muy pequeño. Antes de los seis años. Mi padre dice que desde que me regaló un camioncito de la basura de Majorette, que se pasó toda la vida entre mis juguetes. Pero desde esa edad, los seis años, guardo recuerdos claros, nítidos. Creo que como la mayoría de aficionados que se acercan a esta y otras web, así como a las revistas de papel. En ellas, muchos comenzamos a aprender términos técnicos y también expresiones manidas, típicas, de las que Alfonso Herrero habla en su artículo por el trabajo que le costó desaprenderlas al entrar en km77.com. Yo tampoco me libré. Éramos niños soñando con juguetes de adultos y absorbiendo cada dato después de acabar con los deberes del colegio. La potencia, el par, la aceleración. Incluso en el recreo las leía.
Como otros niños coetáneos, jugaba a asomarme por la ventanilla y leer el velocímetro de cada coche para así adivinar su potencia. Si pasaba de 200 km/h, seguro que era potente. Más de 240 era excepcional, sobre todo en un pueblo pequeño como Minas de Riotinto, donde me crié. Allí los coches especiales eran cuatro.
El coche que marcó un antes y un después en mi vida es el Nissan Bluebird Turbo GTI. Fue el que hizo que creciese enormemente mi interés por este mundillo. Mi abuelo materno, maestro industrial y mecánico de camiones de la disuelta Campsa, fue el otro factor determinante.
Estrenamos el Bluebird en octubre de 1990, cuatro meses después de que falleciese mi madre, situación que yo había vivido entre algodones, a decir verdad. Hasta entonces habíamos tenido un Chrysler 180, cuya adquisición dos años antes fue circunstancial (en el 88 vivíamos en Quito. Al enfermar mi madre, tuvimos que mudarnos a España para su tratamiento y el primer coche de confianza que salió a la venta en nuestro entorno, al poco de regresar y con asientos cómodos para su espalda, sirvió para salir del paso). Del Chrysler me acuerdo incluso del día que lo recogimos, porque estaba lavándolo con una manguera su anterior propietario y tengo grabada esa imagen. Recuerdo algún viaje, pero no le guardo especial cariño.
Mi padre no tiene ni tenía afición por los coches, más allá del interés propio que cualquier hombre maduro pueda tener por estrenar un artilugio nuevo en el que a menudo se pone ilusión y mucho dinero. Sí que le pesaba el pie derecho, ¿pero a qué padre no le gustaba pisarle en los noventa? Recuerdo parte del proceso de compra del Bluebird. Un día fuimos a probar un Peugeot 405 SRI al concesionario del pueblo más cercano a Riotinto, Nerva. El comercial nos lo enseñó, nos llevó a dar una vuelta y a que mi padre lo condujera. Yo me senté atrás. Recuerdo el olor a coche nuevo, el sonido del cierre centralizado, la tapicería de terciopelo y el color de la instrumentación, y recuerdo el trayecto que hicimos. El 405 era gris oscuro y llevaba esos bonitos tapacubos de 14 pulgadas con seis ranuras que le correspondía a los SRI que no llevaban las llantas de aleación opcionales. Casualmente, años después, mi abuelo tuvo uno idéntico.
Yo, con unos ocho años, posando con «El Nissanito», como cariñosamente lo hemos llamado siempre.
Por alguna razón, a mi padre no le convenció el 405. Alguna vez me dijo que habría comprado el MI16 de haberse decidido. Sé que fue a ver más coches porque me lo ha contado, pero yo no le acompañé. Un Ford Sierra, un Volkswagen Passat y un Nissan Primera. Fue entonces, cuando pasó por el desaparecido concesionario Nissan Vanauto de la calle José Laguillo (Sevilla), cuando vio el Bluebird, al fondo, apartado del resto de la exposición. El vendedor le estaba enseñando el novedoso Primera, recién llegado al mercado en esos meses de 1990. Sus formas redondeadas no convencieron a mi padre, que echaba de menos la sensación de seguridad que le daba el ver un capó largo y recto por delante del volante.
El Primera ya era más aerodinámico, como el Vectra, al estilo de lo que llegaba en los noventa («al gusto europeo», como solían decir en las revistas). Al fondo de la exposición estaba expuesto un Bluebird Turbo GTI de color rojo. Mi padre se fijó en él, se interesó y el comercial debió ver el cielo abierto. Fue una de las últimas unidades vendidas en España, pues ya se había dejado de fabricar. Alguna vez me dijo que si yo le hubiese acompañado ese día, tal vez se hubiese decidido por el Nissan Maxima V6, que también le gustó pero que costaba un millón de pesetas más. Reconozco que no me hubiese importado, porque me parece un cochazo.
Aunque la información de que ya no se fabricaba el Bluebird no la compartió entonces el vendedor, meses después, en la primera revisión, mi padre supo por qué le puso tantas pegas a pedirlo en otro color. El rojo le resultaba demasiado llamativo, pero el comercial insistió en que tardaría varios meses en llegar si se pedía a fábrica y le convenció para que se lo quedara. Imagino su tranquilidad al quitarse aquel coche del stock y le agradezco la falta de transparencia, porque a mí me encantaba que el Bluebird fuera rojo. Se vendieron muy pocos en ese color. Le pusieron una alarma Cobra con telemando y mi padre, por su cuenta, instaló una radio Pioneer KEH M5000B con mando a distancia y cargador de seis CD en el maletero. 4x25W, ¡una radio atómica para la época!
He tenido que «pedir prestada» la foto de esta web en la que alguien se ha entretenido en escanear catálogos antiguos. Una chulada para los nostálgicos.
Tengo perfectamente grabado en la memoria el día que mi padre llegó con el coche nuevo. Yo estaba en casa de mis abuelos, en Sevilla. Teníamos visita y ya era de noche. Sonó el claxon para que mi abuelo abriese la puerta del garaje, aunque sonó distinto a como de costumbre. Era un sonido más grave. Salí corriendo para ver por qué era diferente. Yo no sabía que mi padre iba ese día a por un coche nuevo. Lo vi saludar desde aquel Bluebird rojo reluciente, con las luces y los intermitentes encendidos mientras entraba por la rampa del garaje. Bajé corriendo al sótano y abrí la puerta trasera para subirme. Aún llevaba las fundas de los asientos puestas, ¡y cómo olía! Es curioso, porque el olor de cada coche, de cada marca, suele ser distinto. Sobre todo en esa época, cuando los fabricantes no prestaban tanta atención al olor de los pegamentos y los plásticos como ahora. 25 años después sentí exactamente esa misma sensación al subirme a un Suzuki Kizashi nuevo. El poder evocador del olor de ese coche me transportó en el tiempo. Qué chorrada tan emotiva.
En 1990, todo aquello era una auténtica rareza y yo, como buen niño, sólo quería que mis amigos se subieran para enseñarles cómo bajar las ventanillas con un botón, usar el reposabrazos y los respaldos reclinables que daban al maletero, encender la radio para hacer subir la antena eléctrica y las luces para escuchar la curiosa campanita que avisaba al conductor de que se habían quedado encendidas. Todo en aquel coche me llamaba poderosamente la atención a mis casi siete años. En la tapa del maletero, bajo un discreto alerón negro, había dos palabras que en las revistas siempre conllevaban epítetos maravillosos: Turbo y GTI. Y más abajo, dos salidas de escape. Y era de mi padre, lo cual potenciaba enormemente sus poderes de superhéroe.
En unas vacaciones de 1997, recorriendo la península, paramos en el aeropuerto de San Javier (Murcia) para ver el espectáculo aéreo de la Patrulla Águila.
Y lo cierto es que era un coche raro de ver, sobre todo entre Sevilla y Huelva, dos provincias no particularmente boyantes en lo económico a principios de esa década. Era llamativo, más aún en rojo. En 1990, una berlina de 135 caballos ya tenía unos 30 caballos más que la media de los coches que rodaban por la carretera, salvo en capitales como Madrid o Barcelona o algunas ciudades más al norte de Extremadura, donde era más fácil ver un Mercedes-Benz 300 E 24V, un Ford Sierra XR4i o un Volkswagen Golf GTI 16V. Los cupos de importación y los aranceles habían evitado convenientemente que este Nissan y otros excelentes coches japoneses (como el Honda Accord o el Toyota Camry) llegasen al mercado nacional en grandes cantidades y compitiesen en ventas con los modelos que aquí triunfaban: Renault 21, Peugeot 405, Citroën BX, Audi 90, BMW Serie 3, Mercedes 190, etcétera.
Estos modelos japoneses, salvo excepciones, tenían un diseño anodino para los gustos locales, pero lo compensaban con mucho más equipamiento de serie y con una electrónica sencilla como la de un reloj Casio, que con los años dejó patente su robustez y fiabilidad frente a la de los más delicados coches europeos, en especial franceses e italianos. Es más fácil hoy en día ver cómo arranca al toque de llave un Civic del 90, y que le funcionen perfectamente los elevalunas, que a un Fiat Tipo, y así con casi todo lo que por entonces venía de allí. Los coches japoneses tenían a veces el defecto de estar mal protegidos contra la corrosión, eso sí.
Analizando todo lo que tenía el Bluebird, hay equipamiento que era difícil de encontrar en coches de en torno a tres o tres millones y medio de pesetas (que era lo que costaba una berlina media «deportiva». Un Ford Orion o un Renault 19 Chamade, más pequeños, costaban entre 1,6 y 2,5 millones). El GTI era la versión tope de gama en Europa, aunque sobre el resto de la gama Bluebird, que ya iba bien equipada, lo que llevaba eran las llantas de aleación de 15 pulgadas (que, como dice un buen amigo al que le doy la razón, parecen los tapacubos de un Fiat Regata), el alerón, los asientos de tipo semibaquet con doble regulación lumbar eléctrica, el manómetro de aceite y del turbo, la tapicería específica, los cristales tintados en bronce, cuatro discos de freno y la gestión electrónica del motor con centralita de diagnosis mediante códigos LED (va ubicada bajo el asiento del copiloto; el resto de versiones de inyección no llevaban autodiagnosis).
Una foto de catálogo de un Bluebird con el paquete aerodinámico opcional «Grand Prix». No sé si me gusta más con él o sin él, la verdad.
Además de todo eso, era común en la gama Bluebird el aire acondicionado (para España, en otros países europeos era opcional), la antena FM eléctrica (la de AM estaba en la luneta posterior), la regulación eléctrica de altura de faros, la regulación de intensidad de iluminación en el salpicadero (reostato), el doble cuentakilómetros parcial, el volante regulable en altura, los dos retrovisores exteriores con regulación eléctrica y calefactables, los cuatro elevalunas eléctricos, la iluminación de cortesía en las puertas, la iluminación interior temporizada y con atenuación gradual, los limpiaparabrisas con seis velocidades, la apertura remota del maletero y de la tapa del depósito, los respaldos posteriores reclinables desde el interior en proporción 60/40 o el bloqueo de puertas y de alzacristales para niños.
Si recalco todo esto, es por ponerlo en contexto. En 1990, lo habitual en muchas berlinas medias aún era sacar la antena con la mano, abrir la tapa del depósito con una llave y bajar la ventanilla cuando hacía calor, porque el aire acondicionado era un extra caro y no siempre disponible. Los elevalunas traseros eran atípicos y los limpiaparabrisas solían tener tres velocidades. Evidentemente, quien se gastaba ocho millones de pesetas en un coche no tenía ese problema, pero no era lo común y en las marcas de lujo cada opción se cotizaba al peso.
La primera generación de Bluebird fue lanzada en Japón en 1959 (por entonces, aún bajo denominación Datsun; curioso este anuncio español). Nuestro modelo pertenece a la octava generación y recibió cambios a lo largo de su vida comercial. La plataforma pertenecía al Bluebird que fue lanzado en 1983, con código interno U11 (séptima generación). En 1985 fue retocado profundamente y pasó a ser denominado T12. Se fabricaba íntegramente en Japón y era idéntico al que nosotros tuvimos, aunque el equipamiento y algunos detalles cambiaban (la parrilla, los paragolpes, faros, pilotos y la tapicería, principalmente).
Nissan Auster Turbo, como pasó a llamarse esta generación de Bluebird en Japón. Esta versión lleva motor de 170 caballos y el nivel de equipamiento «Euroforma», con molduras, alerón y llantas en color carrocería.
Para competir en Europa y verse menos afectada por los aranceles, Nissan inauguró a finales del 86 la planta de Sunderland en Inglaterra (hay algunas fotos de Margaret Thatcher sentada en un Bluebird dentro de la cadena de montaje) y comenzó a fabricar los Bluebird europeos allí, con código interno T72. Aunque muchas piezas venían de Japón, un 65 % del coche tenía que ser fabricado en Europa y, para abaratar costes, Nissan redujo ligeramente el equipamiento y algunas calidades. Esto último se nota si se comparan dos Bluebird aparentemente iguales, uno del 86 (T12) y otro del 90 (T72), por ejemplo. El del 86 tiene plásticos, espumas de los asientos y tapicerías que envejecen claramente mejor. Una pena.
En España las versiones Turbo del Bluebird se vendieron del 86 al 88 con denominación Turbo SGX, y del 88 al 90, como Turbo GTI. El SGX, ya en el año 86, además del equipamiento que he citado antes tenía suspensión de dureza regulable electrónicamente y cerraduras y llave de contacto con iluminación de cortesía. Detalles, a la postre, atípicos para su época, que desaparecieron con la actualización del 88. Nissan Motor Ibérica los importaba a través del puerto de Barcelona. En 1986 trajo a España 490 unidades en total, de las cuales 160 eran la versión Turbo SGX y 330 las menos potentes SLX. Como curiosidad, poco después, AVIS añadió a su flota 100 unidades de las versiones 2.0 SLX de 105 caballos.
El motor del Turbo GTI es un cuatro cilindros turbo de 1,8 litros con 135 caballos. El turbo es un Garrett T2 de bajo soplado, a 0,7 bares, sin intercooler. La culata es de ocho válvulas. Este motor, con denominación CA18ET, pertenece a la generación de motores CA (de Clean Air) con bloque de hierro y culata de aluminio. A partir de 1990, esta generación de motores fue paulatinamente sustituida en la gama Nissan por los de la familia SR (como el SR20DE del Primera eGT), cuya principal ventaja era su mayor ligereza gracias al bloque de fundición de aluminio.
En Japón la oferta para el T12 era aún mayor: se podía pedir con el motor 1.8 Turbo del 200 SX (CA18DET de 170 caballos. Es el mismo bloque pero tiene más potencia gracias al intercooler y la culata de 16 válvulas), techo eléctrico (aunque algunos GTI lo trajeron), cuadro de instrumentos digital (electrónicos son todos desde hace décadas) y sintetizador de voz (como el del Renault 25). También había un nivel de equipamiento denominado Executive, con tapicería de cuero, llantas BBS y algo más de dotación, como un equipo de sonido Clarion con más altavoces y un modulo adicional para el ecualizador. Otro detalle curioso de la gama de motores es que Nissan también lanzó versiones con encendido mediante doble bujía por cilindro (como los Twin Spark de Álfa Romeo), bajo la denominación PLASMA, aunque estuvieron reservados para el Silvia S12.
Motor Nissan Plasma CA18ET, con encendido mediante doble bujía por cilindro.
En definitiva, el Bluebird (Auster en Japón, durante un tiempo, y Stanza en EE.UU.) no era un coche excepcional, pero era un coche atípico en nuestro país y, hasta cierto punto, llamativo por su rareza. A eso le sumo que resultó enormemente fiable durante los nueve años y 275 000 kilómetros que nos duró. En todo ese tiempo recuerdo que hubo que cambiar una vez el tubo de escape, el bombín hidráulico del pedal de embrague y un silent-block de la barra estabilizadora trasera. El resto fue mantenimiento y hasta el embrague era el de fábrica. Del primer al último día arrancó al primer intento, con un sonido muy característico del motor de arranque que en nada se parecía al de aquellos quejumbrosos motores que en las mañanas más frías se pegaban un rato tirando de batería hasta que el motor se encendía con pereza. Lo dicho, un reloj Casio. Cuando se desmonta el motor se nota la calidad constructiva del coche en los manguitos de silicona, el cableado o las clemas eléctricas. Acompaño este resumen con un enlace a una extensa ficha técnica.
He dicho al principio de este texto que ciertos coches nos parecen especiales por las historias que vivimos con ellos y esa es la verdadera razón de que me guste tanto el Bluebird. Lo que para mí y mi padre significó. Aquel coche fue el lugar donde más horas pasamos viajando juntos tras la muerte de mi madre, recorriendo la península y viviendo vacaciones que recuerdo con una nostalgia enorme. Mi padre se entregó en cuerpo y alma a dedicarme todo el tiempo posible y jamás tuve la sensación de ausencia que cualquier niño pudiera tener por su madre. Y en muchos de esos momentos el Nissan estuvo presente.
Vacaciones de 1995 en Sancti Petri, Cádiz.
Cada canción que escuchaba en la radio y su música favorita, que fue la música con la que crecí, están grabados en mi memoria. Los paisajes, cambiantes con cada estación del año, de la dehesa de Huelva. Cada nuevo modelo de coche que salía al mercado y que nos cruzábamos en la carretera (me acuerdo perfectamente de la primera vez que vi los faros de xenón de un Clase E W210 en 1995). El olor tan característico al entrar al coche y el sonido del motor cuando reducía a tercera para adelantar una fila de camiones en las carreteras de doble sentido, cuando no eran tan comunes las autovías. A todo aquello asistí desde el asiento de atrás del Nissan en los primeros años y desde el asiento del copiloto cuando llegué a la adolescencia.
También eran tiempos mejores para conducir, entendiendo esta experiencia como una forma de sentirse libre. Las carreteras eran buenas, había espacio para adelantar en las rectas (que hoy han reducido a base de alargar las líneas continuas) y la presencia de radares era mucho menor, como también lo era la sensación de impunidad y de libertad para hablar con los demás de a cuánto se ponía un coche o de cuánto se tardaba en llegar de una ciudad a otra. Las cosas se vivían con una naturalidad más espontánea y la corrección política traía a casi todos al pairo. Hoy se mata menos gente al volante, evidentemente.
Pasé de niño a chaval con aquel coche y recorrimos tantos kilómetros que uno de mis mayores entretenimientos era el viaje semanal de Riotinto a Sevilla. Mi padre me recogía del colegio el viernes y nos íbamos directos a la carretera. Pasábamos el fin de semana en Sevilla y volvíamos el domingo por la noche. A menudo, de madrugada, porque nos gustaba apurar el día haciendo actividades juntos y cenar antes de salir. A veces íbamos y volvíamos por la tarde, entre semana y con cualquier excusa. Quizás por eso me guste tanto conducir de noche.
Aquel Bluebird se lo vendimos a la hija de unos amigos en 1999 y con los años me arrepentí enormemente de haberlo permitido (el coche pareció vengarse. En ese mismo verano se le rompió un manguito en autovía y la nueva dueña no se dio cuenta hasta que gripó el motor tras circular varios kilómetros sin refrigerante). Aún me faltaban dos años y medio para poder sacarme el carnet de conducir y ya hacía un tiempo que era el segundo coche de casa, tras comprar un Clase E.
Desde 2002 y especialmente en los últimos ocho o diez años, me dediqué pertinaz y pacientemente a buscar un Bluebird GTI en tan buen estado como me fuera posible encontrarlo. Rechacé muchas unidades porque no estaban conservadas hasta el punto que yo exijo en cualquier coche de segunda mano. Siempre me ha funcionado ser así. He tenido más de 25 coches en 18 años de carnet y me sobran dedos en una mano (literalmente) para contar las malas experiencias. No iba a hacer una excepción con el Bluebird.
Finalmente, en marzo de 2018, un buen amigo y aficionado al mismo coche (gracias, Manu; aquí podéis ver su Bluebird Turbo SGX) me avisó de que un conocido suyo iba a vender un Bluebird Turbo GTI. Pedí datos, fotos, historial. Todo cuadraba, aunque con 176 000 kilómetros, superase por el doble lo que yo considero el máximo aceptable en cualquier coche que me compro. Manías que tiene uno. Fui a por él a Blimea, Asturias, y además del coche me traje una nueva amistad con una familia excepcional, que tenía una historia similar con su Nissan. Lo estrenaron en mayo de 1990, cinco meses antes que nosotros el nuestro. Mi única pena es que no sea rojo, aunque en blanco también me gusta mucho.
Desde entonces lo he conducido menos de lo que quisiera, aunque lo disfruto plenamente. Como vivo en Madrid y aquí uso el Mercedes-Benz 300 SE (del que Arturo de Andrés hizo esta prueba), el Nissan lo guardo en Sevilla. Cuando lo compré, lo revisé de arriba abajo y le puse un turbo nuevo, ya que el suyo comenzaba a silbar porque tenía holgura axial en el rotor. No es fácil conseguir repuestos para estos coches gracias a que Nissan ha descatalogado prácticamente todo desde que vende modelos Renault con otra chapita en el capó… Pero a base de paciencia y buenos contactos se consigue casi todo.
Yo no me corto en pisarle todo lo que me apetece. No tengo reparos en llevar el motor al corte de encendido cuando quiero y en apurar marchas al practicar conducción espirituosa (me encanta ese término, que vi acuñado por primera vez en 8000 vueltas, creo). Es una especie de norma personal: cualquiera de mis coches, sea el que sea, debe estar siempre disponible para salir de viaje y para poder darle zapatilla sin miramientos. Jamás maltrato un coche, ni propio ni ajeno, pero tampoco me corto en usarlo. Son para disfrutarlos y eso hago. Hay quien disfruta coleccionando coches para tenerlos parados o restaurándolos ad æternum. Yo no puedo. Me frustra y me cabrea no usar un coche plenamente.
En carretera el Bluebird Turbo GTI es un coche divertido de llevar, rápido para los estándares actuales. Es más cómodo de suspensión que su sucesor, el Primera 2.0 eGT (también he poseído una unidad excelente de este modelo. Uno de los mejores coches que he tenido), y también algo menos directo de reacciones porque va más blando y balancea un poco más. Sin embargo, situándolo en su contexto temporal, me parece un coche sumamente honesto y equilibrado, con una estabilidad muy buena a baja y alta velocidad y una ergonomía por encima de la media de su época. El esquema de suspensión es independiente de tipo McPherson en ambos ejes. Atrás lleva doble brazo transversal más un tirante diagonal. Y estabilizadoras delantera y trasera.
La dirección, de piñón y cremallera, tiene asistencia variable en tres niveles, según la velocidad. Es más bien suave, especialmente en ciudad. En carretera echo de menos que se endurezca un poco más para ganar precisión, porque a veces, al corregir en los apoyos fuertes, vendría bien tener un poco más de resistencia. Sin embargo, el retorno de información es maravilloso a través del estrechito aro del volante. Sufre muy poco el efecto del par motor si se acelera fuerte en marchas cortas con las ruedas giradas, y tiene una tendencia al autocentrado muy bien calibrada, sin brusquedad. En ese sentido, es mejor que la dirección de muchos coches actuales, desnaturalizadas por la asistencia eléctrica y el enorme grosor de los neumáticos.
La caja de cambios es otro punto fuerte del coche. Tiene un tacto delicioso, como en prácticamente la totalidad de coches japoneses que he probado de su época. Es suave y las marchas tienden a enclavarse con rapidez y precisión, a lo que acompaña un pedal de embrague (hidráulico, no por cable) suave y directo. Me acuerdo bien de la desagradable sensación que daba mover la palanca de un Renault 19 Chamade del 95, dura, pesada, gomosa. Tampoco la caja manual de mi Mercedes es mejor, en tanto en cuanto resulta más lenta de manejar. Ni la de los BMW E34 y E36.
Los frenos se dosifican formidablemente bien y soportan cierto maltrato, aunque al final, si se fuerza el ritmo, se nota el efecto del calor. A fin de cuentas los discos delanteros son pequeños para el estándar actual, con 255 mm de diámetro y 25 mm de anchura. Ayuda mucho que el Bluebird es más bien ligero. Pesa 1215 kg según la ficha técnica. Es fácil detectar el punto máximo de retención antes de llegar al bloqueo, porque el Bluebird no tiene ABS. Es su talón de Aquiles respecto a la competencia, que sí lo venía ofreciendo en algunas versiones de modelos como el Renault 21 o el Opel Vectra. Su sustituto, el Primera, ya disponía de ABS, como correspondía a los tiempos que corrían. Con todo, el Bluebird es un coche sencillo de llevar rápido porque se intuyen pronto los límites si se le buscan las cosquillas. No hay sorpresas ni reacciones imprevistas en el límite de adherencia y se puede jugar a redondear las curvas lentas a base de ahuecar en pleno apoyo porque la dirección acompaña muy bien el movimiento natural de los brazos al hacer contravolante.
El motor tiene una respuesta muy homogénea en todo el régimen de revoluciones. Sin titubeos a ralentí. No es un motor sobrealimentado a la antigua usanza, de todo o nada, sino al contrario. Como el turbo es pequeño, los colectores de escape son cortos hasta la turbina y no hay intercooler, el tiempo de respuesta es casi como el de un atmosférico. Da lo mejor de sí entre 2000 y 6000 rpm, aunque el cuentarrevoluciones llega sin problema hasta las 6750 rpm aproximadamente. Tiene un sonido más bien grave (el del Primera eGT es notablemente más agudo, por ejemplo) y un gorgoteo natural muy sugerente a ralentí, proveniente del escape, debido a que el largo tramo recto, sin catalizador y con un silenciador trasero grande, hace que se produzca el rebote de los gases en su interior. Eso sí, si la puesta a punto de la inyección (Bosch L-Jetronic) no es fina, siempre hay un olorcillo a mezcla rica presente.
Otro punto débil del coche es el consumo, algo que ya en su época señalaban en todas las pruebas, aunque aquí debo matizar que es muy sensible al uso. Como el motor es muy elástico, se puede circular en marchas largas sin mayor problema y mantener el consumo por debajo de 9 litros a los cien con poco esfuerzo. Si se aligera el ritmo y se le da vida sin apurar marchas, es fácil subir de 11 o 12 litros. Como las marchas son largas y tiene una quinta de desahogo con un relación de 0,74:1 (40,2 km/h a 1000 rpm), en autovía va a unas 3000 rpm a 120 km/h y sigue gastando razonablemente poco, pero si se aumenta un poco la velocidad, el consumo crece ostensiblemente.
Donde más juego da el coche es en segunda y tercera y, aunque las recuperaciones en marchas largas son buenas, no son tan brillantes comparativamente. Con el VBOX que empleamos en km77.com he medido las prestaciones y he obtenido un 80-120 km/h de 6,2 segundos, que es un dato excelente para 135 caballos. El 0-100 km/h lo conseguí hacer en 9,1 segundos, aunque la cifra oficial es 8,8. Una lástima que la segunda corte justo antes de llegar a 100, porque ese cambio de segunda a tercera es el que hace perder unas décimas muy buenas. No obstante, el 0-60 mph (96 km/h) oficial es de 8,3 segundos, ventaja clara de que se puede hacer usando sólo las dos primeras marchas.
En definitiva. Esa pequeña liturgia que cuando llego a Sevilla conlleva quitarle la funda, revisar niveles, arrancarlo y salir a pasear por la sierra me retrotrae a mi infancia y es un ritual que practico por puro placer y nostalgia. Es como conducir un trozo de mi pasado y tengo la fortuna de compartirlo con mi padre, que ahora va más tiempo de copiloto que a los mandos. A él le gusta mantenerlo limpio y en uso cuando yo no estoy y a mí me gusta tener a los dos en mi vida 30 años después. Este coche es parte de la historia que nos une.
El día que llegué a casa con el «nuevo» Bluebird y mi padre volvió a conducirlo, 19 años después.
Siempre diré, los coches de aquella época tenían carácter, tenían estilo, un excelente reportaje
Preciosa historia, Mario. Yo me inicié en mi afición a esto de las cuatro ruedas el mismo año que tú, durante el proceso de compra de un compacto que, después de examinar toda la competencia, terminó siendo un Toyota Corolla Liftback 1.6. Ese coche fue el que me hizo interesarme para siempre sobre sistemas de alimentación, suspensiones y procesos de fabricación. La calidad interior y el acabado de los japoneses de principios de los 90, comparada con casi todos sus homólogos europeos, era como de otra galaxia.
Y también resultó indestructible: estuvo con nosotros 275.000Km hasta que terminó sus días contra un muro de piedra, el mismo día que mi padre descubrió que tenía apnea del sueño. (Mi padre salió ileso; el coche no)
Abrazos
Jaime
Por Favor, seguid contando historias así… preciosa
En esa epoca, viví la compra a un gran amigo de BX GT y posteriormente GTI…y realmente lo viví como una experiencia única
Encontramos en Almería un Xm francés, antes de que estuviera en España y me emocionaba
Así estoy ahora, Soy petrolhead, con un X5 E70 245cv para la familia
…y un ESPECTACULAR MINI f55 cooper S para mí…
Gracias, por emocionarme con tu relato…
Gracias por estos artículos. En estos días con tanto tiempo para pensar, la nostalgia es uno de los sentimientos que más afloran y este artículo ha disparado la mía. Creo que todos los que somos de su generación recordamos con gran cariño los viajes familiares en la carretera.
Como curiosidad, en mi caso particular coincido con ud. en algunos detalles, pues conozco el Bluebird de una temporada que me llevaba al colegio la madre de un amigo que poseía uno, he sido propietario de un Primera eGT… pero sobre todo porque compartimos tierra y el paisaje de esas fotos antiguas me han hecho viajar mentalmente (supongo que conocerá perfectamente la sierra de Aracena ;)).
Si tiene ganas y tiempo, no dude en contarnos las historias de esos 25 coches que ha poseído, que seguro que tendrá unos cuantos aficionados dispuestos a leerle con entusiasmo.
Saludos!
Hola
E leído hoy el artículo me a gustado y como apasionado y coleccionista en la medida que puedo de coches GTI de los 80/90 si todavía te interesa un Bluebird turbo GTI rojo por menos de 600 e y un Estado bastante bueno tengo uno mirado de esos que no salen en Interneti iba a comprarlo pero no me llama tanto y antes de acabe en un desguace o abandonado se lo comentó
Bonita historia Mario, más allá de la magnífica explicación de las características del «Nissanito», ha sido precioso y evocador, contar las vivencias personales y el cariño hacia tu padre y el coche, enhorabuena, me ha llevado a los primeros coches de mi infancia y a mi padre, gran amante de los coches.
Gracias por compartir con nosotros parte de tu historia. El artículo me parece muy bueno. ¿Sería posible saber un poco más del resto de coches que has tenido?
Bonita historia. Yo tengo un recuerdo similar del 626 Coupé y luego MX-6 que tuvo mi tío. Otras épocas…
En mi familia hubo uno, más raro si cabe porque era el 5 puertas en color azul marino metalizado. No sé porqué creía que tenía 125 cv.
Maravilloso artículo.
Historia maravilhosa.
Automóvel com um enorme carácter.
Grande abraço de Portugal.
A mi me siempre me enamoró ese coche, me parecía un cochazo. Mi madre compró un Bluebird, pero el 1.6 si no recuerdo mal, también de la misma época y yo con la misma edad… Comprado en ese mismo concesionario, casualidades de la vida.
Gracias por tu relato, me lo he pasado muy bien leyéndolo. Me ha transportado a mi infancia, eso de asomarse a ver cuánto marcaba el velocímetro de los coches o el olor de los coches nuevos… Cuando eres pequeño el mundo tiene mucho más sentido.
Mi padre tuvo un Swift 1.3 GTi, de la primera serie, de mayo de 1987, creo que de ese modelo concreto llegaron muy pocos a España (la serie posterior sí se vio bastante más). En Granada había cuatro y los tenía a todos fichados… Con el tiempo fue mi primer coche, lo disfruté muchos años y guardo docenas de recuerdos. Luego ha ido pasando por toda la familia: mi cuñado lo usó un par de años y ahora lo tiene mi hermano. Es una joyita. Acelera como un pepino, 105 cv (pesa 800 kg), y no consume demasiado.
Enhorabuena por el artículo. Un saludo.
Es curioso y compruebo que no soy el único que recuerda cómo olían diferente los coches nuevospor aquella época.
Se que es una tontería pero todavía soy capaz de recordar y reconocer, por ejemplo como olía el 405 srd de mi padre nuevo, sobre todo cuando ponía el aire acondicionado.
Gracias por tan excelente artículo.
Me ha encantado, sobre todo porque se nota la pasión por tu coche. Recuerdo perfectamente el Bluebird, me giraba cuando veía uno, era tan raro y a la vez tan bonito. Es como cuando te enamoras de alguien y no sabes el motivo, porque si lo analizas no tiene sentido, simplemente ha ocurrido.
A mi me pasó algo parecido con un seat toledo de aquella época, de los primeros. Se lo compró un amigo, su motor era el 1.6 de 75 cv que también tenía el golf. Mi amigo le apretaba y lo cierto es a pesar de la baja potencia el coche se movía muy bien. Años después la añoranza me hizo comprarme un Toledo 1.8 de 90 cv, de segunda mano y aunque el coche no estaba todo lo bien que me hubiera gustado disfruté mucho con él, y a fecha de hoy es el coche que mas satisfacciones me ha dado (cierto que yo he tenido pocos). Era un 8 válvulas (no me gustan los 16 válvulas pues son mas perezosos) y su consumo con una conducción normal era muy razonable. Lo cambié unos años después pues como digo el coche no estaba todo lo bien que me hubiese gustado.
Al igual que muchos otros, me siento plenamente identificado con el artículo, que es tan evocador como maravilloso.
A mi también me pasa que los coches posteriores al 2000 no me transmite lo que un noventero. Bajo mi puto de vista, los 80 y 90 han sido el culmen de coches con chasis en crudo, tal cuál, sin asistencias, pero con motores muy evolucionados. En definitiva, de los que siempre comentamos que, por sus imperfecciones (y ausencia de electrónica en el chasis) se dejan sentir.
Dinámicamente aquellos coches, como este Nissan, tienen un potencial muy importante para dejar a mas de uno en la cuneta llorando. Me refiero a quien se piense que con un coche mas moderno va a poder con él. Una actualización tan sencilla como son unas buenas ruedas, amortización y frenos, todo de calidad, ya es suficiente en este Nissan de 1.200kg para plantar cara a un 208 salido ayer por la puerta del concesionario.
Evidentemente hablo sólo en conducción espirituosa (si, acuñado por 8000vueltas) pero es de esto de lo que estamos hablando.
En fin, muchísimas gracias por compartir todo esto con nosotros y deseo que disfrutes un montón con el.
un reportaje estupendo. siempre me ha gustado este coche, y es dificilisimo ver uno por las carreteras, comparto contigo todo lo que dices sobre las marcas japonesas, actualmente trabajo para una de ellas y la durabilidad de los materiales es tremenda, la sencillez mecanica tambien. El BlueBird es un clasico y espero que lo tengas mucho tiempo para poder disfrutarlo. Un saludo
Una de las historias mas bonitas, sinceras y con multitud de datos interesantes del coche, que he leido en mucho tiempo.
No sé si llamar a este gran artículo máquina del tiempo ó universo paralelo, pero en cualquier caso el adjetivo es precioso, y me identifico plenamente con el aspecto metafísico de la relación hombre-máquina, porque yo también he tenido la suerte de poderlo experimentar.
Me sorprende la cantidad de coincidencias personales y automovilísticas con mi propia historia. Nací en Huelva capital, y mis padres no lo hicieron muy lejos de Riotinto. Eso sí, no tuvimos coche en la familia hasta que no tuve yo carnet, allá por 1986.
No se trató de un Bluebird, pero sí de un rojo-passione Fiat Uno Turbo, que no era moco de pavo, sobretodo para dos novatos como mi padre y yo. El turbo recuerdo que era un IHI RHB-3, made in Japan, y la matrícula en algo te sonará por el principio y el final: B-7561-HL.
Sin negar que en su momento hice las burradas autodestructivas normales para la época, reconozco que el coche que más he disfrutado ha sido un Nissan, el X-Trail reestilizado de 2004. Le hice 287.000 km en cerca de 13 años, una auténtica roca como el Bluebird, pero esto lo puedo decir porque se trataba de un QR25 de gasolina, automático además, por lo que también era bastante raro (pero no tanto como las caras que veía al repostar cuando lo transformé a GLP).
Un placer la lectura.
Ráfagas,
Fantastico reportaje, Mario. Me ha gustado mucho
PD: tanto tiempo «hablando» y no sabia muchas cosas….
Ha tenido que venir el Covid-19 para que por fín nos hablen en km77 de coches 😉
El Bluebird era un coche especial, en aquella época en España se vendían coches muchísimo peores.
Me ha gustado mucho leerlo. Ojalá haya más entradas así y menos pruebas de la decimocuarta carrocería del Mercedes clase A, que va igual de bien o mal que todas las demás.
Buen reportaje. Me recuerda este reportaje a que mis padres son de un pueblo cerca de Zafra y cada año bajábamos en verano con un Ford Escort Nomade (familiar) Ghia 1.8D 60cv sin turbo. Los adelantamientos eran un suplicio, viajando los 5 y maletero a tope. Ha sido un coche Duero y fiable, pasando de mano en mano por mi hermana y finalmente por mi, donde lo jubilé hace ya 5 años con mucha pena y casi lágrimas con 200.000 y pocos km (el cuenta km llegaba a 99.999). Quería viajar por España y algo más y mi novia no se sentía segura.
Interesado en más reportajes así.
Coche duro, no Duero, perdón.
@ 22 Daniel: ese era el tipo de coches comunes en España esos años.
De hecho, al hilo de lo comentado del ABS en el artículo, era común ver coches en venta a principios de los 2000 sin ABS.
Debía ser una gozada ir en un coche cómodo y relativamente potente en aquellos años. Ahora cualquier sirve, pero las carreteras y el aparcamiento no son lo mismo (España no es lo peor en este sentido, afortunadamente).
Estupendo artículo, coche e historia, Mario. Enhorabuena.
Muy buen artículo, una explicación estupenda del coche dentro de la vida de una persona. Al final,estas historias son las que mueven la vida de las personas . Es maravilloso volver a encontrarte con partes del pasado a través de los coches y sus recuerdos. Acabo de ir a coger un golf GTI del 92 tb a Asturias (era el coche que me quería haber comprado recién sacado el carnet en el 98 y no podía ser ) y te das cuenta que traes un trozo de tu pasado y una parte de la historia de otra familia .
Muy buen artículo, creo que somos muchos los que tenemos cierto aprecio a algunos coches aunque sean «mundanos» para el resto.
En mi caso, tengo cierto cariño al Renault 9, coche que mi padre tuvo desde que yo era pequeño y que llegó a ser mi primer coche. Pude disfrutarlo con la «L» pegada en la luneta trasera.
Otro coche que me marcó fue el Alfa Romeo 33 Imola de mi tío. Me gustó porque era diferente al resto, por su sonido y por su interior. Me encantaría tener uno, pero soy demasiado perfeccionista para los coches y es muy difícil encontrar uno que me satisfaga.
Por las fotos del Bluebird en la gasolinera, veo que transitas zonas muy cercanas a mi domicilio cuando vienes a Sevilla. Sería un placer saludarte algún día y mucho más poder charlar sobre tu profesión, la cual me fascina.
@21 Lástima no poder “me gustas” a los comentarios porque el suyo se hubiera llevado uno.
También antes la diferencia entre un buen coche y uno normal era mucho más acusada que ahora. Ahora la diferencia entre premium y generalista es de matiz (y mucho más difícil de discernir).
Me ha encantado el artículo. Como me gustaba ese Nissan, un vecino lo tenía en blanco.
Gracias Mario, me ha encantado el articulo.
Como amante de los coches, siempre me he sentido un ser privilegiado, gracias a que mi padre que, debido a su profesión de agente comercial, estrenaba coche nuevo cada 3-4 años!
Primero coches propiedad de la empresa, y a partir de los 90, de leasing. Quien pudiera!
– Talbot Horizon, gasolina, blanco, que acabó sumergido, recién estrenado, en las terribles inundaciones del 83-84, para desesperación de mi padre…
– Peugeot 505 TDT turbo, diésel, verde GC, cochazo.
– Peugeot 405 sri, gris, con tirones de inyección desde el primer día, sin solución en las repetidas visitas al taller.
– Nissan Primera GLX, 5p, blanco, exclusivo y más bonito que el habitual 4 puertas. Lo usé para aprender a conducir.
– Peugeot 406 2.1 TD 115cv, granate, patadón turbo, estabilidad asombrosa. El primero que pude conducir con carnet.
– Peugeot 406 restiling (desacierto estético) 2.0 HDI 110, gris, demasiado civilizado.
– Opel Vectra (2002-2003) CLS 5P 2.2 DTI 125cv azul oscuro. Peor que los dos anteriores en estabilidad…y rotura del turbo el primer año en el túnel de mayor tránsito de Bilbo. Para el recuerdo.
– Opel Vectra restiling 5p 1.9 cdti 120, gris. Lo mismo que el anterior, pero andaba y consumía menos.
Y ya jubilado, compró su primer coche en unos 30 años, su gran ilusión, un Mercedes-Benz gasolina!
Un flamante (y modesto) clase C 180 compresor sportline 143cv azul oscuro-casi negro. Con unas tan preciosas como desproporcionadas llantas de 17 con 245 detrás.
Lo dicho, quién pudiera. Hayyyys …!
Bonita historia mezclando el recuerdo de una época en la que los coches se podían disfrutar mucho más que ahora y cosas personales. Una buena explicación para todos aquellos que no comprenden cómo nos pueden gustar estos trastos viejos que huelen a mezcla rica. Una de las posibles, al menos. Gracias por dárnosla.
Eso si, si algún día vuelve a Blimea trate de no decirles que son de Oviedo porque no les va a hacer mucha gracia. Blimea pertenece al concejo de San Martín del Rey Aurelio, y Oviedo es la capital del concejo de Oviedo y de Asturias. Hace ya mucho que la provincia de Oviedo perdió ese nombre
@1 Gracias, Marco
@2 Jaime, me alegro de que tu padre no sufriese daños, aunque el Corolla se dejase su integridad en salvarle la vida. Creo que cualquier generación de ese modelo de Toyota tiene buena reputación. Y algunas versiones, divertidas.
@3 Gracias, José Luis. Yo a veces iba al colegio en el BX del padre de un amigo. Me hacía mucha gracia aquello de que se levantase la parte trasera. A finales del 92 renovaron el coche familiar con un Volvo 850 GLE y el Citroën aún duró años en su casa.
@4 Arzur (te tuteo, disculpa), ¡pero no me dejes con la intriga!
¿De qué pueblo eres? Claro que conozco la Sierra de Aracena, me he criado allí. Lo que me resulta aún más curioso es lo del Bluebird y el Primera. Seguro que si los hubiese visto, me acordaría. El Primera eGT es un cochazo. El mío era del año 92, de los últimos sin catalizador (o sea, con mejores prestaciones), rojo, y apenas tenía kilómetros. Lo compré en 2012 y lo vendí en 2016.
Entre el resto de coches que he tenido, estos son los más interesantes: Nissan 200 SX S13, Nissan 100 NX 2.0, Nissal Almera GTI, BMW 328i e36, BMW 530i V8 e34, BMW 323i e21, BMW 635 CSI e24, BMW 330i e46 4p, Mercedes-Benz 560 SEC C126, Mercedes-Benz 300 SE W126 (lo tengo actualmente), Alfa Romeo GTV Bertone, Mazda 6 MPS… Y creo que me olvido alguno de los chulos. Otros han sido más mundanos.
Cuando estoy por Sevilla, una vez al mes en condiciones normales, suelo acercarme por Riotinto o por Aracena con frecuencia. Si te viene bien un día, nos tomamos algo.
Un saludo.
@5 Muchas gracias, Héctor. No sé si me podría animar a tener otro, aunque la tentación es enorme, pero me interesa de sobra como para dejar que se vaya al desguace sin intentar darle una oportunidad. Te dejo mi e-mail por si me puedes enviar más detalles a través de esa vía: mario.garces@km77.com
Te agradezco mucho el detalle. Un saludo.
@6 Muchas gracias, Nono. Me alegra que te haya traído recuerdos parecidos. De eso se trataba, en parte.
@7 Gracias, 202004291033. En el comentario 33 tienes una pequeña lista. Si tuviese que escribir un texto por cada coche que he tenido, me harían falta varios confinamientos, jajaja. De todas formas, le daré una vuelta, por si preparo una entrada resumen.
@8 Gracias, Ferrer. Qué coches más chulos, ambos. El 626 Coupé podía tener dirección en las ruedas traseras. Un compañero de clase en la universidad tenía uno.
@9 Gracias, Naxop. De los 5 puertas hubo muy pocas unidades. Hace poco anunciaron uno igual, azul. Qué bueno saber que por aquí hay gente que tuvo alguno cerca. ¿Recuerdas la matrícula? Un buen amigo hace censo de todas las unidades matriculadas en España.
@10 Gracias, Francisco.
@11 Gracias, Bruno. También llegaron un buen número unidades a Portugal.
Que gran artículo y que gran historia. Da gusto ir leyendo y ver cómo se transmiten todas las vivencias y detalles. Un saludo de un actual propietario un Primera GT jajaja
Este Nissan me llamaba la atención. Su diseño que ahora parece anticuado, era muy elegante. Se veían pocos, pero destacaba y lo prefería a mirar un BMW. Hasta que un día hablé con un propietario y me dijo que conducirlo era una delicia. Según me dijo tenía una segunda marcha y una tercera espectaculares. En tercera me dijo que cogía 150 km/h…una máquina elegante…en aquéllos años se podía disfrutar de la velocidad sin tener que estar pendiente de los radares y con este coche los viajes tenían que ser muy divertidos…esa época nunca volverá, al igual que este coche…pero quienes disfrutamos, sabemos de qué hablamos… quizás por eso no me guste la época actual en cuanto a conducción se refiere y también con la situación actual que no tiene nada que ver con aquellos años de diversión, alegría, sociabilidad, proyectos de futuro…ahora es diferente y quieren que seamos autómatas humanos…pero todo depende de la actitud de las personas…una buen reportaje que siempre crea nostalgia de aquella bonita época…
Linda descripción. Siempre tu pasión fueron los coches.
Me ha encantado esta entrada, tanto por la afinidad con la trayectoria y el gusto por los coches del autor, como por la emotiva historia entre la familia, los coches y su padre.
Un tío mio fue el afortunado propietario de un modelo GSX-Turbo del 86 de color marrón metalizado, en el cual tuve la oportunidad de hacer un viaje de Madrid hacia Salamanca en mi adolescencia.
Cuando en vez de tomar la AP-6, tiró por la N-VI, me di cuenta del potencial de ese coche con la suspensión regulable y sobre todo la fascinación de ver como la aguja del manómetro del turbo se desplazaba de izquierda a derecha en función de las aceleraciones, adelantamientos etc.
Han pasado casi tres décadas de ese viaje y todavía me acuerdo de ese día.
Aprovecho Mario para indicarte que haciendo limpieza de la oficina he encontrado un manual de taller del Alfa Romeo 156 que me imagino te puede interesar.
Te mando un privado por mail/tweeter para que te lo puedas llevar.
Lo de haber tenido un E21 o un 560 SEC me ha dejado sin habla.
Uno de mis coches favoritos de siempre.
El 100NX es el que más me ha chocado de tu lista.
En España se debió vender menos que el Renault Wind.
Un familiar de Francia tuvo uno y a pesar del techo targa, no me pareció gran cosa.
Te falta el 300ZX para completar la saga.
Ráfagas, GTO.
Que maravillosa historia. Podría reescribirla igual con el Peugeot MI16 de mi padre de 1990.
Ya por aquella época no había nada más en el mundo que me gustara más que los coches. Muchas revistas especializadas en mi cuarto y muchos «megas» ocupados en memorizar los caballos y la cilindrada de casi todos los modelos en venta.
Cuando cumplí la mayoría de edad tuve la increíble oportunidad de conducir bastante ese Peugeot. Con ese coche, difícil de descolocar ni aún con 160 CV, aprendí realmente a conducir por las intrincadas carreteras de mi isla.
Os animo a seguir escribiendo estos artículos. Son brisa de aire fresco en estos días.
Un abrazo.
@33 Gracias por la respuesta Mario (paso también al tuteo, que debemos tener más o menos la misma edad y así estamos más cómodos).
Realmente yo soy de Madrid, pero mi madre es de un pueblo a unos pocos kilómetros de Aracena, que es Fuenteheridos y suelo ir todos los veranos por allí al menos una semana. Le tengo mucho aprecio a esa tierra y solo con ver el paisaje de las fotos ya se despierta algo en mi.
Curiosamente mi Primera eGT también era rojo, del 91. Lo tuve un par de años (2009-2011) hasta que mi chica se sacó el carné de conducir y como necesitaba un coche, lo entregué al concesionario. Se fue al desguace en perfecto funcionamiento y creo que es algo que no me perdonaré nunca. Me preparo para la lluvia de collejas que me van a caer por aquí…
Si la pandemia nos lo permite este verano bajaré al pueblo y si coincidimos por allí será un placer tomarnos algo y compartir experiencias sobre coches.
Saludos!
Bonita historia.
No tengo un recuerdo muy preciso de ese Bluebird. Sí en cambio del Primera que le sustituyó, que dio muy buen servicio a sus usuarios: bonito, potente, estable, fiable; capaz de hacer largos viajes a 150-160 sin despeinarse.
Si no me equivoco ese Bluebird es de aquella época en la que los coches nipones, además de ser una rareza, ten´`ían un algo peculiar: esas cajas tan algulosas, motores capaces de subir vueltas de forma inusitada, cambios precisos y fiabilidad a toda prueba. Luego ya llegaron los japos «europeizados», fabricados en UK, como el citado Primera, más convencioales -o adaptados al gusto europeo- que sus predecesores, pero aún con ese aura exótica y, al contrario de lo que sucedía con los primeros coreanos, positiva.
En cierto modo, me producen envidia esos largos viajes infantiles con coches de cierto porte. Sí comparto los de olores, agujas de velocímetro -recuerdo el primer GS que ví, no marcaba más que 80 (no sabía que era el cuentarrevluciones, y que el velocímetro era de lupa), A mi padre jamás le gustaron los coches ni conducir, tampoco podía comprarse grandes monturas, y los viajes largos no forman parte de mis recuerdos de infancia o adolescente. Siempre recuerdo cómo azuzaba a mi padre para que corriera, mientras conducía imperturbable a 80-100 en su Seat 600, primero, y en su R-7, después. Cuando Ud. viajaba en el asiento de atrás del «nissanito», servidor iniciaba su vida laboral y procedió a comprarse un Uno 60 con el que empezó a desquitarse su mono de viajes largos a alta velocidad. A pie de tabla en realidad. No era una excelente montura -aunque más cercana al caballeje promedio de la época que esos 100 caballos que Ud. recuerda- pero era la que podía permitirme. Y los recuerdos de aquellos años y con aquel coche son inmensos.
En fin, sigan con estas historias antañonas, con ese toque personal, pasional, tan alejado de la monotonía habitual al probar esa «enésima carrocería del clase A» como alguien apunta, o la versión con motor X del Golf.
Gracias, Mario.
Sí, la lista del comentario 33 ya da una buena idea de las buenas máquinas que has tenido.
@33 ¡Menudo historial! Yo sólo he tenido 4 coches todos de diario / único coche (aunque tampoco puedo quejarme).
Mi pequeño sueño es tener una pequeña colección de clásicos de los 80 pero la falta de espacio y el presupuesto hacen que no me lance.
Gran artículo. Lo tiene todo, descripción técnica e historia del modelo, prueba dinámica, y la parte emotiva.
Dicen los que saben que las cosas, experiencias, información, etc. se agarran más fuerte a nuestra memoria si van acompañadas de sentimientos. Por eso cuando me dieron un teléfono de empresa me costó tanto aprenderme el número de memoria… en cambio el día que me robaron el maletín en la recepción de un hotel, entre la frustración, el cabreo y demás, el mismo número que además tuve que proporcionar tantas veces a tanta gente, se me quedó grabado a fuego.
Para bien funciona igual, y por eso estos vehículos a los que nos hemos sentido unidos generan en nosotros una evocación tan nítida. El olor, el sonido…
A mi padre no le gustaban los coches, no en el sentido que aquí entendemos. Siempre le gustó la mecánica (trabajó en grandes buques de joven, y era el típico manitas para todo), y cuando compró coche intentó comprar el mejor que pudo en cada momento… y después le duraron muchos años. No le gustaban los coches, le gustaba SU coche.
Primero tuvo un 600 de quinta mano, lo mejor que pudo comprar como iniciación. Solía contarme que una vez lo desmontó entero hasta el último tornillo, y lo volvió a montar. Le sobraron algunas piezas menores.. pero el caso es que funcionó.
Luego pasó a un Mini 1000. Fue su coche «de novios», con el que solía moverse, a toda pastilla por lo que me contaba años después, por todas las verbenas de la zona en busca de moza. Aquel coche duró hasta que fue claramente insuficiente para la familia. Mis padres y mi abuela, yo niño pequeño y mi hermana 2 años menor… propiciaron la llegada del coche familiar (yo no tengo ningún recuerdo del mini, aunque sí estoy en alguna foto). Vendió el Mini a un compañero de trabajo y todavía dio guerra muchísimos años.
Simca 1200 TI de 1977 aprox (BI-S). El coche de mi infancia. Un gran cacharro aunque visto a posteriori sus 1.442 cc y 84 cv no debían ser tan espectaculares, el caso es que el recuerdo que tengo es de un coche ágil y rápido, para ir siempre bastante cargado. Lo peor la chapa (óxido al final de su vida útil), y unos chiclés que le obligaban de vez en cuando a mi padre a parar a soplarlos. Por aquella época yo ya me aficioné a los coches. No iba a rallyes ni nada, ni tenía posibles para comprar muchas revistas, pero sí recuerdo perfectamente jugar con mi primo de mi misma edad (con quien compartía afición por los coches), al juego de sentarnos en la carretera del pueblo y «el próximo coche azul que pase para mí». De vez en cuando veíamos un XR2i o un GT Turbo y ya nos alegraba la mañana. Y mis padres siempre han recordado que yo desde muy pequeño, era capaz de nombrar todos los modelos de vehículos con los que nos cruzábamos en nuestros semanales viajes de 1 hora al pueblo a pasar el fin de semana.
Cuando yo tenía 10 años, mi padre me enseñó a conducir aquel Simca (con menos ya llevaba el volante, con 10 ya llegaba a los pedales así que nos pusimos a ello). Y en los años venideros, la bajada a la panadería a comprar pan, o a un caserío cercano a comprar leche, eran las excusas para dejarme conducir algún km. ¡Qué desesperación pensar en tener que esperar 8 años para sacar el carnét!
Tras cumplir yo los 15 (1990), mi padre andaba pensando en cambiar el coche. Los dichosos chiclés que nos dejaban tirados de vez en cuando forzaron el tema. Para entonces yo era medio friki ya, y el Bluebird era de esos rara avis que me llamaban mucho la atención, entre otros. Pero a mi padre desde que salió le gustaba el BX. Modelo que yo no soportaba, siempre me pareció (y me sigue pareciendo) sosón. En estas que en un concesionario pegado a nuestra casa, apareció uno rojo, con faldones, alerón que detrás detallaba GTI 16v ABS. Me quedé pegado al escaparate. Mi padre, que sabía de mi desapego por aquel modelo, me preguntó la razón de mi interés. Le dije que aquello era un pepino, 160 cvs, ABS… Un par de meses después aquella unidad fue nuestra, y acompañó a mi padre durante no muchísimos kms pero sí muchos años.
El BX GTI 16v fue el coche de mi padre, de mi juventud. Lo malo fue que recién comprado ya no me dejó usarlo sin carnet, y tuve que esperar un poco. Ya con carnet… Qué decir. Aquello era un avión.
Tendría que seguir, con el Opel Corsa 1.5D que compró para la familia (ya éramos 3 con carnet, contando a mi hermana. Compró lo más «triste» que encontró, porque decía que a mí «me pesaba el pie»), y detenerme tanto en el BX como en el Corsa, que son los dos coches que me han marcado (dejando de lado el desvirgamiento con el Simca), uno porque me permitía correr sin esfuerzo, y el otro por todo lo contrario. Pero me enrollo me enrollo… y ya va para largo esto.
Sr. D. Mario Garcés, acabo como empecé, me ha encantado esta entrada.
Del resto de vehículos que ha enumerado, siento curiosidad por el MPS. Yo conduzco como familiar un Mazda 6 diesel de 2006, que ya me parece que tiene un comportamiento muy bueno para lo grande que es. El mismo pero con 4×4 y esa caballería, debía ser una maravilla. A cambio si le interesa, yo puedo detenerme en alguno de los citados, o en alguno de los que años después y dentro del mundillo de clásicos, he disfrutado, y que por su edad seguro que también le hacen algún tipo de tilín: Golf gti mk1 1.8, 528 e28, Celica ST185 GT4.
PD. En su texto lo único que he echado de menos ha sido un poco de desarrollo sobre la influencia de su abuelo en usted. Le cita al principio pero después ya no hay más explicación.
Magnifica y hermosa crónica. Gracias pues ha sido un auténtico regalo. Disfruta de tu padre todo lo que puedas y más. Yo adoraba al mio. Cuánto lo echo de menos. Daría todos los años que me quedan por vivir por estar con él solo un año. Un abrazo y nuevamente gracias.
Maravilloso y evocador relato, Mario! Siempre se te dio especialmente bien transmitir con precisión y fluidez tus vivencias a bordo de las maquinas que en un sentido u otro has disfrutado (te sigo desde hace años en BMWFaq), y en esta ocasión no iba a ser menos.
A mis 43 años, trato de recobrar cualquier experiencia que me retrotraiga a la franja de edad entre mis primeros recuerdos y los veintipocos. Indudablemente hay un componente de nostalgia, pero también de «juntarme con mi yo del pasado».
En términos automovilísticos eso me lleva a seguir con poco entusiasmo las novedades que se producen en el mundo del motor desde hace años (aunque no puedo evitarlo, ni tampoco configurar prácticamente cualquier vehículo que se lanza), a buscar coches usados de los ’80, ’90 y 2000, y a disponer de tres «hierros» de esa década de los ’90 que sin ser artículos de colección (Golf GTI Mk2, BMW e36 318is e Ibiza GT TDI 110) los disfruto «integralmente», desde su restauración / reacondicionamiento, hasta su uso diario sin restricciones / sin contemplaciones.
Además, tener la oportunidad de recuperar un vehículo que marcó una etapa para una familia, es una magnífica forma de rendir tributo a un padre / madre a la vez que compartes tiempo y aficiones «palpando» los recuerdos vividos.
Un abrazo fuerte para ti y tu padre
Me ha hecho gracia el comentario sobre el diseño de las llantas que parecen los tapacubos del Regata.
En aquella época los fabricantes tenían diseños muy personales y casi exclusivos para cada modelo que hacían que las llantas fueran un elemento de diseño diferenciador.
Ahora, si no es por el logo del fabricante, sería imposible reconocer a qué marca pertenecen las llantas.
@12 Pues ya son casualidades, David. ¿Por casualidad era blanco? Recuerdo haber visto algún 1.6 blanco en Sevilla. ¿Conservas el número de matrícula o alguna foto? Así se lo podríamos pasar a mi amigo para su censo de Bluebird, si no tienes inconveniente. Muchas gracias. Un saludo.
@13 Gracias, Lucas. Una vez fui a probar un Swift GTI que vendían en Sevilla. Estaba buscando un coche para ir a la facultad sin preocuparme de que lo arañasen (por entonces tenía el BMW 328i Coupé) y, por supuesto, si podía ser potente, mejor. Es de los coches que más sensación de «caja de cerillos» me han dado de todos los que he probado 🙂 Cómo aceleraba, qué nervioso era y qué ligerito. Al final no me animé porque tenía el compresor de aire acondicionado dañado y según me comentaron era una avería recurrente. Me acabé comprando un Peugeot 205 Diesel de color verde, no recuerdo ni por qué. Que lo disfrutes, es un coche muy singular.
@14 El olfato es uno de los sentidos más evocadores, Nuor. Es capaz de traer recuerdos de cualquier situación vivida si los asociamos a un olor. Antes los coches tenían un olor más característico (ahora los habitáculos son más asépticos. Huelen a coche nuevo, pero huelen menos y son más homogéneos). Mi abuelo le compró un 405 SRI a un vecino y cuando encendía la ventilación salía una bocanada de polvo negro de los aireadores. No me quiero imaginar qué clase de material se iba descomponiendo ahí dentro con el sol sevillano…. Un saludo.
Genial, Mario, muy buen artículo en el que no nos dejamos de lado la técnica y lo aderezamos con sentimientos.
Aportar que me enganchó el mundo del automovilismo cuando asistí a la compra del 132 1800 GLS nuevo que tenía 5ª velocidad, con mi padre. Aunque el primer recuerdo era cuando mi padre me llevaba a la guardería y me recogía en la puerta de casa (porque la cochera estaba en otro edificio) y frenaba para que yo subiera al coche… sonaban los frenos un montón.
¿La quinta? ¿Qué es eso, papá? Y la explicación correspondiente que abrió algo en mí hacia los coches desde entonces. Y el sonidito de la transmisión en esa 5ª, como un ligero pitidito que en los largos viajes me arrullaba y me ayudaba a dormirme antes de llegar a las cuestas de Granada, que eran muy aburridas tras los camiones en segunda. Así se pasaba antes. También me ha pasado lo de que el coche familiar que me enamoró, el 504 Ti lo destrozara el tiempo de uso, mi hermana y mi juventud sacándole el hígado al pobre, pero pude comprar otro casi nuevo y lo tengo guardado, como su Turbo GTI, pero sin usarlo. Además, compartí «motor» en el Mercedes 300E de mi padre con el 300SE de Mario, motorazo increíble, coche que me marcó, y del que a veces me hacían sorna por tener gustos viejos y preferirlo antes que los nuevos Ibizas-206-Saxos y demás coches de la juventud de aquel entonces. También mi padre descubrió que tenía problemas con el sueño cuando lo estampó, y gracias a ser buen coche no se mataron. Qué sensaciones, qué olores y qué poco peso tiene la lógica cuando un coche «te entra» y no sabes bien qué es lo que te enamora de él.
Fue un coche genial, yo tuve un 2.0 SLX del ’86 (parachoques corto y emblema frontal en un lado) que duró 21 años.
La calidad, las sensaciones, la dirección y los detalles son como bien describes, muy por encima del resto de coches europeos de similar precio.
Por cierto el seguro para quitar la llave del cláusor, el indicador ECO del tablero, las «ventanas» mecánicas para regular el paso de aire del radiador o el mantener revoluciones entre marcha y marcha para evitar que se cale el motor son cosas que nunca he vuelto a ver en mis coches.
Fue mi primer coche, lo tuve sus últimos 7 años, y me trae muy buenos recuerdos de loq ue llegó a ser un Nissan
@50 Hola Mario. Si, era blanco. La matrícula era SE-BH, pero no recuerdo la numeración. Y fotos… si hay alguna las debe tener mi madre el algún álbum de cuando era pequeño. Siento no poder aportar más datos.
Mi padre tenía por la época un R21 turbo (creo recordar que era un 2.0 de 175cv, una mala bestia) que me tenía loco cada vez que le pisaba y la la aguja de presión del turbo se iba casi al máximo . Pero cada vez que veía un Bluebird Turbo GTI le decía que me gustaba más. Recuerdo que me contestaba que los japoneses les ponían muchos apellidos a los coches, pero que no era para tanto. Era picajoso mi padre jeje
Un saludo
Una emotiva mirada al pasado, sincera y cargada de sentimiento, mediante un sedán que, aparte de buen coche y exclusivo, ha servido de nexo entre un gran hijo y un padre excepcional.
Fantástico, Mario.
@15 Gracias, Miguel Ángel. Al final esta afición consiste en tener un coche que te satisfaga por cualquier razón de peso, aunque sean los recuerdos que te traen, como tu SEAT Toledo. Un saludo.
@16 Deivid, muchas gracias. Yo también coincido en la apreciación de que, sobre todo en los 90, se alcanzó el equilibrio perfecto entre sensaciones y confort. Evidentemente la seguridad frente a un impacto ha mejorado mucho, pero aquella época «analógica» tenía de bueno que la electrónica estaba en su justa medida para mejorar procesos, pero no para intervenir en la conducción.
@17 Javier, gracias. En efecto, es difícil de ver por las carreteras, porque se vendieron pocos. No obstante, hace no mucho leí un art´´ículo de Reino Unido, donde el Bluebird fue muy popular, y había aún una buena proporción de coches aún en funcionamiento en comparación con otros coetáneos que se vendieron muy bien. Era una especie de análisis de fiabilidad, y estaba en muy buen lugar.
@18 Gracias, Pedro Javier. He procurado que quien leyese el artículo también conociese un poco mejor el coche, y no solo mis vivencias. Un saludo.
@19 Gracias, Toni García. Curiosa historia de cercanía, aunque no dices de qué pueblo eran tus padres. Cómo corre el Fiat Uno Turbo (Alfonso Herrero tuvo uno). Recuerdo uno de esos piques que contamos los aficionados a las batallitas automovilísticas. Cuando estaba en la universidad, yo tenía un Golf IV 1.6 de 105 CV. Se me ocurrió «echarle los perros» a un Uno Turbo de un vecino de mi pueblo (yo no lo conocía, pero sí me lo solía cruzar), y en las rectas me sacaba metros como si yo llevase un ancla echado. Años después lo conocí y me contó que ese coche estaba potenciado. Pero el repaso fue de órdago.
@20 Iacocca, qué histórico apellido has elegido para tu seudónimo, jejeje. Un personaje. Muchas gracias, me alegro de que te guste el texto. Me intriga lo que dices de «tanto tiempo «hablando»», supongo que porque ya hemos coincidido en otra ocasión. Un saludo.
@21 Gracias, Clint Eastwood. Aparte de mi actor favorito, me has alegrado el día, como Clint hubiese pedido. Nosotros, los redactores, también estamos un tanto cansados de la decimocuarta carrocería del Clase A. Contar cosas distintas nos ha venido bien, aunque no es nuestro trabajo. Un saludo.
@22 y @23 Gracias, Daniel. Haciendo la cuenta rápida en mi familia más cercana ha habido cinco Escort. El primero que llegó a casa fue el primer coche que mi padre estrenó, en 1982, un año antes de que yo naciese. Se lo quedó mi abuelo cuando nos mudamos a Quito. La matrícula era SE-X, una coña. Duró en la familia hasta 2002, veinte años. Luego hubo cuatro más entre mis tíos abuelos y mi abuelo, de la siguiente generación, incluidos un Láser y un Atlanta. Salvo uno de ellos que tenía dirección asistida, el resto tenían un volante pesadísimo, de goma gruesa. Los conduje en diferentes ocasiones porque a veces les llevaba a la playa. El motor 1.8 Zetec era una roca, corría lo suyo y era tragón. Imagino ese 1.8D de camino a Zafra… 😉 Un saludo.
@24 Pues sí, Clint. Tener un coche con cierta potencia a principios de los noventa era una garantía de seguridad en carretera. Nosotros hacíamos Riotinto-Sevila dos veces a la semana como mínimo (100 km de carretera hasta que hicieron la autovía de Mérida hace unos años, y los últimos 20 km de carretera quedaron desdoblados). Es una carretera de sierra preciosa, con curvas y cuestas pronunciadas, y era una gozada hacer adelantamientos rápidos. Lo sigue siendo. Es mi carretera favorita. Siempre que estoy en Sevilla, la hago. Pero en aquella época había más kilómetros de línea discontinua y uno se podía entretener porque el tráfico proveniente de Portugal siempre daba vidilla al camino. Recuerdo un día que un portugués nos adelantó por el arcén con un Clio Williams. Debía ser un chaval. Qué locura.
@25 Gracias, Pelícano.
@26 Gracias, Carlos. Gran coche ese Golf GTI. Me consta que es posible que, pronto, un redactor de esta casa publique un artículo al respecto…
Hola. Me ha emocionado leer este relato sobre el Nissan Bluebird. Mi padre comenzó a trabajar en Canarias para Nissan en 1977, y aquí se importaban coches japos sin límites, no como en el resto de España. Y en casa tuvimos este bluebird, pero no el inglés, sino el japonés, con más caballos (175). También tuvimos de la generación anterior un 2.0 atmosférico, de dos puertas, con 115 cv (creo que del año 81). ¡Qué daño le ha hecho a Nissan la tecnología Renault¡ Soy un enamorado de los coches japoneses, y siempre intento comprarme coches que hayan sido fabricados en Japón, y tengo varios de e´pocas distintas
Qué bonita historia. Se me saltan las lágrimas.
Muchas gracias por compartirla y enhorabuena por esa preciosa unidad
This is useful information, but I need more, can you write more about it?
Hola Mario, me alegra leer semejante artículo dónde quizás ahora en estos años se le de más importancia que hace unos años cuando podíamos comprar a patadas civics, celicas , mitsu y nissanes «» por dos duros..amo tu historia porque me recuerdan y me transmiten incluso los olores ya casi perdidos en el tiempo de mi primer honda EG, el sonido del primera SE sr20, la estabilidad del Celica.. NUNCA olvidaré cuando me enseñaste el Almera gti en Mairena y apretaste el acelerador en la recta dirección polígono Pisa, si llegas a leerme, GRACIAS de corazón por tal experiencia.
Ahora tengo un Almera SR rojo muy cuidado, no es un gti pero llegará el momento que vuelva al Celica. 👍🌄
¡Qué gran y emotiva historia!
Me encantó leer y encontré muchos puntos similares conmigo. Mi padre también tenía un Bluebird de 1988, pero el 1.6 SLX en azul marino metalizado. Encarné cada una de las palabras que escribiste, ya sea en la relación con el auto o en la relación con tu padre. Muchas gracias por este maravilloso texto y fotografías.
Actualmente estoy buscando un Bluebird para mí aquí en Portugal. Todavía quedan algunos en condiciones aceptables. A ver si tengo suerte.
¡Un fuerte abrazo desde Portugal!
Me ha encantado leer el artículo. Ha sido PRECIOSO!
MI PADRE COMPRO EN JULIO DE 1990 otro turbo Gti.
Me encantaría charlar contigo Mario, tenemos tantas s cosas en común amigo mío.
Soy perito de seguros de autos, imaginate si me ha revuelto por dentro tu historia… 🥰🥰