Últimamente estamos un poco melancólicos en la redacción de km77.com. Escribimos con cariño y añoranza historias de tiempos pasados (ejemplo) y ponemos en tela de juicio soluciones técnicas modernas (pantallas y retrovisores) porque en ocasiones no responden a criterios prácticos ni de seguridad. Quizá algunos ya seamos algo mayores y nos estemos convirtiendo en unos cascarrabias.
Yo no pienso que todo tiempo pasado fue mejor, por mucho que recuerde con añoranza momentos pasados. Lo que sí creo es que ha habido cosas que han perdido emoción, al menos, en el campo que nos atañe, el de los coches. El otro día, viendo un vídeo de Ragnotti a los mandos de un Renault Clio pensé «no me extraña que la afición a la competición fuera enorme, ¡cómo hace deslizar el coche en cada curva, cómo lo «tira»!». Vale, Ragnotti tenía una forma muy espectacular de conducir pero, en todo caso, ahora es mucho más difícil que antes ver largos derrapajes en las curvas. El mismo recuerdo se me viene a la mente cuando veo alguno de los vídeos de los espeluznantes y peligrosos Grupo B de rallys. Luis Moya dijo hace no demasiado tiempo en una entrevista elaborada por Teledeporte que «antes, los coches frenaban de lado y ahora frenan más de frente». No se me ocurre mejor forma de resumir cómo era la competición hace años.
Yo creo que está claro que hay cosas que antes eran más emocionantes. A cambio, ahora hay cosas que antes no existían. La tecnología permite todo sea más seguro, que se nos abran nuevas oportunidades y que tengamos al alcance de la mano cosas que antes eran complicadas. Esto me hace pensar también en la fotografía, un campo del que sé poco, pero que he vivido más o menos de cerca y me ha llegado a gustar.
Durante los primeros años de existencia de km77.com, las fotos de las pruebas de coches se hicieron en película. A finales del 99 o principios del año 2000 la mayor parte de los medios todavía utilizaban cámaras analógicas; no fue hasta unos pocos años después cuando las digitales empezaron a llamar a las puertas de las redacciones.
En esa época, en km77.com había muy pocos recursos y, en consecuencia, no se podían hacer grandes producciones como eran habituales en las revistas de papel que había en aquel momento. En esta redacción había varias directrices claras respecto a la fotografía y destacaban dos por encima del resto. Una, era afinar al máximo para conseguir el mejor equilibrio entre calidad y coste. Ello pasaba por sacar adelante la sesión en unas pocas horas y utilizando como máximo un carrete de 36 imágenes. Naturalmente, los fotógrafos (había uno oficial y dos extra-oficiales, que eran los redactores) llevaban más película consigo, pero yo no nunca vi utilizar más de un carrete por cada sesión. Por un tiempo se pensó en hacer las sesiones de fotos en lugares poco concurridos dentro del área metropolitana de Madrid. De esa forma se ganaría tiempo, pero luego se comprobó que era muy difícil encontrar la tranquilidad deseada. Así que, salvo excepciones, se incrementó notablemente el radio de acción para buscar lugares realmente poco concurridos y que ofrecieran diversidad de paisajes y posibilidades.
Yo aprendí algo de fotografía de coches años después, cuando entró la primera cámara digital en km77.com, una Nikon D70. Era la cámara que utilizábamos cuando nuestro fotógrafo oficial no podía trabajar con nosotros. Con la tecnología digital era fácil —y barato— aprender a hacer fotos decentes con unos conocimientos básicos de fotografía. La fotografía analógica, sin embargo, era otro mundo. Era como conducir coches potentes de tracción trasera sobre superficies deslizantes y sin ninguna ayuda electrónica. Había que conocer bien la técnica y la iluminación. Muchos fotógrafos profesionales portaban consigo un fotómetro porque el que incorporaba la cámara «no era del todo fiable», decían. Aunque las cámaras de entonces ya tenían «autofocus», muchas de las fotos que se publicaron, incluso en las que el coche aparecía a toda velocidad tras una curva, se enfocaban a mano.
Imagino, quizá me equivoque, que cada vez que el fotógrafo de km77.com pulsaba el botón de disparo de esas cámaras analógicas ajustadas en modo manual, una especie de escalofrío recorrería su cuerpo. Cada pulsación significaba que había gastado una de las 36 oportunidades para hacer una sesión completa (y una sesión completa incluye, más o menos, un mínimo 7-8 fotos con el coche en distintas posiciones y situaciones; parado y en marcha).
Cuando llegábamos de vuelta a la redacción después de cada una de esas sesiones analógicas, hacíamos llegar el carrete a un laboratorio externo para su revelado. Eso significaba que hasta uno o dos días más tarde, que es cuando ya disponíamos de la película revelada en diapositiva, no teníamos la seguridad de si la sesión tendría buena calidad y de cuántas imágenes podríamos publicar. Lo cierto es que siempre (o casi siempre) conseguíamos sacar una selección de entre 6 y 8 fotos «buenas» que acompañarían a la prueba. Poco a poco, me quedó claro que hacer fotos en analógico no era el salto al vacío que yo suponía al principio sin saber nada de fotografía. No obstante, también tengo claro que la fotografía analógica no tiene nada que ver con la digital, donde casi todo vale. Hoy en día se puede jugar hasta límites insospechados con la iluminación, con la exposición y con la post-edición hasta conseguir un resultado que con la fotografía analógica sería ciencia ficción.
Antes he dicho que una de las directivas claras en km77.com a la hora de hacer fotos era gastar poco y obtener un resultado profesional dentro de un orden. Otra, era que el coche se viera bien. Para que el coche se viera bien, debía ocupar la mayor parte del fotograma y el fondo debería estar borroso en la medida de lo posible. Era la forma de resaltar lo que queríamos mostrar. Por ello, las fotos se solían hacer con objetivos relativamente largos (personalmente, siempre me ha encantado la perspectiva que da un objetivo largo) y con aperturas generosas del diafragma. Las fotos de km77.com siempre se han hecho para mostrar el coche reduciendo al mínimo la expresión artística innecesaria. Algo parecido ocurría, y ocurre, con los textos: contamos cómo son los coches de forma recia, sin adornos innecesarios.
Una de las primeras fotografías que vi en km77.com fue en el año 2000 cuando aún no trabajaba aquí. Correspondían a un BMW M5, el mismo M5 que hemos rememorado estos días en nuestra portada. Dicha foto aparecía lentamente, línea a línea, en la pantalla de aquel ordenador de biblioteca que yo frecuentaba en esa época. La conexión a internet era lenta, pero la espera merecía la pena. Km77.com publicó esa imagen a un tamaño brutal (más grande que el estándar que hoy en día usamos en este medio) y, por lo tanto, era una joya casi única en aquellos tiempos.
Hoy vuelvo a ver esa foto. Me pregunto qué se le pasaría por la cabeza a José Antonio Díaz, su autor, cuando pulsó el botón de disparo de su cámara para «quemar» para siempre ese trozo de película. ¿Se imaginaría que 20 años después, esa foto iba a ocupar de nuevo la portada de km77.com? ¿Se imaginaría todo lo que iba a cambiar este medio en los siguientes veinte años sin cambiar sus principios?.