Cuando hay partido, las cercanías del estadio Vicente Calderón quedan difícilmente transitables, inundadas de coches. Calculo que ocurrirá unas 20 veces al año.
Durante unas cuatro horas se puede aparcar casi de cualquier manera. Encima de aceras, de carriles bici, sobre pasos de cebra, obstaculizando el acceso a los bordillos rebajados para minusválidos, impidiendo la salida de coches bien aparcados.
Pero solo se puede aparcar así de mal «cerca» del estadio. Una regla no escrita determina dónde se pueden dejar coches en triple fila y dónde no. Parece un secreto bien guardado por los aficionados al fútbol que acuden a ese estadio.
Según mis observaciones, las zonas más afectadas corresponden al Paseo del Quince de Mayo, Paseo de la Ermita del Santo y a sus calles aledañas. Curiosamente, el estacionamiento parece más controlado en la misma orilla del rio Manzanares donde está el recinto, como la calle de San Isidro o el Paseo de Pontones.
No es una situación nueva, ni mucho menos. Además, no es exclusiva del Vicente Calderón; tengo entendido que ocurre algo parecido en los alrededores del estadio Santiago Bernabéu. A lo mejor me animo a hacer fotos en otra tarde aburrida de domingo.
Cogolludo