El Volkswagen Golf 1 se convirtió en el centro de atención el día que tocaba conducir por primera vez el Golf 8.
No es de extrañar. Este último ya lo conocimos en profundidad semanas atrás: Volkswagen lo desgranó en varios talleres de técnica (“Workshops”) a los que fuimos invitados y dimos cuenta convenientemente en km77. Sólo faltaba conducirlo, en otro evento organizado por Volkswagen para los medios. No necesité estar mucho a sus mandos para confirmar algo que presuponía: que va como antes (o casi), haciendo la lógica excepción que se merece su nuevo sistema de hibridación ligera y su interior, donde los botones físicos han dejado paso a superficies táctiles. Toda la info.
En esa presentación “dinámica” del Golf 8 también había una unidad de cada una de las anteriores generaciones. Todas eran versiones más o menos básicas, todas de un color gris claro que llamaba poco la atención, quizá para no quitar protagonismo al protagonista. Las miradas de los periodistas se clavaron en el «uno».
Ese Golf de primera generación montaba un modesto motor de gasolina de 50 caballos que, posiblemente, tenga menos reprís que mi flamante Fiat Panda 4×4 de 54 caballos. Da igual que corra poco. Siempre he dicho que la potencia bruta no vale de mucho. He probado muchos coches de más de 300 caballos que no he disfrutado plenamente. Puede ser que las potencias altas superen mis capacidades. También es posible que, como he conducido prácticamente todos los modelos de las principales —y no tan principales— marcas que han salido al mercado en los últimos 20 años, tenga suficientes elementos de juicio para estar seguro de lo que afirmo.
Me monto en esa unidad de 1981 y comienzo a rodar. Hay una especie de magia en su conducción. Todo parece tan normal y natural que olvido que voy en un vehículo desarrollado a principios de los 70 y presentado públicamente en 1974. Al entrar en la primera curva, se nota que la dirección es más lenta de lo corriente. Ahí se acaban casi todas las herencias del pasado. Circulo por carreteras lentas y revidas a ritmo ágil (que no rápido, pues no se trata de maltratar un coche de museo) con una naturalidad asombrosa. Se siente muy ligero, pero es una ligereza en el mejor sentido del término. Volkswagen supo conjugar maravillosamente la ligereza con la solidez. No hay holguras, todo parece bien ensamblado y el chasis está puesto a punto para que se comunique a la perfección con su conductor. Va por donde quieres y como quieres. En la actualidad podría ser un buen coche de diario para desplazamientos cortos o medios.
Tan sólo tres curvas más allá ya nada me resulta nuevo o extraño en el Golf I. Doy un golpe de gas casi involuntario antes de bajar una marcha para suavizar la maniobra, para que no sufra el embrague y para mi disfrute. Un poco después noto que voy en una posición muy cómoda. El gran volante no está demasiado bajo, ni inclinado, y los pedales quedan a una distancia correcta. Voy muy a gusto y eso que apenas he perdido tiempo regulando lo poco que se puede ajustar. El mullido del asiento es blando, pero no cede en exceso y sujeta bien el cuerpo. El tacto de la tapicería es cálido y suave. Las curvas más cerradas no son un problema ya que los montantes del parabrisas son tan finos que se ve a la perfección en diagonal. Por los retrovisores exteriores sí se ve mal: son planos y por lo tanto no dan un ángulo de visión grande.
Todo está a mano y sin adornos innecesarios. Con el volante bien asido, estiro los dedos de la mano derecha y llego a los mandos de la ventilación y de la radio. Estiro los dedos de la mano izquierda y casi puedo dar las luces de cruce. Sólo suelto el volante para mover la palanca de cambios, y las marchas entran que da gusto. Quien quiera hablar con autoridad de ergonomía aplicada al automóvil, primero debería montar en este coche. Pertenecía a una época en la que, mientras se conducía, se conducía, pues no había lugar a distracciones. Pertenecía a aquélla época en la que molaba tener un coche nuevo en propiedad.
Después de no más de 10 minutos me bajé pensando que sin duda ese Golf 1 fue muy bueno en su momento, porque hoy lo sigue siendo. Definitivamente, el Volkswagen Golf 8 lo tuvo complicado para ser el protagonista en su día.
Enrique Calle