(Los personajes, sus nombres y la narrativa pueden no ser fidedignos para hacer más absurda esta entrada del blog)

Martes, primera hora de la mañana. El timbre del teléfono interrumpe la serie de dos mil abdominales que Celedonio hace todas las mañanas para mantener su hercúleo cuerpo. Tras la respuesta al «diga», Celedonio reconoció rápidamente la voz de su estimada Margarita Guapón. Margarita tenía un peculiar acento sureño que mostraba y escondía a voluntad, como el Guadiana aparece y desaparece. —Cele, tengo una plaza para participar en el Eco rallye de Madrid el próximo sábado con un Jaguar I-PACE, ¿cuento contigo? —Buff, este fin de semana tengo muchos planes, ¿por qué no llamas a un piloto experimentado como Jabier Boltó? —Es que ya corre con otra marca y he pensando en ti…—. En ese momento lo entendí, ya no quedaban manzanas buenas en la cesta y solo quedábamos las que tenemos marquitas y ya no nos quiere nadie…—Venga, vale, cuenta conmigo. ¿Quién viene de copiloto? —Quien tú quieras, tú eres el profesional.

Celedonio colgó el teléfono sabiendo que se acababa de meter en un lío. Hacía tres años había participado en dos Eco rallye, uno en Extremadura y otro en la Comunidad Valenciana. Fue con un copiloto que sabía lo que hacía y un Blunik, un aparato que ayuda a hacer las cosas bien. Él sólo tuvo que mover el volante y pisar los pedales. En esta ocasión no iba a contar con ninguna de esas dos ayudas. Tras colgar a Margarita Guapón, buscó rápidamente en su agenda y empezó a llamar a sus copilotos de confianza: Daniel Elena no le cogió el teléfono ninguna de las 77 veces que marcó su número en su Alcatel One Touch Easy. Luis Moya sí le respondió, pero ya era tarde, había fichado por Volkswagen para correr con un Volkswagen ID.4; con Timo Rautiainen sólo entendió lo de «Painu vittuun!!». Pero Celedonio es un hombre de recursos y acabó convenciendo a Paloma, una mujer capaz de perderse usando el Google Maps. Y para sustituir al Blunik encontró una aplicación llamada Rabbit Rally.

¿Qué es un Eco rallye? Rabbit, GPS y otros detalles.

Un Eco rallye consiste, básicamente, en mantener una velocidad media que indica la organización. Y simultáneamente, gastar poco. Lo segundo suele estar reñido con lo primero. Y lo primero no es tan fácil como puede parecer al leerlo.

Esa velocidad media no es constante a lo largo de la carrera, ni a lo largo de cada tramo. En el Eco Rally de Madrid había tramos con solo dos velocidades y otro en el que cambiaba 11 veces a lo largo de 35 kilómetros.

La aplicación hace falta para mantener la velocidad correcta durante la carrera. En la pantalla va indicando si se va adelantado o retrasado respecto al tiempo ideal. Funciona mediante la señal GPS (lo ideal es usar sensores hall en las ruedas, como los de las bicicletas), que como bien sabemos está sujeta a cierta imprecisión. La velocidad de refresco del chip GPS de un móvil es de 1 Hz. Por eso en km77 no usan un móvil para medir las prestaciones, sino un aparato específico cuyo chip GPS trabaja a 10 Hz. Para entenderlo mejor: con el GPS de un móvil se calcula la posición una vez por segundo; con un GPS de 10 Hz, diez veces por segundo. Y no es poca diferencia teniendo en cuenta que a 50 km/h un coche recorre 13,9 metros en un segundo.

Si Celedonio corría con el GPS del móvil, podía tener unos errores enormes en una prueba que penaliza por cada décima de segundo de adelanto o retraso que se pasa por punto de control (oculto) durante el tramo. La solución era conseguir una antena de 10 Hz y conectarla al móvil. Tras una investigación rápida descubrió que había una (Garmin GLO) que servía precisamente para esto, así que intentó conseguirla. El viernes, por la mañana, cuando salió rumbo a Madrid, aún no sabía si iba a poder tenerla.

Esa incertidumbre aumentó el nerviosismo de Celedonio, ya de por sí alto a lo largo de la semana. Todo corriendo y a última hora, con lo que le gusta tener todo organizadito y bajo control. El asunto de la antena no era lo único que estaba «sujeto por pinzas». Su conocimiento del uso de Rabbit se ceñía a unos tutoriales que vio el miércoles por la noche. Conocimientos teóricos que tuvo que transmitir a Paloma el jueves por la tarde. Para la clase práctica decidió esperar al viernes, mientras viajaban a Madrid, aprovechando para hacer pruebas por la autovía.

Sobre la una del viernes, Celedonio y Paloma llegaron a Torre Picasso (Madrid), donde recogieron el Jaguar I-PACE. Cuando lo vieron en el garaje supieron que, ganando o siendo los últimos, difícilmente habría otro coche que llamase más la atención. Vinilado de un color azul verdoso (que alguien calificó como azul suavizante…), con la silueta de un jaguar y detalles negros, copiaba el aspecto del Jaguar I-PACE eTROPHY que participó en el campeonato de Formula E. Muy chulo.

De ahí partieron hacia Arganda del Rey, al sureste de Madrid. El centro logístico de la carrera (oficina, parque cerrado y alojamiento) era en un camping cercano a esa población. Nada más llegar y tras saludar a conocidos varios, entre ellos al famoso fotógrafo de km77.com Loren Ibérico, copiloto de Eneko Duque (vigentes campeones FIA de regularidad de energías alternativas), el equipo Jaguar-Celedonio empezó a preparar todo, comenzando por colocar cables USB suficientes para alimentar tres móviles (dos necesarios para la carrera más uno de reserva por si las moscas) y recogiendo una antena GPS 10 Hz que finalmente les alquiló la organización.

Para que el móvil emplee la antena externa y no la propia es necesario instalarse una aplicación y después cambiar la configuración del móvil (en el interné es fácil encontrar info al respecto). La antena se vincula por Bluetooth con el móvil y lleva una batería que hay que alimentar en una toma de 12 V. Tras hacer todo eso, Celedonio y Paloma marcharon pitando al tramo de calibración.

¿Qué es la calibración?

Cuando la organización prepara el rutómetro —el librillo donde mediante viñetas y distancias kilométricas los participantes reciben las instrucciones de por dónde deben ir y a qué velocidad media— lo hace con su coche, su sistema de medición y su forma de conducir. Así que para que cuadren sus distancias con las de los participantes, dan un tramo con pocas complicaciones en el que indican la distancia que ellos han medido entre dos puntos. Es el llamado tramo de calibración. Para calibrar, los participantes van a ese tramo, conducen como se supone que deben haberlo hecho los organizadores y se detienen en el punto final. Ahí, su sistema de medición debe indicar la misma distancia que pone el rutómetro. Como eso no suele pasar, hay que indicarle al equipo de medición (Blunik, Rabbit, etc) el error para que lo compense. Algo así como decirle que, a partir de ahora, 1000 metros suyos ya no son mil metros, son 998,7 metros. O 1002,34.

Esto es lo que entrega la organización para calibrar los equipos de medición

Pues bien, cuando Celedonio y Paloma llegaron al principio del tramo de calibración se quedaron ojipláticos al observar que con el coche detenido, el GPS les decía que estaban en movimiento, a 4 o 5 km/h. Siguiendo el protocolo indicado en el MIERDAE (Manual Internacional de Emergencias Raras Digitales de Aparatos Electrónicos): apagaron y encendieron la antena, reiniciaron el móvil, cruzaron los dedos y… seguía pasando lo mismo. Como iban muy mal de tiempo tomaron la decisión de calibrar con el GPS del teléfono. Así que cambiaron la configuración del móvil otra vez, se posicionaron en la referencia de salida, iniciaron la marcha y… antes de recorrer cuatro metros el móvil les indicó que había perdido la señal GPS. ¡No podría ser! Mientras buscaba un sitio donde dar la vuelta, el sistema nervioso de Celedonio no paraba de dar indicaciones a sus pulmones, cuerdas vocales, lengua y labios para que emitiesen una retahíla de palabras malsonantes, instrucciones que duraron aproximadamente minuto y medio, el tiempo que tardó en poder dar la vuelta y colocar, de nuevo, el I-PACE en el inicio. Esta vez Paloma sujetaba el móvil con el brazo extendido, colocándolo sobre el salpicadero, en la parte más lejana del parabrisas a la “vista” de los satélites. La técnica funcionó y pudieron completar el recorrido de calibración. Con el error de un GPS de 1 Hz, pero en esos momentos fue casi una victoria.

Volvieron al camping en silencio. Celedonio estaba de mala leche y solo pensaba en que si no había forma de conseguir otra antena de 10 Hz que funcionase, el rallye se había acabado antes de empezar. Ganar era complicadísimo, pero si se participa en una competición, al menos hay que salir a intentarlo.

Ya eran las cuatro de la tarde cuando el Jaguar avanzaba en silencio por la entrada del complejo vacacional. Aún tenían que pasar las verificaciones, cambiar la antena (si había alguna más) y repetir la calibración (si la antena funcionaba). Y todo eso con tiempo suficiente para estar a las seis de la tarde en la plaza de Colón, en Madrid, donde la organización iba a hacer la ceremonia de salida.

Hubo suerte, la organización tenía más antenas y les dio otra. Pero la probaron, esta vez dentro del camping, y también funcionaba mal. Mientras el cabreo continuaba en plena fase de ebullición a fuego fuerte, aprovecharon para poner todos los adhesivos (dorsales y publicidad) en el I-PACE y pasar las verificaciones. Esta vez todo fue casi del todo bien, tan solo un problema con una documentación les hizo sufrir un poquito.

Vale, el equipo 23 ya tenía el coche verificado, pero también un GPS que decía que se movían cuando estaban parados. Ya desperado, Celedonio preguntó a un comisario del rallye. La respuesta le cabreó aún más —Es por el parabrisas, con los filtros no deja pasar la señal. —¡¿Cómo puede ser que tras años y años montando aparatos en los coches para medir las prestaciones y sabiendo que eso pasa, no se me haya ocurrido esto?!— exclamó Celedonio. Rápidamente cambió la antena de sitio: en vez de sobre el salpicadero, la colocó en el parabrisas, en la zona punteada que hay junto al retrovisor (esa zona no lleva filtros; no es un error, se hace intencionadamente para colocar ahí los sistemas de pago automático de peajes). Los datos que empezó a mostrar la aplicación GPS eran mejores, pero seguían apareciendo lecturas absurdas. Así que a grandes males, grandes remedios: Celedonio buscó en los asientos traseros una pequeña mochila, sacó de ella un rollo de cinta americana (siempre hay que salir de viaje con una) y colocó la antena en el techo, por fuera. La sujetó con la cinta, sujetó también el cable y lo pasó por el marco de la puerta hasta la toma de mechero. ¡¡Eureka!! Ahora el la pantalla del móvil seguía sin marcar cero, pero casi: entre 0,2 y 0.

Eufóricos salieron disparados hacia el tramo de calibración otra vez. Iban con el tiempo justísimo. Tanto, que no sabían si podrían calibrar o, si lo hacían, si llegarían a tiempo a la plaza de Colón. Dicen que Dios aprieta pero no ahoga. Y así fue, les apretó fuertecito pero pudieron respirar al entrar en la plaza de Colón 2 minutos antes de la hora límite. Menos mal que aún no se tenía en cuenta el consumo.

La calibración fue chapucera. La tuvieron que hacer más rápido y con menos cuidado del ideal. Y lo que es peor, una sola vez. Lo correcto es repetir la calibración al menos una vez para comprobar si, tras corregir, se obtiene la distancia correcta en la siguiente pasada.

Al llegar a la plaza, estaban casi todos los participantes aparcados en batería formando una hilera que se extendía a lo largo del paseo que recorre la plaza en sentido descendente. Colocó el coche en un hueco que quedaba (si no fue el último en llegar, debió ser el penúltimo). Por fin, tras una tarde intensa, Paloma y Celedonio pudieron respirar profundo y relajarse. De paso se dieron cuenta de que no habían comido ni desayunado.

Durante la hora que estuvieron en la plaza quedó confirmada su impresión al recoger el I-PACE: todo el mundo se acercaba a mirarlo y a hacerle fotos. Un auténtico tuercecuellos.

La carrera

Sábado por la mañana. Paloma estaba como un flan, jamás había tenido un rutómetro en la mano, jamás había hecho de copiloto y jamás se había visto en una parecida. Cuando les dieron el rutómetro se dieron cuenta de que había cosas en las que no habían pensado. Gracias a Jabier, a su copilota Mamen Carmonkey y a Loren Ibérico, pudieron ir solucionando algunas.

Su hora de salida, la del comienzo del rallye, era las 10:19. Nervios a tope y cuatro tramos por delante antes de parar para comer y hacer una recarga. Los cuatro tramos transcurrieron sin incidentes. Paloma acertó al dirigir a Celedonio por el lugar correcto en el único cruce en el que no estaban claras las indicaciones (de hecho había un error en el rutómetro). Tan sólo las necesidades fisiológicas interrumpieron la paz a bordo (si paras hay que recuperar luego el tiempo perdido; si tienes que recuperar tiempo, consumes más). Eso y que al final del último tramo, el cuarto, les sucedió algo extraño con el Rabbit, pero como era casi al final del todo, pensaron que no suponía mucho problema.

Durante la comida averiguaron que iban en el puesto 15. Estaban decepcionados, sobre todo Paloma. Pensaban que lo habían hecho mejor. Viendo las penalizaciones de cada punto de control comprobaron que, generalmente, llegaban adelantados a todos ellos. Seguramente calibraron mal el viernes (oh, sorpresa).

 Tramo 1Tramo 2Tramo 3Tramo 4
Posición15151415
Puntos18,211,732,644,5
Puntos totales18,229,962,5107,0

Tras la comida repasaron los cuatro tramos restantes. El quinto tramo lo empezaron ya de noche. Desde la salida de la etapa hasta el inicio de la parte cronometrada había un tramo de enlace. Llegaron al final de ese tramo y esperaron a su hora de salida tras los coches que les precedían. Cuando ya era su turno, en plena cuenta atrás, Celedonio oyó lo siguiente: —¡Aprovechad y pasad!— miró por el retrovisor y vio cómo el policía local que estaba ayudando en ese punto, gesticulaba dando paso a varios coches que no eran de la carrera. —¡¡No me jodas!!— exclamó Celedonio— Quedaban diez segundos para arrancar y tres coches tomaban el desvío por el que transcurría la carrera, uno de ellos con un remolque.

—Cinco, cuatro, tres, dos, uno…¡arranca!—Celedonio comenzó a conducir mientras trataba de tranquilizarse pensando que era imposible que alguien pudiera ir más despacio que ellos (por normativa, la velocidad media en este tipo de pruebas nunca supera los 50 km/h). Pues se equivocaba, al rato circulaba el último de una caravana de cuatro coches, bajando por una carreterita estrecha y revirada a menos velocidad de la que debía. El indicador del Rabbit incrementaba paulatinamente su retraso sobre el tiempo previsto: +3 s, +4 s…cuando vio el +10 s, Celedonio decidió que si seguía detrás de ellos había arruinado por completo el rally, así que en cuanto tuvo visibilidad suficiente para tener la certeza de que no subía nadie en sentido contrario, adelantó a los tres vehículos que hacían tapón. Paloma, se agarró con fuerza al asiento y el asidero de la puerta cuando el I-PACE salió catapultado hacia el carril contrario adelantando a los tres coches. El I-PACE no es un modelo que gaste poco, pero sus 400 CV permiten ganar velocidad como pocos coches no-eléctricos pueden hacerlo.

Acabaron ese tramo sin más incidentes y sin imaginarse lo que les iba a pasar en el siguiente. El quinto tramo era el más largo de la jornada, con doce cambios de velocidad media. Llevaban pocos kilómetros cuando, de pronto, la velocidad media, cifra que oscilaba una o dos décimas alrededor del dato ideal, les marcó que iban muchísimos segundos adelantados. No sabían qué había pasado. Ellos no se habían equivocado en ningún desvío, así que tenía que ser un error de la aplicación o del GPS. Era algo parecido a lo que había ocurrido al final del último tramo de la mañana. Desde ese momento, tuvieron que ir manteniendo la velocidad media a ojo con la esperanza de que al llegar a la próxima referencia pudieran corregirlo. Pero no fue así. Sea por lo que fuere, durante muchos kilómetros la pantalla pasaba de indicar que iban más de 30 segundos adelantados a un montón retrasados. No tenía sentido y no sabían cómo solucionarlo. Una catástrofe. En el séptimo tramo les volvió a pasar una vez, pero en esta ocasión lo pudieron solucionar rápido. Y en el último todo funcionó como debía.

 Tramo 5Tramo 6Tramo 7Tramo 8
Posición14202020
Puntos16,2597,629,721,9
Puntos totales123,2720,8750,5772,4
Puntos de penalización en los tramos de la tarde.

Durante la noche del sábado se hacía la recarga de los coches, así que hasta la mañana siguiente los equipos no sabrían cuánto habían gastado. Pero ya daba igual, Celedonio era consciente de que habían caído en la clasificación a los últimos puestos. Una decepción para él y una mala noticia para Jaguar.

A los participantes de milla66.com tampoco les sonrió la suerte. Jabier Boltó y Mamen Carmonkey, tras ir segundos al comienzo del sexto tramo, cayeron a una sexta posición. Extraño porque ellos no tuvieron la sensación de haber empeorado su conducción. A Loren Íberico le pasó algo parecido, acabó séptimo sin saber por qué no estaban haciendo mejores tiempos. Loren y su piloto, Eneko, son verdaderos profesionales de la regularidad. Raro es que hagan mal un tramo pero inexplicable que sigan haciéndolo mal en el resto.

Celedonio hizo las siguientes declaraciones a la prensa al acabar el rallye: «Ha sido un fin de semana para olvidar en lo deportivo, aunque no hacerlo bien también tiene sus cosas buenas. Prometimos subir al pódium (sin zapatillas), si se daba el caso, con estos calcetines horteras que nos había regalado una amiga. Según ella eran «calcetines de la suerte». De eso nos hemos librado».

Calcetines de la suerte….¡ja!

Como he aclarado al principio de este texto, esta historia no tiene por qué coincidir con la realidad. Si fuera real, Celedonio tendría que dar las gracias a todos los que le han echado una mano durante la carrera, amigos, rivales, comisarios y organización incluidos (ser novatos es más llevadero así). También habría de darlas a Jaguar por su confianza, disposición y por dejarle el coche más chulo de toda la carrera. Y por supuesto a su copilota, que lo habría hecho perfecto en su debut y no tendría motivos para dejarla abandonada en la cuneta. Si quieres ver la ficha técnica del Jaguar I-PACE, mira aquí.