(He dudado mucho sobre qué título poner a esta entrada. Si fuese un texto en inglés creo que «Shit happens» sería muy adecuado).
Había recogido esa tarde el Audi e-tron 50 Sportback tras terminar Loren Serrano la sesión de fotos de interior en nuestro estudio. Me fui a medir las prestaciones y regresé a Madrid ya de noche, rumbo a la estación que Ionity tiene en la zona de IFEMA, a la que llegué con un 35 en el indicador de los kilómetros de autonomía. Conecté el cargador al coche, accedí a la aplicación de Ionity, seleccioné el poste, indiqué el medio de pago, me llegó el SMS del banco para confirmar el pago y el proceso de carga se inició. En 41 minutos la energía almacenada se incrementó del 14 al 100 %, 58 kWh añadidos (45,28 euros; 0,79 €/kWh). Todo fue perfecto.
Eso debería ser lo habitual y los problemas, la excepción que cumple la norma. Pero desgraciadamente no suele ser así, cada vez que probamos un coche con una toma de recarga nos encontramos con algún contratiempo (cargadores inoperativos, problemas de conexión, etc.). Por eso, en el grupo de WhatsApp que tenemos no es raro que comiencen las electrizantes (perdón) coñas al respecto cuando empezamos la prueba de uno de ellos.
A la mañana siguiente, temprano, puse rumbo al circuito donde íbamos a hacer la sesión de fotos y la prueba de esquiva. Al finalizar, activé Waze para que me avisara de los posibles «peligros» durante los 349 kilómetros que había hasta casa. Mi plan era cargar la batería al máximo antes de salir y así poder llegar del tirón a la estación de Ionity que hay en la A2, en Ariza, sin tener que parar en postes de 50 kW o menos. Una primera etapa de 240 kilómetros, cifra que coincide con la autonomía real del e-tron 50 Sportback (con un uso que considero normal).
Busqué en electromaps un punto de recarga rápido (50 kW) en la zona suroeste de Madrid que quedase próximo a la ruta. Acabé en un poste de Iberdrola, sito en el aparcamiento de un McDonald’s en Alcorcón, con 51 km de autonomía restante. Active el poste desde la aplicación de Iberdrola y la carga se inició sin incidencias. Dos de dos. Parecía que por primera vez me iba a resultar igual de fácil probar un no-Tesla que un Tesla.
Tras una reponedora hamburguesa regresé al coche. Quedaba poco para que él también terminase su almuerzo. Pero, de manera inesperada, la carga se detuvo cuando la batería estaba alrededor del 95 %. Como para llegar al 100% el proceso se ralentiza mucho, ni me plantee reiniciarla, no me merecía la pena emplear ese tiempo. Si era necesario estaba dispuesto a ir más despacio durante el viaje para llegar hasta Ariza. Eran las 14:55 y en 57 minutos había «inyectado» 50,40 kWh a la batería (16,26 €; 0,30 €/kWh)
Comienzan los problemas
Fui a desconectar la manguera, pero no pude. Se había quedado bloqueada. En el servicio de asistencia de Iberdrola me informan de que tengo que liberarla manualmente desde el coche, así que me puse a buscar en el libro de instrucciones la forma de hacerlo: hay que levantar el capó y abrir una tapita de plástico que deja a la vista dos anillas, una roja y otra amarilla. La primera es para interrumpir la carga, la otra para liberar el bloqueo (es un pasador con forma de pestaña que se introduce en el conector y evita que se pueda extraer). Tiré de la anilla amarilla y el cierre se liberó.
Retomé el viaje y a las 17:12 estaba aparcado en el área de servicio de La Cadiera, en Ariza. Había viajado durante 209 kilómetros y me quedaba autonomía para 41 kilómetros más. En ese lado de la autovía hay dos postes funcionando. Inicié la app de Ionity, seleccioné el poste y llegué a la pasarela de pago. A diferencia del día anterior, ahora en vez de mandarme un SMS con un código me pedía que verificase la compra desde la aplicación del banco. Era la tarjeta de empresa y yo no tenía esa aplicación. Finalmente acabé metiendo los datos de mi tarjeta…y así acabé con 800 euros de mi cuenta bloqueados. Ochenta por cada intento de recarga.
Al aparcar, había elegido el poste que me permitía orientar el coche para que el sol me molestara lo mínimo posible mientras trabajaba con el ordenador durante la recarga, con tal fortuna que ese no funcionaba. Cambié el e-tron Sportback de sitio y lo conecté al otro poste. El resultado fue el mismo: la luz del puerto de carga del e-tron se ponía a parpadear en rojo y la carga nunca llegaba a empezar.
Tras varios intentos llamé al servicio de asistencia de Ionity. La primera vez a las 17:39. Comenzó el procedimiento: —¿Ha conectado el cable antes o después de iniciar la carga? —lo he probado de las dos formas —Bien, si no le importa, vamos a repetir el proceso—. Y ahí comienza la penitencia: enchufa, activa, paga, inicia, error. Activa, paga, enchufa, inicia, error. —¿Qué modelo de coche es? —Un Audi e-tron Sportback —Bien, con ese modelo, debe tirar hacia arriba del enchufe para que se comunique bien el poste (esto mismo ya me lo habían dicho hacía año y medio cuando tuve problemas en el mismo sitio con un Porsche Taycan). Fui obediente y volví a inicia el ritual añadiendo las fases de tirar hacia arriba y maldecir: activa, paga, enchufa, tira hacia arriba, error, secuencia de palabras malsonantes en mi interior.
La persona que me atendió dio por finalizado el experimento —Reportaremos la incidencia. —Gracias, pero sabría decirme si los cuatro postes que hay en la estación de enfrente funcionan correctamente. —Sí, claro, se lo miro…Según el sistema, funcionan perfectamente. —Muchas gracias por su ayuda, voy a ir al otro lado.
Me metí en el e-tron y fui hasta el siguiente cambio de sentido para poder entrar en el área de servicio que está en el sentido opuesto (dirección Madrid). Siete kilómetros extra a descontar de los 40 de autonomía que tenía, más alguno adicional porque hice el recorrido a una velocidad que guardaba relación con mi cabreo.
En el otro lado había cuatro postes. Elegí uno y comencé el proceso siguiendo todas las recomendaciones: activo, pago, enchufo, tiro hacia arriba…¡¡milagro, luz verde!!. Luz verde, pero no puedo estar 45 minutos sujetando el cable en esa posición si no quiero que al día siguiente me tenga que atender un fisio. Tomé la decisión de dejar de hacer fuerza hacia arriba lentamente, como quien se levanta pronto y va de puntillas por casa, muy despacio, para que sus hijos pequeños no se despierten y… la luz roja se encendió otra vez.
Hice dos o tres intentos más, pero siempre aparecía la luz roja. Con una mezcla de rabia y cansancio decidí volver al otro lado de la autovía, donde había empezado mi viacrucis, para cargar en un poste de 50 kW de la empresa Cargacoches que hay en esa misma área de servicio. Otros nueve kilómetros más a descontar de la autonomía. Detuve el coche junto al poste, busqué la aplicación correspondiente en mi móvil y descubrí que estaba fuera de servicio. —¡¿Y ahora qué coño hago?! Con una grúa sobrevolando mi cabeza y sabiendo que no llegaba a una cita que tenía, dirigí otra vez el e-tron al poste de Ionity. Esta vez iba a tirar de la manguera hacia arriba como quien intenta meter un sofá dentro de un camión. Y, por si funcionaba, dejé el coche colocado a una distancia que me permitiese hacer lo que se ve en la foto de arriba: atrapar la manguera con la puerta contra el marco para que el conector siguiese teniendo tensión (de la mecánica, en este caso) hacia arriba. Y sí, funcionó.
En ese momento sentí un poco de alivio, difícilmente iba a llegar a tiempo, pero llegaría a casa en el coche y no en grúa. Mientras la batería se cargaba tenía que elegir la solución mejor o menos mala para intentar llegar a la hora a la quedado:
- Cargar menos rato e ir despacio, para que el consumo sea bajo y la autonomía, suficiente.
- Estar más tiempo cargando y recuperar luego la desventaja en carretera.
Opté por la segunda (45,64 kWh y 36,06 €). Puestos a sufrir, prefería que no fuese a 80 km/h por la autovía (ya viví una experiencia intensa cuando, hace unos años, decidí hacer el mismo viaje entre Madrid y Zaragoza con un Renault ZOE). No sé si fue la mejor decisión, pero lo cierto es que llegué a tiempo, por lo pelos, pero llegué. A las 19:56 tenía el coche aparcado en el garaje y con autonomía suficiente para poder mover al día siguiente el coche y recargarlo. Un viaje de 340 km que duró cinco horas (sin contar la recarga en Iberdrola), casi el doble de lo habitual con un coche de combustión.
El día después
Al día siguiente, mi primer objetivo era recargar el coche, preferiblemente en un punto de recarga rápida. Comencé en una estación de Repsol, con cargador de 50 kWh. La luz roja junto a la conexión del e-tron volvió a encenderse; hice un par de pruebas más antes de llamar al servicio de Iberdrola, que era la aplicación desde la que estaba activando el poste. Me preguntaron dónde estaba (les di la dirección) y de quién era el poste. Me sorprendió que ellos no lo supieran. Di una vuelta alrededor del armario que era blanco, sin logotipos de ningún tipo. Así se lo comuniqué. El resto de la conversación fue breve: ella me insistía en que como el poste no era suyo no tenían ni idea y yo le contestaba que cómo era posible que no supieran de quién era una estación de recarga que aparece en su aplicación y cuyo uso facturan ellos.
Al rato estaba hablando con el servicio de Ibil, la propietaria del poste. Como siempre, atentos, pero no consiguieron que el e-tron Sportback cargase. Siguiente ruta, por proximidad y por asegurar, un cargador de Tesla (de los de 22 kW que se pueden usar con coches que no son Tesla). Según me acercaba a la plaza de aparcamiento divisé una nota colocada encima: no funciona.
Las cosas se complicaban, solo me quedaban 17 kilómetros de autonomía. Probé en otro punto de recarga público que hay en el garaje de ese mismo centro comercial. Los cargadores tienen publicidad de Nissan, son gratuitos y de baja potencia. Tras instalarme la aplicación correspondiente, conecté el coche. Se volvió a encender la luz roja. No sé por qué en ese momento se me ocurrió probar con la toma de carga del lado derecho (es una opción en el e-tron Sportback), pero lo hice, y resultó que ahí sí cargaba. Como no podía pasarme ahí todo el día cargando (y además me picaba la curiosidad), recargué solo unos minutos y me marché rumbo a un cargador de 50 kW que hay en una gasolinera, a 11 km cruzando la ciudad.
Este cargador de 50 kW lleva mucho tiempo funcionando y me ha sacado de algún apuro, como cuando probé el Renault ZOE (un coche que se mostró delicado con las recargas). Otra vez la luz roja. El empleado, muy amable, me reactivó varias veces la carga, todas sin éxito. Viendo que no había manera, me sugirió que probase en la gasolinera que hay enfrente, que es también de ellos y que tiene otro cargador distinto.
Tras hacer un cambio de sentido entré en la estación de servicio. El poste es muy fácil de localizar, porque está al principio en un área despejada, bajo la cubierta. Tenía aspecto de muy nuevo. Entré en la tienda para activarlo. La chica que me atendió me dijo que salía ella a conectarlo. Y lo hizo, pero, una vez más, la fatídica luz roja se encendió.
Ese cargador daba suministro de corriente continua (50 kW) y de alterna (11 kW, creo). Probé también con la de 11 sin éxito en la toma de la izquierda; pero en la de la derecha funcionó. Ya parecía evidente que, tras el paso por Ionity, la toma izquierda había dejado de funcionar. Como no tenía autonomía para volver a casa dejé el coche cargado un rato. Mientras me tomaba el café al que me invitó la responsable de la estación (mil gracias, ¿Begoña?) me puse en contacto con el equipo de comunicación de Audi para contarles lo que estaba pasando. Antes de acabar la recarga me confirmaron que el lunes (era viernes) podía pasar por el servicio técnico de Audi en Zaragoza para revisar el coche.
Eran las 12:56 y tras gastar 2,20 euros tenía 40 kilómetros de autonomía, suficiente para ir hasta casa. O, mejor dicho, al Mercadona próximo a mi casa. Ahí hay un cargador de 11 kW que funciona a las mil maravillas y que suele estar desocupado. Mi plan era cargar el coche durante tres horas para poder conducirlo durante el fin de semana y llegar el lunes al taller. Una vez ahí, conecté el cable en la toma que funcionaba, la de la derecha, y la carga comenzó.
Me fui mientras a casa dando un paseo pensando en qué habría pasado si hubiera tenido que salir de viaje sí o sí ese día o acudir a algún lugar. Cuando volví a por el coche por la tarde descubrí que no estaba cargando. Tras indagar un poco averigüé que el cargador lo habían modificado para que a la hora dejase de cargar, supongo que para evitar problemas de mal uso y abuso. Mi única solución era estar reconectándolo cada 45 minutos. Y eso hice hasta las siete de la tarde, cuando la autonomía era de 153 kilómetros.
El paso por el taller
El lunes, a primera hora, llevé el coche al Audi Center de Zaragoza. Dejé el coche aparcado en la zona de recepción y fui a hablar con la responsable de postventa, que era el contacto que me habían facilitado desde Audi. Pilar me ofreció un coche por si quería volver a casa mientras averiguaban qué pasaba. Se lo agradecí, pero preferí quedarme trabajando en el concesionario mientras ellos intentaban localizar el problema. Al poco salieron a darme los primeros detalles: habían conectado la máquina de diagnosis y esta había detectado varios errores relacionados con la toma de carga izquierda. Los estaban borrando y a continuación pondrían a cargar el coche en la estación rápida que tienen en sus instalaciones.
A las 12:09 el coche estaba preparado y cargado en el lugar donde lo había dejado a las 9:20. El empleado del taller que me atendió me estuvo contando cosas interesantes, como los requisitos que tienen que cumplir para trabajar con coches eléctricos (zonas específicas, personal cualificado o detalles como el cartel de peligro que tienen que colocar en estos coches, el que sale en la foto de abajo colocado sobre el parabrisas). Sobre los errores, no pude averiguar si fueron cosa del coche, del cargador de Ionity o de ambos.
Solo quedaba probar que, efectivamente, el problema ya no lo era. Regresé a varios de los sitios donde había estado el viernes, concretamente a las dos estaciones de Zoilo Ríos. En ambas la carga funcionó a la primera. Donde no hubo forma fue en el cargador de Ibil.
Vuelvo a Madrid
El jueves tenía que ir a Madrid. Un viaje que en condiciones normales habría hecho en el día, pero que, viendo los antecedentes, programé en dos: el jueves tenía que estar a las 9.30 de la mañana en Pozuelo, tres horas de viaje en un coche con combustible. Pero este tenía que cargarlo, no solo para llegar, sino para poder volver y siempre con la duda de si tendría problemas de nuevo. Así que salí el miércoles por la tarde.
La primera parada, los postes de Ionity en Ariza. ¿Funcionarían esta vez? Pues sí, funcionaron a la primera y eso que no tire de la manguera hacia arriba mientras hacía el pinopuente ni invoqué a dios alguno.
Cuando llegué a Madrid, sobre las ocho y media de la tarde, me dirigí al primer lugar donde había cargado el e-tron la semana pasada, los puntos de Ionity de Ifema. Y una vez más, los imprevistos surgieron. En el primer poste no funcionó, en el siguiente tampoco. Tras varios intentos llamé, otra vez, al servicio de asistencia. —¿Qué le sucede? —Que para variar no puedo cargar un coche en vuestros postes— contesté con cierto recochineo. Y como en otras ocasiones comenzó el procedimiento, reinicio del poste incluido. Por mi cabeza ya surgían los pensamientos de las explicaciones que iba a tener que dar si no llegaba al sitio al que iba a dormir antes del toque de queda, dado que aún tenía que cargar el coche, llevarlo al estudio y coger un metro. Al final pude cargar (32,74 € por 41,4 kWh) y sobre las nueve y media salía de la estación.
El e-tron 50 Sportback pasó esa noche cargando en nuestro estudio, a unos 2,0 kW. A las 08:30 de la mañana siguiente la batería estaba al 78 %.
En el lugar al que iba había un cargador de 7,4 kW. Lo que no sabía era si estaría ocupado ni si también me encontraría con algún problema. Si funcionaba, tendría carga suficiente para volver hasta Ariza al terminar. Si no funcionaba, tendría que pasar otra vez por Ionity (u otro cargador rápido) antes de poder empezar el viaje de regreso a Zaragoza. Sin prisas puede parecer banal, pero teniendo que recoger a mis hijos antes de las 20:00, no lo era tanto. Afortunadamente el cargador funcionaba y la batería del e-tron estaba cargada a tope antes de irme a las 16:00.
Ya solo podía pasar una cosa que me arruinase el día: la recarga en Ariza en el mismo poste en el que, una semana antes, habían empezado todos los problemas. A las 17:53, tras 212 km, tenía el coche junto al poste (49 km de autonomía restante). Esta vez todo transcurrió como debería haber transcurrido el jueves anterior, sin problemas. A las 18:25, tras 32 minutos, la batería tenía energía para hacer 221 km. Había recuperado 53 kilómetros de autonomía por cada 10 minutos conectado.
Durante el resto de la prueba ya no sucedió nada reseñable. Este texto no sirve para generalizar, pero sí muestra las complicaciones que pueden surgir, y de hecho surgen, durante el uso de un coche eléctrico. No pretendo demonizar su uso, pero tampoco edulcorarlo. Quien se compre un coche eléctrico (igual que quien compre uno Diesel, una bicicleta o un televisor) debe ser conocer las ventajas y los inconvenientes. Hay personas a las que un coche eléctrico les encaja como un guante —por el uso que le van a dar, por cómo se desenvuelven con la tecnología o por lo que están dispuestos a sufrir—; otras, en cambio, pueden acabar hartas.