(Viene de aquí)
Por fin, tras casi dos horas de pausa —durante la que se celebró la competición de Caterham—, se acerca el momento de salir a pista.
Esperando hueco para entrar a pista
En los 500 km de Alcañiz la salida es lanzada, no desde parado como, por ejemplo, ocurre en la Formula 1. El procedimiento es el siguiente: A una hora determinada se abre el pitlane y los coches van saliendo a la pista sin orden alguno. Es la llamada vuelta de formación, que se aprovecha básicamente para ir calentando neumáticos.
La mitad de potencia, ¿el doble de ilusión? No lo sé, pero el triple de nervios, seguro que sí.
Esta operación es importantísima ya que unos slicks fríos en la primera vuelta de carrera pueden suponer hacer un trompo en cualquier curva. Se calientan a base de hacer cambios bruscos de dirección, zigzagueando con golpes de acelerador y freno . Es una sucesión de maniobras curiosa que, además de fatigosa — al menos con la dirección del Accent, que no tiene asistencia— es, en ocasiones, incluso algo peligrosa: vi a varios coches a punto de darse un golpe, ya que el momento en el que unoaceleraba coincidía con el que el de delante frenaba. Tal vez sea una manera de hacerse la puñeta antes de empezar 😉
La primera vez que frené fuerte bloqueé las ruedas delanteras muy pronto, no es normal. Dejo que el de delante se aleje, acelero y vuelvo frenar. Se bloquean otra vez. Me temo que alguien ha tocado sin querer el repartidor de frenada durante el rato que ha estado el coche en boxes. Nuestro repartidor es un llave como si fuese la de un grifo, que hay que girar en sentido antihorario para mandar más presión delante y horario para pasar más atrás. No es fácil ajustarlo porque hay que manejarlo a ciegas y es muy sensible al giro. Afortunadamente con un par de pruebas logro encontrar el punto adecuado.
Por los «pelos» 😉
Está permitido zigzagear hasta una curva determinada, en este caso la 16, que es la que hay al final de la contrarrecta. Desde ese punto hasta la parrilla, quedan dos curvas más por medio, hay que portarse bien. Yo iba en medio del grupo y mi posición en la salida era la última, así que fue sencillo encontrar el lugar. Sí, ya sé que os he dicho que la salida es lanzada, pero esto se hace para dar la siguiente vuelta con todos los coches en el orden correcto. Localizco al comisario que está en mi posición, voy hasta ahí despacito, freno y ¡¡el motor se para!! Madre mía, no puede ser, ni un problema mecánico hasta este día y lo va a dar justo en la salida. Mientras hablo por el intercomunicador con el jefe del equipo para contarle lo que había pasado le doy al arranque y…¡bien, se pone en marcha sin problemas! Parece que ha sido algo puntual, mantiene perfectamente el ralentí.
Desarropado. ¿Dónde estaba mi azafata con la sombrilla, mis mecánicos y el ingeniero de pista?
Pues ahí estaba yo, en la recta de salida, último coche, lado izquierdo. Delante de mí, el MX-5 de la Escuela de Pilotos. Como hacía calor dentro del coche (sí, en invierno y sin calefacción se pasa calor en un coche de carreras) abrí la puerta para que entrase algo de aire fresco. En pocos segundos dan luz verde y nos ponemos en marcha. Agarro la correa que sirve de asidor en la puerta para cerrarla. Cuando hace tope con el marco rebota y se queda abierta. Vuelvo a tirar otra vez. Vuelve a rebotar. Veo que los coches de mitad de parrilla ya están avanzando. Joder, joder, joder. Lo intento por tercera vez y resultado es el mismo. Ya estoy pensando en avisar a los comisarios pero veo de reojo (con el casco sujeto al Hans y el arnés puesto apenas hay visión periférica) que la correa que sirve para liberar el cierre se ha quedado enganchada en el plástico que cubre la puerta. Le doy un pequeño tirón y vuelvo a probar. Esta vez cierra. Ya están todos los coches en marcha. Acelero a fondo para no quedarme atrás y los ¿115? salvajes caballos del Accent me catapultan hacia delante. Que no, que no tiene chicha para catapultar nada ni nadie 😀
Si todo va bien durante la vuelta de calentamiento, al llegar a meta darán la salida. Seguimos calentando neumáticos. Nos aproximamos a esa zona muy juntitos, yo pensaba que cuando yo llegase a la recta de salida los primeros ya habrían desaparecido en el horizonte pero no fue así. De pronto oigo los motores acelerar y veo que el MX-5 sale disparado y consigue adelantar a otros coches más potentes. Cuando yo paso por debajo de la línea de salida el coche que me precede ya me había sacado unos cuantos metros. Desde el box me advierten que en el pitlane hay un Ginetta y varios Leones esperando para salir. Traducción: cuida tio que en pocas curvas te van a alcanzar cuatro misiles tierra-tierra. Y así fue, tres curvas creo que tardaron en adelantarme. La segunda vuelta la consigo dar sin nadie adelantándome, por fin puedo conducir sin tener que salirme de la trazada y sin tener que mirar por el retrovisor constantemente. Creo que fue el mejor momento del día, lo estaba disfrutando, podía aprender bien las referencias pero el gozo duró poco, no llegué a dar tres vueltas y ya me doblaban.
Los dos tienen cuatro ruedas, son de color amarillo y llevan un cuatro en el dorsal. ¿Por qué el suyo corre más? Mirad el alerón…
Me alcanzaban en oleadas, a lo Guerra de las galaxia: grupo de leones, grupo de clios, grupo de minis…Cuando se me abalanzaban en la recta, la de aquel, pero cuando en el retrovisor aparecían tres en paralelo intentando adelantarse entre sí y calculaba que se me iban a comer en la curva era un momento de tensión: Yo frenaba mucho antes para dejarles paso y no entorpecerles mucho en su batalla, en un par de ocasiones hasta tuve que sacar el coche de la pista o quedarme casi parado. Según iba dando vueltas observé que había coches que indicaban con el intermitente su intención de apartarse para facilitar el adelantamiento. Sí, el intermitente en una carrera. Código que rápidamente adopté como propio y que creo que era de ayuda para los “adelantadores” porque así les anticipaba que les había visto y que me iba a echar al lado indicado.
En esta foto hasta parece un coche rápido
A las pocas vueltas de carrera veo al Mazda fuera de la pista, supongo que por avería. Eso es un puesto más arriba en el podio…Se suceden las vueltas y los adelantamientos. Y algún susto: estoy llegando al final de la recta de meta y veo por el retrovisor que un Ginetta rojo se me acerca a la velocidad de la luz (la mia era solo la del sonido). Cuando uno mira por el retrovisor sucede un fenómeno extraño: deja de mirar al frente. Y eso suele tener una consecuencia: pierde las referencias durante un instante. Normalmente no pasa nada, pero en esa ocasión frené tarde para entrar en esa curva a izquierdas. Entre eso y que le iba a dejar el interior para que no perdiese tiempo pues tenía la siguiente ecuación de una incognita: frenada tardía+exterior sucio= X, siendo X un comienzo de trompo. El culo se fue hacia el exterior súbitamente, yo empecé a contravolantear y dar gas mientras pensaba, con el coche perpendicular a la trazada «¡¿Dónde coño está el Ginetta?». En esa situación sólo deseaba que la respuesta no viniese en forma de embestida por mi puerta. Afortunamente acabé controlando el trompo y el piloto del Ginetta me adelantó sin chocarme la mano (sin lo de «la mano»).
Uno de los puntos críticos era la curva 16 (ver mapa), la del final de la contrarrecta. Ibas a lo que daba el coche para frenar muchísimo y tomar una curva a izquierda de unos 180 grados, en la que nosotros metíamos segunda. Pues ahora imaginaros: vas a unos 180 km/h, te estás acercando al cartel de 150 metros, poco después hay que frenar a tope. Los comisarios te sacan la banderita azul para que facilites el adelantamiento porque por detrás vienen a 230 km/h cuatro coches juntos. Cuatro pilotos que van a querer meterse por el interior para salir de la curva el primero. Y claro, les dejas el interior y deseas con todas tus fuerzas que ninguno llegue pasado, bloquee, haga un recto y se te lleve a ti por delante, a modo de pin.
Pues precisamente en esa zona fue donde mi amigo el ruso (leer la entrada anterior) tuvo a bien, marcarme el coche. Llegué a la curva 16, por detrás me alcanzaban dos coches: un Clio y un León. Como aún quedaba cierta distancia entre ellos y yo, tome la curva y a la salida, en la curva que hay a derechas (la 17), reduje la velocidad y me aparté al interior para que ellos no tuviesen problemas al adelantarme, ya que de ahí se sale a otra curva que hay a izquierdas. El piloto del Clio me pasó limpiamente y el del León que iba detrás, el ruso, hizo casi lo mismo. Casi porque cuando estaba terminando de pasarme se cerró, golpeándome con su lateral contra la aleta delantera izquierda mía. Así que ya tengo la primera marca de guerra.
El Accent tras el toque del ruso. Al pobre Michelin le amputó el brazo izquierdo. Todo lo demás se arregla con cinta americana y un martillo.
Reconozco que no me lo estaba pasando tan bien como esperaba. Ni conducía fino, ni era de mi gusto ir más pendiente de la imagen que veía en el retrovisor que de lo que había delante. Tanto era así que llegó un momento en el que tenía ganas de que terminase mi turno lo antes posible. Miré el reloj y sólo llevaba la mitad de la hora y veinte minutos que me correspondían. Encima, el dolor en la cadera por ir en un asiento en el que no cabía era cada vez menos soportable. En las recta intentaba recolocarme pero sólo me servía de alivio un ratillo.
Seguí dando vueltas, haciendo la no muy digna tarea de chicane móvil hasta que me sacaron la pizarra con la indicación «BOX». En la siguiente vuelta tenía que entrar y haríamos el primer cambio de piloto, reemplazaríamos los neumáticos delanteros y echaríamos combustible. Termino la vuelta y entro en el pit. La velocidad permitida es 50 km/h y nuestro box está al final del todo, se hace largo el camino. Al fondo veo a Pablo con los brazos en alto señalándome la posición. Ya están colocado las rampas por las que tengo que subir las ruedas delanteras para elevar ligeramente el coche y poder levantarlo con los gatos. Acierto sin problemas. Lo primero que hacemos es repostar, tarea de la que se encargan Alberto, Omar y Jesús. Mientras se llena el depósito no se puede hacer ninguna otra cosa en el coche, una persona debe estar con el extintor en la mano y hay que colocar una toalla húmeda cubriendo la rueda trasera, para evitar que un derrame de gasolina acabe en una barbacoa sin chuletas ni longaniza. Así que mientras ellos vacian los bidones tengo tiempo para quitarme el arnés con tranquilidad y prepararme para salir lo más rápido posible. Echamos 30 litros, que es lo que hemos gastado en los 80 minutos que he rodado.
Repostando.
Cuando terminan, Themis me abre la puerta. Al salir me cargo el cable del intercomunicador, ¡empezamos bien el cambio de piloto! Mientras ayudo a Themis a colocarse los mecánicos van cambiando los slicks delanteros. Si todo va bien deberían aguantar el resto de la carrera. Salvo por lo del cable roto, el relevo ha salido perfecto. Un bravo para nuestros mecánicos.
No sé si los demás se dan cuenta pero me cuesta andar de lo mucho que me duele la cadera. Supongo que el bajón de adrenalina y otras hormonas hace que el dolor se sienta más. Veo a Edu en el box. Es el tercer piloto. El pobre viene directamente desde Huesca, sin haber rodado antes en Motorland con el coche, ha tenido que atender su negocio. Hará el tercer turno.
Themis lo está haciendo muy bien. En su última vuelta hace nuestro mejor tiempo, luego me cuenta que es la única que ha dado sin ser adelantado. Llega el momento más inquietante, el turno de Edu. No es un problema de confianza en él, sabemos que conduce muy bien, pero meterte en una carrera sin haber podido estar en los entrenamientos no debe ser cómodo ni fácil. Hacemos el tercer relevo y sale a pista.
Eduardo está muy animado.
En el monitor de televisión solo sale el mejor tiempo del equipo así que, para saber cómo va, lo cronometramos a mano. En pocas vueltas ya está haciendo tiempos normales, mejorando cada vez un poquito. Nuestros nervios desaparecen, sabemos que ahora sólo es cuestión de no cagarla para terminar las cuatro horas de carrera. Parece que la dirección de carrera se ha puesto de acuerdo con el sol y la prueba termina cuando comienza a anochecer.
Llegando a la meta cuatro horas después.
¡Lo hemos conseguido! Hemos terminado nuestra primera carrera sanos y salvos. Tras los abrazos y felicitaciones con el equipo, familiares y amigos, cerramos el box y nos vamos hacia el parque cerrado, donde Eduardo debería haber llegado con el Accent. Por fin le vemos, ¡está más contento que mi hijo con un “cuento de pegatinas” nuevo!
Nos mandan hacia el podio. Se accede a él por unas escaleras que hay en el interior del edificio de oficinas. Ahí nos juntamos los premiados de las siete categorías, entre ellos Sainz, Jesulín y un tío muy simpático que corría con otro Hyundai. Fue uno de los momentos de más nervios del día: ¿escocerá el champán en los ojos?, ¿se podrá limpiar bien el mono, que es prestado? Por fin nos nombran, salimos los tres y nos colocamos en nuestro peldaño. Abajo la gente nos vitorea. Hay dos botellas de champán colocadas, esperándonos. Lo primero que hago es guardar una entre los pies. El presidente de la Federación Española de Automovilismo, Carlos Gracia, nos entrega el trofeo pero ¡sólo sacan dos y nosotros somos tres! Luego nos enteramos que eso es así en todas las categorías, que el tercer (y cuarto, si corresponde) lo mandan luego por correo.
En el podio, antes de…
Llega el momento del champán, estoy intentando descorchar la botella y un piloto del equipo ganador ya no está regando. Themis también se me adelanta. No es problema, al poco estoy yo también refrescándole en esa “calurosa” tarde de diciembre…
…en el podio, durante 😀
He de decir que fuimos los más ovacionados ¿por algo en especial? Pues sí, por tener ahí debajo al mejor y más ruidoso grupo de amigos y familiares :D. Tras vaciar las botellas bajamos a la planta calle, a juntarnos con nuestros “groupies”. Creo que en plena fase de felicidad aparezco en el plano de la entrevista que están haciendo en la tele a Laia Sanz.
Laia Sanz, campeona del Mundo de trial.
Ya solo quedaba hacernos unas fotos todo el equipo….
El equipo: Jesús, Omar, Edu, Alberto, el malo, Themis y Pablo.
….y recoger todo el box.
La verdad es que ha sido una experiencia única e inolvidable. No creo que repitamos porque, en nuestras condiciones, la relación entre disfrute y coste no lo compensa. Sí para una vez, desde luego. No para hacerlo más..¿o tal vez sí?
Ahora tenemos que pensar que hacemos este año con el Accent. Se admiten ideas. Ya solo os debo una entrada con lo que nos ha costado la aventura. Espero poderla preparar pronto.
Gracias a todos los que me (nos) habéis animado desde el blog y la página de facebook. Gracias a los que vinisteis a Motorland para empujarnos con vuestra compañía. Gracias a los que nos han ayudado en mayor o menor medida. Gracias a los que sois piltotos y me habéis dado consejos. Gracias a todo el equipo y un gracias especial a Themis, que ha sido el culpable de esta pequeña gran aventura.