Hay un cono de señalización con el que mantengo una especie de vieja amistad; casi le saludo cada vez que paso por delante suyo. Y eso lo hago entre una y dos veces por semana, según el tipo de coche que toque probar. Sí, me refiero a uno de esos conos de color blanco y rojo, fabricados en un material plástico relativamente elástico pero muy resistente, con una base cuadrada para darles mayor estabilidad, y de unos 70 cm de altura. Y ese cono da la impresión de que vive, e incluso de que esté ya empadronado, en el arcén de una de las carreteras por las que transcurre el recorrido de pruebas del que se da cuenta casi todas las semanas en este blog. Porque lleva, más tieso que un ocho, quizás cerca de dos años (desde luego más de uno) plantado en el mismo sitio. Y ha tenido suerte: en todo este tiempo, nadie le ha dado una patada, ni un camión lo ha tumbado con su rebufo al pasarle demasiado cerca.
Esos conos se llaman de señalización por lo que su propio nombre indica: señalan algo; que indefectiblemente es un problema, algo que rompe el estado teóricamente perfecto de la vía. Puede ser un desvío temporal por obras, o un estrechamiento causado por un accidente, o por un control de las fuerzas del orden. ¿Y cual es el problema que señala nuestro cono de marras? Pues que el guard-rail o barrera metálica situada un poco más allá del arcén de medio metro escaso que hay en la calzada a la derecha de la línea continua que delimita el carril de circulación (se trata de una carretera convencional) está hundido hacia la derecha, a lo largo de tres metros y en un profundidad máxima de unos 30 cm, sin estar retorcido tan siquiera, sino simplemente desplazado hacia el exterior de la vía.
Evidentemente, semejante abolladura se debe a que algún vehículo impactó contra él en un choque claramente tangencial, a juzgar por la relativa levedad de los daños causados. Ahora bien, colocar ahí un cono es de suponer que no se ha hecho con la simple intención de advertir a los usuarios de la carretera de que ahí se produjo un conato de accidente (o, con mala suerte, un accidente de cierta gravedad). Porque a los usuarios no les crea ningún problema un guard-rail ligeramente hundido; otra cosa sería si estuviese abombado hacia la calzada, ocupando esos 40 cm de arcén, o incluso invadiéndola ligeramente. Pero no, el hundimiento es hacia fuera, y no genera el menor peligro. Salvo tal vez que la placa metálica y/o sus fijaciones hayan perdido robustez, lo que podría se problemático en el caso de que otro vehículo repitiese el accidente y en el mismo punto.
Es más que evidente que la señalización tiene como objetivo marcar el punto exacto de la avería, demostrando que los funcionarios responsables de verificar el buen estado de la vía se han dado cuenta del desperfecto, y lo señalan. Y si lo señalan, será para arreglarlo, digo yo. Lo que desconozco es si quienes deben proceder a la reparación son los mismos que señalan el daño, u otros distintos; tal vez haya en el departamento que se encarga de la vialidad dentro del organismo oficial del que depende esa carretera, una brigadilla que señala, y otra u otras que reparan. Sería raro, pero cosas más raras se han visto en el complejo mundo de la Administración Pública.
En cualquier caso, se puede pensar que la señalización mediante el cono es una medida cautelar, de emergencia y de corta duración, que sirve para localizar el punto exacto del incidente, mejor que decir en un informe “punto kilométrico 47,365 de la carretera tal o cual”; porque a lo mejor, o lo peor, los hitos de esa carretera no son muy de fiar. Pero desde luego, es de sentido común que el cono es una medida provisional, y la solución no consiste en poner el cono, sino en arreglar o sustituir el guard-rail.
Pero si la rapidez de respuesta viene a ser del orden de más de un año, casi sería mejor no poner el cono, que durante todo ese tiempo no ha hecho otra cosa que ser testigo mudo de la desidia, dejadez o incapacidad de quien corresponda para resolver un problema que, aparentemente al menos, no parece tan difícil de solucionar. Así que, si no hay forma de repararlo más rápido, casi sería mejor no señalarlo, porque de este modo lo que está haciendo es denunciar la clamorosa incapacidad de “quien corresponda” para solucionar el problema. Al menos a los ojos del usuario habitual del recorrido (como es mi caso); el ocasional podría pensar que el golpe ha sido el día anterior. Pero el habitual, si no estuviese el cono, quizás ni se daría cuenta de que la abolladura sigue ahí, y la cosa no resultaría tan llamativa.
Hata aquí, las reflexiones sobre lo que hay. Y ahora pensemos un poco respecto a lo que debería haber. Resulta difícil admitir que, una vez señalado el defecto, se tarde tanto en arreglarlo; y si no se justifica arreglarlo tampoco se justifica señalarlo para luego no arreglarlo. Hay baches enormes en algunas carreteras –y no digamos cunetas remordidas-, sin señalar; y eso sí que supone realmente un evidente peligro; nuestro cono estaría mejor empleado en cualquiera de esos casos. Por otra parte, si enderezar un guard-rail -o poner nueva esa placa si está fatalmente dañada- está tan atrás en el orden de prioridades, entonces sí que la crisis que empezó en 2007/8 (y de la que nos dicen que ya estamos saliendo) ha sido mucho más profunda y dañina de lo que parecía (y lo parecía bastante).
Así pues, mejor pensar que la cosa va más bien por la incapacidad o descoordinación entre los funcionarios que señalan y los que reparan, si es que no son los mismos. Esto, como ya he dicho, ni lo sé ni me importa demasiado; mis impuestos pagan sus sueldos, en cualquiera de los dos casos. Pero esa descoordinación forzosamente tiene que ser dentro de un mismo organismo, puesto que la carretera en cuestión depende, bien como nacional del Ministerio correspondiente o bien, bajando el escalafón de la Comunidad Autónoma, o bien de la Diputación Provincial. O quizás de un Ayuntamiento; pero la carretera es lo bastante importante como para que no se dé este último caso. O sea que, sean los mismos funcionarios los que señalan y reparan, o sean distintos, pertenecen al mismo organismo. Y más de un año entre señalar y reparar parece mucho lapso de tiempo, por muy agobiados de trabajo que puedan estar los que reparan.
A costa de los Diputaciones, y de su eventual desaparición, han corrido ríos de tinta en los últimos tiempos; que si sirven para algo, o que si son inútiles. Personalmente creo que ese enfoque está un poco desviado: de lo que se trata es de que todos los problemas del ciudadano (contribuyente es otra forma, y mejor, de personalizarlo) estén debidamente atendidos por alguien; pero también sin duplicidades. Porque aquí sí que hemos tenido, y seguimos teniendo, ejemplos insignes de “solucionadores de problemas” que lo hacen -si es que lo hacen- simultáneamente y desde organismos distintos; y con duplicidad de nóminas, por supuesto. Y casi siempre que esto ocurre, acaban quedando lagunas (las más molestas de resolver) a las que ninguno les hinca el diente. Que la atención única y exclusiva a cada problema deba ser toda de un único organismo estatal (léase Ministerio) o de tipo territorialmente más reducido (Comunidad o Diputación), en principio importaría poco.
Aunque es de sospechar que la adquisición de los medios materiales necesarios y la posterior asignación de recursos para resolver problemas estarían más y mejor coordinados con un organismo único, bien regido y con las oportunas Delegaciones comunitarias y provinciales. Por supuesto que la clave seguiría estando en lo de “bien regido”, como para tantas otras cosas. Pero al respecto recuerdo algo que se me quedó grabado cuando ví, hace millones de años, una película de la serie “Pan, amor, y…” con Sofía Loren como reclamo y Vittorio de Sica haciendo de oficial de Carabineros. Y allí se dijo lo siguiente: un Carabiniere no puede ir nunca destinado a la región de la que procede familiarmente, para evitar presiones por una parte, y favoritismos por la otra.
El hecho de que te administren tus propios paisanos no es garantía de nada; en ocasiones, muy al contrario. Y aunque sea meterme en el charco de la política, no dejo de señalar tres ejemplos irrefutables: lo que ha ocurrido en Cataluña con la familia Pujol, en Andalucía con el desparrame de los EREs y los cursos de formación, y en Valencia un poco con todo. Y con CiU como fondo en un caso, con PSOE, IU y sindicatos en el segundo, y con el PP en el tercero.
Pero dejando atrás esta digresión, lo que desde luego resulta no ya sólo ridículo sino muy preocupante, es que un cono de señalización se tire, en la provincia de Madrid, más de un año señalando un desperfecto (bastante fácil de reparar) sin que nadie se haya preocupado de hacerlo. Y en este caso, ello depende de un único organismo, sea cual sea. Miedo da pensar (aunque seguro que hay ejemplos a manojillo) cuando la solución dependa de varios organismos que deban coordinarse entre sí. En el caso del cono solitario, ni me he molestado ni me molestaré en investigar (aunque no sería difícil) de qué organismo se trata, pero me da igual; porque lo que sí sé, a ciencia cierta, es que parte de mis impuestos (y los de todos Vds) van a parar a dicho organismo, sea cual sea. Y tengo la impresión de que es un dinero tirado a la basura.