Prosigue imparable el tema de los estudios, análisis, encuestas y similares dedicados al tráfico, la conducción y la Seguridad Vial. Por no hablar de las campañas con las que periódicamente nos obsequia la DGT, e incluso los lemas publicitarios de las marcas, como el paso adelante que acaba de dar BMW, que a su bien conocido “¿Te gusta conducir?” añade ahora el un tanto críptico “Si vas a conducir, conduce” (parece ser que va dedicado a prevenir contra la distracción, últimamente uno de los temas de moda; y buena falta hace insistir en ello, por cierto). Pues bien, acaba de comunicarse el resultado inicial (parece que está en camino una segunda parte) de un trabajo patrocinado por GoodYear/Dunlop y realizado por la London School of Economics and Political Science (LSE a partir de ahora).
La LSE es una institución con más de un siglo de existencia y un alto nivel de prestigio académico; por otra parte, su área de actividad es bastante más amplia de lo que el enunciado de su denominación parece indicar, ya que abarca no sólo la Economía y la Política, sino también las finanzas, el Derecho en su más amplio sentido, la Sociología, la Psicología social y la Antropología. O sea que descontando la Historia (y sólo en parte), la Literatura y la Filosofía Pura, se ocupa de todo lo que normalmente entendemos por carreras de Letras. Y para completar el cuadro, ahora se ha metido en pleno tráfico, de la mano de GoodYear/Dunlop.
El prestigio y peso específico tanto de la firma patrocinadora como de la institución realizadora justifican tomarse este trabajo con una atención y un respeto sin duda más elevados que en el caso de otros más o menos similares en su planteamiento inicial. Así lo hice, y la verdad es que tardé bastante en darme cuenta de por donde iban los tiros, dado que el lenguaje de la presentación resulta muy académico y requiere una lectura reposada. Pero dejemos que sean ellos mismos quienes les presenten a Vds su proyecto, sin la interferencia de lo que yo haya podido deducir. Así que ahí van, fundidos unos con otros, algunos párrafos que encierran tanto el objetivo como el modus operandi de este análisis de comportamientos de los conductores, que es el terreno concreto en el que se mueve este trabajo:
“GoodYear y la LSE revelan las siete personalidades al volante en carreteras europeas. El estudio de GoodYear y la LSE en materia de Seguridad Vial busca identificar nuestros patrones de comportamiento al interactuar con otros conductores. Mediante esta investigación, la LSE y GoodYear pretenden identificar cómo las actitudes al volante de los distintos conductores se influyen mutuamente en la carretera. Así, se ha demostrado que nuestra respuesta está condicionada por la forma en que gestionamos nuestros propios sentimientos y por nuestra incertidumbre en relación a la conducta de los demás conductores.
En el curso de la investigación sobre Seguridad Vial que están llevando a cabo GoodYear y la LSE desde el punto de vista de la psicología social, se han identificado los diferentes patrones de comportamiento que seguimos al interactuar con otros conductores. Los patrones de personalidad surgieron de la primera parte del proyecto, en la que se estudió la conducta de los conductores desde un punto de vista cualitativo a través de grupos de debate y de entrevistas en profundidad. Con la ayuda de grupos de debate y entrevistas en profundidad con conductores europeos, los investigadores han identificado siete tipos de personalidades que se manifiestan de forma habitual.”
Lo de los grupos de debate, las entrevistas en profundidad y los siete patrones de personalidad o comportamiento lo repiten machaconamente una y otra vez, como si fuesen el “ábrete sésamo” del asunto en cuanto a método, y “el no va más” en cuanto a resultado (¿qué más dará que los patrones encontrados hayan sido siete, y no diez?). Pero de todos modos, sigue quedando un tanto difuso lo que se buscaba en esas entrevistas y grupos de debate; así que seguiremos espigando entre las citas del comunicado, para intentar darles a Vds una visión un poco más concreta. Así pues, allá van unas cuantas citas más:
“La mayor parte del tiempo podemos sentarnos cómodamente en el coche y disfrutar del viaje, pero en cualquier momento podemos vernos obligados a interactuar con otros conductores. Ya sea durante las vacaciones de verano o en el trayecto diario hacia el trabajo, el tiempo que pasamos en la carretera puede convertirse en una experiencia frustrante y estresante, tal como señalan los psicólogos de la LSE en el estudio realizado en colaboración con GoodYear. Esto convierte a la carretera en un entorno social complicado e incierto. Aunque nosotros solemos preocuparnos de cómo conducen los demás, este estudio sugiere que su forma de actuar también depende de lo que nosotros hagamos. Somos nosotros los que creamos esas personalidades que nos disgustan.
Estas personalidades al volante se manifiestan en las diferentes situaciones en las que los conductores interactúan entre sí en la carretera. Desde una perspectiva psicológica, los diferentes tipos de personalidades constituyen válvulas de escape que los conductores emplean para lidiar con sus emociones y sentimientos de frustración. Nadie encaja constantemente en un tipo u otro. En función del momento y de la interacción que se esté produciendo, casi todos nosotros podremos reconocernos en varios de estos perfiles.”
¿Queda claro?; pues llegados a este punto, para mí todavía no lo estaba, y ni siquiera con esta declaración de un Vicepresidente de GoodYear: “Casi todas estas conductas pueden ocasionar situaciones peligrosas en la carretera. Saber qué tipo de conducta solemos manifestar y qué situaciones la provocan es el primer paso para controlarla mejor y hacer así de la carretera un lugar más seguro para nosotros y para los demás. Aparte de la aplicación efectiva de leyes contra la conducción agresiva, la educación y el conocimiento adquirido con la experiencia siguen siendo las estrategias más poderosas para tratar los aspectos sociales y emocionales de la conducción, y para lograr los mayores avances en Seguridad Vial”. La música suena bien, pero me parece que falta letra.
La conclusión del estudio podría ser que hace falta realizar un nuevo estudio; o sea que, como en el juego del parchís, volvemos al “cuadro uno”. Tras de haber leído y releído todo lo anterior y bastante más –lo que les ahorro a todos Vds-, conseguí llegar a la conclusión de que el estudio tiene la peculiaridad de que analiza cómo nos vemos a nosotros mismos como conductores, y no cómo vemos a los demás, que es lo más habitual en estos casos. Se trata pues, de una especie de introspección, examen de conciencia o catarsis, realizada en las citadas entrevistas en profundidad y grupos de debate, a medio camino entre una sesión de psicoanálisis y una reunión de Alcohólicos Anónimos. Claro que, si acertamos en nuestro propio análisis, es de suponer que, con ciertas cautelas, también así será como nos vean los demás; lo cual acaba siendo el otro tipo de análisis que habitualmente se realiza. Y para llegar a un propósito de enmienda, tanto da que lo sea por lo que hemos descubierto de nosotros mismos, como al vernos reflejados en el comportamiento de los demás, al menos si somos sinceros; y si no lo somos, entonces sobra todo, porque no estamos dispuestos a cambiar.
Pero creo que ya va siendo hora de presentarles las siete personalidades que los encuestados por los analistas de la LSE han arrojado como producto final de las entrevistas y grupos de debate; o al menos, lo que dichos analistas han creído encontrar como resumen de todo ese trabajo de campo. A dichas personalidades las han bautizado con una denominación; y en cuatro de los siete casos, han añadido una frase de un participante en los debates, que consideran representativa de la personalidad en cuestión. Así que ahí van las siete personalidades y, en su caso, las cuatro frases de uno de los encasillados en dicho tipo de personalidad:
El Filósofo: acepta las faltas de los demás de buen grado e intenta darles una explicación racional. Es capaz de controlar sus sentimientos cuando conduce. Frase: “Normalmente no me pongo nervioso. Lo que pasa es que todo el mundo tiene prisa.”
El Evasivo: trata a los conductores que cometen infracciones de forma impersonal, los considera simplemente un peligro. Frase: “Los conductores molestos me parecen un peligro; necesito alejarme de ellos.”
El Fugitivo: escucha música o habla por teléfono para aislarse. Los fugitivos se entretienen con las relaciones sociales que han escogido para no tener que relacionarse con los demás conductores. Se trata también de una estrategia para no sentirse frustrados desde el primer momento. Frase: “Me encanta llegar al coche e ir a lo mío, haciendo lo que tengo que hacer”.
El Profesor: necesita asegurarse de que los demás conductores saben en qué se han equivocado y espera que se reconozcan sus esfuerzos por enseñar a los demás.
El Sabelotodo: piensa que está rodeado por perfectos incompetentes y se contenta con gritar con condescendencia a los demás conductores desde la protección que le brinda su propio coche.
El Competitivo: necesita ir por delante de todos y se enfada si alguien se interpone en su camino. Es probable que acelere si intentan adelantarle o que cierre el paso para que nadie se le ponga por delante.
El Justiciero: le gusta castigar a los demás conductores cuando cree que han hecho algo mal. Puede acabar por salir del coche o interpelar directamente a otros conductores. Frase: “Estoy todo el tiempo atravesando a la gente con la mirada.”
Bueno, esto es lo que el estudio de la LSE y el trabajo de sus analistas han dado de sí; ahora vamos a analizar nosotros. En primer lugar, la elección de las siete denominaciones parece tener mucho más de literario que de científico; admitiendo la Psicología Social como ciencia, en lo cual ni entro ni salgo. Por otra parte, el contenido de las definiciones me parece bastante pobre, incluso para una selección de grupos sobre la que hay mucho a discutir, como luego haremos. Y respecto a las cuatro frases de participantes comunicadas, lo único que se me ocurre comentar, casi con horror, es cómo serían las que no se han elegido en esas cuatro categorías; y no digamos en las otras tres, cuando no han encontrado ni siquiera una en cada personalidad que hayan considerado digna de comunicar.
Así que vamos con el Filósofo: al que, a juzgar por el texto, mejor podían haberlo etiquetado como simplemente el Tranquilo, sin tantas ínfulas intelectuales; porque se puede ser muy tranquilo, y a la vez un perfecto zoquete. Ahora bien, eso de que controla sus sentimiento mientras conduce lo dice él, y podemos creérnoslo o no. Y en la frase, lo de que “todo el mundo tiene prisa” depende de cuál sea su ritmo de marcha; y además, ni todos los que van rápido es porque tengan prisa, sino porque les gusta hacerlo así, ni todos los lentos lo son porque les sobre el tiempo, sino porque quizás les da miedo ir más rápido, o prefieren economizar.
El Evasivo lo único que hace, a juzgar por texto y frase, es constatar una realidad: respecto a los conductores que nos parecen peligrosos, lo mejor que se puede hacer es poner distancia de por medio. ¿Y eso constituye una “personalidad” específica en carretera? En todo caso, el “Sabelotodo” y el “Justiciero” les pegarán cuatro gritos, pero luego se alejarán de ellos, digo yo. En fin, una categoría que no define nada.
En cuanto al Fugitivo, es simplemente el Distraído, a efectos prácticos. Ahora bien, escuchar música en el coche, si es a un nivel no ensordecedor (música “bakalao” y derivados), no significa aislarse del tráfico ni de los demás conductores, sino crear un ambiente más agradable y que no distraiga (una conversación, por el contrario, sí puede hacerlo). Y lo de no estar frustrado, ¿qué demonios tiene que ver aquí, si no nos lo explican un poco mejor? En cuanto a la frase elegida, es alucinante que alguien piense que “ir a lo mío, y hacer lo que tengo que hacer” es hablar por teléfono. ¿Qué clase de frikis eligieron en la LSE para esta encuesta?
Respecto al Profesor, al margen de que su definición es cuando menos sorprendente, ya me gustaría saber cómo puede el pobre hombre asegurarse de que los demás saben en qué se han equivocado; ¿se baja en cada semáforo a preguntárselo? ¿Y cuáles son los esfuerzos al volante que lleva a cabo para enseñarles? Otra definición de una personalidad que, de existir, habría que buscarla con la lámpara de Diógenes, por lo rara.
De “Sabelotodos” están las calles y carreteras llenas; lo de que le griten o no a los demás, es lo que menos importa. Lo que contaría, en todo caso, es en qué se basan, no ya para considerar incompetentes a muchos de los que le rodean (en lo cual podrían estar acertando), sino para estar seguros de que ellos tienen el suficiente nivel para enjuiciar a los demás. Y esto sólo se consigue con experiencia, haberse codeado con conductores de acreditada pericia (para saber dónde está cada uno) y sentido común.
El Competitivo debería estar subdivido en dos; de hecho, en la propia definición ya se hace, sin darse cuenta. Porque primero se define al “rapidillo” que va “de carreras” (y lo puede hacer mejor o peor, que esa es otra); y luego se define al “estorbo lento” que ha comprado la carrera, pero que conduciendo es más malo que la quina, aunque competitivo (en realidad acomplejado) también lo sea.
En cuanto al Justiciero, más parece ser un “broncas”, a juzgar por su tendencia al enfrentamiento físico. Lo que importa es lo que haga o deje de hacer y cómo lo haga, manejando el coche, para imponer esos supuestos castigos. En cuanto a la frase, es enternecedora: “atravesando a la gente con la mirada”. O sea, otro friki; menuda selección de encuestados.
Resumiendo: las siete personalidades encontradas (porque faltan unas cuantas más) podríamos resumirla en cinco, y con denominaciones mucho menos académicas y más próximas al vocabulario de la calle: el Lento, el Prudente, el Distraído, el Listillo y el Agresivo. Y una vez que comunican el resultado del trabajo, me da igual que se haya conseguido por debates y entrevistas, o por encuestas sobre cómo vemos a los demás: lo importante es que el panorama que nos presente sea un reflejo lo más fiel posible de la realidad, y explicado con una terminología de lo más comprensible.
Puesto que no dudo de la capacidad técnica de la LSE, en cuanto a la pura realización de entrevistas y debates, no me queda otra conclusión sino deducir que el método de preguntarle a alguien por cómo se ve a sí mismo no parece ser bueno; al menos en el tema del tráfico y la conducción. La forma en que los encuestados se ven a sí mismos -a juzgar por definiciones y frases- es o superficial, o muy rara, o mal encarrilada en entrevistas y debates. Porque junto al genérico “sed buenos” del cuervo de la TVE de hace décadas, o el seráfico “los españoles serán justos y benéficos” del artículo Primero (creo) de la Constitución de Cádiz, poco más añaden estas siete hipotéticas personalidades a la mejora de la Seguridad Vial. Salvo, como dije antes, que la conclusión del estudio sea que hay que realizar un nuevo estudio.
En repetidas ocasiones ya he escrito que el tráfico es un fenómeno complejo y multidisciplinar, que no se presta a montar teorías sobre él, sino más bien conclusiones empíricas tras de la observación directa y de un análisis frío y sin apriorismos de lo que se observa. Y luego están las estadísticas, que nos tabulan la realidad, pero no explican los motivos que llevan a que ocurran determinadas consecuencias. Creo que el estudio de la LSE partía de la base de aplicar unos métodos sociológicos que quizás no eran los más adecuados, o bien ha habido un error catastrófico al elegir el panel de conductores seleccionados. Tanto las definiciones como las frases elegidas no dejan lugar a muchas otras opciones.
Pero desde luego, preguntarle a alguien cómo se ve a sí mismo al volante no parece haber dado buen resultado; sobre todo, cuando lo que en el fondo importa es cómo actúa ese individuo de cara a los demás usuarios, más que las pulsiones internas que tenga. Lo que en el estudio aparecen como causas de carácter interno de un conductor se traducen en comportamientos de cara a los demás, que son quienes los ven o los sufren, y eso es lo único que a esos terceros les importa. Los problemas de personalidad de cada cual, que los resuelva con su psicólogo.
No obstante, y aunque ya he dicho que los métodos de llevar las entrevistas y los debates han podido ser académicamente correctos, creo que el concepto real del tráfico no lo tenían demasiado claro los analistas de la LSE. En primer lugar, parecen haber buscado ex profeso personalidades neutras o negativas, obviando otras tan elementales como el Prudente, el Atento, el Educado, el Previsor, el Solidario y el Competente; porque no todo el tráfico está orquestado por conductores de personalidad como las seleccionadas y que además, según el estudio, van saltando de unas a otras.
De todos modos, y puestos a buscar actitudes negativas, en vez de esas siete de definición tan peregrinas, bien se podían haber encajado esos comportamientos, junto con otros muchos más, dentro de clasificaciones mucho más comprensibles e identificativas para el resto de los usuarios, que son el sujeto-paciente de las actuaciones de los primeros. Así pues, y a título simplemente enumerativo, esas personalidades negativas creo que serían mucho más comprensibles bajo epígrafes como los siguientes:
El Distraído: en un momento dado lo somos cualquiera, pero algunos parecen conducir en estado de perpetua distracción: si es por las causas del Fugitivo u otras, es algo que a los demás les importa muy poco. Puede ser también Obstructor en ocasiones, sin darse cuenta.
El Errático: no es que vaya distraído, es que parece no saber (y a veces no lo sabe) dónde va; no te puedes fiar ni de sus intermitentes. Aun a riesgo de ser tachado de machista, creo que las féminas son porcentualmente (respecto a su peso estadístico al volante) más numerosas en este grupo, a cambio de otras virtudes compensatorias.
El Inexperto: a distancia ya se advierte que no sabe muy bien lo que lleva entre manos. Y puede ser tanto novato como veterano; y este último es muy difícil que llegue a mejorar, mientras que el otro podrá hacerlo.
El Imprudente: el que a sabiendas se lo juega todo a una carta, en función de un peculiar cálculo de probabilidades. Adelanta en curva ciega porque hay poco tráfico, o entra en una rotonda a 80 km/h porque “cree” que se puede tomar así. Y si no lo hace a sabiendas, sino por desconocimiento, entonces es que simplemente es tonto, además de Inexperto.
El Temerario: el que conduce rápido, apurando muy cerca del límite, pero sin tener en cuenta que sobre el asfalto hay otros menos expertos; aparte de imponderables varios, que requieren dejarse un margen.
El Agresivo: puede ser rápido o lento, pero intenta siempre ganar posiciones (básicamente en tráfico intenso). El conductor de “furgoneta blanca” (algunos de ellos) es el máximo representante de estos.
El Defensivo: practica la llamada “conducción defensiva”, consistente en dejar mucho hueco por delante y obstruir adelantamientos pero sin aprovecharlos él, para crearse una especie de “isla de seguridad” a su alrededor, frenando el tráfico. También las féminas acostumbran a figurar aquí en posiciones de cabeza.
El Educado pero Lento: a veces no se sabe qué es peor, si uno de estos u otro un poquito hooligan, pero que despeja la carretera, y zigzaguea buscando huecos para ir “ganando metros”, como se dice en rugby.
El Insolidario: el que va a lo suyo, rápido o lento según le convenga, sin tener en cuenta a los demás. Un taxista viajando en vacío suele ser un buen representante de este grupo (siempre hay excepciones).
El Izquierdista: tiene dos variantes, la del que lo hace a conciencia para que no le adelanten (con la excusa, o no, de que va al límite legal por aguja), y el que simplemente se siente más seguro, pues ya no tiene que molestarse en mirar por el retrovisor.
El Obstructor: no se sabe cómo se las arregla, pero está siempre en el lugar y a la velocidad en la que más puede taponar el tráfico, aunque no lo haga a propósito. Es una variante o mezcla de Distraído, Errático, Inexperto, Defensivo y Lento, pero molesta en cantidad.
El Competitivo: puede coincidir parcialmente con la definición dada por la LSE, pero con matices. Si se empeña en ir más rápido que nadie, y adelanta correctamente, allá él; si acelera cuando ve que le van a adelantar (no en el momento en que el otro ya ha iniciado la maniobra) y se marcha, también allá él. Simplemente demuestra cierta inmadurez. Pero el peligroso es la otra variante, que es la que viene a continuación.
El Traumatizado (o Acomplejado, o Resentido): es el que se resiste a admitir que otros hagan -sin crear ningún peligro- lo que él no sabe, no puede, no quiere o no se atreve a hacer. Básicamente, su actuación consiste en impedir como sea (básicamente acelerando, o bloqueando el carril izquierdo en autovía) cualquier intento de adelantamiento, y luego (en muchos casos) yendo lento una vez que ha llegado a una línea continua. Típico de conductor de cierta edad al volante de coche potente.
Lo dejo aquí, pues no pretendo ser exhaustivo. Pero creo que, enunciadas así, las personalidades negativas quedan bastante más claras que tal y como se presentan en el análisis de la LSE. Lo de menos es conseguir la clasificación por entrevistas y debates, o por observación directa de la realidad; lo que importa es que si esto se difunde, todos los conductores se apliquen el cuento. Que unos cuantos cientos lo hagan por haber sido entrevistados, y el resto (muchos más) al leer el resultado, es lo de menos; lo que cuenta es el porcentaje final que llegue a cambiar, siquiera sea un poco, sus hábitos negativos.
Pero de todos modos, creo que los analistas de la LSE partían de un concepto del tráfico muy poco apegado a la realidad. Por ejemplo, y aunque el concepto de “interactuar” (actualmente muy en boga) me lo tendrían que concretar mucho más, parece que consideran que ocurre sólo cuando dos coches están a menos de 15 o 20 metros de distancia entre sí. Me parece erróneo; creo que, poco o mucho, estamos interactuando con cualquier otro vehículo al que veamos en nuestra vía de circulación, aunque esté a mucha distancia. De lo que no somos responsables es de si el otro conductor también lo está haciendo; pero eso está fuera de nuestro conocimiento y nuestra capacidad de actuación.
En autovía, cualquier otro vehículo que esté a la vista (de frente o por el espejo) lo analizo subconsciente y automáticamente: si tengo que adelantarle o a la inversa, si se comporta de forma extraña, si se nota que empieza a acelerar para que no le pase, y cosas así. Y en carretera otro tanto, sólo que en los dos sentidos; como no siempre puedo saber (si el otro no actúa de forma que parezca causada por mi presencia) lo que pasa por la cabeza del otro, yo aporto mi parte de la interactuación. Por ello, considero un error la frase de que “en cualquier momento podemos vernos obligados a interactuar con otros conductores”; nos guste o no, estamos interactuando, con mayor o menor intensidad, siempre y con todos ellos, aunque sólo sea en modo preventivo.
Por ello, no veo por qué los analistas se extrañan de que en la conducción exista cierta “incertidumbre en relación a la conducta de los demás”. Esto es connatural al fenómeno del tráfico; hasta que el otro realiza una maniobra muy específica, no tenemos ni idea de por dónde va a salir. Saber leer los comportamientos, y apreciar pequeños indicios, forman parte del bagaje del buen conductor; y a cuanta más distancia sea capaz de detectar alguna “personalidad” negativa, mejor conductor será. Así pues, decir que “la carretera es complicada e incierta, frustrante e inquietante” no pasa de ser como lo de clamar en el desierto. Aunque será tanto más frustrante e inquietante cuanto peor conductor sea uno, porque cualquier situación mínimamente anormal ya supondría un sobresalto.
Lo que hay que admitir, como premisa inicial, es que el tráfico es una actividad peligrosa y potencialmente letal; en múltiples ocasiones he escrito que es la única actividad cotidiana al alcance del ciudadano “medio normal” (exceptuando algunas pocas profesiones muy caracterizadas) en la que puede matar o matarse. Y puesto que el examen psicotécnico no profundiza tanto como para apartar de la conducción a alguna de esas personalidades negativas que esté ya en fase aguda, incluso con ellos hay que lidiar en carretera, nos guste o no. Lo de que esas personalidades sean válvulas de escape para lidiar con emociones y sentimientos de frustración queda muy bien como constatación de un hecho consumado, ¿pero acaso tiene arreglo? Dudo que ni la lectura del informe de la LSE lo consiga.
Doy por válida, por ser absolutamente evidente, la constatación de que “las actitudes al volante de los distintos conductores se influyen mutuamente en la carretera”; en muchos casos esa influencia sirve para evitar un accidente, y en otros (prefiero pensar que muchos menos) para producirlo. Pero en lo que estoy radicalmente en desacuerdo es en que “somos nosotros los que creamos esas personalidades que nos disgustan”. ¡Hasta ahí podíamos llegar!; si porque me acerco para adelantar a un Traumatizado y se pone a acelerar para evitarlo, yo soy el causante de que ese individuo se comporte de tal modo, apaga y vámonos. Esa gente ya viene así “de fábrica”, con su equipamiento opcional incluido.
En resumen, tanto trabajo para no mejorar lo que ya escribió en 1957 el recientemente fallecido Roger Piret, el gran experto en la psicología de la conducción, en su “Psicología del automovilista y Seguridad Vial”: “De una tercera a una cuarta parte de la población no reúne las condiciones psicofísicas mínimas necesarias para ser un conductor simplemente normal”. Será triste, pero es así; y todas las entrevistas y debates que hagamos no modifican dicha realidad. Pero al menos llamemos a las cosas por su nombre: si un conductor va Distraído, no le llamemos Fugitivo. Porque hablando –pero claro- es como la gente empieza a entenderse; que lo consiga, eso ya tiene premio. Quizás hoy me encuentro un poco pesimista, pero ya saben eso de que un pesimista es un optimista bien informado; qué le vamos a hacer.