Paso a paso, como una hormiguita, Toyota ha ido perfeccionando su Yaris: un coche que, desde que nació en otoño de 1998, ya se nos ofrecía como diseñado por europeos y para europeos; cuando como Vitz (denominación que sigue utilizándose) ya existía desde un año antes y se vendía por todo el Oriente. Incluso entonces, con su batalla de 2,37 m y longitud de 3,61 m, era pequeño para ser un segmento B. Pero la fértil inventiva oriental para decir una cosa y la contraria sin que parezcan incompatibles, pretendía que su batalla era “la más larga del segmento B”. Tal y como relaté en su momento en “Autovía”, tuve que acorralar a un ingeniero hasta que acabó reconociendo que lo que de verdad querían decir es que era la más larga “en relación a su longitud”, lo cual sí que era cierto. Nació con un 1.0 de gasolina de 68 CV, y al cabo de un año escaso, un 1.3 de 90 CV; y en 2001 apareció el motor que nos ocupa, bajo la denominación DI-D, con turbo de geometría fija e intercooler, y sólo 75 CV. El turbo de geometría variable con 90 CV, que desde entonces no ha cambiado en apariencia de especificaciones, aparecería con la segunda generación del Yaris.
Segunda generación que llegó en otoño de 2005, con la batalla alargada a 2,46 m y la longitud a 3,75 m; seguía siendo pequeño para lo que ya era el segmento B, que flirteaba con los 4 metros. En otoño de 2008 se presentó en Europa el restyling de esta segunda generación, y ya en el verano de 2011, sale la tercera generación –batalla de 2,52 m y longitud de 3,89 m-, que hace exactamente un año (en Agosto de 2014) ha recibido su correspondiente restyling –alargado a 3,95 m-, al que corresponde el coche cuya prueba presentamos. Con su motor 1.0 de gasolina, el primitivo Yaris pesaba solamente 910 kilos, pero ya medía 1,50 m de alto, cota de la que no se ha movido prácticamente con el paso de los años, si bien ha ido ganando un poco en anchura, y bastante en longitud. Eso sí, para compensar su corta longitud, tenía el práctico detalle de un asiento posterior deslizante a lo largo de 15 cm. Y en cuanto a aerodinámica, su Cx siempre ha sido bueno, y también constante: el original estaba en 0,30, mientras que el de la tercera generación ha bajado simplemente a 0,287.
Pruebas de un Yaris hemos realizado bastantes; incluyendo la de un Hybrid que aquí, en esta rápida revisión, obviaremos. El primerísimo modelo, probado en Febrero de 1999, nos dio un consumo de 7,17 l/100 km, para un tiempo (corregido a la longitud actual del circuito) de 4h 52m. Un buen consumo, aunque no excepcional para un coche muy ligero con buena aerodinámica (S.Cx de 0,62) y motor 1.0; y promedio lento, ya que por entonces no había ni rotondas ni guardias dormidos; los únicos obstáculos que no fuesen curvas era algún que otro “Stop”. Claro que ni el bastidor ni la prestación máxima tampoco permitían mucha más, ya que su punta oficial era de 156 km/h. Como referencia, y por aquellos años, el Arosa y el Polo 1.0 (segmentos A y B) empataban a 7,10 l/100 km, mientras que 206 y Saxo 1.1 lo hacían a 6,86. Claro que uno de los primeros “optimizados”, el Corsa 1.0 Eco tricilíndrico de 12 válvulas se conformaba con 6,28, aunque tardando tres minutos más que nuestro, ya de por sí lento, Yaris.
Pero unos pocos años después, aunque antes de pasar a la segunda generación, el Yaris 1.0 pareció resucitar, al probar un “3 puertas” en vez del anterior de cinco, lo cual no debería suponer más allá de 10/15 kilos de diferencia de peso. La cuestión es que, sin duda por algunos cambios en los reglajes del motor -cambios que en la ficha técnica no suelen llegar a reflejarse- el consumo bajó notablemente, hasta 6,42 l/100 km, aunque yendo todavía un poco más lento, en 4h 54m. La segunda generación nos quedó inédita en cuanto a pruebas con gasolina; y ya saltamos a la tercera, que recién estrenada -y ya con un motor 1.0 pero tricilíndrico aunque todavía con cambio de cinco marchas- nos dio un consumo francamente bueno (el coche ya era más grande y pesado que el anterior), de 6,75 l/100 km, y tardando 4h 45m, puesto que el cambio de bastidor se dejó notar, y mucho. El pequeño tricilíndrico ya había dado muestras de su frugalidad montado en el mínimo Aygo, puesto que en 2007 y con los mismos 68 CV que el de cuatro cilindros al que venía a sustituir, se conformó con 5,76 l/100; consumo de gasolina que hoy en día no ha batido ningún otro coche más que el Prius III Plug-In.
Y vamos ya con las pruebas correspondientes al motor 1.4 turbodiesel, que es el que nos ocupa en estos momentos. Como ya se ha dicho, apareció en un primer momento con turbo fijo, intercooler y 75 CV; de aquella época anterior a la serie de pruebas iniciadas en 2010 para “km77” tenemos datos de dos de ellas. La primera, todavía con la versión de 75 CV y caja de cinco marchas, que dio un consumo excepcional de 4,91 l/100 km, que hasta ahora no lo ha mejorado más que el “superoptimizado” VW Lupo 3L, que no pasó de 4,44 l/100 km. Posteriormente, tuvimos ya el de 90 CV con caja de cambios semiautomática MMT, pero todavía de cinco marchas, que consumió 5,95 l/100 km, que no es una cifra nada brillante. Se ve que, entre la novedad del motor, el mando de la caja (que debería influir poco) y que ésta fuese de cinco marchas, la cosa todavía no estaba demasiado afinada.
Y ya llegamos a la época actual, entendiendo por tal la que Vds pueden consultar dándole marcha atrás al histórico de este blog. La primera prueba de un Yaris con el 1.4 D-4D correspondió a 2010, todavía con un coche de la segunda generación, y también con cambio MMT como el anterior, pero ya de seis marchas, y con una 6ª que, aunque por poco, superaba los 50 km/h. El consumo fue francamente bueno, de 5,19 l/100 km, para un tiempo más bien tranquilo, ya con la carretera en las condiciones actuales, de 4h 48m. Pasaron cuatro años, la tercera generación había aparecido y, en un momento dado Toyota anunció algunas mejoras, que al menos según los datos oficiales de homologación, estaba una décima por debajo del anterior.
Así que, si bien con un año de retraso (lo que tardamos en conseguir una unidad), lo probamos en Mayo de 2014, unas cuantas semanas antes de que llegase este restyling de la tercera y actual generación. El resultado fue bueno, aunque no espectacular: con cambio manual de seis marchas, y siempre con el mismo desarrollo en 6ª de 50 km/h y poco más (la caja es la misma con MMT o con pedal de embrague), subió a 5,45 l/100km, pero a un ritmo muy vivo: 4h 40m. Quizás de haber conseguido frenar un tanto nuestro optimismo al comprobar el buen emparejamiento entre mecánica y bastidor, y mantenido un ritmo más tranquilo, el consumo hubiese bajado algo. Pero cada coche obtiene el promedio que le corresponde, aplicándole un nivel de exigencia que procura ser proporcional a su teórico nivel de prestaciones; así que esto es lo que teníamos hasta el momento.
Con lo cual nos plantamos en que, con el mencionado restyling, se vuelven a anunciar nuevas mejoras, sin que la especificación básica del motor cambie en absoluto, desde que apareció con 90 CV. Pero ya se sabe que los datos de la gestión, y detalles como la reducción de rozamientos internos y el alternador “inteligente”, no aparecen nunca en una ficha. Por otra parte, la experiencia ya nos ha escarmentado en el sentido de que las mejoras, que sin duda aparecen en el banco de rodillos al homologar, acaban siendo efectivas en un 90% para el ciclo urbano; mientras que la mayoría de las veces apenas se reflejan, o no lo hacen en absoluto, en el extraurbano. Pero por probar que no quede, y como dicen que la esperanza es lo último que se pierde, una y otra vez volvemos a probar el coche, para verificar si se ha producido el milagro. Y efectivamente, mejora sí que ha habido, e importante respecto al consumo de hace poco más de un año, aunque muy ligera respecto al de hace casi cinco.
Pero antes de seguir, y pese a que no haya grandes variaciones aparentes, vamos ya a presentar a nuestro protagonista de hoy:
Toyota Yaris 1.4 D-4D:Motor: 1.364 cc; 90 CV a 3.800 rpm; 20,9 m.kg de 1.800 a 2.800 rpm.Transmisión: Caja de seis marchas, con 43,9/50,7 km/h a 1.000 rpm en 5ª/6ª.
Neumáticos: 175/65-15 (Bridgestone Ecopia EP-25). Cotas: (longitud/anchura/ altura): 3,95/1,70/1,51 metros. Peso (sin conductor, con depósito lleno): 1.080 kg (oficial); 1.095 (unidad pruebas). Velocidad máxima: 175 km/h. Consumo extra-urbano: 3,3 l/100 km. Emisión ponderada de CO2: 99 g/km. |
Como ya se ha dicho, variaciones aparentes, pocas; y estamos hablando de un ciclo iniciado, para el motor de 90 CV, hace la friolera de diez años, y para las transmisiones de seis marchas, ya va para seis años. En cuanto al motor todo igual –al menos si no se entra en el Libro de Taller-, pues seguimos teniendo los mismos valores máximos de potencia y par, y exactamente a los mismos regímenes que en 2005. Lo único que he encontrado es que los inyectores actuales son piezoeléctricos; no sé si, cuando nació la versión de 90 CV -entre 2005 y 2006- ya se utilizaban, o bien entonces eran de solenoide magnético. Y otro tanto puede decirse para la caja de seis marchas, sea manual o robotizada. Pero lo curioso es que los datos de homologación han ido descendiendo: en la prueba de 2010, estábamos en 3,6 l/100 km en extraurbano y en 110 gramos de CO2; en Mayo de 2014 (previo al último restyling), dichos valores habían descendido a 3,5 y 104; y ahora, con esos retoques nunca explicitados de forma clara, ya están en los 3,3 y 99 que figuran en la ficha que antecede a este párrafo.
En estos tres sucesivos contactos, lo único que ha variado es lo siguiente: la longitud ha crecido de 3,79 a 3,89 y finalmente 3,95 metros; el peso, era de 1.040 y 1.035 kilos en los dos primeros, y ha subido a 1.080 finalmente; y los neumáticos eran unos 185/60-15 al principio, para luego pasar a 175/65-15 en los dos siguientes, si bien Dunlop Fast Response primero (tipo intermedio entre “normal” y b.r.r.), y los Ecopia finalmente, que ya son auténticos b.r.r. Pero de los neumáticos tampoco podemos fiarnos del todo como referencia, puesto que no sabemos a ciencia cierta con cuales se realizaron los ciclos de homologación. Y en cuanto a la aerodinámica, en el primer caso teníamos 1,53 m de altura, para bajar a 1,51 en los dos siguientes; siempre con un Cx del orden de 0,29, milésima arriba o abajo.
Pero a pesar de estas diferencias casi anecdóticas, las emisiones de CO2 descienden un 10% exacto (de 110 a 99 gramos), y el consumo extraurbano baja un 9,2% en apariencia; porque al no disponer de centésimas, en la realidad podría oscilar entre un 12% y un 6%, en los casos más y menos favorables al nuevo modelo. La disminución de emisiones podría achacarse a la continua mejora en la fase de los “tres/cinco minutos críticos” del arranque en frío, puesto que los técnicos cada vez tienen más y mejor dominio de los reglajes en esa fase. Ello, al margen de posibles mejoras en catalizadores y filtros, aunque esto último no tendría por qué afectar a las emisiones de CO2; pero nunca se sabe.
No obstante, lo que resulta más sorprendente es que el consumo extraurbano pueda descender de forma tan apreciable, puesto que el motor ya está caliente, y tanto su rendimiento como desarrollos, peso y aerodinámica no han variado prácticamente nada. Los neumáticos son lo único que podría afectar; pero ya hemos visto que, entre primera y segunda prueba, y a pesar de estrecharse en una medida de sección, el consumo subió de 5,19 a 5,45 l/100 km. No anotamos qué neumáticos llevaba el Yaris de 2010; pero quizás los Dunlop de 2014 no fueran tan buenos como su fabricante pretendía.
Así las cosas, vamos a desvelar el último resultado, para comprobar si esta prueba reciente sirve para aclarar un poco el panorama, con el siguiente resultado:
Toyota Yaris 1.4 D-4D: Consumo: 5,11 l/100 km. Promedio: 106,9 km/h. |
Pues todo parece volver a la normalidad en 2015, incluso con un tiempo de 4h 43 m, que está ligeramente tirando a rápido, dando por bueno que la media viene a estar sobre los 44/45 minutos. Pero lo que cuenta es que ha habido una discreta rebaja de un 1,5% respecto a 2010, rebaja que es más que perfectamente achacable a las gomas Ecopia de la última prueba. Y por lo tanto, la parte mecánica estaría dando el mismo rendimiento energético que en 2010. Así pues, ¿de dónde sale esa disminución de homologación extraurbana de 3,6 a 3,3 l/100 km en cuestión de cinco años? Es como un cuento de brujas: la especificación del motor no varía en apariencia, el consumo real en carretera, prácticamente tampoco (parece oscilar en función de la resistencia a la rodadura de los neumáticos); pero no obstante, la homologación extraurbana, que por lógica debería mantenerse también prácticamente constante, baja y baja, hasta ese 9% no demasiado exacto al que ya hemos hecho referencia.
Esto es algo similar a lo del doping en el mundo de los deportes basados en el esfuerzo físico (o sea, casi todos excepto el ajedrez y los juegos de naipes): bajan las marcas, sospechamos que hay, o al menos puede haber gato encerrado, pero de momento no hay forma de demostrarlo; aunque al cabo de los años, se acaba descubriendo dónde estaba el truco. Pues aquí parece ocurrir lo mismo: al menos y milagrosamente, cuando el modelo a homologar (que nos dicen es elegido al azar a la salida de la cadena de montaje) se sitúa sobre el banco de rodillos y el probador especializado de la marca inicia la secuencia del ciclo. Pero cuando luego el teórico mismo coche nos llega para probarlo en la realidad, acaba consumiendo, muy poco más o menos, lo mismo que cuando se “congeló” la especificación.
Renuncio a comprenderlo y, por lo tanto, mucho menos a explicarlo; la buena noticia es que, en cualquier caso, estos pequeños Toyota consumen poquísimo todos ellos. Pura y simplemente, el actual resultado es el mejor conseguido con gasóleo en el segmento B, con o sin “optimizaciones”; como ya he dicho alguna vez, considero que éstas existen cuando hay dos variantes de la misma carrocería con la misma mecánica aparente, pero con equipamientos mecánicos o aerodinámicos diferentes. Y como ya se decía en la prueba de hace algo más de un año, de la que copio unas frases, “lo que sí hay que subrayar es que, siguiendo la política habitual de la marca, este Toyota no disfruta de ninguna optimización especial: todos los Yaris con la misma motorización son idénticos, descontando las eventuales opciones de neumáticos (que tampoco son muchas, si es que las hay).”
Pero el hecho consumado es que estos 5,11 l/100 km empatan con los del “optimizado” Fiesta Econetic 1.6-TDCi de 2013 con 95 CV, y mejoran ligeramente los 5,14 del VW Polo BlueMotion de 2010, equipado con el muy especial motorcito 1.2 tricilíndrico de 75 CV; el cual, por cierto, ya ha sido eliminado por el grupo VAG, siendo sustituido por otro tricilíndrico, pero ya de 1.422 cc con la mism potencia, pero también con versiones de 90 e incluso 105 CV. Y si pasamos a versiones sin optimización declarada, tenmos que irnos hasta los 5,39 l/100 km que comparten el Dacia Sandero 1.5-dCi de 90 CV y el Peugeot 208 1.6-HDi de 115 CV; y a partir de ahi, los demás, con consumos de 5,5 o superiores.
Por si fuera poco, este coche no tiene Stop/Start, aunque sí alternador “inteligente”; y su aerodinámica, que ya se ha dicho resulta ser muy eficiente (S.Cx 0,62), es la que corresponde a cualquier otro Yaris con la misma carrocería. La cual resultaba notablemente ruidosa con anterioridad a este restyling, debido a la avarienta utilización de material insonorizante; el actual modelo pesa 40 kilos más, y es bastante más silencioso. Por otra parte, la carrocería parece robusta y los ajustes son perfectos.
En cuanto al funcionamiento del motor, y aunque el par no alcanza su máximo valor hasta las 1.800 rpm (muy honrado por parte de Toyota no buscar un régimen más bajo, aunque fuese al precio de rebajar alguna décima de mkg el valor máximo), lo cierto es que, como la mayoría de los buenos turbodiesel, el motor tira bien desde las 1.300/1.400 rpm. Eso sí, mantiene un relativo defecto desde generaciones anteriores: retiembla, si se le pisa a fondo, hasta que alcanza precisamente las 1.800 rpm de par máximo. Por lo demás, sube de vueltas con mucha agilidad; y al menos con el conductor solo a bordo, se defiende muy bien en 6ª, al menos hasta que la carretera se empina un poco más de la cuenta.
Y respecto al comportamiento rutero, hay una cierta discordancia en la suspensión entre muelles y barras por un lado y amortiguadores por otro, que antes del restyling no habíamos apreciado. En la 3ª generación, la suspensión había mejorado en su geometría: el comportamiento había subido bastantes enteros. Y en eso sigue así, con un balanceo muy discreto, ya que los muelles no ceden demasiado. Pero, por lo visto, se ha buscado mejorar el confort, y se ha hecho a base de suavizar un tanto la amortiguación, de modo que ahora hay un balanceo inicial un tanto brusco, para luego detenerse; casi todo el trabajo se le encomienda a los muelles, y los amortiguadores no diremos que están de adorno, pero colaboran más bien poco tanto en compresión como en extensión; con el resultado de que en línea recta pero pavimento un tanto ondulado, el coche rebota demasiado.
En cuanto a la dirección, es muy rápida, lo cual resulta agradable en ciudad, ya que no hay que volantear demasiado; para carretera casi está de más tanta rapidez –aunque no sobra-, ya que este Yaris no invita precisamente a una conducción deportiva. Y cuando parecía que el control de estabilidad había eliminado el excesivo carácter intrusivo de generaciones anteriores, ahora es el asistente de frenada el que viene a estropear el panorama, ya que tiene una brusquedad lindante con la brutalidad, en cuanto pasamos el pie al freno con rapidez, ya que no con fuerza. Pero siguiendo la teoría del BAS de que la gente no se atrever a pisar, el sistema lo hace por su cuenta, fiándose sólo de la rapidez en el primer contacto con el pedal.
Resumiendo: este Yaris es el campeón de la economía en turbodiesel, y se presta de maravilla a una utilización mixta entre ciudad (menos de 4 metros y mucha agilidad) y carretera (6ª de más de 50 km/h y consumos casi irrisorios). Ideal para usuarios que no pretendan practicar una conducción de carácter deportivo, sino muy de acuerdo con las teorías de la DGT.