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Prueba de consumo (105): Renault Mégane 1.6-dCi Energy 130 CV

Esta es la tercera prueba de un Renault Mégane que publicamos en un lapso de tiempo relativamente corto: hace 16 semanas fue la del Coupé con el por enésima vez renovado turbodiésel 1.5-dCi de 110 CV; hace cinco, la de un berlina con el novedoso 1.2-TCe de gasolina de 115 CV, y ahora la toca el turno, por fin, a la berlina con el tan esperado 1.6-dCi de 130 CV, que allá por el mes de Mayo tuvimos oportunidad de probar en el Nissan Qashqai, con resultados más que brillantes (6,62 l/100 km, en 4h 44m). Y es que Renault lleva una racha de gran actividad renovadora en sus mecánicas; actividad que también se extiende a la gama de modelos, con un nuevo Clio recientemente presentado, y del que esperamos ir probando alguna que otra versión de aquí a no mucho tiempo.

Como es lógico, el excelente resultado obtenido con el Qashqai hacía presagiar algo realmente espectacular, al aplicar este motor a un vehículo más ligero y aerodinámico, como es el Mégane. Pero el resultado, si bien no decepcionante, ha resultado ser un anticlímax, tras de las esperanzas depositadas en la combinación de coche y mecánica. Así que, para poder apoyar los razonamientos que a continuación vendrán, lo mejor será colocar ya aquí la ficha técnica resumida, y así tendremos a la vista los datos necesarios para justificar tanto los razonamientos como el resultado.

Mégane 1.6-dCi Energy 130 CV:

Motor: 1.598 cc; 130 CV a 4.000 rpm; 32,6 m.kg a 1.750 rpm.

Transmisión: Caja de seis marchas, con 50,9 km/h a 1.000 rpm en 6ª.

Neumáticos: 205/50-17.

Cotas: (longitud/anchura/altura): 4,30/1,81/1,47 metros.

Peso (sin conductor, con depósito lleno): 1.278 kg.

Velocidad máxima: 200 km/h.

Consumo extra-urbano: 3,6 l/100 km.

Emisión ponderada de CO2: 104 g/km.

Recordemos, para tenerlos disponibles en las comparaciones que vendrán a continuación, que el Qashqai (de tracción delantera) llevaba el mismo motor, también con cambo de seis marchas pero con 48,1 km/h en 6ª, calzaba neumáticos 215/55-18 (de baja resistencia a la rodadura), y pesaba 1.542 kilos (264 más que el Mégane). En el Renault, el tamaño de los neumáticos es razonable para el peso, pero eran unos Continental Conti Sport Contact-5 de características muy deportivas y excelente agarre, pero no precisamente los más indicados para favorecer el consumo. Últimamente, por cierto, estamos encontrando coches de pruebas calzados con muy buenos neumáticos: los citados Sport Contact, y los Dunlop SP Sport Maxx, que hasta hace bien poco sólo se montaban en versiones deportivas. Tal vez sea que, ante la lenta pero inexorable progresión de los de baja resistencia, los fabricantes de neumáticos están empezando a ofrecer, para la monta de primer equipo y a muy buenos precios, los neumáticos que antes se reservaban para modelos de mayor alcurnia.

Y aquí se nos plantea una primera incógnita: ¿Renault ofrece este Mégane 1.6-dCi como turismo económico, o prestacional? Porque para economía ya dispone del 1.5-dCi de 110 CV repetidas veces probado, con 5,78 y 5,82 l/100 km como resultado de consumo (Coupé y berlina). Y por lo mismo, un desarrollo como el que lleva, prácticamente “neutro” en 6ª (204 km/h a potencia máxima) y con 130 CV disponibles, hace pensar que se ha buscado más bien el nervio en aceleración y recuperaciones que la economía a una marcha de crucero constante, incluso aunque sea tirando a rápido; porque potencia hay para dar y tomar, incluso a más de 150 km/h.

Claro que también hay otro factor, que ya citamos en una anterior prueba del Mégane: la aerodinámica; que no es nada buena, e impide que, con 130 CV, no se superen los 200 km/h de punta, cuando en un segmento C medio debería estar entre los 205 y 210 km/h. Con sus notables cotas de anchura y altura, el Mégane ofrece una sección frontal de 2,234 m2, y como el Cx está en 0,31, el resultado final S.Cx se nos pone en 0,69, que es malo. Por todo lo cual, quizás no sea arriesgado deducir que se ha decidido tirar por la calle de la brillantez de marcha, y de ahí el desarrollo corto para la potencia, y los neumáticos de alta adherencia, dejando la faceta económica para las variantes con motor 1.5-dCi.

Y después de tantas deducciones, pasemos ya a los resultados de consumo, para ver si se confirman o no:

Mégane 1.6-dCi Energy: Consumo: 6,05 l/100 km. Promedio: 108,8 km/h.

Lo primero que se debe recordar es que Renault no tiene versiones especialmente optimizadas de cara al consumo; los que denomina “eco-2” es simplemente porque ya cumplen el nivel de emisiones (y por tanto consumo combinado) por debajo de un cierto límite de beneficios fiscales, que además en cada país son ligeramente distintos. La incorporación del Start/Stop y el alternador inteligente –que dentro de muy poco tiempo serán tan de serie como la luneta térmica o el ABS- se va haciendo poco a poco, empezando por aquellos modelos que más lo agradecen.

Visto así, el resultado no llega a ser decepcionante, como ya hemos dicho; al fin y al cabo, entre las berlinas de dos volúmenes del segmento C y que no fuesen del tipo especialmente optimizado, los mejores resultados obtenidos hasta la fecha eran precisamente los dos Mégane anteriormente citados, y la diferencia con el 1.6-dCi es simplemente de un cuarto de litro a los 100 km. Por detrás tenemos al Mazda3 Sedán 1.6-115 CV con 5,90, al más antiguo Mégane 1.5-de 105 CV con 5,93, a dos coches (Golf y A3) del grupo VAG con 6,00, a un Focus 1.6-115 con 6,03 y a un Kia pro-cee’d 1.6-128 CV con 6,04.

Es decir, que este Mégane, el más potente de todos ellos, está ligeramente por detrás, pero a menos de 0,15 l/100 km de todos los rivales que no sean precisamente Renault. Otra cuestión sería que comparásemos con los optimizados; pero esto no será correcto hacerlo hasta dentro de poco más o menos un par de años, cuando lo normal será que casi todos los coches dispongan de dichas tecnologías, y el raro será el que no las lleve. Lo que ocurre simplemente, es que de un motor tan moderno –éste sí que optimizado- se podría esperar más; y desde luego lo ofrecería en un coche con mejor aerodinámica, desarrollo más largo y unos neumáticos de baja resistencia a la rodadura. Pero entonces ya sería otro coche.

El actual Mégane 1.6-dCi, tal y como está, resultaría mucho más brillante en una comparación a coche cargado, y a mayor abundamiento, circulando por carretera y de zonas con orografía complicada. Entonces es curando la combinación del desarrollo corto y del tremendo empuje a bajo y medio régimen dictarían su ley. Hay que subrayar que 320 Nm para un motor de 1,6 litros es un par máximo realmente muy notable; equivale a 400 Nm en un 2.0, que puede ser la vara de medir más a mano para realizar una comparación con motores de alto rendimiento.

Debemos volver a centrarnos en el motor, que al fin y al cabo es la gran novedad de esta versión del Mégane. He vuelto a encontrarme con un rasgo de comportamiento que ya me llamó la atención en el Qashqai, y que en este caso, con casi 300 kilos menos de peso y en marchas intermedias, resulta todavía más apreciable: el coche acelera de forma descaradamente autónoma, en posición del pedal de acelerador de no más allá de un tercio a medio recorrido, en cuanto alcanza las 1.400 rpm. En conducción urbana tranquila, cambias a la siguiente marcha al alcanzar las 2.000 rpm o incluso un poco antes, vuelves a pisar con discreción, y en cuanto la aguja se acerca por abajo a la rayita de las 1.500 rpm, pero sin alcanzarla, el coche se pone a correr y hay que levantar el pie para no echarse encima del que llevas más menos cerca por delante.

Y aquí creo yo que radica, al menos en buena parte, que sea muy difícil conseguir bajar de los 6 litros de consumo en nuestro recorrido: el coche corre casi por su cuenta y riesgo. Esa aceleración semi-autónoma es la causante de haber conseguido un tiempo “bomba” de 4h 38m, sin intentar buscarlo; sino muy al contrario, intentando conseguir un buen consumo. Pero el promedio elevado sale de esa brillante aceleración y también, por qué no decirlo, del excelente agarre de las Sport Contact. En el Qashqai, mucho más pesado, ese tirón venía bien para conseguir un promedio de marcha muy bueno para un SUV, sin más. Pero en el Mégane resulta excesivo; de hecho, ahora me da pena no haber repetido la prueba circulando a ritmo “interesante”, porque se hubiera podido bajar de forma muy fácil el tiempo, sin que el consumo hubiese aumentado mucho más. El desperdicio de combustible ya está hecho en el primer tirón durante 50 metros, y si entonces levantas el pie porque no quieres acelerar tan bruscamente, no es mucho lo que has ganado en metros (lo bastante para conseguir esas 4h 38m), pero sí le has dado un “chupetón” innecesario al depósito de combustible.

Lo dicho: este coche resulta óptimo para usuarios que lo utilicen con más de media carga de forma habitual, por necesidades familiares o profesionales, y tanto más si es para recorridos que no tengan demasiada autovía y en cambio, mucha carretera con curvas y repechos; ahí es donde su brillantez de marcha destaca más, y donde son los otros coches los que incrementan su consumo, mientras el Mégane pasa por esas zonas difíciles en 5ª o incluso 6ª, sin despeinarse. ¿Que Renault pudo haber hecho el coche con otras características? Sin duda; pero el coche es suyo, y pensarán que, para usuarios más tranquilos, ahí está el 1.5-dCi. Que cada cual decida.

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