El pasado 10 de febrero, con motivo de mi presentación por parte de Javier Moltó como futuro pero ya casi inminente colaborador de Km77, escribía “JotaEme” que no me conocía, porque él sólo lee prensa del motor anglosajona. No puedo estar más de acuerdo con él en una de las dos conclusiones que saco de su comentario: dicha prensa es la mejor. Y ya no tanto en la otra, porque deduzco que la actualidad del mundo del motor, en su faceta española, le importa poco o nada; salvo que él considere prensa exclusivamente a la escrita en papel, y que una web, como Km77 sin ir más lejos, no es prensa, aunque sirva lo mismo que la de papel para estar enterado de la actualidad. Por supuesto que cada cual es muy libre de elegir lo que quiere leer, pero me parecería un poco fuerte tener que enterarse de que Seat acaba de lanzar un interesante Ibiza FR 2.0 TDI de 143 CV a través de la prensa británica (en la norteamericana, también muy valiosa, es probable que ni siquiera salga la referencia). Yo mismo, en mi anterior comentario respecto a la Fórmula 1, criticaba buena parte de las informaciones, radiadas y escritas, respecto a dicha especialidad. Pero también es justo aclarar que el fenómeno de la “Alonsomanía” ha hecho aparecer en la profesión a un buen número de en general jóvenes, animosos e inexpertos “plumillas” cuya firma era desconocida con anterioridad a dicho fenómeno. Y el poso que requiere escribir sobre este tema (en realidad sobre cualquiera) no se adquiere de la noche a la mañana; ni tan siquiera empezando a leer, a partir de la incorporación a dicho mundillo, grandes dosis de prensa del motor anglosajona. Con lo cual volvemos al inicio de aquello sobre lo que quiero escribir hoy; y que me perdonen los blogueros menos interesados en los aspectos internacionales del mundillo periodístico del motor. Pero, en todo caso, que la culpa se le echen a “JotaEme”, porque ha levantado una liebre que a mí siempre me ha parecido de lo más interesante de perseguir y, como buen galgo, cobrar.
Para empezar, he de decir que el “plumilla” anglosajón del motor (pundit le llaman allí al periodista, creo que como derivación de punch it, o sea machacador de teclas) parte con unos cuantos cuerpos de ventaja respecto a los que nos dedicamos al mismo menester en la parte española de la ibérica piel de toro (los portugueses son caso aparte, y precisamente muy influidos por lo anglosajón, pero dejemos la cuestión simplemente apuntada). Y esta ventaja reside en que tratan con un público automovilísticamente muy culto; me refiero al público de revistas especializadas, porque en un diario, tanto allí y no digamos aquí, ya es otro cantar. Ese mayor nivel permite un grado de complicidad entre quien escribe y quien lee que autoriza al primero una frescura y unos guiños cómplices que aquí podrían estar fuera de lugar. Basta con ver el nivel de sus “Cartas al Director” para entender lo que digo; y no es que en España no haya muchos y muy cultos aficionados al automóvil, pero es en el ambiente anglosajón lo son casi todos. Ejemplo al canto: si en un texto de tema deportivo escribo “il Commendatore”, la gran mayoría de quienes leen esas líneas adivinan (o más exactamente, saben a ciencia cierta) que me refiero al difunto Enzo Ferrari. Pero si, hablando sobre el mismo tema, pero en plan más retrospectivo, digo “le Patron”, es muy probable que el porcentaje se invierta, y la mayoría (sobre todo los más jóvenes), no sepan que ése era el apelativo de Ettore Bugatti, el gran técnico italo-francés que nos regaló con algunas de las más bellas realizaciones mecánicas y estéticas de las décadas 20 y 30.
Naturalmente, y como casi siempre en estos casos, se juntan el hambre y las ganas de comer; si elevado era y es el nivel de los lectores, en la misma proporción lo era y lo sigue siendo el de los periodistas. Durante los cuarenta años que llevo asistiendo a presentaciones internacionales de nuevos modelos (y muy especialmente durante los 27 en los que he formado parte del jurado del “Car of the Year”) he tenido una oportunidad privilegiada para conocer a la flor y nata del periodismo del motor, como el belga Paul Frère, buen amigo recientemente fallecido, el británico Gordon Wilkins, el francés Jean Bernardet, el alemán (casi diría prusiano por su porte) Conde Olaf von Fersen, los italianos Piero Taruffi y Gianni Rogliatti, y tantos otros nombres señeros. Así que le sigo dando la razón a “JotaEme” pero puntualizando de nuevo que el mérito de la prensa anglosajona reside tanto o más en el público que en los periodistas; cualquiera de los antes citados y muchos otros, cada cual con su mayor o menor gracejo, podrían haber escrito con la misma profundidad, aunque casi ninguno con el impactante estilo del inolvidable L. J. K. Setright, auténtico enfant terrible de esta profesión.
Todo lo de este hombre, también desaparecido hace ya unos cuantos años, era increíble, empezando por su físico: muy alto, delgado como un palo, vestido siempre según los cánones de la elegancia británica, y con una larga barba canosa que, junto a su gesto serio y distante, le hubiera permitido encarnar a Don Quijote de la Mancha mejor que a la inmensa mayoría de los grandes actores que lo han hecho, y sin necesidad de maquillaje. En una ocasión, cuando ya no pude resistir más el picor de la curiosidad, le pregunté: “Leonard, ¿por qué casi todos tus escritos acaban teniendo, casi siempre al final, una cita en latín o incluso griego?” La respuesta me dejó pasmado, aunque viniendo de semejante individuo debería haberme esperado eso, o algo casi igual de sorprendente: “Pues porque mis estudios universitarios son una licenciatura en lenguas clásicas”. ¡Toma ya!; y esto lo dijo un tío que había escrito un libro (que tengo bien guardado y dedicado de su puño y letra), allá por los ’70 o tal vez primeros ’80, sobre “La tecnología del neumático de competición”; libro que, pese a mis estudios de ingeniería industrial, me costó Dios y ayuda digerir en su integridad. Este es el tipo de periodistas que, repito una vez más, ayudados por una clientela de alto nivel, han situado al periodismo anglosajón del motor en el puesto que tanto a “JotaEme” como a mí nos parece tan merecido.
Ahora bien; yo no sé cuantos años lleva nuestro bloguero leyendo prensa del motor en inglés; por mi parte, dada mi edad y el hecho de que el automovilismo español de épocas pretéritas tenía una indudable base francófona, en la década de los ’50 me atiborré de lecturas de dicho origen, básicamente “L’Automobile”, en su época (al menos para mí) más gloriosa. Pero en la siguiente década, cuando inicié mi andadura profesional, empecé a incluir en mis lecturas revistas tanto británicas como norteamericanas (de las sudamericanas de tiempos antiguos recuerdo con cariño la excelente “Parabrisas” argentina, que ya no sé si sigue existiendo). Pues bien, ello quiere decir que en casa tuve amontonadas cantidades ingentes de “Motor” y “Autocar” (antes de que se fusionasen), así como de “Car&Driver”, “Road&Track” y “Motor Trend”; la verdad es que “Hot Rod” ya me cogía muy fuera de mi concepto del automovilismo. Con el máximo respeto, los dragsters y los Ford A con un moderno V8 injertado están muy bien para “American Graffiti”, pero personalmente no me llaman la atención; lo mismo que muchos productos de tuning (esto último da para otro comentario en el blog), pero ahora sigamos con nuestro tema, que es el de la evolución que, en menos de dos décadas, he creído apreciar en la prensa anglosajona del motor. Evolución que ha alcanzado su máxima expresión en el programa televisivo “Top Gear”, que sin duda será bien conocido de la mayor parte de los blogueros, a través de la gran cantidad de filmaciones suyas que circulan por la red.
Por una parte, tanto los realizadores de este programa como algunos, o incluso bastantes de los de prensa escrita, dan la impresión de ir de “sobraos”, y talmente parece que les importa mucho más pasárselo “bomba” montando sus programas o artículos, que ofreciendo información más o menos sólida a sus lectores y/o espectadores. Y con ello no estoy insinuando que haya descendido el nivel de los profesionales de la prensa del motor anglosajona (sigo conociendo y tratando a muchos del máximo nivel, y muy serios), pero sí que en buena parte han tomado una deriva hacia un tratamiento más facilón y aparatoso, e incluso espectacular, que realmente profundo, informativo y con opinión bien argumentada, por peculiar que ésta sea. Y como muestra de esto último vuelvo a recordar a L.J.K. Setright, con cuyas opiniones para justificar sus votaciones en el “Coche del Año” yo no coincidía personalmente ni por asomo, pero me sentía absolutamente incapaz de refutarlas, tal era de bien armado, razonado y justificado su discurso, por muy estrambótico que pudiese parecerle a uno.