En más de una ocasión he dejado bien sentado que no sufro el menor atisbo de corporativismo profesional. Quizás algo –y no mucho- en el específico campo de la información de motor; y absolutamente ninguno en cualquier otro tipo de periodismo, respecto del cual soy un receptor más de información, lo mismo que cualquier otro ciudadano de cualquier otra profesión. Y es que los programas informativos de radio y sobre todo de TV, muy especialmente en sus facetas de sucesos, meteorología y tráfico, están cayendo –o al menos a mí me lo parece- por un despeñadero de pérdida de calidad, ecuanimidad y manejo del idioma realmente preocupantes. Hay toda una plétora de nuevos/as locutores/as que no sé si han salido o no de la Facultad de Ciencias de la Información, si trabajan como becarios o ya como personal de plantilla; pero que, en cualquier caso, dan la impresión de estar más verdes que los campos en Abril después de una buena lluvia.
Todo empieza por hablar con una sintaxis (por llamarla de alguna manera) inconexa, mezcla de influencia yanqui (quizás para demostrar que han estudiado inglés) y de total desconocimiento de la propia; el orden de sujeto, verbo y predicado anda siempre manga por hombro, y la concordancia en género y número es algo que para ellos debe venir de Marte. Talmente parece que tanto la ortografía como la sintaxis de los mensajes de Twitter hayan infectado también a los medios audiovisuales. A continuación viene lo que en la moderna jerga del “spanglish” se ha dado en denominar como remarcar o enfatizar, cuando antes nos bastaba con destacar, resaltar, subrayar o, al límite, recalcar. Pues bien, cuando en una frase llegan a la palabra que consideran fundamental (y que muchas veces no lo es), hacen una “paradinha” como si fuesen a tirar un penalty, creando una pausa dramática, y luego la pronuncian muy despacio y en un tono algo más elevado, como si estuviesen hablando para imbéciles, que necesitan que les orienten respecto a lo que es clave en la noticia, y lo que no lo es.
Finalmente, el tono de voz; muy en particular el de las féminas. ¿Se han fijado Vds en que la gran mayoría de las locutoras que retransmiten desde la vía pública lo hacen chillando, aunque tengan el micrófono poco menos que metido en la boca hasta la laringe? He dicho chillando, que no es lo mismo que hablando en un tono de voz alto, o incluso fuerte; son cosas distintas. Aquí creo detectar de nuevo un influjo “made in USA”, porque en cuanto uno se encuentra (en aeropuertos, acontecimientos deportivos, o una excursión de turistas) con un grupito de media docena de “teen-agers” femeninas del otro lado del Atlántico Norte, su modo de hablar es a base de una emisión sincopada de grititos y chillidos. Y parece que esto ya está haciendo escuela a este lado del charco, porque las nuestras llevan ya tiempo hablando así, debido quizás a tantas “sit-coms” como emiten las cadenas de TV. Sería muy conveniente que en la Facultad les pusiesen varias horas de informativos realizados por la añorada Rosa María Mateo, para que aprendiesen a hablar con claridad, elegancia, sosiego y buena dicción.
Ahora llegamos a los contenidos, o más bien a la forma de valorar su nivel de dramatismo o trascendencia. Pero el planteamiento habitual es que cualquier noticia que den tiene que parecer casi el anuncio del fin del mundo. Les da lo mismo un muerto ocasional por intoxicación alimentaria en Albacete, que 300 ahogados en un naufragio de emigrantes ilegales de Túnez a Italia, o que 1.500 masacrados en Nigeria por los asesinos islamistas de Boko Haram. Todo es -o lo narran como si lo fuese- catastrófico; para ellos no hay un escalonamiento razonable. Tiene que ser terrorífico; y si no lo es, pretenden convencernos de lo contrario, dramatizando el tono de voz.
Pasemos al campo concreto de la meteorología. De unos años a esta parte parece que es noticia, digna de chillidos o entonación campanuda, que en invierno haga frío y en verano haga calor. Para ello, apuntan con la cámara a un termómetro situado en Sevilla a pleno sol y a las tres de una tarde de Agosto, para que veamos que marca 39ºC; digo yo que la noticia sería que marcase menos de 10ºC. Y a su vez envían en pleno invierno a un becario/a a lo alto de un puerto o de una estación de esquí (donde todo el mundo va equipado hasta las cejas) para que veamos que allí están a -8ºC, y no achicharrados de calor (que eso sí tendría gracia). Hace pocas semanas, en mi recorrido habitual de pruebas, y no precisamente donde hace techo a 900 metros de altitud, el termómetro marcó -9ºC, y no me puse a dar gritos dentro del coche (y de donde procuré no salir, claro).
¿Y qué decir del tamaño de las olas cuando se espera o ha habido marejada? Lo mismo les da que sean de cuatro que de diez metros, con tal de pararse antes de dar la cifra, crear la ya mencionada pausa dramática, y luego lanzarla –precedida de la preposición “hasta”- como si fuese una batería de cohetes Katiusha. Por lo visto, estos jóvenes no han oído hablar en su vida del fenómeno de las “mareas vivas”. Es curioso que, de vez en cuando, tengan que ser algunos de los entrevistados los que les bajen al mundo real, puntualizando: y si no hace frío (o calor) en estas fechas, ¿cuándo lo va a hacer? Pero ellos siguen, inasequibles al sentido común.
Y vamos ya con la información relativa al tráfico invernal. Hay tres expresiones que son auténticos “mantras” que nunca faltan: “cadenas para la nieve”, “las temidas –o peligrosas- placas de hielo” y que “los conductores deben extremar la prudencia”. Los neumáticos invernales y de contacto no existen para ellos; no sé si por ignorar su existencia, o más bien porque no tienen el “glamour” informativo y dramático de sacar a un paisano poniendo las cadenas con los dedos ateridos de frío. Y tampoco falta el primer plano de una rueda (quizás del propio coche de la emisora) patinando sobre la nieve al darle un a todas luces exagerado acelerón para hacer una arrancada, contraviniendo lo que quizás acaban de recomendar: es preciso manejar todos los mandos con suavidad.
Por lo visto, aun siendo personal de una cadena televisiva, no ven sus propios informativos, en los que ellos mismos nos comunican que en países tales como USA, Canadá o el Centro y Norte de Europa sufren nevadas muchísimo más fuertes que las nuestras, en las que durante las primeras horas se organizan unos “cacaos” de tres pares, porque no hay capacidad de limpieza para hacerles frente. Así que no hay por qué ponerse especialmente trágicos porque estén cerrados tantos o cuantos puertos de montaña, sean de la red principal o secundaria; porque para eso estamos en invierno, y en todas partes cuecen habas. Salvo quizás en Escandinavia, donde recurren al procedimiento de no quitar la nieve del todo, sino simplemente apisonarla, porque todo el mundo lleva neumáticos adecuados para circular sobre ella; véase el reciente Rallye de Suecia, llevado a cabo sobre caminos de tierra (nevados) que se vuelven a abrir al tráfico una vez ha pasado la carrera.
Pero lo que les produce una mayor sensación de estar anunciando una tragedia es lo de “más de veinte pueblos aislados” (Tresviso es ahora más famoso por la nieve que por su queso). Aunque lo gracioso es que estos mismos locutores son los que, unos meses más tarde, nos estarán transmitiendo informaciones (también apocalípticas) sobre el calentamiento global de nuestro planeta. Lo cual significa que ahora nieva algo menos que en el siglo XVI, por ejemplo, cuando hubo una especie de mini-glaciación. De modo que hasta mediado el siglo XX, cuando aparecieron los primeros quitanieves eficaces (al margen de los del ferrocarril), ¿qué es lo que ocurría en los pueblos? Porque había más pueblos que ahora, ya que muchos están abandonados, debido precisamente a las facilidades de comunicación.
Pues todos esos pueblos se quedaban, lisa y llanamente, aislados; en ocasiones durante varios meses. Y no digo yo que algún paisano que otro no falleciese por congelación, pero la gran mayoría sobrevivía; y un año tras otro, porque sus descendientes seguimos aquí, vivitos y coleando. Pero la solución es tan evidente que casi da vergüenza tener que explicarla, y era y es bien conocida por los serranos: tener acopiada energía (leña y ahora también fuel, o butano), y alimentos para unos cuantos días (en tiempos, semanas o meses); y ello desde principios del invierno. El frigorífico sale gratis; basta con sacar algo a la ventana, o al patio, y asunto resuelto. Lo que ya es rizar el rizo es lo que planteó una cadena de TV, gozando incluso de un titular a pie de pantalla, y no sólo como frase suelta: “¿Qué hacemos ahora con la nieve?” El tremendo problema, digno de Hamlet, iba acompañado de la visión de unos montoncitos de nieve acumulados en una acera. Pues la solución, la conocida desde tiempo inmemorial, a saber: dejar que se funda; o si no, cargarla en volquetes y echarla al campo.
¿Y qué pasa con las inundaciones? En muchas poblaciones existen las famosas señales de “hasta aquí llegaron las aguas”, señalando las grandes riadas; ahora, aunque todavía quede dos o tres metros por debajo, te lo cuentan como si fuese el Diluvio Universal y estuviésemos a punto de ver aparecer el Arca de Noé. Recuerdo de chico en Zaragoza, que al menos una vez cada tres años, el Ebro se desbordaba, y se veía una lámina de agua anegando los campos en centenares de metros de anchura; y se aceptaba como cosa normal, porque es un fenómeno natural, como la crecida anual del Nilo. ¡Y qué sería de Egipto sin ella!; ya lo dijo Herodoto.
En un país en el que más del 90% del territorio no suele tener problemas por agua o nieve, y sólo puntualmente -más bien al revés, pues otras noticias, alarmistas o no, dicen que vamos hacia la desertización-, es lógico que el trabajo se nos amontone cuando cae una “gorda” de verdad, sea líquida o semi-sólida. Claro que si seguimos con la costumbre de mantener los centros urbanos donde antaño, en pleno cauce de la riera o en sus proximidades, porque era más práctico para coger el agua con cubos, no nos extrañemos de que el torrente se lleve medio pueblo por delante cuando hay riada. Y luego a llorar, porque el agua te ha entrado hasta la cocina; olvidándote de que hace seis, o diez, o quince años, ya había ocurrido exactamente lo mismo. Y entonces venga a pedir “soluciones, ya”, como si fuese tan fácil convencer al agua para que se olvide de obedecer a la fuerza de la gravedad, que siempre empuja hacia donde está más bajo.
Al periodista, sobre todo si es novato, todo esto le viene de perlas para presentarlo (calzado con katiuskas de goma) como una gran catástrofe –si bien para algunos lo sea, aunque no novedosa-; pero a la vez, y año tras año, nos dan puntualmente información de las inundaciones que, en la época de los monzones, inundan con muchísima mayor violencia el Sudeste asiático, como viene ocurriendo con regularidad cronométrica desde tiempo inmemorial. Y eso sí que son inundaciones de verdad, comparadas con las nuestras; y en países con bastantes menos medios materiales para contrarrestarlas. Lo que ocurre es que, hasta mediados del siglo XX, no había TV que retransmitiese las imágenes; y ya se sabe: ojos que no ven…
Pero en las nuestras, aunque menos violentas, el reportero se siente cual cronista de guerra de los que salen en las películas (y en la realidad), poco menos que sorteando a cuerpo limpio los proyectiles de mortero. Pero a estos últimos cronistas es a los que, con harta frecuencia, sí que les coge la tormenta, y no precisamente por causas naturales. Como que, últimamente, algunos acaban ametrallados o degollados en asesinatos filmados que luego los propios medios tienen la desfachatez de emitir, so capa de que son informaciones “de interés general”, buscando el aspecto morboso de la noticia, y repitiendo la misma toma una y otra vez (¿cuántas nos han repetido el tiro al policía en el suelo tras del asalto a Charlie-Hebdo?). En vez de dar simplemente la información oral, y luego un buen comentario editorial; y no hacerles el juego a los fanáticos, que lo que buscan es precisamente eso: que se emita, y cuanto más mejor, su barbarie.
Aquí, ya habituados a salvajadas del tipo padres que asesinan a sus hijos tras de un divorcio, se empeñan en darle a la información del tiempo el mismo nivel de dramatismo; como si, de no darla así, fuésemos a apagar el televisor y quedarnos sin ver una información aséptica y bien explicada.
Pues muy de acuerdo con lo expuesto en el artículo.Y es que el nivel de los periodistas no siempre es el mejor,sin decir nombres cierta cadena de TV tenía a alguien que no tenía la carrera de periodismo terminada en un puesto de responsabilidad,esto no se entiende.Y no es infrecuente escuchar a grosso modo,donde sobra la «a».El sensacionalismo vende y ante eso todos boca abajo.
Qué no decir ya de programas de TV en los que los participantes hablan muy alto y pisándose las conversaciones,así no hay forma humana de escucharse unos a otros.
Además muchas veces escuchamos información sesgada,y casi siempre sobre desgracias.Después de ver la TV a uno no le quedan ganas de casi nada.De la influencia de los políticos en las informaciones mejor no hablar,claro que dado su a menudo escaso conocimiento de las cosas y escasa formación y ganas de manipular no es de extrañar.
Cuando hablan de lo que uno entiende nos damos cuenta de las mentiras que nos cuentan.
Y recuerdo cierto debate entre dos aspirantes a presidente del gobierno, lo que expresaban verbalmente no casaba en absoluto con sus expresiones faciale,.tener un experto al lado en ese momento me lo dejó muy claro.
Por primera vez en mucho tiempo estoy completamente de acuerdo con Arturo. La cuestión ¿Es beneficiosa para sociedad el actual planteamiento del negocio del periodismo? En el artículo se deja claro que algunos casos es sencillamente ridículo, y en otros, directamente, perjudicial.
El otro día quedé con un amigo que estudió periodismo y llegó a ejercer en varios medios de comunicación importantes. Nunca estuvo muy satisfecho con la profesión ni con sus compañeros. Con la crisis de los medios tradicionales y la recesión económica, llegaron también los recortes de sueldo y los despidos. La solución para él ha sido muy sencilla: Dejar el periodismo. Con 32 se puso a estudiar enfermería y ha sacado matrículas, incluso en temas tan peliagudos como la bioquímica o la estadística (¡siendo «de letras»!). Ahora ya está terminando y le llueven las ofertas. Por primera vez en su vida profesional se siente realizado al participar en una actividad que tiene un retorno claro hacia la sociedad.
Lo que cuento aquí es simplemente un testimonio. El periodismo es necesario (si no, como conocer lo que ocurre en el mundo a diario), pero desde luego no el que describía mi amigo, el que describe Arturo o el que podemos ver habitualmente en los medios de comunicación de masas.
Un episodio de «Reflexiones de Repronto» que, aunque ya tiene unos años, explica bien esta memez de dedicar la mitad del telediario a la meteorología: http://minchinela.com/repronto/2011/02/01/capitulo-39-amplia-cobertura/
Oiga, pero… ¿La prueba de la quitanieves se ha hecho a ritmo interesante o no? ¿Qué media ha dado?
Hablando de periodistas e informaciones. Ayer durante todo el día, diversas emisoras de radio daban la noticia sobre los nuevos límites de velocidad a los que va a saltar el radar. Todos decían que el umbral es de siete kilómetros/hora en las vías con límites de entre 30 y 90 kilómetros/hora y del 7% en las carreteras con limitaciones mayores. Luego todos daban el mismo ejemplo: «En vías de 90 Km/h se multará a partir de 98 Km/h y en autovías cuyo límite es 120 Km/h, seremos multados a partir de 131 Km/h». Me extrañó que ninguno se parara a pensar que el 7% de 120 no es 11 sino 8,4 (9 para redondear). Si es correcto lo del 7% en autovía y autopista nos multarán a partir de 129 Km/h. Igual soy yo el que está equivocado, pero o no es el 7% o no es 131. A ver si alguno me saca de mi error.
@5 Basauri:
Exacto. Es lo mismo que pensé yo cuando lo oí: o a mí se me ha olvidado multiplicar, o a la Sra. Directora de la DGT le ha ocurrido dicho fenómeno. Porque esa denominada «regla del 7» se cumple linealmente hasta los 100 km/h, y luego viene a ser algo así como la «regla del 9% por defecto», o algo muy parecido. Porque al explicarlo, en unos sitios citan la última cifra de velocidad a la que todavía no te multan, y en otros, la primera a la que sí te multan. Pues así, casi todo en la TV.
Estoy de acuerdo con lo que dice, pero no con «sus culpables». Ya les gustaría a los becarios o a los recién contratados tener tanto poder como para decidir qué deben contar y con que tono, ritmo… Pero mucho me temo que quienes deciden esto no dan la cara, y que les importa lo más mínimo la dicción de sus reporteros, miran por la audiencia de su programa y punto. Y parece que el tono apocalíptico es una buena forma de «enganchar» al incauto espectador y mejorar «unas décimas».
Y si ud., como yo, añora ese periodismo sosegado, ahí esta La 2.
Pero ¿no os habéis dado cuenta?, es que hace tiempo que TODO en la tele es, antes que nada, espectáculo: todo lo demás es secundario. No sólo los programas específicos de entretenimiento donde esto es necesario; sino también aquellos que por principio deben huir de la espectacularidad: los informativos; y los programas de información meteorológica, ahora independizados de los telediarios, son un nuevo espectáculo de “infometeo”, porque el espectáculo incluye utilizar nuevas palabras, abreviadas o inventadas si es necesario, un montón de extranjerismos y alguna que otra proveniente del lenguaje técnico o científico pero convenientemente desposeída de su verdadero significado.
En cuanto a la oratoria, la dicción cada día es más parecida a un continuo farfullo; el empleo de palabras vulgares (en el sentido de la tercera acepción), con profusión de “tacos” y extranjerismos perfectamente prescindibles, con la creencia de que dan caché a quien las emplea, cuando en realidad lo que indica es la nula profesionalidad del sujeto (sea becario o no), además de una total falta de respeto al oyente o espectador.
Pero lo que más me duele en esta loca carrera hacia la máxima zafiedad, es que los medios de comunicación de carácter público, participan también como uno más.
Para terminar, una reflexión relacionada con el mundo del automóvil y las televisiones públicas. Cuántas veces hemos oído quejas sobre la falta de educación vial de todos los usuarios de las vías, automovilistas, motoristas, ciclistas, peatones incluidos. Intente recordar usted cuándo vio en TV una serie de programas dedicados a la actualidad de la educación vial, consejos de conducción y de mecánica básica relacionada con la seguridad. Para qué queremos unas TV públicas que hacen lo mismo que las de capital privado.
@5 Es la tolerancia en la medición que hace nuestro velocímetro, redondeada considerando la escala de lectura de los mismos.
¿Qué velocidad debiera marcar su velocímetro con una tolerancia del 7% para ir realmente a 120 km/h? En el caso que su velocímetro marcara de más… cuando usted leyera 129.03 km/h (Velocimetro= Velocidad real + 7% Velocimetro) realmente estaría circulando a 120 km/h… y aquí la DGT “redondea” a 130 km/h para no poner multa, que se lee perfectamente en cualquier velocímetro.
Saludos
El periodismo es un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Vivimos en una sociedad infantil, simplista y que trata de convertirlo todo en espectáculo. Queremos explicaciones sencillas para todo, «no meternos en problemas» y la televisión y la prensa son un reflejo de eso (también la del motor). La puñeta es que, en la medida en que nos alimentamos de un periodismo así de chusquero, el efecto se potencia y se amplifica en un círculo vicioso terrorífico ya que la gente ve potenciada una cosmología en la que el frío en invierno y el calor en verano son «noticias de última hora».
La solución es complicada porque requeriría educar a varias generaciones en un auténtico pensamiento crítico y eso no va a pasar.
@9. Sigo sin entenderlo. Creo que usted todavía lo está liando más. No se de donde saca ese 129,03. Añadiendo el 7% de 120, nos da 128,4 Km/h. La DGT no redondea a 130, sino que da una cifra exacta que es 131 Km/h, cifra que no se corresponde en nada al 7%. Tampoco entiendo por qué van a redondear 3 Km/h si dan una cifra exacta como es el 7 %. En vez de eso, que den el 9% y ahí si tienen los 131 km/h aproximados (130,8).
Si señor, un buen artículo del mundo del motor. Sobre todo muy técnico. Al hablar de la televisión se le ha pasado D. Arturo hablar de Belén Esteban.
Los radares se configuran según les da. El los últimos años y sobre todo con las «simpáticas» medidas de ahorro de combustible que bajaron los límites a 110 para luego volver a 120… se aprovechó para ir bajando el margen, dejándolo en los últimos años en 129 (a 129.0 ya salta). Si ahora van a subir a 131, nadie lo sabe, porque antes se modificaban en cada demarcación pero ahora ya lo gestionan directamente desde Madrid. Y si no los bajan más no es por beneficiar al ciudadano, sino porque la red tiene poca anchura de banda y no da para tanta sanción. Pero no se apuren porque si hace falta el sistema se actualizará y ya bajarán los límites de nuevo.
En cualquier caso, la medida parece clara, fastidiar en las nacionales y comarcales para favorecer el negocio de las concesionarias de autopistas, que en los últimos años han perdido mucho cliente.
@ 11, Usted se ha confundido al leerme: “a 130 km/h para no poner multa”, se entiende que por encima multan y la DGT establece dicho valor en 131 km/h. En un velocímetro de escala analógica un conductor real no puede distinguir 131 km/h… pero si sabe dónde están los 130 km/h.
La tolerancia no la tienen las velocidades reales (imposibles de conocer con dichos aparatos) las tienen el velocímetro y el cinemómetro.
Si usted hubiera despejado la fórmula que le puse entre paréntesis en mi intervención anterior, en un velocímetro con una tolerancia del 7 %, es necesario que este marque algo más de 129 km/h (129,03) para que usted circulara a 120 km/h reales. Si usted dispone de un velocímetro de menor tolerancia deberá de adecuar sus cálculos a dicha tolerancia. Nadie le está permitiendo circular a 130 km/h de su velocímetro, las lecturas de las que hablamos son las del cinemómetro. Le puse el ejemplo con el velocímetro porque es de lo que dispone un conductor.
Los radares de la DGT tienen un error comprendido entre el 3% y 7% (www.dgt.es) y la DGT ha considerado un umbral de tolerancia del 7 %, el más favorable para los conductores.
También lo puede ver desde el punto de vista del cinemómetro. Si usted dispusiera del peor cinemómetro de la DGT tendrá una tolerancia del 7% y este tenderá a leer velocidades por encima de las reales (Cinemómetro= Velocidad real + 7 % Cinemómetro). Cuando el vehículo circule a 120 km/h reales (no del velocímetro) el agente estará registrando 129,03 km/h…. (despeje usted la ecuación anterior) pero la DGT sabe que el conductor no puede leer dicha lectura y que además el velocímetro de su automóvil también tiene error. La DGT le da el beneficio de la duda… y se atiene a la calidad de los aparatos de medida (velocímetro y cinemómetro).
En EE. UU. desde 1997 los velocímetros no pueden tener un error superior al 5%. Generalmente los velocímetros y los cinemómetros tienen errores inferiores al 7 %, quien circula a 131 km/h (velocímetro) es muy probable que supere los 120 km/h reales.
Únicamente Podemos decir muy probable, hay variables que no contemplamos.
Finalmente, si usted combina las tolerancias máximas del velocímetro de su vehículo y las del cinemómetro comprobará que lo explicado es el caso más desfavorable. Si el conductor lee en el velocímetro 120 m/h y tiene una tolerancia del 7 %, en este caso el velocímetro marca un 7 % menos (120 = Velocidad real – 7% 120), la velocidad real será 128,4 km/h y si el agente lee su velocidad con el cinemómetro que midiera por encima con una tolerancia del 7 % (Cinemómetro= 128,4 + 7 % Cinemómetro) el agente mediría 137,8 km/h, usted circula por encima de 120 km/ pero no lo hace a 137,8 km/h (no le quitan puntos hasta 151 km/h). Si fuera al revés, el cinemómetro mide un 7 % menos, el cinemómetro medirá por debajo, el agente registraría 120 km/h y se salvaría.
Como los velocímetros tienden a medir la velocidad por debajo de la real nos centramos en el caso de mi primera intervención.
Saludos
A mi, lo que realmente me jode, es como hablan los políticos. Repiten la misma frase o parte de ella 2 veces, como si fuera más verdad, mirando fijamente a los periodistas y a veces hasta sonriendo (me viene a la mente la cospedal) y en ocasiones diciendo la parte que es mentira o palabra clave muy despacio, casi deletreandola, como si fueramos tontitos. Cuando los periodistas, y los ciudadanos (muchos, no todos), saben perfectamente que el/la politico de turno les está mintiendo a la cara. Y esto, no es algo que sale del politico en cuestión, es que les dan clases de cómo hablar y cómo una mentira repetida muchas veces la gente se la acaba creyendo. Lo de los periodistas, dando saltitos en el asiento en los telediarios o gritando en la calle como dice Arturo, es algo que sus jefes le dicen que hagan así porque por lo visto da más audiencia. En cuanto a la pobreza de vocabulario y/o recurrir a anglicismos (a mi me pasa por vivir muchos años fuera), no es exclusivo de los periodistas, es toda la sociedad.
Basauri, yo tampoco entiendo lo del 131, yo creo que la propia DGT fomenta una cierta ceremonia de la confusión para cazar incautos apuramargenes como servidor. Además, al ser una especie de «nota interna» y no estar regulado legislativamente en cualquier momento puede variar… yo por delante de los fijos, o de los camuflados cuando los veo, paso a 125 de aguja, por si acaso, que ya me cayo una de 151 pasando por delante de un Renault Laguna Seto edition a 149 reales este otoño.
Y es que en toda esta cabalística que nos montamos hay un dato que falta: si el radar tiene un margen de error +/- 3%, ¿significa que su calibración debe ser exacta al km/h o puede ser aceptable que si, por ejemplo, pasamos a 100 nos mida 103 km/h? Estaría dentro de la tolerancia, pero si somos de los que hacen la cuenta de la vieja y apuran el margen vamos a perder pasta.
Sobre el tiempo en los telediarios pues en fin, así de estúpidos somos como sociedad. Nos mola que nos asusten y tenemos poca conciencia crítica, el telediario no podría ser de otra manera. Menos mal que hay otras maneras de informarse.
@16 Una cuenta muy estricta con los medios habituales que tiene un conductor.
Si un agente le apuntara con el peor cinemómetro de la DGT , este tendrá una tolerancia del 7 % y además será un error hacia arriba (Cinemómetro= Velocidad real + 7 % Cinemómetro). Si el agente registra 131 km/h (Cinemómetro) usted tenía una velocidad real de 121,83 km/h.
Para obtener su velocidad real (vehículo) necesitará un gps:
1. En un tramo llano y recto mida con un gps de los que llevan los vehículos la “velocidad real” (sabemos que no es la real, es la más precisa que podemos obtener) a la que circula y la lectura de su velocímetro. El gps utilizado no da cota… pero es lo que tenemos.
2. Circule a una velocidad del gps a 121,83 km/h y compruebe lectura del velocímetro…
3. No sobrepase la lectura del velocímetro delante de un radar a 120 km/h.
Si el radar fuera de tolerancia 3 %, debe buscar 127,07 km/h de “velocidad real” del gps y no sobrepasar la que lee en su velocímetro.
Saludos
La última frase: «Si el radar fuera de tolerancia 3 %, debe buscar 127,07 km/h de “velocidad real” del gps y no sobrepasar la que lee en su velocímetro», es por si desea establecer un criterio más arriesgado…
Saludos
Bueno pues voy a desentrañarles la cuestion del 7% por encima de 100kmh.Lo aplican a la velocidad a la cual multan . Ejemplo. 131x 0.07= 9,17. Redondean a 10. 131-10= 121 que resulta superior a 120, ergo multa al canto.
Un poco rebuscado si que es , pero es asi. Los chicos de la DGT son asi. Claro que con el fiasco de los futuribles 130 » en algunos tramos» ya nos dieron una señal de su ineptitud. Ahora con eso de indicar donde estan los radares, pero diciendo que están en un tramo, veremos qué sorpresa nos deparan . Igual les da por decir que estan en cualquier punto situado entre el km 50 y el 100 !! Son capaces
Hace mucho tiempo que vengo observando que el conocimiento (y en consecuencia el rigor y la profundidad de un discurso) sólo interesa en cuanto permite la obtención de un título con el que acceder a un trabajo. El saber, lo que se dice ‘el saber’ no interesa sino a una minoría. Quién se acuerda de nuestros abuelos, que sin más estudios que los que daba la ‘escuela del pueblo’ animaban a aprender y disfrutaban si alguien ‘con estudios’ les explicaba cosas que ellos no tuvieron la oportunidad de aprender.
No entiendo cómo hemos retrocedido a estos niveles de incultura, doblemente graves porque ahora son voluntarios y aplaudidos. Reflejo de este estado de cosas es nuestra TV, que sinceramente en mi opinión es mejor tenerla apagada excepto cuando se quiere usar como video para ver una buena película. Zafiedades, falta de calidad y profundidad, campan a sus anchas. Tema aparte merece el uso creciente en nuestra sociedad de anglicismos cuando no es necesario. Porque saber, saber, no nos interesa, pero lucir, lucir, sí. Y con un nivel cultural por los suelos parece que decir tonterías en inglés luce más que decir cosas serias en lengua vernácula.
A mi lo que realmente me jode de los informativos del tiempo, es que se han convertido en auténticos «coñazos» de quince o veinte minutos de duración, muchos de los cuales son puro relleno. La «fotico» mona enviada por un espectador, el espacio publicitario metido con calzador… Echo de menos aquellos partes meteorológicos de tres minutos, donde se decía si iba a hacer calor, frío, o templado.
17.- La parte de medir la velocidad con GPS la tengo estudiada, por eso digo que pase a unos 149 por delante del radar aunque se que el GPS tampoco es preciso y que por mas que haya comprobado con varios no puedo tener la certeza absoluta. Por eso me pregunto si el margen de error del radar, ese que habitualmente utilizamos para apurar unos km/h, da una cierta seguridad de no ser multado, o si el radar puede estar mal calibrado y medir, en el ejemplo del 7% a 100, 93 o 107. En el primer caso habría que pasar a 100 exactos, ni uno mas, en el segundo nos libraríamos de la multa pasando a 114. Hablo de velocidades «reales» (cuanto menos mas acotadas que la indicación del velocimetro del coche), ya se sabe que pasando a 100 de aguja no voy a tener problema, porque en mi coche son unos 97.
Pero si el radar se considera como correctamente calibrado arrojando lecturas con un margen de error dentro de ese +/- 7% es un error eso de decir que salta a 107, más ceremonia de la confusión aún. Pensemos en ese incauto (yo mismo, por ejemplo) que oye la noticia, pone la teclita a 130 de aguja, 126 de GPS, y a los dos meses le llega una multa por ir a 134.
Por último, leyendo de nuevo una noticia sobre esto, da la impresión de que la multa a 131, que es casi un 10%, sale de que a partir de 100 se incrementa el margen de error en 1 km/h, según la serie 98 (90), 109 (100), 120 (110), 131 (120). Queda mas bonito así, pero tan poco claro y farragoso como acostumbran a ser todas las normas que rigen el tráfico.
Muy buena entrada. Divertidísima y totalmente cierta. Por algún motivo todo se ha trivializado hasta extremos grotescos. ¡Y hay que intentar vivir con ello!
@22,
Yo lo que me pregunto, dentro de toda esta historia, es que MIERDA de sensores / guias de instalacion utilizan los que velan por nuestra seguridad para determinar a la velocidad a la que nos movemos.
Sensores radar con menos de un 1% de margen de error y sin mantenimiento / compleja calibracion los hay. A patadas.
@Valmhö,
me surge la duda de si en su multa a 151 le aplicaron el tramo de sanciones que comienza en 151 (es decir, que ya quita puntos), o bien el anterior.
En teoría, si el radar detecta una velocidad de 151 al descontar el margen de error del 7% únicamente se podría estar seguros de que circulaba al menos a 140. ¿Alguien sabe si el error del radar se descuenta también en esos casos? Me suena haber leído una noticia que decía que reclamando este tipo de multas los jueces daban la razón al sancionado.
Desgraciadamente me aplicaron el tramo de baremo entre 151 y 170, asi que si, cayeron dos puntos. El margen de error no lo aplican en estos casos, aunque yo tambien he oido por ahi que recurriendo por este motivo se suele ganar. Yo lo intenté, pero en un alarde de incompetencia mi servicio de recursos de multas olvido hacer la gestión así que no le puedo decir más.
No le falta razón en lo del uso del lenguaje en los medios. Del mal uso quiero decir. ¡Ay, esas faltas de concordancia, la mala colocación de los elementos de una oración! (gramatical).
Me recuerda a ciertos seudofilósofos, de quienes Unamuno dijo en una de sus obras «non sanctas», que se estrujaban las meninges hasta la exangüidad para arribar a la necia conclusión de que habían conseguido partir un cabello por la mitad y a lo largo. Toma ya…
Siempre recordaré, y han pasado más de 30 años, cuando un señor dijo en TV que una magnitud determinada había sido dividida en tres mitades. Y tan ancho se quedó.
D. Arturo nos va a hacer esperar 7 días para colgar una entrada en condiciones? Por que ésta última es un verdadero petardo de entrada.
@28
Bueno, yo creo que D. Arturo elige los temas que él considera de interés general, y no forzosamente relacionados con el mundo del motor, aunque la mayoría de sus entradas sí lo estén.
En esta ocasión yo interpreto que habla de un fenómeno creciente que se da en los medios audiovisuales. Los reporteros/as a pie de calle es verdad que hablan a gritos en ocasiones, y que, bien ellos o quien les escribe el guion, no son cuidadosos con el lenguaje. Les sobra grandilocuencia para contar cosas nimias, explican en exceso lo que es evidente porque ya lo estamos viendo. Supongo que en TV hay que cubrir el minutaje establecido y lo hacen con peroratas simplonas, cuando no vacuas.
En definitiva, esas caritas con gorrito de lana que se nos cuelan en casa hablando de las grandes nevadas o riadas, terminan dando un mensaje romo y redundante.
Y por supuesto se entiende que un tema así en una entrada de D. Arturo no guste a todos. Solo faltaría. La culpa habrá que achacársela a él por tenernos acostumbrados a sus estupendos y minuciosos análisis sobre la cosa de la automoción.
Y ya para acabar, si me lo permite, decirle que entiendo que la entrada no le guste, aunque tacharla de pet… no sé yo. Quizás por eso, en la escasa línea y media de su post se observan cuatro ¿pequeñas? incorrecciones gramaticales.
Se lo digo con todo el respeto, sin acritud ni malos rollos.
Y sin el menor interés en entrar en polémicas, que ya la vida es bastante «jodía».
Saludos
Sr. Andrés, una vez más de acuerdo con Vd. Leerle es un placer, un bálsamo, y a su vez una vacuna. Es tanta la imbecilidad que nos rodea, que acaba uno pensando «yo soy el raro». Un abrazo, y por favor, no cambie NUNCA.